¿Pensabas que el género no binario era un concepto moderno? Pues no lo es. El Talmud - un milenario código legal judío - contiene no menos de ocho designaciones de género posibles:
Zachar, masculino. Nekevah, femenino. Androgynos, con características tanto masculinas como femeninas. Tumtum, carente de características sexuales. Aylonit Hamah, identificada como femenina al nacer pero que luego desarrolla naturalmente características masculinas. Aylonit Adam, identificada como femenina al nacer pero que luego desarrolla características masculinas a través de intervención humana. Saris Hamah, identificado como masculino al nacer pero que luego desarrolla naturalmente características femeninas. Saris Adam, identificado como masculino al nacer y que luego desarrolla características femeninas a través de intervención humana.
No solo los rabinos reconocían diversos géneros que no eran ni masculinos ni femeninos, sino que según su tradición el primer ser humano era ambos.
Esta visión aparece en muchas fuentes rabínicas, incluyendo el Talmud:
“Rabí Yirmeya ben Elazar también dijo: Adán fue creado primero con dos caras (una masculina y otra femenina). Como se dice: “Me formaste por detrás y por delante, y pusiste tu mano sobre mí.” (Salmos 139:5)”
Como vemos aquí, el rabino Yirmeya ben Elazar imagina que el primer ser humano fue creado tanto masculino como femenino: con dos caras. Más tarde, este ser original fue separado y se convirtió en dos personas distintas, Adán y Eva. Según este midrash, el primer ser humano era, para usar un lenguaje contemporáneo, no binario.
Otra fuente, Génesis Rabbah 8:1, ofrece una versión ligeramente diferente de la enseñanza del rabino Yirmeya:
“Rabí Yirmeya ben Elazar: En la hora en que el Santo creó al primer ser humano, lo creó como un andrógino (uno que tiene características sexuales tanto masculinas como femeninas), como se dice: “varón y hembra los creó.” (Génesis 1:27)”
En esta versión de la enseñanza el rabino Yirmeya no se centra en la cara (o más bien, las caras) del primer ser humano, sino en sus órganos sexuales: tiene ambos. Esta interpretación imagina que este ser original se parecía a un hombre y una mujer unidos por la espalda, de modo que un lado tiene la cara y los órganos sexuales de una mujer, y el otro lado tiene la cara y los órganos sexuales de un hombre. Luego, Dios partió a esta persona original en dos, creando al primer hombre y a la primera mujer.
Para los rabinos, el andrógino no era algo del pasado mítico. El andrógino era de hecho una categoría de género absolutamente reconocida en su época; no con dos cabezas, sino con ambos tipos de órganos sexuales. Este término aparece nada menos que 32 veces en la Mishná y 283 veces en el Talmud. La mayoría de estas citas no son variaciones sobre este mito, sino discusiones que consideran cómo se aplica la ley judía (halajá) a quienes tienen características sexuales tanto masculinas como femeninas.
El andrógino no es, desde una perspectiva halájica, ni masculino ni femenino. Esto se confirma en Mishná Bikkurim 4:1, que lo establece explícitamente:
“El andrógino es en algunos aspectos como los hombres, y en otros aspectos como las mujeres. En otros aspectos es como hombres y mujeres, y en otros es como ninguno de los dos.”
El andrógino es para los rabinos, en muchos aspectos, como un hombre: se viste como un hombre, está obligado a todos los mandamientos como un hombre, se casa con mujeres y tsus “emisiones blancas” conducen a la impureza. Sin embargo, en otros aspectos, el andrógino es como una mujer: no comparte en la herencia como los hijos, no come de los sacrificios reservados solo para hombres y su “secreción roja” conduce a la impureza. [Todas estas son, obviamente, convenciones antiguas de más de 1500 años.]
La Mishná -un compendio de la ley oral judía- continúa enumerando maneras en que un andrógino es como cualquier otra persona. Como cualquier ser humano, “quien lo golpea o lo maldice es culpable.” (Bikkurim 4:3) Del mismo modo, quien asesina a un andrógino es, pues, un asesino. Pero el andrógino también es diferente de un hombre o una mujer en otros aspectos legales importantes. Por ejemplo, no es culpable de entrar al Templo en estado de impureza como lo serían tanto un hombre como una mujer.
Queda claro que el interés rabínico en estas categorías de género ambiguo es en gran medida legal. Dado que la halajá estaba estructurada para un mundo en el que la mayoría de las personas eran o bien hombres o bien mujeres, aplicar la ley a individuos que no encajaban perfectamente en una de esas dos categorías era un desafío. Como comenta el rabino Yose en este mismo capítulo de la Mishná: “El andrógino es una criatura única, y los sabios no pudieron decidir sobre él.” (Bikkurim 4:5)
El andrógino no era la única persona de género ambiguo identificada por los rabinos. Los rabinos también reconocieron a aquellos cuyas características sexuales están ausentes o son difíciles de determinar, llamados tumtum. En la mishná de Bikkurim que citamos antes, el rabino Yose, quien dijo que el andrógino era un desafío legal para los sabios, se menciona que el tumtum era mucho más fácil de entender.
Los rabinos también reconocieron que las características sexuales de algunas personas pueden cambiar con la pubertad, ya sea de manera natural o a través de la intervención humana. Menos comunes que el andrógino y el tumtum, pero también presentes en los textos rabínicos, son las aylonit, que nacen con órganos identificados como femeninos pero desarrollan características masculinas en la pubertad o no tienen características sexuales en absoluto; y los saris, que nacen con órganos identificados como masculinos y más tarde desarrollan características reconocidas como femeninas (o carecen de características sexuales). Estos cambios pueden ocurrir naturalmente con el tiempo (saris hamah) o mediante intervención humana (saris adam).
Una persona no binaria no tenía el mismo estatus halájico -legal- que un hombre o una mujer; era descripta mejor como ambigua o intermedia, y presentaba un desafío halájico. Sin embargo, los rabinos lo resolvían con naturalidad y solían utilizar analogías con el reino animal y vegetal. Por ejemplo, los textos rabínicos describen al koi como un animal que se encuentra “entre lo salvaje y lo domesticado” (Mishná Bikkurim 2:8), y definen al etrog como un hermoso cítrico que está “entre una fruta y una verdura” (Mishná Bikkurim 2:6). Debido a que no encajan perfectamente en categorías comunes, el koi y el etrog requieren una consideración halájica especial.
La comprensión rabínica del mundo era que la mayoría de las categorías - ya sean animales, vegetales o minerales - son lentes imperfectos de la realidad tal como es (o como debería ser).
Una vez más, el Talmud me sorprende y maravilla.
¿Cómo puede ser que una fuente legal de 1.500 años tenga una mirada más compasiva, profunda y avanzada que la nuestra actual? Esto me hace pensar en qué deberíamos hacer para evolucionar; hacia dónde debemos avanzar: ¿estamos seguros que siempre para adelante…?