¿Puede la exposición de una desconocida artista sueca cambiar nuestra comprensión sobre el arte de las vanguardias? La historia del arte de principios del siglo XX parece estar lo suficientemente anclada para que la aparición espectral de una artista en la periferia de Europa no le influya en ninguna manera. Sin embargo, el fenómeno de Hilma af Klint ha abierto vías de estudio totalmente innovadoras en nuestro modo de acercarnos a la abstracción.
Nacida en 1862, Hilma af Klint estudió en la Real Academia de Bellas Artes de Estocolmo, donde desarrolló un estilo naturalista acorde con su educación académica. No obstante, a la sombra de esa pintura oficial y de manera privada llevó a cabo un tipo de obra totalmente distinto.
Junto con cuatro amigas formó el grupo De Fem (Las cinco), que realizaba séances (sesiones) espiritistas de las que derivaban bocetos e instrucciones. A partir de estos, Af Klint se embarcó en componer una obra abstracta, simbólica y compleja que buscaba representar el orden del cosmos.
Esta obra monumental que Af Klint comenzó en 1908 se considera ahora la primera manifestación de la abstracción.
Buscando la inclusión en el canon
Aunque piezas de Af Klint habían estado en algunas exposiciones colectivas antes, fue en 2013 cuando el Moderna Museet de Estocolmo le dedicó una monográfica en la que se pudo conocer la amplitud y brillantez de su obra.
Esta había estado oculta durante cuarenta años por deseo de la artista, quien confiaba en que la sociedad futura estuviera preparada para comprender mejor su propuesta. Y parece que así es, puesto que la exposición fue un éxito tanto de público como de crítica. Tras su presentación en casa, Hilma af Klint comenzó un viaje por los más renombrados museos del mundo llegando hasta las antípodas.
El nombre de la exposición original, Hilma af Klint. Pionera de la abstracción, dejaba las cosas claras: el Moderna Museet quería reivindicar que la primera pintora abstracta fue sueca. Intentaba introducir un nuevo personaje en el selecto grupo canónico de los grandes maestros de las vanguardias, una mujer en una lista eminentemente masculina. No había intención de cambiar la narrativa del arte contemporáneo, sino de completarla con una figura nacional.
Por ello, en la exposición de Estocolmo De Fem solo aparecían al final, de manera tangencial, para no quitar importancia a la verdadera y solitaria protagonista. Pero la muestra no solo lanzó un nuevo filón de merchandising, sino que abrió una ventana hasta entonces velada. Y de ella surgieron las espiritistas.
La aparición de las espiritistas
No fue el interés por lo sobrenatural lo que supuso una sorpresa: la relación de muchos artistas abstractos con la doctrina de la teosofía era conocida, y algunos de sus frutos, como el libro De lo espiritual en el arte de Kandinsky, profusamente divulgados. La sorpresa fue que, siguiendo la estela de Af Klint, comenzaron a aflorar estudios de mujeres que, guiadas por sus conversaciones con los espíritus, habían experimentado con la abstracción desde épocas tan tempranas como 1861, como en el caso de Georgiana Houghton.
De pronto, en cada lugar aparecían nuevas médiums artistas y junto a ellas todo un campo de investigación hasta entonces ninguneado. Lo que empezó en Estocolmo como un intento de incluir una nueva actriz en un relato bien estructurado, el de las vanguardias masculinas y racionales donde un toque de espiritismo daba color a la narración, se convirtió en un cambio de marcha ineludible. Hilma af Klint no era una pionera, sino una miembro destacada de un impulso social y artístico que la superaba y que había dejado fuerte marca en las vanguardias más experimentales.
Nuevas vías para una historia más rica y compleja
La aparición de nuevas autoras ha incentivado a su vez el estudio de la relación de otras artistas vanguardistas con doctrinas espirituales, y ha dejado en evidencia que lo oculto, lo esotérico y lo espiritual tuvo un lugar fundamental en las vanguardias.
También se está demostrando que las protagonistas de estas tendencias eran principalmente mujeres. Como dijo en una conferencia la artista Olivia Plender, no es de extrañar que las médiums lo fueran, puesto que hablar con la voz de otro podía suponer la única forma de ser escuchadas. Tampoco es de extrañar que estas artistas, escritoras e influencers de su época hayan quedado a la sombra en una historia del arte profundamente heteropatriarcal.
Ahora, la ventana que nos abrió Hilma af Klint se está ensanchando, y otro campo de estudio está pidiendo su lugar en las bases de la vanguardia: la danza, estrechamente relacionada con el esoterismo y las culturas orientales.
En 1944, Af Klint dejó escrito en su testamento que no se mostraran sus obras hasta cuarenta años tras su muerte, cuando el mundo estuviera más preparado para entenderlas. Fue optimista. Hemos necesitado casi el doble, pero parece que por fin lo estamos consiguiendo.