Si Caparrós se hubiera acostado con Jackie Kennedy

En sus memorias, que acaban de aparecer, el periodista cuenta un episodio sexual con el escritor Juan José Saer. Estallaron los memes. ¿Por qué?

Caparrós imaginado junto a Jacqueline Kennedy Onassis.

Si fuera Jackie Kennedy, si Martín Caparrós contara en sus memorias que, jovencito, lo sedujo una figura de la época y se lo llevó a la cama, ¿estaríamos mandándonos la noticia por whatsapp? ¿Habría memes chistosos? ¿Nos preguntaríamos, los periodistas, si es noticia? ¿Dudaríamos si publicarla por pudor?

Guardemos un poco la respuesta. Porque eso no es lo que pasa. Lo que pasa es que en Antes que nada, el libro de memorias que acaba de sacar, el periodista y escritor argentino no dice que estuvo con Jackie Kennedy sino con Juan José Saer. Su escritor favorito, y de muchos. Una figura admirada, venerada. Y veinte años mayor que él.

Era París, era 1979, Caparrós tenía ¿22 años? Ya era periodista y había logrado ir a unas jornadas de la Nouvelle Revue Française en un castillo en Normandía. Allí conoció gente, entre ellos a Saer. Acababa de leer, deslumbrado, dos de sus libros, Nadie nada nunca y El limonero real.

El escritor Juan José Saer.

Un grupo, en el que estaba Saer, lo llevó de vuelta a París en coche. Fueron todos a almorzar. Y ahí, cuenta Caparrós, “después de comer, el gran Saer me propuso acompañarlo hasta su casa para mostrarme unos manuscritos de su próxima novela que, dijo, quizá me interesaran. Yo estaba un poco achispado pero si no lo hubiera estado habría ido igual: la invitación me emocionaba. Cuando llegamos a su departamento —su mujer no estaba—, Saer sacó unos cuadernos escritos, me mostró uno o dos, nos sentamos en un colchón que había en el living a mirarlos, y tardó muy poco en empezar a acariciarme”.

Un joven admirador de 22 años, un escritor en la plenitud de sus 42, Francia. Y toda la vida por delante, para ser vivida a fondo. Cuenta Caparrós: “Yo, de pronto, me sentí como la criollita engañada y seducida, pero el seductor era, en ese momento, mi escritor preferido y, además, me parecía tilingo y reaccionario resistirme. En esos días de experimentos y aperturas hacer esas cosas era mucho más moderno que no hacerlas, y ser moderno era mucho más atractivo que no serlo”.

El joven periodista hoy tiene 67 años y está muy enfermo. Hace rato se lo veía en silla de ruedas pero ahora se sabe que lo que tiene es ELA, Esclerosis lateral amiotrófica, la misma enfermedad por la que murió Ricardo Piglia. Una afección neurodegenerativa que afecta las células que controlan los movimientos voluntarios. Que avanza. Caparrós dijo hace unos días que empezaba a tomarle los brazos. Sabiendo que esto pasaría decidió escribir este libro, en el que se cruzan su vida y su enfermedad.

"Antes que nada", el nuevo libro de Martín Caparrós.

Y, como parte del libro, esto que pasó con Saer. “Ser moderno era mucho más atractivo que no serlo”, dice Caparrós. ¡Y claro! Épocas de romper con lo convencional, de revoluciones, de futuro. Épocas en que un joven de 22 no se sentía un niño débil sino un hombre dispuesto a cambiar el mundo. ¿O qué edad tenían los desaparecidos? Según un informe de la Secretaría de Derechos Humanos, el 59,4 por ciento estaba entre los 20 y los 24.

Así que Caparrós se dispuso a ser moderno y tributar a su admiración. Lo cuenta así: “Terminamos revolcados en ese colchón, desnudos y enlazados. Creo que pocas veces sentí tanta distancia entre un cuerpo y una mente: Saer no me gustaba, sus rasgos o su olor o sus movimientos no me atraían ni un poco, pero era un escritor que yo admiraba y quería encontrar en esos abrazos diferentes una manera de comunicárselo.”

Claro, hace falta más que admiración para disfrutar de un cuerpo ajeno. Caparrós sintió esa distancia: “No podía; sus gestos eran torpes, tontamente bruscos, «masculinos»: recuerdo, en algún momento, haber pensado boludo no te hagás el macho, te estás cogiendo un pibe”.

Pasó un rato en la escena y pasó mucho tiempo desde entonces. Escribe Caparrós: “Así pasamos unos minutos, no sé cuántos; no recuerdo que me haya penetrado, pero tampoco estoy seguro de que no. En cualquier caso sé que no me dio placer; si acaso la sorpresa, el interés, las ganas de saber cómo era eso: yo nunca había tenido sexo —alguna forma de sexo— con un hombre, y esa carencia me pesaba, me decía que no probarlo era una mariconada. Y además era él”.

Ahora este señor grande que es Martín Caparrós cuenta aquel episodio y en alguna entrevista también lo minimiza, “no es que me acostara con Mick Jagger”. Igual, estallan los memes, las burlas, los insultos en X, la tonta manifestación de los orgullosos prejuicios de la época.

Una época que elige volver hacia atrás en las costumbres, renunciar a tantas cosas. Que saca pecho para censurar la pretensión de vivirlo todo, de tragarse la vida por todas partes (sí, tragarse; sí, por todas partes) que hacía jóvenes a los jóvenes de ayer nomás. Una época que acepta que “es lo que hay” y hace memes.

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Antes que nada

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Si Caparrós se hubiera contado que se acostó con Jackie Kennedy -perdón en anacroniso- la anécdota sería intrascendente, o sería admirado. ¿Fue mientras estaba con John Kennedy? ¿Mientras estaba con el poderoso Onassis? Pero nos asombramos y las redes salen rápidas porque fue un varón con un varón. El viejo tabú homosexual mostrando músculo y entonces Caparrós es más moderno que los chiquitos que diseñan burlas con Inteligencia Artificial o hacen maravillas con un celular.

Es serio lo que le está pasando: ¿desde dónde se burlan, amigos? ¿Desde qué gran vida? ¿Desde qué mundo mejor? Yo, por lo menos, extraño los grandes sueños y las grandes osadías. Poner el cuerpo, querer ser todo, ver todo, conocer todo. Aunque pueda salir mal.

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