La autoficción es un género que ha cobrado mayor relevancia en los últimos años. ¿Es el texto icónico del siglo XXI? Quién sabe. Lo cierto es que, tal vez agudizado por la vida expuesta en las redes sociales, la pandemia y sus tiempos libres, no solo han florecido cantidad de obras en primera persona que relatan hechos basados en la realidad —con más y menos licencias literarias—, sino, también, editoriales dedicadas a publicar, exclusivamente, diarios y piezas de no ficción.
Más allá de la preferencia voyeur de algunos lectores o, tal vez, el deseo de verse reflejado en la vida de un ajeno, estos libros, que han crecido en cantidad e incluso en ventas, no son amados por todos. ¿Cuestión de gusto, crítica o mercado?
Con el humor fino y agudo que la caracteriza, Julia Coria, socióloga de estudio y escritora por amor, se atreve a ensayar interrogantes y posibles respuestas —sin ser taxativa, como agradece en el prólogo Federico Jeanmaire— acerca de la autoficción. Esta expresión la conoció a partir de la escritura de Todo nos sale bien, el libro que relata la enfermedad y muerte de Fabi, su primer marido —por hacer una sinopsis bastante injusta— y que la catapultó como escritora. A partir del éxito de esta novela de no ficción —otra forma de nombrar estos textos—, se hizo acreedora a invitaciones para ser oradora en mesas redondas y charlas como exponente del género literaturas del yo —concepto que hasta el momento le era desconocido—. Su experiencia como tallerista le sumó material de observación de lo que se cocinaba en la esfera literaria.
Así descubrió que había un séquito de adoradores del género, pero también un grueso de otros autores que no solo cuestionaban que se produjeran estos textos, sino que fueran leídos. Como ávida lectora, pero además, acostumbrada y entrenada a la observación, este hecho no le pasó desapercibido. En El ombligo el mundo: Notas para escribir autoficción (La Crujía, 2024), Julia Coria se toma el tiempo de desglosar el concepto de autoficción y señala el porqué de la partícula auto y la idea de ficción. Desde allí, con pericia, cita autores, obras —narrativas y de divulgación— y traza un mapa de situación. Cuando habla se nota que le sale natural escribir de estos asuntos porque “está muy enraizado en la práctica de escritura”. Lo encuentra al leer a Liliana Heker o a Gianni Rodari, pero lo ve al trabajar sus propios textos o los de los autores y autoras que hacen clínica con ella.
Esa experiencia y esas lecturas le permiten sostener hipótesis acerca de las temáticas, qué buscarán los lectores, que no todo es pasible de ser transformado en autoficción. Sin embargo, como explica Julia Coria, es su formación de base, como socióloga, lo que permitió reparar mucho en el clima de época “y en distintas variables de orden social que influyen sobre el auge de este tipo de escrituras y de lectores para estas escrituras”. Acostumbrada a escribir papers, es decir, a discutir ideas y postulados, pudo indagar en torno a estas ¿nuevas? narrativas, y por ende, incluso, a nuevos autores.
“Vivimos a las corridas. El tiempo frente a la computadora para mí vale oro. Yo digo te sentás a la computadora y le vas a dedicar tiempo a decirle a la gente qué no debería escribir o qué no debería leer. Me parece hipnótica la práctica de eso, de los detractores; y empecé a interesarme por eso”, expresa Coria. En el medio, su pasión por escribir —”me interesa muchísimo esta dimensión de la escritura, que es la de pensar en la escritura más allá del ejercicio mismo”— la llevó a rumiar acerca del tema. Ahí aparece una editorial con la propuesta de editar un libro sobre escritura. Y pensó “bueno, de pronto maridan estas situaciones”.
“Esta es una época en la cual, por muchas razones, algunas de las cuales me dedico en el libro, la experiencia personal cobra un valor que en otro momento hubiese resultado inusitado”, señala, y cuenta una anécdota en la que tras ver una obra de teatro, la directora pidió que calificara la obra en las redes. Eso antes era impensado, destaca, lo significativo era la opinión del crítico y no del público. “Menciono esto porque desde ya el eje en la experiencia personal o la mirada sobre la experiencia personal tiene que ver con la destrucción sistemática y voluntariosa y horrorosa de un paradigma centrado en lo colectivo, pero también con ideas de orden positivo, que tienen que ver con la democratización de la palabra”. La tradición en torno a los talleres de escritura, además de la cantidad de “editoriales independientes, de alto vuelo” —”no de empresas de edición”—, propician estas escrituras y sus consabidas lecturas. Con esto no desalienta la práctica, sino que desea que escriba cada uno lo que quiera “y seamos felices”.
No tiene certeza de por qué los lectores consumen estas lecturas, o tal vez sea una idea inacabada, pero “hay un clima de época muy tendiente a la reivindicación de la experiencia”, que ha cobrado otro valor.
Está convencida de que el tema de la ficción, la autoficción, las escrituras del yo y la no ficción está inacabado. Todavía hay mucho hay por decir, por escribir y por leer —como le sucedió en un encuentro con Marina Mariasch, que le “aportó algunas definiciones más”, al punto que juntas van a presentar este libro en una charla taller—. “Los lectores nos premiarán o no con su lectura. Los editores nos publicarán o no. Pero hay mucho para decir. Sí, también hay mucho para escribir, mucha ficción para escribir. Y por ficción incluyo la autoficción, por supuesto”.
* El ombligo el mundo: Notas para escribir autoficción se presenta en una charla-taller con la participación de Marina Mariasch, el jueves 31 de octubre a las 18 hs. en Naesqui (Charlone 1400, C.A.B.A.).
[Foto: Xavi Martin]