“Alfonsina llevó más al límite, ¡y antes!, los deseos y los conflictos que empezaron a emerger en la vida de muchas mujeres de su tiempo”, decía en una entrevista la investigadora Alejandra Laera. Habla -ni hace falta el apellido- de Alfonsina Storni, esa poeta argentina que peleó contra el mundo y el 25 de octubre de 1938 se tiró al mar. “Por la blanda arena”, dice la canción de Ariel Ramírez y Félix Luna. Pero no fue así: la poeta saltó desde el espigón del balneario del Club Argentino de Mujeres. Uno de sus zapatos quedó atrapado entre los hierros.
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Alfonsina Storni: Poesía Completa
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Madre soltera, trabajadora. “El sustento me lo gano y es mío”, dice, como un desafío en ese poema centralísimo que es La loba. Dice que anda sola y se ríe “del rebaño” (¿que son, somos, las otras mujeres) “Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin Ley”. El niño, Alejandro, había nacido en 1921. Imagínense, las mujeres ni votaban: faltaban 30 años para eso.
Escribió mucho, algunos de sus poemas son parte del imaginario colectivo, se citan, se comparten. Quizás por eso y porque nos sigue hablando es que una convocatoria para grabar algunos de sus poemas y hacer una audiolibro tuvo aceptación inmediata. En Leamos -la editorial digital de Infobae- quisimos hacer una versión para escuchar de esos versos. Hace un año, Malena Sánchez Moccero había hecho el enorme trabajo de reunir sus poemas, incluso algunos que no integraban ningún libro, y así editamos Poesía Completa, un libro electrónico que se puede descargar gratuitamente y cuyo prólogo escribió Marina Mariasch.
Ahora es el turno de Alfonsina para escuchar, trece poemas deliciosamente interpretados. ¿Se imaginan La loba leído por la voz intensa de Lorena Vega? Bueno, ahí está. “Ovejitas, mostradme los dientes. ¡Qué pequeños!/ No podréis, pobrecitas, caminar sin los dueños”. Estremece.
Pero ¿tenían que ser sólo mujeres quienes leyeran la poesía de la poeta que escribió que “tú me quieres blanca”? ¿Podía un varón interpretar a quien chicaneó: “Tú que el esqueleto/ conservas intacto/ no sé todavía/ por cuáles milagros,/ me pretendes blanca/ (Dios te lo perdone),/ me pretendes casta/ (Dios te lo perdone),/ ¡me pretendes alba!”.
En el equipo que formamos Mateo Hadad, Belén Marinone y esta cronista, lo discutimos. Y pensamos que no, que lo que una poeta expresa es de quien lo quiera tomar, que quien se sienta interpelado, conmovido, aludido, puede tomar la palabra. Así, quisieron hacerlo para este audiolibro los escritores Mempo Giardinelli, Gonzalo Heredia, Enzo Maqueira y Julián López. Ellos eligieron los poemas que querían leer. Algunos, más de uno.
Mempo prefirió El recuerdo. Y dice: “No nos amamos nunca. Él se fue a los países/de donde no se vuelve”. Gonzalo Heredia preguntó ¿Por qué? y dice con voz profunda: ¡Oh! La vida, zarpazo que desgarra de un golpe el corazón”. Y Enzo Maqueira prefirió Vida:, un poema sorprendenteme optimista. “Mis nervios están locos, en las venas/ la sangre hierve”.
Ariana Harwicz acaba de publicar Perder el juicio, una tremenda novela sobre una madre que es acusada de violencia y a la que la Justicia separa de sus hijos. En varias entrevistas, contó que a ella le pasó algo parecido. Aquí lee Fecundidad: ¡Mujeres! La belleza es una formay el óvulo una idea…¡Triunfe el óvulo!
La actriz Luisa Kuliok lo pensó y se quedó con La sirena. Que dice cosas como: “Apágame las rosas de la cara/ y espántame la risa de los labios/ y mezquíname el pan entre los dientes, /vida; y el ramo de mis versos, niega”. ¿Por qué? “Es más conceptual”, nos dijo. Y hacia allí fue su cuidada interpretación.
Es que Alfonsina es visceral y conceptual, pensamos en el equipo de Leamos. Es ese martillo sobre las costumbres, es ese desgarro a cielo abierto, es ese grito que compite con la fuerza del mar. Y son esas ideas.
Diana Bellessi, tal vez la poeta más grande este tiempo, eligió el desafío y se quedó con Oveja descarriada. “En verdad descarriada”, lee. “Que el oro que cogí/ no me duró en las manos y a cualquiera lo di”.
Y Gabriela Cabezón Cámara toma versos en los que se puede leer su propio desparpajo: “¿Qué diría la gente, recortada y vacía, Si en un día fortuito, por ultrafantasía, Me tiñera el cabello de plateado y violeta (...)”
“Quisiera esta tarde divina de octubre/ pasear por la orilla lejana del mar”, lee suavemente Natalia Litvinova. Pero la cosa se pone más áspera: “Perder la mirada, distraídamente,/ perderla y que nunca la vuelva a encontrar”.
Alfonsina, se sabe, tuvo un romance con Horacio Quiroga, el autor de los Cuentos de la Selva. Cuando él se suicidó con cianuro, en 1937, ella escribió su Poema a Horacio Quiroga. Aquí Julián López lo lee de forma conmovedora: “No se vive en la selva impunemente, /ni cara al Paraná. / Bien por tu mano firme, gran Horacio…/ Allá dirán”.
La poeta había tenido cáncer y le habían sacado un pecho en 1935. En enero de 1938 le contó a su hijo Alejandro que volvía a tener síntomas y que no aceptaría otro tratamiento invasivo. Esperó hasta octubre y viajó a Mar del Plata. Se alojó en el hotel San Jacinto, en la calle 3 de febrero que pertenecía a una amiga, Luisa Orioli de Pizzigarni. Allí, -una casa chorizo que ya no existe- volvió a tomar el lápiz y compuso el que sería su último poema. Lo tituló Voy a dormir, lo puso en un sobre, lo mandó al diario La Nación. Así termina nuestro audiolibro, con esa despedida leída por Florencia Canale como ella sabe.
La locución la hizo Sergio Levinzon.
Hay que tener el corazón bien puesto y los auriculares en las orejas. Son casi veinte minutos de emoción.