El libro de los abrazos tal vez sea el texto más icónico de Eduardo Galeano. En él condensa su compromiso y su sensibilidad tan característicos, que pudo haber estado a flor de piel mientras lo escribía en una América latina convulsionada que se abría a una primavera democrática.
Muchos son los relatos que se desgranan por sus páginas, pero tal vez uno de los más famosos –además del “RECORDAR: Del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón”– sea el conocido como Un mar de fueguitos (cuyo título original es “El mundo”). En ese texto, de solo quince líneas, el escritor uruguayo describe y resume, con sutileza, a la humanidad entera, con sus virtudes y sus miserias.
El libro de los abrazos, que también guarda entre sus páginas gran cantidad de textos crudos, que conmueven hasta las lágrimas –¿quién no se durmió con un nudo en el pecho al leerlos?– no tuvo como destinatarios más que a los lectores adultos. Sin embargo, el relato Un mar de fueguitos fue adaptado a obras escolares, esquelas para egresos de fin de curso y otras oportunidades para acercar a niños y niñas a esta literatura.
Por primera vez llega una versión de este relato emblemático de Eduardo Galeano, en formato cuento: Un mar de fueguitos, ilustrado para niños y niñas (y para quien quiera leerlo), fue editado por Siglo XXI.
Este volumen, a todo color y tapa dura, introduce un narrador que cuenta historias de diferentes partes del mundo a un grupo de chicos a través de un teatro de títeres –¿un joven Galeano?–, que comienza con “El mundo” (el mentado relato de los fueguitos), continúa con “Día de la luz” (extraído de Los hijos de los días) y cierra con “Las estrellas”, de El cazador de historias. Estos tres relatos, engarzados en un hilo invisible tienen algo en común: la luz, el fuego, el encenderse, el iluminar(se). La forma en que es retratada en las ilustraciones –apelando al rasgo característico del libro álbum– la narración oral, la historia que trasciende en forma de relato es igual de luminosa.
Los personajes –el narrador, los títeres, los niños y las niñas, las estrellas, los fueguitos, los yorubas– toman cuerpo y permiten acercar a los lectores aún más a lo que la narración de Galeano hace por sí sola, cautivarnos. Invita a adentrarse, y capta, todavía más, la atención.
Infobae Cultura conversó con Laura Leibiker –editora de Siglo para chicos– y Poly Bernatene, responsables de la edición y la ilustración, respectivamente, de esta novedad.
Poly Bernatene y Laura Leibiker se conocen desde hace tiempo, cuenta el ilustrador: “Fueron muchos los libros que trabajamos y disfrutamos hacer juntos, es por eso que me hizo muy feliz que [Laura Leibiker] me convocara a participar en su nuevo proyecto editorial dentro de Siglo XXI, pero nunca me imaginé que me llamaría para ilustrar al admiradísimo Eduardo Galeano”. Siente orgullo, alegría y responsabilidad que, dice, “fueron por triplicado”.
Por un lado, sintió la responsabilidad de no fallar a la confianza de la editora y las enormes expectativas de la editorial en acercarles a niñas y niños el inmenso mensaje de Galeano. Por otro, alegría “por el enorme respeto y admiración” a la obra. Y finalmente asumió el desafío que significaba aportar una nueva mirada y enriquecer el relato desde lo gráfico.
Laura Leibiker, a cargo del área de literatura para chicos de Siglo XXI, “Siglo para chicos”, coincide en que “El mundo”, ese que todos conocemos como Un mar de fueguitos, es un texto que llega mucho a las infancias. “Nosotros sabemos que se usa mucho en los jardines de infantes, se usa mucho en primer ciclo. Las maestras lo usan para comunicarse con los padres, para hablar de sus propios hijos, para marcar cómo cada uno es diferente, para enfatizar en lo interesante y en lo importante, que es respetar esas diferencias”, por lo que pensaron en hacer un libro.
En esta tarea repararon en que había muchos otros textos de otros libros de Galeano que tienen que ver con la luz, con el fuego, con la iluminación, y probaron ver cómo funcionaban si los reunían. “Y nos pareció que, de algún modo, armaban un nuevo relato”, comenta. “Además, por supuesto, sentíamos que eran textos muy accesibles para los chicos, contienen una enorme profundidad en muy pocas palabras. Los chicos saben entender muy bien esa profundidad”.
El trabajo de adaptación y la elección del ilustrador
“Y en cuanto al ilustrador, la verdad es que a mí se me ocurrió inmediatamente. El primer nombre en el que pensé fue en el de Poly Bernatene”, recuerda Leibiker, no solo porque lo considera una gran dibujante, sino porque lo define como “el ilustrador de la luz”. “Es alguien que sabe mostrarnos desde las páginas 2D de un libro la profundidad de la luz, el brillo de la luz. Sabe encender muy bien los fuegos, y además es un gran lector y es muy fan de Galeano. Así que la dupla se nos hizo un poco obvia. Un poco, casi te diría, sencilla de unir”.
Sin embargo, a la hora de bajarlo al papel, ambos coinciden en lo complejo que se torna trabajar sobre los textos de un autor al que se admira tanto y que no está para ser consultado. “Sencilla en el sentido de pensarlo, muy compleja en el momento del trabajo. Justamente porque cuando un lector como Poly Bernatene, que además es un gran artista, toma la obra de alguien a quien respeta, pero que no está para preguntarle, hay muchas pruebas que hacer, hay mucho que pensar, hay muchas idas y vueltas, hay muchos bocetos, y realmente fue un libro muy trabajoso. Pero básicamente muy gozoso. Lo pasamos muy bien haciéndolo, y creemos que quedó muy lindo”, dice Leibiker.
Bernatene, por su lado, sintió el apoyo tanto de la editora, como de Carlos Díaz, director de la editorial Siglo XXI, y amigo de Eduardo Galeano. “Desde el arranque sentí que el proyecto fue encarado como un trabajo en equipo. Fueron fundamentales las charlas e ideas que tuvimos tanto con Laura Leibiker –para descomprimir esos temores iniciales– para poder acercarme al corazón de Galeano más allá de lo que ya me había regalado como lector”.
Lo primero que hizo, recuerda, fue releer algunos de sus libros en búsqueda de una conexión gráfica para volcarla a los textos que inicialmente le había propuesto Laura –“El mundo” y “Día de la luz”–. “Fue así como apareció ‘Las estrellas’ para darle el cierre que necesitaba, mi idea no era ser literal o simplemente acompañar el texto, sino encontrar un hilo conceptual que se integrara en las tres historias, y resultó ser el mar de fueguitos, que somos los caminantes del mundo”.
Reconoce que lo más difícil fue pensar imágenes para la poesía de Galeano y ser fiel a su espíritu a la vez de añadirle su propia visión del mundo, “sin bajar línea para que el lector haga su propia interpretación”. “Aunque su filosofía también nos obligó a tomar una postura a la hora de hacer visibles los fuegos bobos o los de fuego loco, por ejemplo”, añade Poly.
Presentar a un narrador que cuenta historias de diferentes partes del mundo a un grupo de chicos a través de un teatro de títeres facilitó la tarea de recrear visualmente el universo que Galeano revela a sus lectores para que se sientan abrazados, dice Bernatene. ”Como el mismo Galeano nos dice en la introducción del libro: ‘…escribo para los niños de todas las edades, desde la temprana infancia hasta la vejez viruela, desde la cuna hasta la tumba. Lectores sin capacidad de asombro y sin capacidad de magia, absténganse’”, concluye Poly Bernatene.
[Fotos: Gentileza prensa de Siglo XXI y Poly Bernatene]