Maitena: “Se pasó bastante el fervor feminista pero ya no hay vuelta atrás sobre la manera de ver a una mujer”

Charla con la dibujante y humorista argentina a propósito de su nuevo libro, “Las mujeres de mi vida”, que reproduce el espíritu de la gran muestra de 2022 en la que expuso cuatro décadas de su celebrado trabajo

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En 2007, Maitena se alejó
En 2007, Maitena se alejó del dibujo. Regresó con tira diaria en septiembre de 2023. (Crédito: Alejandra López)

Maitena Burundarena nació en Buenos Aires en el año 1962. Es madre de tres hijos y abuela de una nieta. En sus inicios como historietista formó parte de las legendarias revistas Humor, Sexhumor y Fierro. Es autora de las series Mujeres alteradas, Superadas y Curvas peligrosas, que tuvieron ediciones en formato libro, y sus trabajos fueron publicados en diarios y revistas de más de 30 países latinoamericanos, europeos y asiáticos. También sus historietas eróticas tuvieron muy buena recepción en medios europeos.

Con aguda capacidad de observación y muchísimo talento y sentido del humor, Maitena logró plasmar en su obra las imágenes de mujeres diversas y contemporáneas que, a la vez que intentan ser libres y seguir su deseo, permanecen asediadas por mandatos que no caducan. Esa mirada sobre las mujeres de hoy, sus textos y su singular forma de intervenir en el debate público y divulgar ideas complejas pero fundamentales para los derechos civiles la consagraron como una de las grandes artistas argentinas.

En 2007 se alejó del dibujo. En 2011 publicó Rumble, su primera novela, que cuenta una historia que puede leerse en clave autobiográfica. Recién en septiembre de 2023 volvió a la tira diaria, una forma de trabajo que la estimula. Su serie Actualizadas aparece cada día en el diario argentino Clarín.

En 2022, con curaduría de Liliana Viola, Maitena montó la muestra Las mujeres de mi vida, que ocupó durante muchos meses el cuarto piso del Centro Cultural Kirchner (que ahora, a partir del afán refundacional del gobierno del presidente Milei, lleva por nombre Palacio Libertad, Centro Cultural Domingo Faustino Sarmiento) con un recorrido de sus grandes éxitos durante cuarenta años de carrera y la inclusión de material íntimo y desconocido que mostraba el lado B de su trabajo, desde los instrumentos y herramientas que la acompañan en su labor hasta los bocetos de sus obras.

"Las mujeres de mi vida",
"Las mujeres de mi vida", de Maitena, fue publicado por Sudamericana.

Editorial Sudamericana acaba de publicar un libro precioso que recupera el espíritu de esa muestra y también lo que fue el camino para llegar a ella. Además de textos que acompañan y explican los diferentes capítulos, hay un muy buen prólogo de Maitena en el que habla de lo que encontró cuando fue a revisar para la muestra las cajas y cajas que guardó por años. Entonces reflexiona sobre su trabajo, su mirada sobre las mujeres y sobre cómo, pese a que en sus dibujos hay una diversidad fabulosa, también es posible encontrar una “autobiografía involuntaria” en ellos.

“No soy nostálgica, más bien todo lo contrario, pero en todas esas páginas estaban dibujadas mis casas, mis sillas, mis lámparas. Me encuentro a mí misma dibujada cientos de veces, todas las mujeres que fui, una tras otra aparecen todas las etapas de mi vida como en una autobiografía involuntaria. Mis cortes de pelo, mi ropa, mis perros. Dibujé a mis novios. Dibujé a mi analista, a mi ginecólogo y a mi peluquero. Dibujé a mi padre. A la vecina que me odiaba y al grupo de mamis del colegio. Soy la recién separada trabajando mientras los chicos se pelean, la casa revuelta con olor a zapatilla adolescente y muchas ganas de vivir, ganas de que pasaran cosas. Y pasaban. Me veo enamorada y desilusionada con el corazón roto, soy el ama de casa sobrepasada y la buena esposa, la amante despechada y tóxica, la madre culposa y la mujer exitosa pero insatisfecha”, escribe.

En su texto, por su parte, Liliana Viola habla de por qué queremos tanto a Maitena. Analiza su obra y su estrategia de horadar, no de dinamitar. Dice que la queremos también por agradecimiento, porque “se cargó al hombro dilemas y frustraciones que son nuestros” y se ocupó de recolectar detalles y gestitos y palabras clave en “los más oscuros arrabales de la vida cotidiana”. Según Viola, esta mujer que tenemos incorporada en nuestro ADN “nos hace reír de las cosas que nos hacen sufrir”.

Lo que sigue es la reconstrucción de la charla que mantuvimos con Maitena en el estudio de radio donde grabamos un episodio del podcast Vidas Prestadas. Por estos días se la ve hermosa, plena, podríamos arriesgar: radiante. Y muy feliz con el resultado del libro Las mujeres de mi vida, en el que trabajó duro y a puro entusiasmo. Se la ve libre -diría también-, libre de hablar, de recordar, de celebrar y de cuestionar. Durante esta conversación hablamos de su trabajo y también de la ruta del feminismo, de cómo volvió a a la tira diaria y cómo es trabajar en un medio mainstream, del hostigamiento que abunda en las redes sociales y del humor creado por mujeres.

— El libro quedó hermoso.

— Quedó espectacular. Fue un laburo inmenso; pensé que no terminaba nunca, lo empecé hace como un año y medio. Lo tenía que entregar en marzo, no pude entregarlo porque justo se murió la madre de Lili (N. de la R: Liliana Viola, curadora de la muestra y editora del libro). Y porque siempre pasaban cosas. Y tenía, teníamos, la idea de quétenía que ser el libro.

Maitena "Nos hace reír con
Maitena "Nos hace reír con las cosas que nos hacen sufrir", dice Liliana Viola, curadora de la muestra en 2022 y editora del libro que acaba de salir.

— Y de que no había que apurarlo.

— No había que apurarlo, tenía que tener todos esos textos que creo que lo convierten en un libro distinto a mis otros libros. Toda esa mirada crítica me parece muy interesante. Y también el armado fue muy complejo porque, por ejemplo, hay historietas de Mujeres alteradas a las que las cambié gráficamente, les saqué la línea negra del borde, les saqué las barras amarillas, que se usaban tanto en los 90 así tipo Los Simpson, ¿no? E hice una cosa más como para que se vea el dibujo, nada más que las viñetas. Y todo eso fue realmente un trabajo enorme.

— Ya había sido un tremendo trabajo montar la muestra.

— La muestra ya había sido una locura y pensé que el libro iba a estar medio fácil porque venía de la muestra pero la verdad es que es otra cosa, sobre todo teniendo una editora del tamaño de Liliana Viola, que no deja pasar una palabra, una coma, y que a cada cosa dice “le falta un texto, le falta una explicación, le falta un epígrafe”. El libro lo armamos juntas y con Alejandro Ros (N. de la R: el prestigioso diseñador gráfico). Lo armamos entre los tres pero ella fue la editora y también un poco la editora conceptual de la muestra. Y me hizo trabajar como una esclava nubia, pero ahora que veo el libro digo: tenía razón.

— Sí, porque recupera el espíritu de la muestra y también cómo se llegó a esa muestra, que es muy interesante, pero además hay más texto.

— Claro, expande la muestra. Viste que me hizo escribir un prólogo.

— Tu texto y el de Liliana iluminan muchísimo todo el contenido.

— Muchísimo, sí. Entonces, eso es mucho más trabajo. El texto de Liliana es una maravilla. Y el mío… hacía mucho que no escribía y me gustó mucho. Eran todas cosas que tenía para decir de este trabajo, de esa época, de la muestra. Entonces fue una manera de cerrar todo.

— Las dos cuentan cómo fue encontrarse con cosas que hiciste en su momento y que tenían que ver con la sintonía de la época; había que repensar todo desde el presente.

— Sí, había muchas cosas que a mí me parecían que estaban obsoletas. Que esto ya no es así. Entonces yo había hecho toda una pila, había sacado todo. Y Lili me dice “no, no, no, a ver, vamos a traer esta pila para acá”. Como cuento en el prólogo, Liliana se leyó 3.000 páginas en el comedor de mi casa y yo estaba en el ambiente de al lado, en mi escritorio. Lo único que quería era escucharla reír. Qué gracia tenía si ella no se reía.

— ¿Y se reía?

— Se reía poco porque ella es muy seria y muy concentrada trabajando. Pero había muchas páginas que yo no las habría puesto y que ella las puso y me parece bien. Lo que ella decía es que para entender cómo estamos es bueno saber de dónde venimos, es decir, el proceso que hubo para estar como estamos. Entonces, bueno, desde esa premisa había mucho material que a mí me parecía que no iba y de repente tenía otro brillo y otro valor, ¿no?

— Tuviste una participación clave en el primer Ni una Menos, en junio de 2015. Fuiste una de las personas que leyó el documento junto con Érica Rivas y con Juan Minujín. Y estamos hablando del pasado y de cómo estamos ahora. Entre el 2015 y ahora, nuestras cabezas a lo mejor no cambiaron tanto pero el universo que tenemos alrededor, sí.

— Yo creo que nuestras cabezas aprendieron mucho. Creo que hubo una escuela de feminismo y que todas fuimos a la escuela, incluso las más feministas. Las profesoras fueron muchas. Muchas periodistas. Muchas compañeras. Muchas escritoras. Nuestras hijas. Ellas fueron todas las maestras. Yo creo que cambié mucho de la que era a la que soy ahora. Y mi manera de ver el mundo, no es que cambié un montón, no, sumé. Sumé puntos de vista. Sumé maneras de ver.

Una imagen del 3 de
Una imagen del 3 de junio de 2015, en la primera concentración de Ni una Menos. Maitena fue una de las personas que leyó el documento en la plaza del Congreso.

— Pero en el 2015 parecía que ese aprendizaje que estábamos haciendo todas era acompañado por una sintonía social, no solo en la Argentina sino en el mundo. Y hoy es como si esa hubiera una sintonía en contra.

— Creo que se pasó un poco, o se pasó bastante aquel fervor feminista sobre todo, como todas las cosas, ¿no? Que hay una ebullición y después decanta, que es lo que me importa. De la ebullición también podemos hablar y de los errores cometidos en esa ebullición, también.

— Me interesa eso.

Las feminazis. La cancelación. Hay cosas que estuvieron mal. Que estuvieron desbordadas, podríamos decir. Sobre todo porque había mucha chica joven, mucha efervescencia, y hubo cosas que se pasaron un poco de límite.

— Sin dejar de saber que, en general, las revoluciones cometen injusticias.

— Sí, también. Exactamente. Y es que es muy difícil. Pero bueno, lo que decantó de todo eso me parece que es positivo y que no hay marcha atrás. No hay ninguna vuelta atrás respecto a la manera de ver a una mujer y la manera de ver a un hombre, el trabajo, el trato, la maternidad, la violencia. Un montón de cuestiones que me parece que quedaron mucho mejor, ¿no? En el tema del humor, ni hablar. Me refiero a todo lo que se podía decir y de todo lo que te podías reír. Están todas y todos estos que dicen “Ahora ya no se puede hablar de nada”. Bueno, qué sé yo, no se puede menospreciar a la gente, burlarse de la gente y me parece que está bueno. También es verdad que ese exceso de corrección política llevó a una pérdida de la ironía, para mí. No digo que la gente está más boba, viste que dicen “Ay, los jóvenes no entienden lo que leen. No tienen comprensión lectora”. Ojo, los adultos maso, eh. Hay un lavado de ironía, por ejemplo, la ironía es muy importante.

— ¿Pero, por ahí, eso viene tapado por la solemnidad?

— Por la corrección política. No sé de dónde viene, pero esta cuestión la estuve pensando estos días porque me preguntaba qué es lo que pasó con el humor. Porque veo a veces en mis propias publicaciones que hay gente que no entiende los chistes, así te lo digo.

— Sí, sí.

— No me pasaba en los 90 que la gente no entendiera los chistes.

— Bueno, si pensamos en esas décadas que nosotras vivimos en las que existía el humor en todos los soportes y pensamos cuál es el lugar del humor hoy… tal vez quedó en el teatro, un poco, hay un teatro muy bueno en el que se hace humor.

— Hay un teatro excelente. Y hay humor que quedó en los memes.

— Puede ser, sí.

— El humor gráfico ya casi está en retirada, salvo los que trabajamos en prensa. Pero también hay cada vez menos medios de prensa.

—¿Pero todo esto es porque también hay autocensura?

— Yo no sé si es autocensura. Yo creo que la tira diaria es lo que mejor yo hago, me encanta ese trabajo. Creo que le tengo el pulso tomado. Porque la tira diaria es un goteo diario, entonces no es lo mismo que hacer una cosa por semana. No es lo mismo que trabajar para Instagram. Porque yo veo que ay, sí, son muy vivas muchas que hacen humor para Instagram. Y, sí, podés poner cualquier cosa. Pero cuando trabajás en un diario no podés poner cualquier cosa, es un diario. Entonces vos tenés que tener medir eso. Yo no me autocensuro pero entiendo cuál es el límite. Y tampoco tengo necesidad de armar una revolución ni tengo 25 años para subvertir los órdenes de las cosas. Estoy haciendo mi trabajo. Lo hago bien. Creo que lo hago lo mejor que puedo. Y ya está.

Maitena: "En la época de
Maitena: "En la época de la Ley de aborto y que había tantas manifestaciones en la calle, había mucha agresividad. Un día me levanté y tenía en mi teléfono un mensaje que decía: 'Morite'. Qué sé yo, es feo". (Foto: Alejandra López)

— A lo mejor, justamente eso de caminar por la cornisa, ese límite finito, es más interesante, incluso, ¿no?

— A mí me gusta. Así como me gusta estar en Clarín y no en un medio de izquierda. Yo siempre estuve en la trinchera de enfrente. Estuve en Para Ti, en La Nación, y a mí me gusta eso porque, si no, hablamos entre nosotras de lo mismo que pensamos todas. Estamos todas de acuerdo.

— Hay algo de desafío en divulgar en la vereda de enfrente.

— Exacto, hay algo pedagógico. Sí, sí.

— Es interesante eso.

— Sí, sí. Hay algo que pasa con la tira diaria y es que los lectores terminan conociendo tu sistema de pensamiento. Porque es todos los días, todos los días, todos los días.

— Se genera un vínculo.

— Se genera un vínculo muy estrecho. Entonces te quieren para algunas cosas y para otras te odian. Te consideran una genia para esto, pero “acá estás equivocada”. Bueno, ¿por qué no bajamos todos y nos escuchamos todos?

— ¿Te escriben y te dicen eso de “me gusta más cuando hacés tal cosa que cuando hacés tal otra”?

— Sí. O no, me dicen “Para qué te metés en política”. o “Me gustaba más cuando no hacías política”. Y yo siempre hice política. Obvio.

— Claro. El tema es a qué llamas política.

— Todo es político y sobre todo para los temas de los que yo hablo, que tienen que ver con la mujer y el cuerpo, y la pareja. Puede ser que ahora hablo más abiertamente de cosas que tienen que ver con lo político y lo económico pero cuando estaba en La Nación también lo hacía. En Superadas también lo hacía.

— ¿Te pasó alguna vez que te dijeran “Mirá, esto no se puede publicar”?

— Me pasó dos veces. Una vez me pasó con algo que tenía que ver con lo religioso, el tema de la Iglesia Católica es un tabú enorme. Y después me pasó una cosa muy graciosa y fue porque el personaje se parecía a una tía de alguien del diario que se acababa de operar toda la cara. Era por alguien de la familia del diario. Entonces me dijeron: “Por favor, bajalo”. Y además le puse nombre al personaje y era el nombre de la tía. Me dijeron: “Si no te molesta…”

— Episodios muy menores, diría

— Nada, cero. Nunca me pasó y en Clarín tampoco y ellos me llamaron a mí sabiendo dónde estoy yo parada ideológicamente. Y la verdad es que nunca me dijeron nada. No los conozco. No hablé con nadie. A mí me llamaron, me ofrecieron trabajo, lo tomé, lo hago, lo mando, y esa es mi relación con el diario. Me siento cómoda. Me parece que está bueno y entiendo que también me están leyendo y que también saben que no me voy a desbordar porque sé hacer este trabajo. Soy grande.

Una de las viñetas que
Una de las viñetas que está en el libro "Las mujeres de mi vida". Las relaciones de pareja, uno de los grandes temas de Maitena.

— Hay algo de la cuestión profesional, ¿no?

— Claro, exactamente. Yo no estoy acá para tirar bombas.

— Por eso digo eso de caminar por la cornisa. Porque los que trabajamos en los medios grandes sabemos cómo se camina por ahí.

— Sabemos. Es mi trabajo. Yo estoy trabajando.

— No lo ponés en riesgo.

— No lo pongo en riesgo. Además, si quiero decir otra cosa lo puedo hacer para Instagram. Para eso tengo mis redes. Pero no quiero porque yo no trabajo gratis. Es otra de las cosas que con los años dejé de hacer.

— Es un aprendizaje no solo de la edad sino del género.

— Sí, sí, exacto. Está muy bien, sí. Hasta acá, no. Y, además, porque ahora que soy grande le doy más valor a la vida privada, a la vida personal, y al trabajo le pongo pero no es todo en mi vida.

— ¿Cómo fue volver al dibujo después de tantos años? Porque, por momentos, yo pensaba: no volverá más.

— Yo pensé que no volvía más.

— Vos también pensabas eso.

— Yo pensé que no volvía más. Ni lo pensaba. Pero bueno, una vez que dejé, escribí la novela. Después me puse a hacer agendas. Me puse a mejorar mi vida. A arreglar un montón de cuestiones de mi vida que eran bastante desastre. Estaba trabajando sin parar desde los 17 años.

— Criando hijos y trabajando sin parar.

— Criando hijos. Casándome, separándome. Dejando cosas, adicciones. Esto. Mucha adicción al trabajo, que es también una adicción. Nunca pensé que iba a parar por tanto tiempo pero, bueno, le tomé el gusto. Y, después, tampoco nadie me ofreció nada bueno, entonces quedó ahí. Pero cuando después de la muestra me aparece la oferta de Clarín la pensé, dejé en claro mis condiciones. Yo estoy parada ideológicamente acá, ¿está todo bien? Si, está todo bien. Bueno, dale, vamos. Hay una edad en la cual también está bueno estar ocupado, tener la cabeza y las manos en movimiento, porque si no…

— Y hablando de esas manos, ¿cómo fue volver a dibujar. ¿Es cómo volver a andar en bicicleta o volver a manejar?

— Yo igual siempre seguí dibujando para causas solidarias, para mi nieta que tiene 10 años: seguí dibujando con ella. Y, sí, es un poco como andar en bicicleta. De todas maneras, en cada serie que hice cambié de dibujo porque, como todo en la vida, escribís cada vez mejor, cocinás cada vez mejor, o no mejor pero se modifica. Y empecé a dibujar de otra manera. Y además empecé a dibujar en una tablet.

— Y eso cambia muchísimo.

— Y eso cambia muchísimo.

— Como David Hockney, viste.

— Síiii, espectacular lo que hace Hockney.

Maitena, dibujando en su tablet.
Maitena, dibujando en su tablet. Le gusta y le hace ganar tiempo, dice. (Foto: Alejandra López)

— Y lo rejuveneció, además.

— A mí también. Es muy lindo dibujar en la tablet. Es muy agradable. Y, además, desde ahí mismo hago el boceto, la tinta, el color y lo mando al diario. Simplifica mucho el trabajo. Porque lo que tiene la tira diaria es que es un laburo infernal. Es lo que más me cuesta de este trabajo, te digo la verdad. Lo que más me cuesta de este trabajo es que son muchas horas por día, todos los días. Pero con la tablet se hace un poco más liviano.

— Mencionabas que en estos años aparecieron tus obras en causas más solidarias y recordaba que uno de tus dibujos más famosos tuvo que ver con los atentados del 11 de septiembre de 2001.

— Sí, esa viñeta salió en La Nación. Bueno, en el libro hay un capítulo dedicado a causas políticas, que también estaba en la muestra, tengo un montón de colaboraciones que hice de ese tipo. No puse más porque el libro tiene 320 páginas y podría haber tenido 400. Así como cuando hice la muestra y me dieron un piso entero del CCK y yo dije “Ay, un piso entero”, y después me faltaba espacio.

— Me gusta la idea que aparece acerca de tu cuarto propio, por “el 4to piso propio” que ocupaba la muestra, jugando con la frase de Virginia Woolf.

— Esa fue Liliana Viola, lo del cuarto propio. Muy lindo. Y después empecé a robarme los anexos de la sala. Yo abría la puerta y decía: ¿Y acá? No, acá guardamos material. ¿No lo podemos vaciar, pintar y usar? Podríamos. Lo vamos a hacer. Y me tomé todos los anexos de la sala. Fue una locura la muestra.

— Al borde la tilinguería lo que voy a decirte pero el libro tiene algo particular en cuanto a su estética y su resolución; una lo mira y dice “es un libro como esos que se hacen afuera”, pero está hecho acá.

— A mí siempre me gustó eso. Siempre mis libros se caracterizaron por tener una estética, por ser un objeto. Que lo desees, y que lo guardes y que lo quieras. Siempre me gustó crear un objeto libro. Y éste está hecho acá y es hermoso. Ese lenticular de la tapa es una locura (N. de la R: según como se mira la ilustración, los ojos están abiertos o cerrados y los labios sonríen o toman la forma de un beso). Está divino. Y vale 32.900 pesos, es una ganga. Eso también fue una lucha con la gente de la editorial, que intentamos: “No importa tanto que el papel no sé qué, importa que el libro no sea caro”.

— ¿Te metiste en esa discusión?

— Sí. Sí, me parecía muy importante que no fuera un libro de lujo.

— Por lo mismo que hablábamos antes acerca de la divulgación, ¿no?

— Y por el feminismo: atravesada por la justicia social. Y para que todas esas personas que me siguen y que me leen y qué sé yo, bueno, que puedan tener el libro, que no sea un objeto de deseo imposible.

— Me encanta la frase que aparece al comienzo de tu prólogo acerca de que las mujeres te gustaron desde siempre.

— Sí, es así un poco ambigua. Pero sí, es que me pasaba de chica.

Maitena en la muestra de
Maitena en la muestra de 2022, delante de su célebre viñeta de los atentados del 11-S (Foto: Federico Kaplun).

— Eso que decís acerca de “nunca un amanecer o un caballo, siempre mujeres”.

— Es que siempre dibujaba mujeres. Tenía 8, 9 años y dibujaba chicas. Me gustaba dibujar chicas. Pero además me gustaban las amigas de mi mamá. Yo las miraba. Bueno, aparte lo años 70, viste. La ropa de los 70 era una locura. Me encantaba verlas, escucharlas conversar, de lo que se reían, de lo que hablaban. Todo me interesaba. Los hombres, de verdad, me parecían un plomo. No digo que lo sean ni que me sigan pareciendo eso, pero cuando era chica no me llamaban la atención, en cambio las mujeres me llamaban mucho la atención.

— No es solo lo ornamental, porque estás describiendo algo que tiene que ver con con cómo se vestían, con cómo se arreglaban.

— No, no, también por cómo hablaban. Las cosas que hablaban me interesaban. Como que era menos careta la conversación. Había un señor en mi casa hablando con mis padres y era todo medio (N. de la R.: Maitena hace un gesto de aburrimiento). En cambio si había una amiga de mis padres, la conversación iba por otro carril y eso me fascinaba.

— La figura de los padres son importantes en la vida de todos pero en la tuya aparecen con bastante regularidad en tu obra. En el libro, tu madre aparece en la lista de las mujeres de tu vida.

— Mi madre, la primera, siempre. No solo le dediqué libros sino que cuando escribí una novela pensé que estaba escribiendo una novela sobre una cosa y cuando la terminé me di cuenta de que había escrito una novela sobre mi madre. Así que…

Maitena publicó su novela "Rumble"
Maitena publicó su novela "Rumble" en 2011.

— ¿Cómo ves hoy Rumble?

— No la volví a leer. Incluso no la leí en su momento. pero la leí en portugués.

— La escribiste trece veces, igual.

— La escribí trece veces pero después, cuando la empecé a leer una vez publicada, dije: ay, no, esto está mal. Soy horrible. Pero cuando la leí en portugués, que no leo portugués, más o menos, me encantó. La pude leer entera. Era como la voz de otro. Me sonaba otra persona. Y me la pude leer entera y dije: “está bien esta novela”.

— Porque era otra lengua.

— Porque era otra lengua. Y dije está bien. Y creo que está bien la novela, que es linda. Fue un buen trabajo.

— ¿Cómo fue la decisión de poner tu apellido, Burundarena, que no usás en el resto de tu obra?

— Fue una decisión equivocada. Una buena pregunta. Fue una decisión equivocada, no sé. Me costó mucho publicar la novela. Tenía mucho miedo cuando la publiqué la novela. No la presenté nunca. Nunca la publicité.

— Pero no creo que fuera por lo que tiene la novela sino por las cosas que te pasan a vos con la exposición pública.

— No, yo tenía miedo. Estaba en un momento de muy alta exposición todavía y tenía miedo de que la gente pensara “ay, se aprovecha de su fama de humorista para vendernos”.

— “Ahora está en novelista”.

— Ahora está en novelista. Me acuerdo que el pobre Fito Páez había hecho una película y lo hicieron pedazos. Entonces me daba un poco esa sensación de que me iban a hacer pedazos, qué te metés con eso. De hecho, una persona con la que me crucé me dijo: “qué te metes a escribir si no tenés idea”.

— Ah, bueno.

— Sí. Viste, la violencia está ahí. Por otro lado estaba toda la cosa familiar, aunque hay mucho de ficción, pero toda la cosa familiar también me pesaba. Entonces, era un momento de mucha vulnerabilidad. Y no sé por qué me pareció más serio ponerle el apellido, como despegándome de la firma de la dibujante. Como diciendo: “Esta otra parte de mí hace eso”. Bueno, no es así, es el mismo autor. Tendría que haberle puesto Maitena y si un día la reeditamos le voy a poner Maitena y le voy a sacar el apellido y listo porque no tiene sentido.

— ¿Seguiste escribiendo?

— Yo escribo desde que tengo 15 años.

— ¿Pero con formato libro o imaginando un futuro libro?

— No, no imagino libros pero escribo. Yo tengo tres novelas sin terminar y tengo, no sé, treinta cuentos. Y cosas cortas, bueno, toneladas. Y todos estos años en los que no dibujé escribí un montón y ahora estoy escribiendo para el diario, ¿no? Porque escribir las tiras también es escribir. Y es escribir un montón. Yo tuve una relación con la escritura casi terapéutica. Yo necesito escribir cada tres o cuatro días. Si no escribí en cuatro días y hago muchas cosas, me siento como fuera de mí, como viviendo para afuera y alejada de mí. En el momento que me siento, aunque escriba 10, 15 minutos, nada más que cuatro o cinco cositas, ya está, siento que volví a mi centro.

— Hablábamos antes de lo que significa haber tenido que trabajar desde tan joven y haber sido madre tan joven. Claro, es algo de lo que hablaste muchas veces, pero si hoy pensáramos en una chica de 17 años a la que se le ocurriera iniciar una vida como la que tuviste vos diríamos: Dios mío.

— No, no hay manera. No hay manera de pensarlo. Yo tengo hijas.

Maitena, en la muestra de
Maitena, en la muestra de 2022. (Foto: Federico Kaplun)

— Por eso.

— Yo tengo una hija de 24 años. Y yo, a los 24 años tenía dos hijos, había perdido un hijo en un parto, me estaba separando de mi marido, tenía cinco trabajos, alquilaba un departamento grande, de tres dormitorios, lo pagaba yo, nunca recibí un peso de mi familia, y tenía 24 años. O sea, tenía la vida de una persona de hoy de 40.

— Sí, completamente.

— Absolutamente. Y unas ganas de vivir… por eso también me mandaba locuras, ¿no? Porque también tenía 24 años en algún lugar.

— Por supuesto. ¿Pero pensás que todo eso alimentó lo que sos como artista? Porque hay algo del orden del arte que también se nutre de esas experiencias.

— Yo creo que sí. Y Mujeres alteradas es una serie que está llena de madres, niños y situaciones de la vida doméstica. Y yo pude escribir eso porque tenía la experiencia. Mujeres alteradas son todas las preguntas que yo me hacía respecto a esa vida que tenía, era mi vida. Yo no ponía que “Ay, soy tan joven”. Eso ni se me ocurría. Era mi vida. Y sí, claro que tiene que ver la experiencia en el trabajo y de lo que hablás.

— Algo que me gusta cuando hablás de todas esas mujeres de tu vida es que entre tus hijas, tu madre y tus amigas también están quienes te ayudaron a criar a los chicos.

— Sí, están las tres o cuatro personas que fueron muy importantes en mi vida. Yo a Carmen, que trabajó conmigo 19, 20 años, y que cuando me separé siguió trabajando con mi marido y sigue con él, le dediqué un libro porque no lo podría haber hecho sin ella. Tenía un bebé de 4 meses. Me tomé cuatro meses de licencia y volví al diario, tira diaria todos los días, publicaba en doce países. Si no hubiera estado Carmen con su amor, con su dedicación, con su disponibilidad, con su buena onda, no lo podría haber hecho. No había manera.

— Esa red que se arma, ¿no?. De mujeres que cuidan a los hijos de otras mujeres pero, a la vez, en sus barrios hay otras mujeres que les cuidan a los propios.

— Bueno, en el caso de Carmen, tenía a su hija en Paraguay, que después pudo volver a la Argentina gracias a que trabajaba conmigo y que consiguió un laburo estable. Pero igual era muy duro ver cómo la hija de ella y la mía, que tenían casi la misma edad, cómo les fue distinto en la vida. Las cosas que les pasaron. Es muy duro. Es muy dura la vida de las mujeres. Y también ese lugar de tener a una persona que te está ayudando es polémico. Porque también vos sentís que le estás robando el tiempo de su vida, ¿no? Carmen ya era grande cuando empezó a trabajar conmigo pero no lo podría haber hecho sin ella. Ni sin Zulma, que fue la primera chica que trabajó en mi casa y que me habían dicho que tenía 18 años pero tenía 16. Y yo tenía 19.

— Dos criaturas.

— Éramos dos criaturas. Estuvo 6, 7 años conmigo. Y gracias a ella yo pude ir a buscar trabajo a las editoriales porque le dejaba a los pibes, agarraba la carpeta y me iba, hacía el recorrido por las editoriales y volvía y dibujaba en el comedor de mi casa a la noche, cuando dormían los chicos. Pero ella era la que se quedaba con ellos mientras yo iba a buscar trabajo. Los iba a buscar al colegio.

— Te escucho y pienso en tus historias, tus tiras y las series y entiendo que lo que vos hacés es periodismo también. Es arte y también es periodismo.

— Sí, yo creo que sí. Es una columna.

— Es una columna. Los periodistas muchas veces salían a la calle a buscar las historias. A escuchar, a ver. ¿Vos cómo alimentás esa parte de tu trabajo?

— De la calle. Fui una gran lectora de diarios en una época. Cuando me fui a vivir a Uruguay dejé de recibir diarios argentinos, sólo llegaban en verano, entonces me desacostumbré. Pero todo viene de diarios y de escuchar a la gente, sobre todo. A mí me gusta mucho hablar y escuchar. Escucho mucho. Mis amigas son un gran yacimiento de ideas. Y la vida de las mujeres, todo lo que veo. La señora que limpia mi casa y mi amiga, la que me atiende cuando voy a comprar a un negocio y la veo, y también veo a la hija y le veo al marido. Y también me gusta mucho escuchar conversaciones. Me encanta cuando voy caminando por la calle y pasa la gente y escuchás un pedacito.

— Después reponés el contexto.

— Después repongo de dónde vino lo que pasa, pero me gusta mucho. Me parece que ahí siempre hay algo.

— Pero ves que ahí hay algo de la crónica, eso decía.

— Sí, sí. Y también lo que hago con los looks ¿no? Me gusta mirar por la calle lo que se ponen las mujeres. El otro día hice un dibujo de dos viejas que encontré, las viejas son increíbles, una tenía un sombrero rarísimo. Y las dibujé y una me puso en Instagram “ay, parecen de una obra medieval. ¿De qué están disfrazadas?” Le digo: “Las vi en la calle”. (Risas) Las vi en la calle. Pero viste que ahora hay mucha mala onda en las redes.

— Ah, ¿cómo te llevás con eso?

— Fui aprendiendo, al principio me costó. En la época de la Ley de aborto y de que había tantas manifestaciones en la calle, había mucha agresividad. Un día me levanté y tenía en mi teléfono un mensaje que decía: “Morite”. Qué sé yo, es feo.

— Es horrible.

— Es muy feo. Ahora me plastifiqué y la verdad que no me importa. Si me ponen algo así nuevamente, bloqueo. Si ponen algo agresivo, mala onda, bloqueo. Es lindo bloquear.

— Sí, tiene algo de gratificante.

— Es como un slime (N. de la R.: Masa viscosa, pegajosa y bastante flexible que se usa para los juegos infantiles).

— En X o en Whatsapp hay otra cosa bastante linda que es silenciar. Dejás al otro hablando solo…

— Tengo algunes silenciades. Pero porque hay gente que me manda cosas periodísticas, noticias por mensaje como si yo no leyera los diarios.

— Son tus proveedores, tus fuentes (risas).

— “Ay, no me enteré” ¿entendés? Los silencio porque me mandan cuatro por día.

Dice Maitena que sigue mirándose
Dice Maitena que sigue mirándose al espejo para reproducir determinados gestos en sus dibujos pero que, a la vez, está mirando mucho más a la gente para dibujar. (Foto: Alejandra López)

— Por si no lo viste.

— Pero está en la tapa del diario. Hay algo que me gusta de los comentarios y es que de repente viene una mina y te dice algo que a mí no se me había ocurrido. Y es interesante.

— Pero eso suma.

— Eso suma. Y también yo tenía siempre fans, como no existían las redes, las fans que te decían “Tal cual, a mí me pasa lo mismo que a vos. Es tal cual. Parece que vivieras en mi casa”. Todo eso. A partir de las redes, empiezo a escuchar: “No, a mí no me pasa eso. A mí me pasa tal cosa. No, yo nunca”. Las diferencias. La diversidad es la diferencia. Bueno, bienvenida. Si no sos agresiva.

— Esa diferencia y esa diversidad vienen de la mano del imperio del yo, ¿no? Es un “yo tengo que diferenciarme”.

— Siempre. Siempre. Siempre. Pero bueno, yo no digo nada, yo he tenido la pantalla para diferenciarme y decirlo, así que bueno, que lo digan todas. Pero a los que agreden y molestan, bloqueo. Y otra cosa que me pasa y que me parece linda es que se contestan entre ellas y entablan conversaciones sobre temas que están buenos.

— Y vos espiás eso.

— Yo miro, pero no me meto. A mí me gusta ver eso porque me encanta tener a las que me defienden; que cuando una dice algo, sale otra y no hace falta que yo entre. O subo algo y me dicen “eso no es verdad, eso no sé de dónde lo sacaste”, no sé qué, y pasa una y manda un link, ¿entendés?, un link en donde está toda la información sobre eso que estoy diciendo. Y digo: Ay, gracias, chicas, qué amor.

— Así como escribiste trece versiones de tu novela Rumble, sos muy obsesiva también con los dibujos, ¿no? En la muestra y en el libro aparece mucho eso de “todas las versiones posibles”.

— Sí, el proceso creativo que está acá en el libro, que es un delirio. Soy obsesiva loca.

— ¿Te genera angustia eso?

— Creo que no porque en realidad lo que me genera es placer cuando lo hago. Porque hay un goce, evidentemente. Hay días en los que estoy muy ocupada. Ahora con la prensa, este año que estuve haciendo la tira en Clarín y el libro en paralelo, eran dos trabajos. Entonces a veces decía: bueno, hoy voy a hacer una tranqui. Fácil. Que la pueda terminar en tres horas. Y de repente me encuentro dibujando a la mina con tatuajes, arito, anillito, una hebillita. Soy loca, entendés.

— ¿Seguís mirándote al espejo para conseguir los gestos de las mujeres que dibujás?

— Sigo mirándome. Y miro fotos también, ahora. Miro fotos de gente que me gusta. Estoy dibujando un poco más mirando a la gente. Y está lindo eso. Creo que me salen personajes que me gustan. Me gustaría dibujar mejor en el sentido de que me gustaría tener más tiempo para dibujar. Hay veces que me da bronca porque el guion estaba bueno y lo resuelvo con un dibujo que no está tan bueno como podría estar y le podría sumar. Pero es que no me da el tiempo, es muy exigente la tira diaria. Vamos a ver ahora, cuando termine la prensa del libro, si tengo más tiempo y puedo decir “si quiero estar cinco, seis horas haciendo una tira, lo puedo hacer”.

Maitena: "Las feminazis. La cancelación.
Maitena: "Las feminazis. La cancelación. Hay cosas que estuvieron mal. Que estuvieron desbordadas" (Foto: Alejandra López).

— Cuando arrancaste no había mujeres haciendo humor. Estabas en un mundo de hombres. ¿Cómo ves a las mujeres que hacen humor hoy?

— Bueno, ahora ya no es un mundo de hombres. Yo te diría más, es un mundo de mujeres. Muchas hijas mías. Que también está en el libro la sala que había de los trabajos de Línea Peluda, de la cual fui madrina. Es muy conmovedor saber que le abriste la posibilidad de pensarse algo a una niña. En mi caso, todas las historietas que leía estaban dibujadas por hombres. A mí no se me cruzó por la cabeza que yo podía dibujar historietas. Empecé como ilustradora, como viñetista, y me crucé con el material de Claire Bretécher a los 19 años y me rompió la cabeza. Pero no tenía a nadie, nadie me había habilitado a eso. En cambio, yo habilité a muchas niñas a decir “Ah, yo quiero hacer eso” y se ponen a dibujar y hacen un globito. Y eso me parece muy lindo, muy conmovedor. Ahora creo que hay más mujeres que hombres que dibujan o será que yo sigo a más mujeres que hombres y el algoritmo lo sabe. Como siempre hay de todo. El tema, para mí, es que es diferente ser ilustradora que ser humorista. Entonces, hay gente que dibuja muy bien pero es medio débil con el guion. Entonces, para mí esas chicas tendrían que trabajar de ilustradoras, realmente. Aunque quisieran ser humoristas. Porque para hacer humor y viñeta gráfica con texto, hay que escribir también.

— Hay que saber escribir.

— Bueno, se aprende. Pero si ya te fijaste un par de años que lo estás haciendo y que no sale, switcheá para otro lado. Hay cierta insistencia que yo veo de “ay, yo no quiero hacer una viñeta”, y no es por ahí, y ves los dibujos y están buenos. Y después hay buenísimas. A mí me gusta mucho Flavita Banana, de España. Y de acá, también, ahora me estoy olvidando de las que me gustan pero bueno, así es el mundo. Pasa que me gustan muchos chicos. Me gusta Pancho Pepe. Me encanta uno que se llama Miseria. Lo estoy siguiendo, es espectacular. Me gusta Gustavo Sala. Langer, que es genial, ¿no?, pero bueno, ya es de mi edad. Qué sé yo, hay todo un universo de gente nueva que está bueno. Con el tema del feminismo hubo una explosión enorme de chicas haciendo viñetas. Algunas medio plomo, para mi gusto. Porque no tenés que nombrar el patriarcado cada vez. Hablá del patriarcado sin nombrarlo, esa es la viñeta. Si no, es un plomo para el que la lee.

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