¿Hay presos VIP? La pregunta se asocia a casos de personajes públicos, y sobrevuela los procesos más mediáticos de la Justicia. ¿Pero existe puertas adentro de los penales un trato diferenciado para los ricos y famosos? Este tema fue abordado en profundidad en el libro ¿Puedo ir preso?, una obra colectiva dirigida por el juez Mariano Borinsky en la que 110 especialistas de distintas disciplinas analizaron la figura de la prisión preventiva, es decir, la privación de la libertad del acusado antes de que finalice el juicio.
¿Puedo ir preso? Tratado sobre la privación de la libertad del inculpado durante un proceso penal. TOMO I
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¿Puedo ir preso? Tratado sobre la privación de la libertad del inculpado durante un proceso penal, TOMO II
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Para abordar la problemática de los “presos vip”, los coordinadores del libro, Laura Kvitko y Julián Rubinska, ambos abogados y funcionarios de la Cámara de Casación Penal, realizaron una extensa entrevista a Guillermo Coppola, donde el ex manager de Diego Maradona narra la experiencia en un establecimiento penal en primera persona.
“Diego y mi hermano intentaron traerme un colchón, pero no les permitieron entrar. Con el tiempo, terminé comprando muebles yo mismo en una mueblería de Dolores”, cuenta Coppola en una larga declaración en el libro, de la cual aquí extraemos las frases más relevantes.
Sobre este tema y algunos otros aspectos del libro, Kvitko y Rubinska respondieron preguntas de Infobae.
-¿Existen presos VIP en los penales, con áreas asignadas a detenidos con mayores “beneficios”?
-A fin de responder esta pregunta, primero tendríamos que definir qué entendemos por preso VIP y quiénes son. En general se denomina mediáticamente como “presos VIP” a las personas con mucho dinero, famosas o políticos, o las tres cosas juntas. Asimismo, deberíamos analizar cuántas de estas personas a las que consideramos “VIP” están presas. Si bien son personas muy mediáticas, hoy en día no son ni una gran cantidad ni una mayoría, ni tampoco una minoría considerable.
Por otra parte, no existe una disposición formal que hable de los presos VIP, aunque sí informalmente existen pabellones considerados “de buena conducta”, donde están “mejor” , porque tienen acceso, por ejemplo, a ropa de cama, a los teléfonos, a los patios y a todas aquellas “comodidades” que todo detenido debería tener en la cárcel, pero en la realidad es más factible que lo tengan en esos pabellones “de buena conducta”.
Es muy difícil que un político o un famoso sea destinado a un pabellón distinto al de buena conducta, que es donde se encuentran los detenidos con mejores calificaciones o por delitos menos graves o de guante blanco.
Por otra parte, con relación a los “beneficios”, también tenemos que pensar ¿qué consideramos “beneficios”? Puede ser, por ejemplo, que cuando llega la vianda, le llegue mejor a este preso VIP que al que no lo es. No debería ser así; la vianda les debería llegar en horario y en condiciones a todos por igual. Pero sí, podría pasar porque los pabellones donde están alojados son pabellones de mayor flexibilidad y dónde el trato es distinto que en otros pabellones más rígidos o de menor flexibilidad.
En el libro ¿Puedo ir preso? se transcribe la entrevista realizada a Guillermo Coppola, quien nos relata su experiencia en la cárcel, primero en la de Caseros y luego en Dolores, en la cual nos cuenta su particular experiencia en ambos establecimientos, dos experiencias totalmente distintas. El mismo Coppola contesta que, a su criterio, no cree que exista algo como “preso VIP” en las cárceles y recordó que los 97 días en que estuvo detenido fueron los más oscuros de su existencia, pues no solo perdió su libertad, sino su identidad y reputación.
-¿Cómo influye el tratamiento mediático en la percepción pública de figuras como Coppola, y de qué manera esto afecta el proceso judicial?
-El proceso judicial debe ser aséptico de toda injerencia externa. Nosotros en la facultad estudiamos y enseñamos la garantía de imparcialidad y la analizamos absolutamente ligada a la independencia judicial, que debe ser interna y externa. Esta última es la independencia que tienen que tener los jueces, tanto del poder ejecutivo como del poder legislativo y de los medios de comunicación.
El caso Coppola ha sido un caso paradigmático, en el cual se “armó” una causa y la opinión pública intervino todo el tiempo a lo largo del procedimiento. En esa entrevista precisamente nos contó cómo influyeron los medios en su caso, y la exposición mediática salvaje a la que fue sometido. Recordó que todo el país se paralizaba para verlo por televisión y estaban pendientes del tema.
Su relato es un reflejo de los desafíos de mejora que enfrenta el sistema de justicia, en el cual la presunción de inocencia puede verse relativizada por el sensacionalismo mediático y la estigmatización. La historia de Coppola demuestra que la efectividad y la humanidad de la prisión fallan cuando el proceso se convierte en un espectáculo público desprovisto de compasión y dignidad humana.
-¿Qué ha pasado históricamente con los funcionarios o ex funcionarios públicos o de fuerzas policiales o militares que han estado detenidos?
-Los funcionarios tradicionalmente se encontraban en la Unidad 16 de Caseros, donde iban los ex miembros de las fuerzas de seguridad. Históricamente, tanto las fuerzas de seguridad como los detenidos por delitos de lesa humanidad se encuentran alojados en un pabellón aparte: en Campo de Mayo, la unidad 34 está destinada para imputados y condenados por esos delitos.
También, si uno va a un penal en Córdoba, o Mendoza, hay un pabellón que está previsto para los presos de lesa humanidad. Puede ser que haya alguno de fuerza de seguridad también por otro delito.
-¿Cuáles son los desafíos específicos que enfrenta el sistema de justicia en Argentina en relación a la presunción de inocencia y la estigmatización de los acusados?
-Los jueces son personas que no viven aisladas de la sociedad, pero deberían intentar “no contaminarse” de ningún medio de comunicación o “contaminarse” de todos por igual, tratando de no influenciarse por la opinión pública.
No sólo ocurre con casos políticos, también con otros casos no mediáticos, por ejemplo el caso de “Cristina V.”, que llegó a la Corte Suprema de la Nación. A esa mujer la acusaron de haber matado a una persona mayor para robarle y estuvo 13 años presa; se armó una “bomba mediática” y después se demostró que no había estado siquiera en el lugar del suceso.
A veces se dan casos que no conocemos tanto, que tienen como protagonistas a gente vulnerable y que de repente conllevan atención mediática por x o por y, y es un desafío para todos que la justicia no se vea afectada por ello.
-¿Cómo se puede redefinir el papel de la prisión como un mecanismo de rehabilitación y reintegración, considerando los aspectos expuestos en el relato de Coppola?
-Podrían implementarse políticas públicas y abrirse las cárceles. Obviamente no una apertura material, pero sí formal. Dejar que ingresen integrantes de la sociedad civil, intentar garantizar aquellos derechos constitucionales y que figuran en los tratados internacionales. La meta es que el detenido pueda resocializarse.
En tal sentido, Santiago Otamendi relata en el capítulo del cual es autor que la participación de la sociedad en la ejecución de la pena resulta relevante y el Estado se ve complementado por un nuevo autor.
De tal forma, se fortalecen los valores democráticos al permitir un mayor control ciudadano sobre las políticas carcelarias y promueve la transparencia y el cumplimiento de los derechos humanos dentro de las unidades penitenciarias, fomentando la justicia restaurativa al propiciar la interacción entre internos y miembros de la comunidad, facilitando la reinserción social y contribuyendo a la desestigmatización de los presos.
-¿Qué otros aspectos influyen en la reintegración?
-La educación juega un papel clave, así como la posibilidad de trabajo para los detenidos. También se habla del tema del deporte y de la religión. El libro dedica varios capítulos a estos temas. En cuanto al deporte, Coppola nos cuenta en el libro su particular experiencia durante un partido de fútbol.
Más allá de ello, el deporte es un elemento del tratamiento penitenciario imprescindible para la reinserción y reeducación de los privados de libertad, generando muchísimos beneficios, tal como cuenta José Manuel Ríos Cobarcho al describir las experiencias vividas en el centro de Botafuegos, en España. La idea es ésa, que la sociedad se involucre en lo que pasa en la cárcel porque en definitiva es algo que debería importarnos a todos.
También resulta importante la implementación de mecanismos restaurativos en todo lo que tiene que ver con la aplicación de sanciones, sí o sí, porque es lo que funciona.
-¿Qué propuestas podrían implementarse para lograr un equilibrio más efectivo entre el castigo y los principios de humanidad y proporcionalidad en las penas, a la luz de las historias personales como el caso Coppola?
-Como dijimos antes, la educación es esencial. Por ejemplo, hay un artículo del Centro Universitario de Devoto que explica cómo, las personas que van a la universidad no suelen reincidir. El trabajo también es fundamental, así como el seguimiento post penitenciario.
Hay algunos organismos que se ocupan de ayudar a los ex presos y que funcionan bien, pero es menester hacer un trabajo post penitenciario profundo. Hacer talleres, trabajar con las poblaciones jóvenes en las cárceles para darles posibilidades de salidas laborales, de acceso a la Salud.
-¿Qué importancia tiene la religión dentro de los penales?
-En el libro se dedican varios capítulos a la religión en contexto de detención y a religiosos de diversas creencias, quienes concluyen que las actividades religiosas en las cárceles pueden contribuir tanto al mejoramiento de las condiciones carcelarias, propiciando convivencias más pacíficas y dignas, como al proceso de resocialización y reinserción comunitaria de los reclusos. Esta es otra de las herramientas que pueden utilizarse.
También se menciona a los Espartanos, que han realizado un trabajo a través del deporte, que incluye el orden en la vida, que es lo que muchas veces les falta a los presos, y que ha sido replicado en 57 penales en la Argentina y también en otros países del mundo.
En el libro, María Virginia Barreyro nos cuenta que existen experiencias que van desde abordajes dispuestos en órganos auxiliares específicos en el marco institucional del Poder Judicial -como la DCAEP- hasta proyectos filantrópicos -como los mencionados Espartanos-, pasando por programas que entrelazan distintos actores estatales -como el de justicia terapéutica- que tienen en miras un fin específico de inclusión y prevención de la reiterancia delictiva.
-¿Hacia dónde se debe dirigir el esfuerzo?
-Se piensa desde y hacia la libertad: se anudan lazos de pertenencia y contención con la vida en comunidad a través de clubes, centros barriales, dispositivos de salud pública, cooperativas, espacios de formación o inclusión laboral, etc. Quizás es una utopía, considerando la situación en nuestro país, así como el costo económico del delito y el costo de un preso para el Estado -tal cual se menciona en nuestra publicación-, pero a lo mencionado es hacia donde debemos dirigir nuestros esfuerzos.
Hablamos hace un rato de la necesidad de que la sociedad en general tenga contacto con la cárcel. Se ha demostrado que a la gente que entra a la cárcel, que va a la cárcel, que tiene contacto con la cárcel, le cambia la percepción con respecto a la aplicación de algunas sanciones, sobre cómo se debe cumplir la pena.
Pero mucha gente no quiere tener contacto con la sociedad penitenciaria, ni con los detenidos. Es un mundo muy duro y difícil. Por eso nos parece muy importante el libro en ese sentido, para ampliar el conocimiento de lo que pasa ahí dentro, de lo que sucede con los presos.
Lo que dijo Coppola
- El caso abrió muchas puertas y fue como una bomba; el primer “reality show” de la televisión argentina. No se conocían esos niveles de confrontación en TV: peleas físicas, disputas entre chicas, y hasta canciones que preguntaban “¿Quién la puso, quién la puso?’ Creo que ese caso, aunque me dio una popularidad inicialmente negativa, también me aportó algo por lo que estar agradecido.
- Diego me describió como “su pierna izquierda, el resto del corazón que le queda, el hombre que le salvó la vida”. “La pelota de mi vida”. Pese a ello, un día también mencionó que “le robé el dinero de sus hijas” por nuestra separación. Éramos como una pareja; compartimos todo menos el sexo. Estuvimos juntos en Cuba durante cuatro años.
- Llegué a la cárcel acompañado de mi madre y mis hijas mayores. Hasta ese momento, todos pensábamos que el juez simplemente se había equivocado y que me liberarían pronto.
- En el primer mes, Lanata hizo una entrevista con Diego, donde comentó sobre la trampa que me estaban haciendo, y Diego, por supuesto, estuvo de acuerdo. Lanata fue el primero, seguido por otro periodista de Crónica que “olfatearon” lo que estaba sucediendo. Pero como la información provenía directamente del Juzgado, decían: “se encontraron pruebas…”, “tenemos una testigo que estuvo con Coppola”, “tenemos una declaración de identidad reservada…”. ¿Cómo luchar contra eso?
- Afirmaban tener declaraciones de un amigo muy cercano. ¿Saben quién era? El Conejo Tarantini. Bajo presión, lo hicieron firmar que yo era desorganizado, que entraban y salían paquetes... ¡en Libertador y Kennedy! ¿Por qué no dijeron: “escúchame, eso es al lado de la residencia del embajador (de Estados Unidos)”?
- Esas fueron las cosas que viví los primeros días, con mucho dolor. Diego y mi hermano intentaron traerme un colchón, pero no les permitieron entrar. Con el tiempo, terminé comprando muebles yo mismo en una mueblería de Dolores. Me sacaron del penal en un auto, disfrazado de policía con una gorra, para comprar muebles para la celda, que seguía siendo esa oficina que me habían asignado.
- No creo que exista algo como un “preso VIP” en las cárceles, aunque podés llamarlo así si querés, pero no tenía baño.
- Con el tiempo logré algunas mejoras: si pude convencer al dueño de Ferrari de pintar un auto de negro cuando históricamente la Testarossa había sido roja, ¿ustedes creen que no iba a poder convencer al jefe del penal?
- Eventualmente conseguí mi propio baño privado, y a los diez días ya tenía ducha con calefón eléctrico y hasta televisión, que Diego me había llevado.
- Otra cosa que me pasaba es que yo enceraba. Venía uno de los guardias cuando yo terminaba de encerar y me ensuciaba toda la celda con barro con sus borcegos y me embarraba toda la celda.
- ¿Se dan cuenta? Viví cosas duras y después viví otras como las que conté.Después vino Diego, lo dejaron entrar.
- En Dolores el almacenero me mandaba fiambre, ají, todo lo que a mi me gustaba: pebetes. El carnicero bife, costillitas.
- Fue un caso de otro planeta, emblemático, todo el mundo se acuerda de eso. Sobre todo por el jarrón. Se convirtió en parte del mito y estaba en todas las portadas, como la de la revista Gente. Reveló muchas cosas sobre una red que hasta entonces había sido impune.
- El tiempo pasa y borra. Hubo una acción civil contra la justicia nacional, pero en definitiva nunca le prestamos mucha atención. ¿Por qué debería el Estado pagar? Debería pagarlo el hombre que me encarceló. Si hubiera sacado el dinero de su bolsillo... sin embargo, se fugó. Y, ¿dónde lo encontraron? En un convento en Río de Janeiro. El juez Liporace fue quien firmó mi liberación.
- En ese momento no había redes sociales. ¿Mejor o peor? Lo veo ahora, porque en un momento de la charla mencioné que Diego había dicho: “me robó la plata de mis hijas”. Creo que eso impactó más que cualquier condena de un juez, porque la mía era una acusación burda y la gente lo tomó como si fuera un reality show. Después, las cosas se aclararon, el tipo se fugó.
- Él nunca dijo “no me robó”, y eso me dolía. Por eso me enojé. Él quería mantener nuestra relación. Me llamó el día que murió su padre: “¿Qué haces que no estás acá?” Yo estaba enojado y me privé de ir a despedir a don Diego, a quien amaba y quien me amaba. En el entierro, me dio la manija del ataúd de su padre. Le dije: “Fuiste capaz de darme esta responsabilidad y no fuiste capaz de aclarar aquello”.
- Diego era inteligente. Darme la manija del ataúd de su padre era más importante que decir cualquier otra cosa. Discutíamos mucho. A él le divertía estar conmigo. Mientras estábamos juntos, nunca lo vieron salir en la cancha de Gimnasia como lo hizo el día de su cumpleaños. Y en los boliches, a veces estaba herido, pero jamás como con esa imagen que quedó.