Fui, vi y escribí: Laura, Fran y la soledad de las mujeres

Una película sensible y una novela muy potente abordan el tema del aislamiento y las dificultades para encajar en el sistema. Este artículo reproduce el newsletter de Cultura: lecturas, cine, teatro, arte, música e historias que despiertan entusiasmo y, por qué no, fascinación o perplejidad

"Sometimes I Think About Dying" fue dirigida por Rachel Lambert y protagonizada por Daisy Ridley.

Hola, ahí.

Hace alrededor de un año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró a la soledad una amenaza creciente sobre la salud global: los expertos determinaron que sus efectos negativos son comparables al daño que causa fumar quince cigarrillos al día y aún más si a esta ausencia de compañía se le suman falta de actividad física y obesidad.

La OMS señaló hace un año los riesgos de una epidemia de soledad. Otra imagen de "Sometimes I Think About Dying".

Ellas, más solas

Es posible que haya más solos y solas en los países desarrollados (en los países pobres el hacinamiento resulta impuesto por necesidades económicas) pero entre la gente mayor, las cifras de personas solas es similar en todo el mundo. Esa soledad en los viejos lleva a que tengan un 50% más de riesgo de contraer demencia y un 30% más de incidentes coronarios o ACVs. Un año atrás, una de cada cuatro personas adultas (el 24% de 15 años o más) reconocieron sentirse solos en todo el mundo en una encuesta de Meta Gallup realizada en 142 países. El 27 % de los adultos jóvenes de entre 19 y 29 años afirmaban sentirse muy o bastante solos.

La pandemia por Covid agravó lo que ya era una tendencia. Si bien en el área de la educación la presencialidad fue regresando paulatinamente sobre todo en las primeras etapas de formación, en terciarios y universidades la virtualidad creció exponencialmente, haciendo más pronunciado el aislamiento. Lo mismo ocurre con el mundo del trabajo, donde el home office se instaló definitivamente, lo que por un lado contribuye a aligerar gastos y favorece las tareas de cuidado pero también hizo que se perdieran espacios comunitarios y de socialización que, para muchas personas, eran los únicos en sus vidas.

Los expertos ven a la soledad con un patrón en forma de U: aumenta al comienzo y al final de la vida adulta. En el medio, muchos encuentran pareja, estudian una carrera y forman familias pero en algunos países centrales —o no pauperizados en extremo—, la soledad se ensaña sobre todo con las mujeres jóvenes que no formalizan ese rumbo que durante tanto tiempo determinó la sociedad. Por eso no sorprenden los sondeos que señalan que las mujeres tienen más posibilidades de padecer de soledad crónica que los hombres.

Tráiler de "Sometimes I Think About Dying", de Rachel Lambert.

Los mortíferos sueños de Fran

Fran es flaquita, transparente. Usa chatitas y cada vez que se las pone es como si se subiera a una ensoñación que la cambia de pista. No sabemos nada de ella, solo que vive sola en un pueblo de Oregon, que su comida favorita es el desabrido queso cottage, que trabaja en una oficina y que habla poco. Sabemos también algo central y es que tiene tremendos sueños de muerte que la toman de noche pero sobre todo cuando está despierta y que le cuesta muchísimo conectarse con el resto de la humanidad.

Un día llega a la oficina Robert (Dave Merheje), un nuevo compañero, alguien que además viene desde afuera del pueblo, por lo que su presencia renueva el aire viciado de aburrimiento del lugar de trabajo. Robert advierte enseguida que Fran existe, la mira, la busca y pretende compartir bromas con ella, la incorpora entre sus intereses. La invita al cine, luego a comer algo y sorprendentemente ella acepta y conectan, pero no es fácil conocer y tratar a Fran, quien hizo de la soledad un refugio y a quien le cuesta horrores participar de las conversaciones y los intercambios de cualquier trazo de vida social.

En la película dirigida por Lambert, la protagonista, Fran, tiene evidentes dificultades para ponerse en contacto con otras personas.

Los espectaculares sueños de Fran (una delicada y oscura Daisy Ridley) son una vida secreta y paralela a su realidad y toman la forma de cuadros vivientes, puro arte y estética que representan diferentes formas de morir en bosques o playas solitarios. Diferentes formas en la que ella muere, para ser más precisos. Y es que Fran no está triste, es triste, y el relato de su vida en esta película es, a su manera, una forma de contar la depresión.

La llegada de Robert (Dave Merheje) al grupo de trabajo, altera la rutina de todos y también la de la solitaria Fran. ("Sometimes I Think About Dying").

Este es el argumento principal de Sometimes I Think About Dying, una película hermosa y rarísima de Rachel Lambert basada en una obra de teatro de Kevin Armento y un guión de Armento, Stefanie Abel Horowitz y Katy Wright-Mead que tuvo cinco años atrás una versión en cortometraje, dirigida por Horowitz.

Hay un trabajo con la luz y el encuadre que va en sintonía con la historia que se cuenta, la de una mujer solitaria a la que le cuesta interactuar con otros y que solo parece estar viva cuando es guiada por las rutinas del trabajo, introduce la comida en el microondas o se viste para salir a la calle.

Alrededor de la historia central, orbitan otras historias y temas laterales que son tratados con profundidad aún en las escenas más efímeras: la mujer que se jubila entusiasmada para poder disfrutar antes de convertirse en una anciana pero a quien la vida le pone trabas infranqueables, el hombre que finge ser vegetariano en la oficina porque sí, las diferentes formas de querer seducir a los demás, el jugoso bestiario de oficina donde cada uno y cada una ocupa un cuadrito en el éxcel de las vidas de los otros, la pretensión de convertir un espacio de trabajo en una sucursal de la propia casa, las charlitas insufribles y profundas de oficina, los regalitos de oficina, las celebraciones de oficina, las amistades de oficina…

En la película de Lambert, las escenas de oficinas exhiben las rutinas clásicas.

Traducciones “especiales”

Cuando digo que la película de Lambert es hermosa y rarísima me refiero a que es una especie de comedia negra pero también tiene algo de surrealismo, comedia romántica y trama psicológica y además habla de la realidad dura de los solos a quienes les es imposible salir de la coraza que se fabricaron para sobrevivir. Hay un eco en las formas y en la sintaxis del título que me recuerda a I’m Thinking of Ending Things, (traducida como Pienso en el final) la película de Charlie Kaufman de la que te hablé acá.

La música y la tipografía de los títulos de Sometimes I Think About Dying juegan en modo Disney con las historias de hadas y de hecho, sobre los créditos finales se escucha “With a Smile and a Song”, canción de la película Blancanieves, de 1939: es imposible no vincular géneros y criaturas.

"With A Smile And A Song", la canción de "Blancanieves" incluida en la película de Lambert.

Si tomamos el título original, un inglés básico nos hace traducir Sometimes I Think About Dying como “A veces pienso en morir” o “A veces pienso sobre la muerte” o “A veces pienso en suicidarme”, por ejemplo, pero en Youtube la encontrás como “A veces pienso en desaparecer” (?) y lo más sorprendente sucede en Mubi, una plataforma excepcional en la que, a pesar de que la reseña de la película está muy bien, alguien eligió rebautizarla a la manera de una secuela de La novicia rebelde. Ahí entonces vas a encontrarla como La vida soñada de Miss Fran (¿para no asustar a espectadores sensibles? ¿para convocar a diferentes audiencias? ¿para llamar la atención del público fan de las rom coms? ¿acaso porque los asusta pensar en la muerte?).

Me divierte esta reflexión sobre el título y su traducción, pero más allá de esta cháchara, no tengo dudas de que la película de Lambert es una gran oportunidad para ver buen cine si, como me pasa a mí cada vez más seguido, lo que estás buscando es salir de la realidad por un rato y hacerlo a través de una película original, hermosa y sensible.

"Gelatina libre", de Marina Abiuso, fue publicada por Planeta.

Los amores de Laurita

Laura es productora de radio; sale todos los días muy temprano de su casa —vive sola— para llegar a horario y construir la agenda con la que la audiencia arrancará el día. Estamos en 2007, ya existen los celulares —es el imperio de las Blackberry— pero las redes sociales aún no explotaron. Los diarios de papel siguen siendo esperados, leídos, respetados. Son solo quince años de distancia con el presente y, sin embargo, en determinadas cuestiones se siente como si fuera un siglo o más.

Es joven, inteligente y pícara, pero vive en tensión. Es rápida para entender los códigos de los otros y su entrenamiento como periodista le permite desentrañar situaciones y personas en una ráfaga de segundos. Es una profesional rigurosa y desborda talento. Es bonita pero no alcanza, no puede disfrutar nunca porque desde siempre sostiene una guerra con ella misma y con la balanza. Ella sabe que en cuanto engorda deja de llamarse Laura y pasa a ser Laurita. Y esa es la gran pelea de su vida.

Edouard Manet, "Flores en una jarra de cristal".

Laura es la protagonista y narradora de Gelatina libre (Planeta), la primera novela de Marina Abiuso, conocida periodista de gráfica, radio y televisión, coautora con Soledad Vallejos de Amalita, una recordada biografía de la empresaria argentina Amalia Lacroze de Fortabat. La novela de Marina es una sátira punzante en la que humor y angustia se alternan en el ánimo lector mientras la protagonista trabaja sin freno, cambia todo el tiempo de nutricionista y dietas y busca con desesperación irritante encajar en el modelo de mujer de su época.

La vida de Laura es agotadora, se la pasa midiendo comida y palabras y derrocha energía vital en una inútil competencia con otras mujeres. Tiene un saber enciclopédico sobre obesidad y vestuario, detecta ex gordos (los llama “gordos en pausa”) en un instante y cada vez que entra a un lugar —incluidos el subte y el colectivo— rastrea con mirada de rayos X a flacas y gordas de los alrededores porque necesita encontrar un cierto equilibrio que la contenga y constatar que ella no es la peor de todas. Sus grandes enemigas son las mujeres bellas sin esfuerzo, aquellas que comen sin engordar.

"Bouquet de flores", de Kees Van Dongen.

La vida en la balanza

Por su obsesión, por su padecimiento, la protagonista de Gelatina libre lee el mundo en clave de peso. Vive calculando y desesperada porque su gran objetivo es ser bien vista y considerada y, detrás de esa meta, no puede ser quien realmente es. Así, vive ocultando, mintiéndoles a los demás pero también engañándose a sí misma.

Lo más desesperante no es que viva en competencia y necesite todo el tiempo ganarles a todos y a todas sino saber que lo que Laura (no Laurita) busca es, sobre todas las cosas, amar y ser amada. Lo que ella quiere, en definitiva, es descansar en ese amor sin desconfiar ni verse obligada a diseñar todo el tiempo estrategias más o menos sofisticadas para disimular rollos, celulitis y kilos de más.

Tres grandes momentos: el romance con el tipo mayor, un profesor; el viaje de Laura a Colonia con sus amigas y el final a toda orquesta en lo que parece el travelling de una cámara excitada en la fiesta del Martín Fierro. Hay mucho de esta novela que recuerda a Envidiosa, la serie. Seguramente no es casual el timing, ambas historias tratan temas sobre los que las mujeres comenzamos a pensar en voz alta hace relativamente poco tiempo.

"Buganvilla", de Irina Prudnikova.

Te dejo algunas de las frases de Laura, un personaje inolvidable en muchos sentidos, para que adviertas el tono de la novela pero también las claves de su sufrimiento:

“Cuando decís que estás a dieta, todos se vuelven fiscales”.

“La gelatina es el único alimento para el que no hay porción indicada. Puedo comer hasta cansarme. Toda la gelatina que quiera. El tupper me dura tres días, un poco menos los fines de semana. Descubrí que la clave está en ir cambiando los sabores”.

“Estoy esperando una invitación hace una semana y 15 kilos”.

“Nunca dejan de impresionarme las gordas que comen en público”.

“La César ni debería llamarse ensalada. Lleva pollo, queso y pan. Es un sandwich triturado, la César”.

“La interpretación del sueño que hace mi psicólogo me parece una pavada. Me enoja. Habla sobre lo que me saco de encima al perder peso, lo que el peso representa para mí. Que yo me cubro de grasa para protegerme, poner una distancia entre el mundo y yo”.

“Con las gordas se animan más y encima esperan que agradezcas”.

“Los atracones son espontáneos pero también se planifican. Porque para atracarse hay que tener con qué. Muchas veces me he comido un paquete entero de galletas de arroz pero jamás diría que eso es un atracón. El atracón implica malestar, vergüenza. El atracón es una derrota. Un error de cálculo”.

“Mi mamá siempre dijo que yo era muy linda de cara”.

“Corto la albóndiga en tres para que dure más”.

“Si me pongo las pilas, para la cita voy a estar pensando 68. No es ideal, pero es algo a lo que puedo aspirar. Abajo de 70 ya no me odio”.

“Como en la dieta, en el amor nunca llego a la etapa de mantenimiento”.

“Me encantaría enamorarme de uno que no me haya visto antes. Que me crea flaca desde siempre, flaca sin esfuerzo”.

Gelatina libre es mucho más que una novela sobre una chica con sobrepeso. Marina Abiuso escribió de manera inteligente y bajando varios cambios el dramatismo con humor e ironía una historia fuerte sobre el malestar contemporáneo de las mujeres, que a la vez propone una mirada irónica sobre los que hacen negocios con ese malestar y un recuerdo de lo que era el periodismo hace quince años, cuando las noticias todavía eran verdaderas noticias y no posteos o tuits provocadores producidos para llenar el vacío existencial de una era en la que las ilusiones están en crisis.

Uno de los sueños de muerte de Fran en "Sometimes I Think About Dying".

Las horas con los otros

Creo que la película de Lambert y la novela de Marina me hicieron pensar mucho porque gran parte de esas historias transcurren en espacios que conozco bien. Trabajo desde muy joven y pasé muchas horas en oficinas y redacciones; hay algo de la fauna humana de la película y de la novela que me resulta muy familiar.

Como pasa cuando vas a la escuela o cuando tus propios hijos están en edad escolar, en los lugares de trabajo hacés amistades y forjás vínculos con personas que tal vez no elegirías en otros contextos porque son espacios que de alguna manera te obligan a compartir la intimidad. Vivís con los otros momentos de emoción y también de duelo. Acompañás procesos: romances, divorcios, muertes queridas. Te prestás objetos, comés en compañía, te enterás de lo que le gusta o no le gusta comer al otro. Sabés cuando hay glotones o cuando hay fobias. Sabés cuando alguien necesita hablar y cuando alguien necesita callar. Conocés a los sociables y a los fóbicos, a quienes buscan denodadamente compañía y a los que hacen todo lo posible por mantenerse aislados.

Hoy estamos hipercomunicados pero los vínculos son menos empáticos y más distantes porque la forma de comunicarse y relacionarse está mediada por la tecnología. Todos tenemos nuestro celular y, si es necesario, nos alejamos para hablar tranquilos; hasta hace muy poco tiempo, en los espacios de trabajo se compartían los teléfonos —esto es: escuchabas conversaciones ajenas— y todos atendíamos los llamados, por lo que, si esperabas uno en especial (remarco esto con todos los subrayados posibles), convenía quedarte cerquita y controlar que nadie atendiera antes que vos.

(Escribo esto último y advierto enseguida que sería muy interesante escribir un envío especial sobre este tema).

Flores expresionistas en una obra de Gabriele Münter.

Empiezo a despedirme y muchas gracias por haber llegado hasta acá y por los hermosos mensajes que me enviaron en la última semana.

Las imágenes que acompañan este correo son de la película Sometimes I Think About Dying, de Rachel Lambert, a lo que se suma la tapa de la novela de Marina Abiuso y pinturas de flores de Manet, Prudnikova, Gabriele Münter y Van Dongen. El subtítulo “Los amores de Laurita” es un modesto homenaje a la querida Any Shua y a su novela con ese nombre, una novela que luego se convirtió en una película protagonizada por Alicia Zanca.

Últimamente subo muchas pinturas de flores a mis redes: me hace bien buscarlas, seleccionarlas, admirarlas y compartirlas. Creo, en realidad, que le hace bien a todo el mundo, así que posiblemente ilustre muchas veces con imágenes de ese tipo. Si nos lo proponemos, a lo mejor conseguimos bajarle varios cambios a la agresividad general.

Te recuerdo mi mail, por si te dan ganas de escribirme: es hpomeraniec@infobae.com. Espero que pases una buena semana y que puedas darte algún gusto, de lo que sea. También estamos necesitando hacernos bien a nosotros mismos.

Hasta la próxima.

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