Hacía dos años que Cynthia Rimsky estaba ensimismada en una novela. Varias horas del día con la cabeza adentro de la historia de amor entre un plomero y una artista. Cuando leyó que se acercaba el Premio Herralde empezó a sacar cuentas. “Fue una ocurrencia a última hora. Me dije: ‘Ay, ¿y si la termino para el premio?’ Era ponerme un plazo y terminarla”. Tenía una amiga en Barcelona; hacía mucho tiempo que no hablaban. Había que mandar una carta, requería ciertos protocoles ya en desuso. Cuando le contó a su amiga, “ella se embaló y llevó la carta al correo para que no se perdiera”, recuerda. “Participar de un premio es como tirar una botella al mar. De hecho, ya después se me había olvidado. Hice otras versiones de la novela, la seguí trabajando. Nunca pensé que iba a ganar”.
El futuro es un lugar extraño
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Cynthia Rimsky nació en Santiago de Chile en el año 1962. Su primera novela es del año 2001: Poste restante. Es la primera de diez; la última, de 2023, se titula Yomurí. Hace doce años que vive en Argentina y hace ocho que, junto a su pareja, quisieron alejarse de Buenos Aires, solo un poco, no tan lejos. Y cayeron, a una hora y monedas de Capital, en un pueblo pequeño, pintoresco, rural, vistoso: Azcuénaga, partido de San Andrés de Giles, provincia de Buenos Aires. “Un día empezamos a preguntar y caímos ahí. Un señor nos mira y nos dice: ‘Ustedes son hippies, ¿no? Bueno, yo les tengo un lugar’. Y era un sitio lleno de maleza, no se podía entrar, con una casa hecha pedazos. Pero en realidad era muy lindo porque tenía árboles. Empezamos a armar algo y ahí nos quedamos”, cuenta.
Pero en Azcuénaga no tiene señal. Desde España, desde el Premio Herralde, cuando la eligieron ganadora, quisieron comunicarle la noticia, pero no podían: llamaban al número anotado en la carta, y nada. “El número al que usted está llamando está fuera del área de cobertura”, les decía una voz locutada en un español lleno de S a los directores del premio. “Como no tengo señal telefónica, tengo el teléfono en modo avión, para que gaste menos batería. Yo no tenía idea que me estaban llamando”. Y un día, en su casa, mientras daba una clase particular a una alumna, le llega un mail. “Recibí un correo y ahí me lo anunciaron. Mi alumna, que tengo hace muchísimos años, me mira y me dice: ‘¿Qué te pasó?’ Yo tendría una cara increíble, como de sorpresa. Fue realmente una sorpresa”.
Efectivamente: Cynthia Rimsky ganó el Premio Herralde de Novela, y fue un premio doble, ex aequo, porque fue en conjunto con la española Xita Rubert. El jurado proclamó ganadoras las dos novelas —Clara y confusa de Rimsky y Los hechos de Key Biscayne de Rubert— entre las 1.149 obras presentadas. Había elegido un seudónimo, “Mar del Sur”. “Juan Pablo Villalobos, que es un escritor mexicano que vive en Barcelona y que estaba en el jurado, la definió como una novela de amor contemporáneo. Creo que tiene mucho que ver con eso. Nunca había escrito de amor, y quería hacerlo, pero siempre me pasa que nunca puedo encarrilarme en un tema. Y me fui descarrilando en la corrupción en un gremio, por ejemplo, porque el protagonista es un plomero”, cuenta.
Clara y confusa, que llegará a fin de mes a las librerías, la define así: “El plomero está enamorado de una artista visual que no tiene reconocimiento y vive en un pueblo. Y hay una crítica literaria tremenda de mala, algo así como la Glenn Close en 101 dálmatas, pero también es del pueblo. Son grandes problemas universales, como el problema del arte, el sentido y todo eso, pero en un pueblo pequeño, en el Día del Pastel, la Fiesta del Pastelito. Y en esta relación romántica entre el plomero y la artista visual, él empieza a dudar de que ella lo ame, y a partir de eso empieza a dudar de todo: del gremio de los plomeros, de la integridad de los plomeros, de las tradiciones de los pueblos y empieza a caer en una especie de confusión general. Es muy humorística, muy irónica”.
El pueblo donde transcurre la novela es ficticio —se llama Parera—, pero tiene muchas cosas de otros. Por ejemplo, Rimsky transcribe el discurso de un intendente de Mar del Sur —originariamente Boulevard Atlántico, pertenece al partido de General Alvarado— después de que Argentina gane el Mundial. “Él hablaba de fútbol y de lo que llamaba la verdadera tradición. Trabajé sobre esa idea: ¿qué ha pasado con la tradición?” Es una pregunta vital, incluso para ella misma: “Mis abuelos, que venían de Ucrania y de Polonia, llegaron a Argentina y se instalaron en la provincia de Santa Fe, en los campos del Barón Rothschild. Y justo hubo una plaga de langostas y se tuvieron que ir para Chile. Hace unos años encontré una langosta en mi jardín. Fue divertido”.
“Más que del amor, quería escribir sobre las dudas del amor. ¿Cómo se sabe si alguien te ama? Eso me llamaba la atención, sobre todo cuando son dos personas tan distintas, y que en realidad se terminan dando cuenta de que no lo son. Porque el plomero también tiene una poética, no es un plomero realista que tú puedes encontrar. Me interesaba esos dos mundos, los dos procedimientos. Por ejemplo, él es un tipo que se dedica a detectar filtraciones fantasma, entonces en vez de andar con la picota, anda con un estetoscopio y escucha las paredes. Como los oficios artesanales que se van perdiendo. La relación entre la artesanía y el arte, la cultura popular y el arte moderno. Me metí en esas cosas, pero no teóricamente. Más bien diría que trabajé sobre preguntas”, agrega.
Llegó a España hace varios días. Sabiendo que iba a recibir el premio, ya anoticiada, programó un viaje más largo. “Me invitó el Gobierno de Chile al Festival Eñe, que este año Chile es el país invitado, y a una actividad en Estambul, porque tradujeron mi libro al turco, entonces me invitaron a presentarlo. Y en Madrid un amigo que tiene una pequeña editorial publicó mi primer libro, Poste restante, y lo presenté. Y ahora, de acá, me voy al Festival Eñe”, dice. “Nunca había mandado un texto a un premio. Los anteriores que gané eran a obra ya editada. Pero acá me interesaba porque es un premio más literario, que se corre un poco del centro y premia literaturas que no son tan tradicionales, como ocurre en otros concursos que son directamente más comerciales. Acá se arriesga más”, agrega.
¿Por qué escribe, por qué lee, por qué se dedica a la literatura Cynthia Rimsky? ¿Qué encuentra en la confección de esos mundos imaginarios e ilimitados, justo cuando el mundo parece cerrarse a sentidos más estrechos, más prácticos, más utilitarios, más redituables? “Es que me encanta”, dice sin vacilar. “Yo me encierro en mi cuarto, en mi taller, y... no sé, es una pasión. No puedo hacer otra cosa, porque me encanta. Realmente disfruto mucho. Me parece realmente un gusto, un espacio de libertad tan grande. Nadie espera una novela de uno, no tiene ninguna importancia. Incluso con el Herralde: ya va a pasar. Pero queda esa sensación de estar creando, de que este mundo no es solo lo que hay. Que si tú te pones a crear e imaginar construyes otra cosa”, concluye.