La Celesta, una banda que fusiona los ritmos del Río de la Plata, ha capturado la esencia musical de la región con su innovadora mezcla de géneros. Conformada por ocho talentosos músicos, la agrupación ofrece un espectáculo que transporta al público a los vibrantes paisajes sonoros de Montevideo, donde los tambores africanos resuenan con fuerza. Este conjunto musical logra una fusión única al integrar el tango, el candombe, la murga, el rock, la electrónica y el folclore en sus interpretaciones.
Jando Sasso, quien se encarga de la guitarra, el acordeón y la voz, lidera a este grupo que busca conectar los corazones de las dos orillas del Río de la Plata. A su lado, Manuel Abregu y Diego Palacios aportan sus voces y habilidades en la percusión, mientras que Alejo Trinelli sostiene el ritmo con su bajo eléctrico. La batería de Julián Castro y la percusión adicional de Alejandro Ayala enriquecen aún más el sonido característico de la banda.
El uso de teclados y sintetizadores por parte de Fede Janda añade una capa moderna a las composiciones, mientras que Dardo Della Morte alterna entre la guitarra eléctrica y la criolla, ofreciendo una versatilidad sonora que define a La Celesta. La calidad del sonido en sus presentaciones es garantizada por Carlos Gonzáles, el técnico de sonido del grupo.
La propuesta de La Celesta no solo se centra en la música, sino también en la creación de experiencias mágicas que evocan la rica herencia cultural del Río de la Plata. Su capacidad para amalgamar diversos estilos musicales refleja un espíritu de innovación y respeto por las tradiciones que los inspira a seguir explorando nuevas fronteras sonoras.
Infobae Cultura dialogó con Jando Sasso, líder de la banda, sobre los proyectos que están gestando con la agrupación que trae aire fresco a la música rioplatense.
—¿Cómo y cuándo comenzó La Celesta? ¿Qué los motivó a reunirse de nuevo después de tantos años?
—La Celesta empezó en 2012 con la idea de interpretar clásicos de la música uruguaya, haciendo versiones de canciones icónicas de artistas como Jaime Roos. Al principio, teníamos un estilo folclórico uruguayo, pero con el tiempo incorporamos más elementos del rock rioplatense, como batería y guitarra eléctrica. Tocábamos en un boliche conocido y el público creció rápido: empezamos con menos de diez personas y, en solo tres semanas, ya se llenaba el lugar. Lo que iba a ser un ciclo de un mes terminó extendiéndose por más de un año.
Después de eso, quisimos dar un paso más profesional, pero dos integrantes se fueron y la banda entró en pausa por diez años. Fue la pandemia lo que nos volvió a reunir: la Embajada de Uruguay en Argentina, a través de Osvaldo Laport, nos invitó a hacer una versión del himno nacional para el 25 de agosto en el Planetario. Esto nos hizo revivir el proyecto, esta vez con un enfoque más maduro y enfocado en crear nuestro propio material. El año pasado grabamos nuestras canciones en el Salón Dorado en Buenos Aires, lo cual marcó un antes y un después. Desde entonces, hemos estado tocando en Argentina y Uruguay y estamos preparando la presentación de nuestro disco, Pulsión, que incluye dos temas propios y una versión rioplatense de “Amor profundo” de Jaime Roos.
—¿Qué desafíos surgieron en el proceso de crear sus propias canciones y definir un sonido que los representara?
—Aunque todos en la banda compartimos el gusto por lo que hacemos, cada uno de los ocho integrantes aporta algo único, y eso enriquece nuestro estilo. Nuestra esencia está en el candombe, el folclore y la murga uruguaya, pero le agregamos un toque más urbano, adaptándonos a la nueva movida musical y cultural. Eso nos ha permitido incorporar elementos actuales sin perder nuestras raíces. Por ejemplo, colaboramos con un cantante de trap y trabajamos con el productor Santiago Alvarado, quien nos aportó nuevas ideas y sonidos. Todo esto fue dando forma a un sonido que mantiene lo percusivo y la armonía de siempre, pero con una impronta moderna y abierta a otros estilos.
—¿Cómo fue presentar sus propias canciones a un público acostumbrado a escuchar covers? ¿Cómo reaccionó la gente?
—Fue un gran desafío. Sabíamos que la sesión en el Salón Dorado marcaría un antes y un después, aunque fue sin público. Al lanzar nuestro primer tema original, “Frágil” —compuesto por nuestro cantante Diego Palacios y basado en una experiencia personal—, teníamos dudas sobre cómo reaccionarían los fans de siempre. Sin embargo, la respuesta fue increíble: tanto jóvenes como personas mayores lo recibieron muy bien.
Luego lanzamos una versión de “Amor profundo”, que es muy conocida en Uruguay, pero en un estilo propio y con toques de trap. Esto también fue muy bien recibido por el público y colegas, e incluso nos abrió oportunidades, como una invitación para tocar en el Festival de la Cereza en el sur. Hemos logrado mantener nuestra esencia sin encasillarnos, mezclando candombe, folclore y sonidos más urbanos, lo cual nos permite conectar con distintos públicos y expandirnos a otros mercados sin limitar nuestro estilo.
—¿Qué significa hacer música de manera independiente, desde la distribución hasta la organización de los shows?
—Ser independientes implica mucho trabajo y organización. Yo lidero la banda y, además de tocar y cantar, me ocupo de gestionar el proyecto. Cada integrante tiene su rol para que todo funcione: Alejo, nuestro bajista, maneja las redes sociales y sube la música a las plataformas, lo cual requiere mucho tiempo y dedicación. Julián, el baterista, se encarga de la mezcla y de coordinar estudios de grabación. Federico, el tecladista, se ocupa de la estética visual de la banda, como los flyers y fotos. Diego, el cantante, y Manu se encargan de todo lo coral y armónico.
Para la logística, el Mono y Dardo ayudan con el transporte y organización del equipo. Yo también me encargo de las contrataciones y de coordinar con productores en Argentina y Uruguay. Tenemos un grupo de WhatsApp y subgrupos para temas específicos como redes y producción, lo que nos permite trabajar organizadamente y dividir las tareas entre los ocho.
—¿Cómo es la dinámica y la convivencia entre ustedes, considerando que son una banda grande y pasan tanto tiempo juntos?
—Nuestra relación es muy cercana, casi como un grupo de terapia. Después de cada ensayo o show, reflexionamos sobre lo que vivimos. Soy muy sincero y expresivo, y siempre les recuerdo la suerte que tenemos de hacer lo que nos gusta, siendo nuestros propios jefes y decidiendo todo juntos.
Nos apoyamos mucho: si alguien está en un mal día, los otros equilibran la energía. Hay una fuerte camaradería, sinceridad y generosidad entre todos. Somos muy abiertos para criticarnos y mejorar juntos, desde lo artístico hasta lo personal. Nos escuchamos entre todos, y eso hace que todo fluya mejor. Aunque a veces no estemos de acuerdo, la sinceridad y el respeto nos permiten avanzar unidos.
—¿Cómo es la relación con Santiago Alvarado, que hoy es una figura clave para la banda?
—Santiago Alvarado es un gran amigo y un artista con quien compartimos una conexión especial, ya que varios de nosotros lo conocemos desde hace más de 15 años. Esa amistad nos da una confianza única para trabajar juntos, aunque él suele estar muy ocupado. Además de su talento como pianista, compositor y productor, Santiago es alguien que siempre tiene la vara alta, lo cual nos motiva a seguir creciendo. Hoy en día, no solo es nuestro productor musical, sino que también colabora en la composición de algunos temas junto a Dieguito.
Santiago es muy conocido en el ambiente musical, trabajando con artistas como Diego Torres y Soledad Pastorutti, para quienes ha compuesto y producido. Incluso ha coescrito canciones populares como el tema de Quevedo y Shakira, y su trabajo con Destino San Javier lo ha llevado a ganar premios Gardel. Para nosotros, tenerlo como productor y amigo significa contar con un padrino artístico de gran calibre, que siempre nos guía en el camino.
—También Osvaldo Laport estuvo muy presente en en el recorrido de la banda
—Osvaldo Laport ha sido fundamental para La Celesta. Su generosidad y sus contactos han sido claves; nos ha recomendado en varios espacios y, de hecho, gracias a él y su hija Jazmín, pudimos participar en el Festival de ACNUR en el Gran Rex. Fue un evento increíble, donde compartimos escenario con artistas como Francisco Benítez y Camilú. Además, estamos trabajando en un feat con Jazmín en un candombe que está en proceso. Osvaldo no solo ha sido un apoyo constante para la banda, sino que también es un amigo muy cercano. Siempre está disponible, ya sea para aconsejarnos o para abrirnos nuevas oportunidades. La amistad que tenemos con él es profunda, y estamos muy agradecidos por todo lo que ha aportado a nuestro crecimiento.