La belleza de la semana: 5 representaciones europeas de la locura en el arte

Una mirada sobre cómo se presentaban los trastornos mentales, entre el siglo XVI y el XIX , a través de grandes obras de Pieter Brueghel “el Viejo”, William Hogarth, Théodore Géricault, Richard Dadd y Hugues Merle

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La belleza de la semana:
La belleza de la semana: 5 representaciones de la locura en el arte

En el siglo XVII hubo un cambio significativo en la percepción de la locura, en el que los individuos considerados irracionales comenzaron a ser sistemáticamente institucionalizados, fenómeno que Michel Foucault denominó el Gran Confinamiento.

Es que durante la Ilustración se estableció que la única forma de conocimiento válida se producía a través de la razón, por lo que su polo negativo, su antítesis, era todo aquello que no respondiera a esos estándares, construyendo una mirada que separaba la salud mental entre el bien y el mal.

Durante la antigua Grecia, por ejemplo, Platón ya separaba la locura clínica de la artística o en el siglo XVI, Erasmo de Rotterdam la definía como una “mediadora de la felicidad”. En el Renacimiento, los locos eran vistos de manera diferente, ya que se creía que habían alcanzado una cercanía especial con la razón divina, lo que les permitía ser aceptados en la sociedad.

Regresando a Foucault, en Historia de la locura en la época clásica, desarrolla cómo en el XIX la locura seguía asociada a las cuestiones morales, aunque ya no se embarcaba a las personas discordantes con destino fatal o hacia el nuevo continente.

"Extracción de la piedra de
"Extracción de la piedra de la locura" y "La nave de los locos", de El Bosco

Los avances científicos e intelectuales habían creado los hospitales, espacios del poder (Reino o Estado) que tomaban tareas que antes se realizaban desde la Iglesia, y que se encargaban de redireccionar la vida de los vagabundos, los dementes o las prostitutas a través de crueles sistema de castigo y recompensa que se mantuvieron hasta el XX, así la locura se convirtió en un instrumento para el control social. Este cambio fue crucial para el desarrollo de un aparato de control basado en la ciencia, que contribuyó al surgimiento de la industria médica y al poder disciplinario de las instituciones.

En el arte, para el 1500 aproximadamente, El Bosco realizaba La nave de los locos, una pieza alegórica (y no tanto) con crítica social sobre el comportamiento humano, desviado de los intereses morales, perdido en el juego, la bebida y placeres, con especial énfasis en el clero, que ocupa el centro de la escena. También se destaca del mismo autor Extracción de la piedra de la locura, que muestra una operación quirúrgica realizada durante la Edad Media en la que extirpaba una roca, culpable de las desviaciones.

"Casa de locos", de Goya
"Casa de locos", de Goya

El español Francisco de Goya, por su propia internación o visitando familiares, realizó Corral de locos (1793) y Casa de locos (1812-1819), piezas en las que se centraba en cómo se vivía en un hospital psiquiátrico en el Siglo de las Luces. Así, a lo largo del tiempo, la locura fue representada de diferentes maneras, generalmente con la mujer como figura simbólica.

A continuación se desarrollan algunos ejemplos, de la mano de grandes artistas, pero nos detenemos antes del Art Brut, término acuñado por Jean Dubuffet para las creaciones de personas aisladas, solitarias, pacientes de hospitales psiquiátricos, etcétera, que no buscan reconocimiento por su obra, sino expresarse libres de las referencias culturales. Y, por ende, mucho menos, en el surrealismo, que se alimentó de este “movimiento” y así de las obras del XX, que quedarán para otra oportunidad.

“Dulle Griet”, de Pieter Brueghel “el Viejo”

Pieter Brueghel “el Viejo” fue un destacado pintor flamenco del siglo XVI, conocido por su habilidad para capturar la esencia de la vida cotidiana y los paisajes de su época. Una de sus obras más emblemáticas, Dulle Griet, de 1563, también conocida como Meg la Loca, representa a una mujer liderando un ejército de mujeres en una incursión al infierno.

La restauración de Dulle Griet en 2018 permitió confirmar su fecha de creación, que había sido objeto de especulación debido a la ilegibilidad de la firma original. Se había asumido que la obra databa de dos años antes, basándose en similitudes estilísticas con otras obras de Brueghel como La Caída de los ángeles rebeldes y El triunfo de la muerte, piezas en las que se muestra la clara influencia que Hieronymus Bosch, El Bosco, tuvo en él.

"El triunfo de la muerte",
"El triunfo de la muerte", en el Museo del Prado

El nombre “Griet” era un término despectivo para referirse a mujeres de mal genio, como también a una tonta, y una lectura posible, planteada por la crítica Margaret Sullivan, es que la obra se pensó como una alegoría de la “locura y la insensatez” del espíritu de la época. Por su parte, “dulle” significaba tanto “loca” como “necia”.

La pintura de Bruegel muestra a la protagonista avanzando hacia la boca del infierno, armada y vestida con una armadura masculina, en un paisaje habitado por monstruos inspirados en El Bosco, que a su vez representan los pecados.

El primer biógrafo de Brueghel, Karel van Mander, describió la pintura en 1604 como “Dulle Griet, que está mirando la boca del infierno”. La obra pasó por diversas manos, incluyendo las colecciones del emperador Rodolfo II, antes de ser saqueada por tropas suecas en 1648 y reaparecer en Estocolmo en 1800. Fue finalmente adquirida por el coleccionista Fritz Mayer van den Bergh en una subasta en Colonia en 1897.

"Dulle Griet" (1562), de Brueghel
"Dulle Griet" (1562), de Brueghel el viejo, en el Museo Mayer van den Bergh, Bélgica

Brueghel es considerado un pionero en la representación de paisajes como escenarios principales, en lugar de meros fondos para alegorías religiosas. Su enfoque innovador se distingue de sus predecesores flamencos como El Bosco y Jan van Eyck, quienes centraban su arte en lo celestial y lo infernal. El grueso de la obra de Brueghel, en cambio, se enfocó en lo humano y lo cotidiano, capturando la vida en sus múltiples facetas, desde la alegría hasta la tristeza, y desde el amor hasta el miedo.

El artista flamenco también es conocido por su capacidad para documentar la vida de su tiempo con gran realismo y narrativa. Obras como Juego de niños, la serie de las Estaciones y el Censo de Belén muestran la complejidad y simultaneidad de la vida.

Brueghel no solo se centró en lo narrativo, sino que también exploró temas morales en sus obras. En La parábola de los ciegos y El país de Jauja, el pintor indagó en la necedad humana y la fugacidad de los bienes materiales. Además, su representación de la Torre de Babel en tres cuadros, de los cuales solo se conservan dos, ofrece una perspectiva estética y semiológica única sobre la construcción y la circulación del signo.

"La parábola de los ciegos"
"La parábola de los ciegos" (1568), en el Museo de Capodimonte, Nápoles

Según el escritor y crítico de arte John Berger, Brueghel “fue un artista que recopiló pruebas para un juicio que nunca creyó que se celebraría” y comparó su legado con el de Bertolt Brecht, sugiriendo que ambas querían transmitir que la indiferencia es una forma de aprobación.

“El progreso del libertino”, de William Hogarth

Cuando en 1735, el pintor inglés William Hogarth publicó una serie de ocho grabados titulada El progreso del libertino, su carrera había dado un vuelco hacía unos pocos años y era reconocido por su aguda crítica social a través de sus obras.

En 1732, su Vida de una ramera causó un gran impacto en Londres, al retratar con humor y crítica las costumbres y la política de su tiempo. Esta pieza marcó el inicio de sus dramas sociales, y su éxito fue tal que vendió numerosas reproducciones, lo que le permitió ganar una considerable suma de dinero.

La serie completa llevada al
La serie completa llevada al lienzo

Hogarth, quien nació como hijo de un maestro rural sin formación formal en pintura, enfrentó un camino arduo hacia el reconocimiento. En una época en que los pintores locales eran menospreciados en favor de artistas extranjeros como Hans Holbein el Joven, Rubens, Van Dyck y Canaletto, el autodidacta Hogarth comenzó su carrera como orfebre y grabador de carteles comerciales, diseñando escudos de armas, tarjetas e invitaciones.

El éxito de “Vida de una ramera” no solo le trajo reconocimiento, sino también problemas con la piratería de sus obras. Cansado de las reproducciones ilegales, Hogarth solicitó protección al Parlamento, lo que resultó en la creación del derecho de autor para pintores, grabadores y dibujantes.

"La orgía", de la serie
"La orgía", de la serie

Entre 1743 y 1745, presentó Matrimonio a la moda, una serie de seis cuadros que ofrecen una crítica mordaz a las clases altas inglesas del siglo XVIII. Esta obra, expuesta en la National Gallery de Londres, denuncia las consecuencias de los matrimonios por conveniencia económica y revela la falacia de la vida idealizada de los ricos.

El progreso del libertino muestra la caída gradual de un joven “de principios morales débiles” llamado Tom Rakewell, quien comienza a apostar, beber y coquetear con prostitutas hasta que es encarcelado en la Prisión de Deudores de Fleet y, finalmente, en la octava y última escena, reducido a la locura y confinado en el Hospital Mental de Bethlem.

El grabado en el que
El grabado en el que se observa por primera vez a un artista loco en acción

La serie transmitía una advertencia moral que equiparaba la inmoralidad, la criminalidad y la incapacidad mental. Este conjunto de conexiones continuó impregnando el pensamiento general durante los siguientes siglos.

Esta fue la primera representación en el arte de un artista “loco” en acción, ya que se puede observar a un un interno, dibujando en una pared del asilo. Si bien se desconoce si Hogarth realmente presenció una escena similar, el historiador y matemático inglés William Whiston sostuvo que lo que el artista está recreado es un esquema para determinar la longitud de la Tierra, algo que fue considerado “loco” en su tiempo. La obra inspiró una famosa ópera de Igor Stravinsky que lleva el mismo nombre.

La serie “Monomanías”, de Théodore Géricault

En 1824, el pintor Théodore Géricault falleció en París a la edad de 32 años, dejando un legado que desafió las normas artísticas de su tiempo. Entre sus obras más notables se encuentra una serie de retratos de pacientes del Hospital Salpêtrière, conocidos como las Monomanías, que humanizaron a personas consideradas entonces como enfermos mentales.

La serie, realizada entre 1818 y 1824, representa a individuos con diversas obsesiones, un concepto que en el siglo XIX se denominaba monomanía. Estos retratos, que incluyen obras como El obseso del robo y La monomaníaca de la envidia, fueron encargados por Étienne-Jean Georget, un médico que trató a Géricault y que estaba interesado en clasificar las enfermedades mentales. La serie fue un intento de romper con los estigmas sociales de la época, retratando a los pacientes con la misma dignidad que a cualquier otra persona.

"El asesino loco", "El cleptómano"
"El asesino loco", "El cleptómano" y hoy "El obseso del robo"

El Hospital Salpêtrière, fundado en 1656, fue un lugar emblemático tanto para el estudio como para la represión de comportamientos considerados inaceptables por el pensamiento racionalista de la Ilustración. Allí, Philippe Pinel, un pionero en el tratamiento de enfermedades mentales, liberó a los pacientes de sus cadenas y propuso una clasificación de las enfermedades mentales que incluía la manía y la melancolía.

La obra de Géricault, especialmente su serie Monomanías, tuvo un impacto significativo en el arte, influyendo en artistas posteriores como Egon Schiele y Lucien Freud. Sin embargo, muchas de sus pinturas fueron destruidas durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, lo que hace que las obras sobrevivientes sean aún más valiosas.

"La Hiena de la Salpêtrière",
"La Hiena de la Salpêtrière", "Monomaníaco con delirios de mando militar", "El pedófilo" y "Monomaníaco del juego"

En 2017, el científico español Javier Burgos inició una búsqueda para localizar las pinturas desaparecidas de la serie Monomanías. En enero de este año, anunció en la publicación científica The Lancet el hallazgo de una sexta pieza, titulada Homo melancólico, en una colección privada en Italia. Este descubrimiento se suma a las otras obras conocidas de la serie, que se encuentran en museos de todo el mundo, como el Museo de Bellas Artes de Gante y el Museo del Louvre.

Otro de estos retratos, titulado El cleptómano, fue redescubierto en un desván alemán cuarenta años después de su creación, según un informe reciente.

"Homo melancólico", la sexta pieza
"Homo melancólico", la sexta pieza de las Monomanías

La influencia de Géricault en el arte y la psiquiatría sigue siendo objeto de estudio y admiración. Su capacidad para capturar la esencia humana en sus retratos, sin recurrir al efectismo, ha dejado una huella perdurable en la historia del arte.

“Boceto de una idea para la Loca Jane”, de Richard Dadd

Durante la época victoriana, Richard Dadd se destaca por su obra, pero en la actualidad es más recordado por el trágico giro que tomó su vida, cuando en el verano de 1843, bajo la ilusión de ser el hijo del dios egipcio Osiris, asesinó a su padre en Cobham Park, cerca de Gravesend, Kent.

Este acto lo llevó a ser detenido como un “loco criminal” y enviado al Hospital Bethlem en el sur de Londres, donde continuó pintando durante su encarcelamiento, resaltó en una entrevista Victoria Northwood, directora del Museo de la Mente.

Tres pasiones ilustradas: "Amor", "Avaricia"
Tres pasiones ilustradas: "Amor", "Avaricia" y "Agonía, locura delirante"

A Dadd, que ya había expuesto en la Real Academia a los 20 años, se le auguraba un prometedor futuro, sin embargo, tras un viaje por Europa y el Medio Oriente con un abogado y político galés, su salud mental comenzó a deteriorarse. Amigos y familiares sospechaban de una insolación o una crisis mental, lo que culminó en el asesinato.

Durante su tiempo en el Hospital Bethlem, Dadd pudo seguir pintando gracias al enfoque práctico del médico residente Sir William Charles Hood, quien mejoró las condiciones para algunos pacientes. Entre sus obras más destacadas de este periodo se encuentran las de la serie Pasiones, que exploran las condiciones y emociones humanas, El golpe maestro del leñador-duende y Boceto de una idea para la Loca Jane (1855).

"El golpe maestro del leñador-duende",
"El golpe maestro del leñador-duende", en la Tate Gallery

En la obra el artista interpreta al personaje homónimo de una balada popular titulada “Poor Crazy Jane” (Pobre Loca Jane), en la que un transeúnte se encuentra con una sirvienta que ha sido abandonada por su amante y deambula perdida y enloquecida. Crazy Jane también apareció en otras muchas baladas del siglo XIX y, al igual que la Ofelia de Shakespeare, se convirtió en una de las figuras arquetípicas de la locura femenina en el imaginario romántico. Se la representaba como maníaca pero inofensiva; extrañamente bella pero objeto de compasión, como en su lamento:

En el cuadro, Jane se presenta en una postura dramática, con los brazos extendidos en diagonal, como si estuviera inmersa en una danza desesperada. Su vestimenta, compuesta por tonos marrones y amarillos desvaídos, subraya su pobreza, mientras que el cielo, de un gris azulado apagado, añade un tono melancólico a la escena. La habilidad de Dadd para manejar el color y la línea contribuye a la atmósfera lírica y melancólica de la obra.

“Boceto de una idea para
“Boceto de una idea para la Loca Jane”

La figura de Jane está rodeada de ruinas góticas y cuervos que vuelan en el fondo, lo que intensifica la sensación de aislamiento y desesperación. Se aferra a una maraña de ramas y enredaderas que parecen atraparla, mientras su cabello cae lacio, semejante a la maleza. Estos detalles finos equilibran la pesadez de su figura, especialmente en los músculos de sus brazos, que se cree fueron modelados por un paciente masculino del hospital.

El contraste más notable en la pintura es la mirada intensa y oscura de Jane, que desafía al espectador a través de su feroz expresión, como si retara directamente a la compasión del observador. En 1864, Dadd fue trasladado al Asilo Criminal Lunático de Broadmoor en Berkshire, donde continuó su trabajo artístico hasta su muerte en 1886.

“La lunática de Etretat”, de Hugues Merle

Hugues Merle fue un pintor destacado del siglo XIX, especialmente durante las décadas en que el realismo académico y el naturalismo dominaban la escena, pero su obra ha caído en el olvido, y los estudios sobre su carrera son limitados.

Merle nació en 1823 en Saint-Marcellin, un pequeño pueblo en el sureste de Francia, y en 1843 se trasladó a París para estudiar en el taller de Léon Cogniet, un pintor con formación neoclásica. Cogniet enfatizaba la importancia de dibujar rápidamente para desarrollar composiciones, un enfoque que influyó en el pintor.

"La letra escarlata" (1850), en
"La letra escarlata" (1850), en el Museo de Arte Walters, Baltimore, EE.UU.

La revolución de 1848 en Francia interrumpió su educación artística, pero también abrió nuevas oportunidades para los artistas realistas. A lo largo de la década de 1850, Merle se consolidó como retratista y pintor de escenas de género literario.

Su reputación creció, y sus obras comenzaron a atraer la atención de coleccionistas de arte, como Richard Seymour-Conway, marqués de Hertford. En la década de 1860, su patrocinio se expandió a coleccionistas estadounidenses, lo que le permitió explorar temas más contemporáneos y sociales en sus pinturas.

"María Magdalena en la cueva"
"María Magdalena en la cueva" (1868), en colección privada

En su momento de mayor ascenso, su vida y carrera fueron afectadas por la guerra franco-prusiana de 1870, que dejó a Francia en ruinas. Sin dudas, el legado de Merle está más asociado a las obras de maternidad y niños, desde aquellas con un enfoque religioso, otros de estilo costumbrista, como también temas literarios.

De aquel periodo se destaca La lunática de Etretat (1871), en el que se observa a una mujer cuyo rostro “es una máscara de sufrimiento mientras acuna, no a un bebé dormido, ¡sino a un tronco de madera!”, explica el sitio del Museo Chrysler, EE.UU., donde la obra se encuentra.

“¿La “lunática” está de luto por la pérdida de un hijo o está loca de deseo por tenerlo? Sin una respuesta clara visible, nos queda reflexionar sobre su destino. La angustia de la figura es un sello distintivo del romanticismo, un estilo que enfatizaba imágenes de sufrimiento, locura y muerte. Estas imágenes eran a menudo alusiones apenas veladas a sufrimientos sociales o agitaciones políticas más amplias”, agrega.

“La lunática de Etretat” (1871),
“La lunática de Etretat” (1871), en el Museo Chrysler, Norfolk, EE.UU.

Los ojos de la mujer encarnan un fenómeno japonés conocido como “sanpaku”, o “tres blancos”, que se cree que representan un desequilibrio e implican un futuro peligroso. Su lenguaje corporal es agresivo, su contorsión revela una disposición a huir, a retirarse del espectador, como si estuviera, en un punto, agazapada.

Sin embargo, el contexto en que se realizó, abre otra posibilidad, la de la metáfora. Quizá, no sea realmente un retrato de una mujer que, por deseo o pérdida, ha perdido la cordura, sino un país, una nación que abraza una vida que ya no existe o, incluso, un territorio perdido, como sucedió con Alsacia-Lorena durante el conflicto bélico.

Merle falleció en 1881 en París, dejando un legado de obras que reflejan tanto su habilidad técnica como su sensibilidad hacia los temas sociales y religiosos de su tiempo.

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