Charly García forma parte esencial del ser nacional de la canción popular argentina del siglo XX, acompañado por unos pocos grandes nombres como Spinetta, Gardel, Piazzolla, Yupanqui y Mercedes Sosa. Desde los años 70, la vida y obra de este ser humano flaco y genial ha impregnado la realidad nacional: a lo largo de cinco décadas, su obra inmensa, imperecedera, se nutre de un conjunto de canciones que perdurarán más allá de su tiempo, integrándose en otras realidades y futuros lejanos.
El corpus de creación de Charly García conecta con las neurosis, fracasos, locuras, excesos y estados de ánimo de un país. En letras y música, con maestría y certeza, sus canciones condensan esas experiencias en apenas tres, cuatro o cinco minutos. Un legado verdaderamente impresionante. En el día de su cumpleaños 73, esta es una lista arbitraria con cinco canciones que son -como escribió Fito Páez en referencia a su viejo - “parte del aire”. No es para cualquier semejante privilegio. Feliz cumpleaños, maestro.
Inconsciente colectivo
Épico cierre el debut solista de Charly García en 1982, en esa zona gris de la historia argentina entre la guerra de Malvinas, las inminentes elecciones y el florecer de la palabra “libertad” (bien utilizada). Tras la separación de Serú Girán, García relanzaba su carrera y ya no había nombre de banda tras el cual camuflarse. Yendo de la cama al living se publicó junto a la banda de sonido de una película olvidada y olvidable (Pubis Angelical, de Raúl de la Torre, parte ese cine argentino ebrio de psicoanálisis propio de la época).
La maqueta de esta canción venía de la época de Bicicleta (1980). que Serú Girán tocó en sus shows del Teatro Coliseo de diciembre del 81. Era una balada sobre una nueva vida que asomaba, el dejar atrás la oscuridad de la noche y niebla militar. Tenía una innegable resonancia política. No era un potencial hit (aquel disco los tenía, y varios) ni lo fue una vez publicado. Pero quedó como una marca indeleble del mejor Charly García de todos los tiempos, antes de los aerosoles y el rocanrol yo. Una sútil máquina de ritmo de la época señala el camino de la melodía, la letra abunda en bellas imágenes poéticas y el hombre canta con dulzura. Cuando se termina en fade, él nos manda a dormir como papá: “Buenas noches, felices sueños”.
Alguien me dijo, alguna vez, que esta canción debería ser el himno nacional que se canta en las escuelas. Concuerdo.
Cuando grabó un caótico pero genial show desenchufado para la cadena de videos de moda en los 90-00, introdujo el segmento dedicado a Seru Giran pidiendo “por favor, lloren”. Por favor, cómo no hacerlo.
Es otra de la cosecha de los tempranos 80 e integra el genial Bicicleta (1980), tercer disco de Seru Giran. La intro del piano es inolvidable. La letra de la canción, llena de imágenes intensas y evocadoras, incluye versos como: “Tu tiempo es un vidrio/Tu amor un faquir, mi cuerpo una aguja/Tu mente un tapiz”. Más tarde, te dice y enseña “no existe una escuela que enseñe a vivir”. Guau. Varias generaciones de argentinos y argentinas han escuchado embelesados y emocionados estos versos, sea en el tiempo que sea. Vi a un querido amigo soltar lágrimas una noche loca en el Luna Park, a fines de los 90 supongo, escuchandola.
Hay una clara influencia clásica en la melodía, pero luego todo, todo, es responsabilidad del genio de Coronel Díaz y Santa Fe. Hoy día, suena recargada en sus arreglos de sintetizadores, pero es un detalle menor. “Por pensar no es alma”, canta él. La complejidad y riqueza de las imágenes posteadas en los 3 minutos y 42 segundos que transcurre, es estremecedora. Es una de las canciones con mayor potencia evocadora (eso que genera una canción apenas se la escucha, pensar en gente, lugares, emociones del pasado mientras sucede el acto mágico de sonar) que alguien jamás haya escrito en suelo argentino.
Rezo por vos
Entre los grandes “que hubiera pasado si...” de la historia argentina se encuentra el nueva concretado disco a dúo que alguna vez, alrededor de 1984, 85, pensaron grabar juntos Charly García y Luis Alberto Spinetta nada menos. El paso del tiempo agigante la leyenda de las dos potencias que se saludaban. Neurosis personales de la época impidieron que la tarea se vea concretada, aunque aparecieron rastros de aquellas cumbres creativas. Esta canción, convertida en himno de estados, es una prueba cabal de la potencia emocional intrínseca de semejante colaboración. Este año, la edición de La lógica del escorpión revivió ese legado con la inclusión de “La pelicana y el androide”, parte de aquellas colaboraciones que, según cuenta la historia oficial del rock argentino, generó 30 horas de grabaciones.
Volviendo al punto, el mayor hit del dúo nunca concretado se nutre de imágenes poéticas que conjugan lo mejor de ambos mundos: el vuelo de Spinetta, la pimienta de García. El estallido del choque de planetas poético resulta en un estribillo cargado de épica que captura el clima turbulento de aquellas grabaciones. En medio de la locura de Charly, Luis Alberto parece haber escrito que rezaba por él. Una curiosa anécdota alrededor de esta canción potencia el efecto religioso que trae consigo desde el título: durante su presentación en vivo en un programa de televisión de la época, el departamento de Coronel Díaz y Santa Fe se incendió, Con los años, la historia embelleció el episodio al punto de contar que todo eso sucedió justo mientras ellos cantaban “...y quemé las cortinas y me encendí de amor...”. Spinetta, contó alguna vez, se sintió especialmente impactado por eso.
La otra curiosidad, más comprobable, es que ambos publicaron su versión en sendos discos solistas más o menos inmediatos. Spinetta en Privé (1985), en una versión sonora depurada, casi aséptica. García en Parte de la religión (1987), mucho más emocional y con el destino de himno para estadios que bien se le atribuye como condición. El círculo cerró en 2009, en el escenario del estadio de Vélez Sarsfield, cuando Spinetta tuvo su canto de cisne con el megarecital Las bandas eternas: esa noche la cantaron a dúo, en un efímero y mágico instante de la historia argentina.
Esta canción es tan grande que hasta el Papa Francisco parafraseó el título y lo convirtió en una de sus frases favoritas, cuando le pedi a una multitud o al presidente que lo visita que “recen por él.
Canción de Alicia en el país
El rock argentino durante la dictadura ha sido fuente de ensayos, libros, conversatorios y declaraciones a lo largo de más de cuatro décadas, sobre todo una vez transcurrido ese período negro de la historia nacional. En medio de todo ese palabrerío, nutrido de algunas falacias y otros hechos bien comprobables, emerge siempre esta canción. Publicada en un período todavía de cierto esplendor (previo al derrumbe de la plata dulce de Martínez de Hoz y un poco antes del aventura alcohólica de Galtieri en Malvinas), este clásico de Seru Giran nutre su encanto en las crípticas alegorías que vinculan ese “otro lado del espejo” de la obra de Lewis Carroll con la realidad argentina de la épocas. Es, abiertamente, una de las canciones más explícitamente políticas de la obra de Charly.
Tiene un carácter operístico que potencia las imágenes (”un río de cabezas aplastadas por el mismo pie”) y las alegorías de la letra (”los brujos piensan en volver”, todavía estaba fresco el recuerdo de López Rega) con un diseño dramático que se refleja en los cambios de tono en la voz de Charly. Estos matices vocales acentúan un relato que se deforma con la violencia latente tras el espejo, una evocación de la opresión y el miedo de la época. La genialidad de esta pieza, que originalmente se compuso para una obra teatral nunca estrenada, es cómo se podía decir todo sin que los que no tenían que entender, pudieran entender.
Cerca de la revolución
Piano Bar es una cumbre creativa que, dentro suyo, incluye perlas de toda clase. En ese contexto, esta canción 100% rock and roll arrastrado, emergió y con el paso de los años se convirtió en, posiblemente y a riesgo de erra, en uno de los mayores hit de la trayectoria musical de Charly García. Escuchar los primeros acordes en cualquier show suyo de las siguientes cuatro décadas, generaba un nivel de electricidad y excitación únicos. Así de fuerte es la combinación de letra y música. Con el potente aditamento de la palabra “revolución” incluído en el título y de “pueblo” en la letra, el efecto es instantáneo. Aquí hay rock and roll.
García adopta una postura idealista pero desencantada, contempla un escenario de agitación social y también parece rebelarse contra una realidad opresiva, solo que ahora todo sucede en el marco de un régimen de respeto de las libertades individuales. “No es sólo una cuestión de elecciones…” aúlla el rocker en un punto mercurial de su vida y cosecha creativa. El video que registra la grabación de Piano Bar, con él cantando en vivo con su banda de notables (el trío GIT + Fito Páez + Fabiana Cantilo, una selección nacional del rock de la época), es una prueba fiel de ese estado de gracia. Inolvidable.