Francis Bacon regresa a Londres con una exposición en la National Portrait Gallery, donde se exhiben más de cincuenta obras que analizan su profunda obsesión por el retrato. Esta retrospectiva, titulada “Francis Bacon: Presencia Humana”, estará abierta al público hasta el 19 de enero y se centra en cómo el célebre pintor figurativo reimaginó y desafió los límites convencionales del género. El recorrido se desarrolla de manera cronológica desde finales de la década de 1940, reflejando la influencia de artistas clásicos como Velázquez, Van Gogh, y Picasso en su obra.
Durante la presentación de la muestra, Rosie Broadley, comisaria de la exposición, comentó: “Hay muchas cosas que tienen que ver con la presencia humana”, haciendo énfasis en que los retratos de Bacon no solo capturan la apariencia de los sujetos, sino su esencia más profunda. La experta destacó cómo Bacon buscaba plasmar “las emanaciones de una persona o las pulsaciones de una persona”, logrando un impacto visceral que trasciende las convenciones del retrato tradicional.
Entre las piezas expuestas, destacan los impactantes retratos de sus amantes Peter Lacy, George Dyer y John Edwards, así como de amigos cercanos como Isabel Rwasthorne y Lucan Freudd. La galería alumbra este estilo distorsionado característico de Bacon, con el que logró representar tanto la presencia como la ausencia en sus obras. Este es el caso de varias de sus creaciones, donde pintó a partir de fotografías y recuerdos de personas fallecidas, y otras que no habían posado directamente para él.
Una instalación notable que abre la exposición es “Trait of Bacon” (1969), una grabación realizada por el estudiante del Royal College, Peter Goodhell, que hace eco del estilo de Andy Warhol. La ubicación de esta obra en la muestra busca ofrecer “la sensación de que Bacon te mira”, generando una atmósfera un tanto orwelliana.
Bacon fue conocido por su capacidad de capturar la esencia de sus sujetos a través de métodos poco convencionales. Broadley reveló: “Bacon solía decir que solo podría pintar a aquello a quienes conocía muy bien”, subrayando la importancia de la intimidad y la conexión personal en su proceso creativo. A pesar de su inclinación hacia la representación de figuras femeninas, Broadley advierte que Bacon era “un gran pintor de mujeres, aunque pueda no parecerlo”.
Uno de los momentos más conmovedores de la exposición es el tríptico de George Dyer de 1973, que figura como una de las últimas exposiciones de la muestra. Este tríptico, procedente de una colección privada, retrata los últimos instantes de Dyer, quien falleció en un hotel en París, dejando un impacto profundo en la vida personal y artística de Bacon.
Rosie Broadley también menciona la importancia de la fotografía en el trabajo de Bacon, destacando el papel crucial del fotógrafo John Deakin, a quien Bacon encargó numerosos retratos a partir de los cuales creó muchas de sus obras más reconocidas. Broadley reflexiona sobre las traumáticas relaciones del artista con figuras como George Dyer y Peter Lacy, quienes, aunque fueron esenciales para él, vivieron en una era donde la homosexualidad era ilegal, lo que añadió una capa de complejidad y angustia a su vida y obra.
El artista nacido en Dublín ha sido considerado durante mucho tiempo uno de los pintores más destacados del siglo XX. ‘Francis Bacon: Human Presence’, que estará abierta hasta el 19 de enero de 2025, explorará el profundo y complejo compromiso de Bacon con el retrato, puntualiza el museo. La exposición de la National Portrait Gallery es fundamental para comprender no solo el arte de Bacon, sino también las complejidades de su vida personal. Esta muestra no solo destaca su habilidad técnica, sino su profundo compromiso con explorar las dimensiones más intrínsecas del ser humano a través del retrato.
Fuente: EFE
[Fotos: Prensa National Portrait Gallery]