Lo silenciado, lo que no se dice, lo que no tiene lugar, como la “h” de cuchillo, como ella, como su papá. Son invisibles, la “h” y ellos también. “Ellos” son algunos de los personajes de los 14 relatos que escribió la autora de Como pronunciar cuchillo, poeta y autora laosiana, editada por Eterna Cadencia (2024) y traducida al español (por primera vez) por Paula Galindez.
Souvankham o “Su” como se hace llamar (más fácil de pronunciar para nosotros los pobres occidentales) dijo en una nota que de todos los cuentos Huracán es su preferido. Es el de una señora de 70 que se enamora de uno de 32, que la termina plantando por una mujer más joven. Ahora, si me preguntan a mí, la primera historia del libro, la que le da el nombre a la obra, es adorable y exquisita. Y la que más me gustó. Le sigue, Randy Travis, el de la mujer que se enamora platónicamente de un cantante country y su marido intenta parecerse a él para complacerla. Lo amé. Obsesión y ternura en su máxima expresión.
También elegiría Al margen del mundo, el de la mamá que un día hizo la valija y abandonó a su marido e hija y por último Recolección de lombrices, el relato de una madre viuda que trabaja de juntar lombrices de noche en una granja que cría cerdos y le consigue un trabajo igual a su hija.
Como sea, se me hace muy difícil elegir: son todos muy buenos. En serio les digo. Un verdadero hallazgo. Es que la narrativa de Thammavongsa tiene mucho de poesía para contarte las cosas más tremendas y bellas a la vez. Es una exploración a fondo de todas las caras que puede tener la inmigración pero también de las infancias, las maternidades, las parejas, los hijos y los amigos. Nunca menciona la ciudad de Toronto, donde suponemos transcurre la acción y parece ignorarla por completo. Solo existe Laos y su cultura que resiste, arrinconada, ante los embates de los desarrollados y civilizados territorios occidentales. En fin.
Las sombras de la discriminación atraviesan a estos refugiados como una daga que destruye todo a su paso. Y son, en su mayoría, mujeres o niñas- aunque hombres también hay- que nos van compartiendo sus vivencias, unidas por un hilo conductor: abrirse camino (a veces a las patadas) en tierras ajenas.
“En Laos los hombres que trabajaban esas tierras habían sido médicos, profesores, dueños de sus propias granjas, como mi mamá. Nadie había aspirado a una vida de agacharse sobre la tierra blanda, hurgando en plena noche y buscando a tientas esas cosas sin cara, la mierda de la tierra. Y eso se notaba en cómo recolectaban. James nunca había sido más que un niño. Y por eso recolectaba como un hombre libre”, reflexiona la chica del cuento Recolección de lombrices. Las dificultades de llegar a un país extraño, donde se habla otro idioma, donde nadie te entiende, ni a nadie le importa entenderte, son transversales a cada historia, pero también lo es la esperanza que encarnan algunos actores secundarios que aparecen al rescate en medio de tanta desazón.
“Al final del día, la señorita Choi la había estado esperando en la puerta. Le pidió a la nena que fuera con ella al escritorio y destrabó el cajón superior y sacó la bolsa roja de terciopelo. ‘Elige algo’, le dijo. Y la nena metió la mano y agarró lo primero que tocaron sus dedos. Era un rompecabezas de un avión volando en el cielo. Cuando le muestra el premio al padre, él está encantado porque, de alguna manera, él también lo ganó”. Por eso digo: hay crueldad, sí, pero también hay luz en las narraciones. Y en este caso, el lado luminoso de la vida es la maestra del cuento Cómo pronunciar cuchillo (sí, ok, es mi preferido).
Ante las infancias perdidas por inversión de roles (los niños que tienen que hacer de padres) la empatía de la señorita Choi se manifiesta como un escudo: es la única que está pendiente de esa niña que esconde las comunicaciones del colegio para no poner en evidencia que sus padres desconocen la cultura y el idioma del país al que intentan adaptarse. Y algo más: también hay humor, como un buen recurso que la autora despliega para darnos un respiro y robarnos una sonrisa. Una por lo menos.
El primer libro de cuentos de la autora oriental, que nació en un campo de refugiados en Nong Khai, Tailandia, ayuda y mucho a conocer un mundo que nos es ajeno y del que ella fue protagonista: el mundo de los que deben afrontar el exilio para sobrevivir. El tono es crudo y sincero, pero refleja, de manera magistral, y a través de la ficción, los altibajos emocionales de los que sufren en carne propia los devenires del desarraigo. Delicadeza y sensibilidad definen la narrativa de la laosiana y su pluma de seda es capaz de traspasar todas las capas de la piel, hasta llegar al hueso. Sí.
Quién es Souvankham Thammavongsa
Souvankham Thammavongsa nació en 1978, en un campo de refugiados laosianos de Nong Khai, Tailandia. Cuando cumplió un año, su familia se instaló en Toronto, Canadá, ciudad en la que se crio y vive actualmente. Es autora de 4 libros de poesía y publicó varios relatos en The New Yorker, Harper’s Magazine, The Paris Review, The Atlantic, Granta y Noon. Fue ganadora del Premio O. Henry, entre otros. Cómo pronunciar cuchillo es su primer libro de relatos y fue traducido a más de 5 idiomas.