Costa-Gavras admite que le preocupa cómo vivirá sus últimos días, en consonancia con su recién estrenada película sobre la eutanasia, mientras disfruta con los homenajes que recibe, como el Premio Lumière que le acaba de conceder el festival que lleva el nombre de los inventores del cine.
Poco antes de que la pasada noche fuera aclamado por las 5000 personas que acudieron a la inauguración del festival de cine clásico, el director y guionista franco-griego habló en un céntrico hotel lionés donde, además de repasar su prolífica carrera como referente del cine político, no pudo ocultar su malestar por el “confuso” mundo en el que vivimos y la manera en la que afrontamos la muerte.
A sus 91 años y tras más de siete décadas dedicado al séptimo arte, Costa-Gavras piensa seguir detrás de las cámaras mientras su salud se lo permita: “No hay nada mejor para hacer. Mirar la vida, continuar viviendo hasta el final y en las mejores condiciones posibles”.
Pero la preocupación de cómo llegar a ese final vital es lo que le ha llevado a hacer su última película, Le dernier souffle (El último suspiro), presentada el pasado septiembre en el Festival de San Sebastián y estos días en Francia. Un drama protagonizado por Ángela Molina y Charlotte Rampling y que aborda el derecho de los enfermos a morir dignamente.
“A mi edad, veo el horizonte acercándose y luego será el final. Si digo que he tenido una buena vida, también quiero tener una buena muerte. Pienso que eso nos pertenece a todos, porque nadie escapará a ello”, afirma.
“Nos damos cuenta de que a nuestro alrededor muchas personas pasan días y días en agonía. Eso es algo negativo en nuestra sociedad”, denuncia Costa-Gavras para seguidamente pedir una reflexión y cambios en la legislación de los países.
“Hay que encontrar sistemas que permitan terminar bien y también con dignidad, no en la destrucción del cuerpo y del espíritu. No hay que esperar”, proclama el director, ganador de un Oscar en 1969 con Z y de la Palma de Oro en 1982 con Missing (Desaparecido).
“El cine ha cambiado el mundo”
Costa-Gavras acostumbra con sus obras a sacudir conciencias. Reconoce que “el cine, desde sus orígenes, ha cambiado el mundo”, pero insiste en que su objetivo cuando hace cine es menos ambicioso.
“No hago películas para cambiar el mundo, las hago porque siento profundamente la necesidad de hacerlas”, confiesa el realizador, además de considerar que, no sólo su cine, sino que “todas las películas son políticas”.
“Cuando haces una película, te diriges a millones de personas, y esas personas tienen sentimientos. Y con esos sentimientos, hacen algo o no hacen nada. Tenemos una responsabilidad ante ellas”, asegura el presidente de la Cinemateca francesa.
El Festival Lumière le describe como “testigo de un mundo caótico, un cineasta con un compromiso inquebrantable contra la justicia en todas sus formas” que ha sabido reflejar en sus películas el ascenso del totalitarismo, el fracaso del comunismo y los excesos del capitalismo.
El problema del enriquecimiento excesivo
Preguntado sobre cómo ve el mundo hoy, lo que más le inquieta son los efectos perversos del capitalismo en la sociedad.
“Los héroes hoy en día no son aquellos que han escrito grandes libros o hecho grandes películas... son aquellos que tienen más dinero. Hablamos mucho de esos riquísimos, que al final son negativos para el mundo”, opina el director de cine.
“Solo piensan en sí mismos. Todo lo que hacen es para ganar cada vez más dinero. Y eso, en mi opinión, es el gran problema que tenemos hoy”, advierte.
El resultado, según Costa-Gavras, es que para muchos en las nuevas generaciones el enriquecimiento es el gran objetivo: “En los años 60 y 70, los estudiantes se orientaban hacia estudios sociales; hoy en día, la mayoría se dirige hacia estudios económicos. Creo que eso lo dice todo”.
Con su carrera cinematográfica inexorablemente acercándose a su horizonte, al legendario cineasta le llueven los reconocimientos y homenajes, siempre aceptados con modestia y un afinado sentido del humor.
El último tributo lo ha recibido en Lyon. Un Premio Lumière especial en el marco de la celebración de la decimoquinta edición del certamen, que recogió emocionado al considerarlo “un gran honor”.
“Este premio se otorga a cineastas que admiro”, asegura, en referencia a la lista de ilustres que ya lo recibieron, como Ken Loach, Quentin Tarantino, Tim Burton o Pedro Almodóvar. “No sé si entonces me da derecho a admirarme a mí mismo también”, concluye en tono de broma pero con cara de felicidad y orgullo.
Fuente: EFE.
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