Mario Mactas es el protagonista del documental Un tal Mario, dirigido por su hija Mariana Mactas. La película, que se proyecta en Malba durante los viernes de octubre, explora la vida y trayectoria profesional de Mactas, parte de una grupo que dejó una marca indeleble en el periodismo argentino a través de la revista Satiricón. Este medio, conocido por su humor político, enfrentó la censura durante la dictadura militar, lo que llevó a Mactas al exilio en Colombia durante varios años.
El documental, que tuvo su premiere mundial en el BAFICI, se centra en la relación entre Mario y su hija, quien lo impulsa a revisar su pasado. A través de entrevistas con colegas y amigos, como Luis Brandoni, Susana Giménez y Alejandro Dolina, se construye una narrativa que aborda no solo la historia personal de Mactas, sino también el impacto del exilio en su vida y en la de muchos argentinos.
La obra de Mariana Mactas no es una biografía convencional, sino una semblanza que busca capturar la esencia de su padre, un hombre con una mirada única sobre el mundo. La película también incluye un viaje a Carlos Casares, un lugar significativo en la infancia de Mario, donde se conectan con sus raíces familiares y culturales.
El documental también destaca la capacidad de Mactas para adaptarse a los cambios en el periodismo, especialmente en la era digital, donde su enfoque poco convencional lo convierte en un referente singular. La película, que es la ópera prima de Mariana, refleja su deseo de compartir no solo la historia de su padre, sino también su sentido del humor y su perspectiva única.
Infobae Cultura dialogó con la directora de Un tal Mario, en especial, sobre las particularidades de hacer un documental sobre su padre. “No debe ser fácil verse en una película, pero en general está muy contento y halagado”, comenta Mariana.
—¿Cómo surgió la idea de hacer un documental sobre tu padre y por qué decidiste liderarlo vos?
—La idea surgió en charlas familiares, hablando con Carlos Álvarez Insua, un amigo que conocía bien a mi papá y siempre decía que era un personaje interesante para un documental. Yo quería hacer algo en el mundo audiovisual, y pensé: tengo un gran personaje a mi lado, más allá de que sea mi padre. Así que empezamos a desarrollar la idea con esa perspectiva, viendo el material más allá de nuestro vínculo familiar.
—¿Pudiste equilibrar tu rol de hija y de directora en el documental?
—Aunque tenemos una relación afectuosa, siempre hemos podido mantener cierta distancia profesional. Ya habíamos trabajado juntos antes, y eso ayudó. Vi muchos documentales familiares, especialmente en festivales como BAFICI, pero no quería repetir lo mismo, es decir, enfocarme solo en archivos familiares o temas comunes. Quería capturar más bien la forma poco convencional de pensar de mi padre, Mario, porque su manera de ver el mundo es lo que realmente me parecía interesante, más allá de su historia personal.
—¿Cómo reaccionó cuando le propusiste la idea del documental, considerando que es una exposición mayor a la que estaba acostumbrado?
—Le divirtió la idea, aunque creo que al principio no estaba seguro de que lo llevaría a cabo. Cuando llegamos a la etapa de edición y lo presentamos para BAFICI, me dijo sorprendido: “Al final lo hicimos”. A veces se extrañaba por mis decisiones, como los lugares donde grabábamos o los textos que le pedía leer, pero siempre estuvo dispuesto. Incluso propuso ideas, como los poemas que finalmente incluimos. Fue un proceso de colaboración mutua.
—También se involucraron otros miembros de la familia...
—Fue un proceso muy amoroso. Participaron miembros de la familia de distintas etapas de su vida, incluyendo su exesposa. Todos aceptaron enseguida cuando se los propuse. Algunos testimonios, como los de mis hermanas, fueron muy movilizadores, especialmente por el tema del exilio y su impacto en nuestra familia. La vuelta a Argentina fue dura, y revivir esos momentos fue doloroso para ellas. No las obligué a participar, solo les propuse, y aceptaron, aunque fue difícil regresar a esos recuerdos que nos marcaron tanto.
—¿Cómo fue tu metodología de trabajo? ¿Escribiste un guion y decidiste quiénes debían participar desde el principio?
—Sí, escribí un guion, aunque la idea fue evolucionando. Me interesaba capturar una generación de periodistas, especialmente la época de Satiricón, que me parece genial. Por eso enfoqué en ese periodo de su vida y contacté a quienes formaron parte de esa redacción. Sin embargo, gran parte del documental tomó forma en la edición. Ahí surgió la narrativa de una hija intentando convencer a su padre de regresar a su lugar de origen, Carlos Casares, lo que no estaba en el guion inicial. El viaje se convirtió en el eje narrativo, y aunque mi padre se resistía a la nostalgia, terminó aceptándolo. Así, durante la edición, surgieron necesidades de grabar más y ajustar detalles.
—El documental muestra el detrás de cámaras, algo que suele cortarse en producciones tradicionales. ¿Por qué decidiste dejar esas escenas?
—En el guion original casi no aparecía, pero durante la edición, me sugirieron que la relación entre padre e hija debía estar presente, ya que le daba fuerza a la película. Aunque al principio me daba pudor, entendí que aportaba personalidad al documental. Decidí incluir el detrás de cámaras porque quería mostrar el humor de mi padre, que es muy ocurrente y divertido. No quería que el enfoque en temas serios como el exilio hiciera la película demasiado solemne. El backstage le daba ligereza y permitía equilibrar los momentos más densos, además de mostrar cómo el sentido del humor ha sido su forma de lidiar con la vida.
—¿Cómo reaccionó él cuando vio el documental por primera vez?
—La primera vez que lo vio fue en BAFICI, y aunque estaba un poco nervioso y emocionado, disfrutó la experiencia. La sala estaba llena y la gente aplaudió, lo que hizo que fuera un momento muy especial. A mi padre le da pudor tanta exposición, pero lo vive con alegría y orgullo. En el estreno en el Malba, me comentó que algunas partes le causaron tristeza, lo cual entiendo.
—¿Qué sentiste al terminar tu primera película, especialmente siendo un proyecto tan personal? ¿Cómo fue el proceso de soltarlo?
—Fue difícil soltarla porque siempre sentía que se podía mejorar. Hubiera querido más presupuesto y tiempo, pero en un momento supe que estaba lista y creo que quedó bastante sólida. Me habría gustado tener más material de archivo, como esas películas caseras en super 8 que muchas familias tienen, pero nosotros no. Tuvimos que trabajar con lo que había, y aunque fue un desafío, también fue interesante ver cómo la falta de recursos impulsó la creatividad.
—¿Descubriste algo nuevo sobre la vida o la personalidad de tu padre durante el proceso?
—Sí, hubo aspectos de su vida que desconocía, especialmente sobre su exilio, un tema del que nunca se habló mucho en mi familia. Durante el documental, lo escuché contar detalles que nunca había oído, ya que siempre evitó hablar de esa época. Como madre ahora, entendí mejor lo difícil que debió ser para él, joven y con hijos pequeños, dejar el país con miedo e incertidumbre. En ese tiempo, todo era más complicado: las cartas tardaban en llegar y no había comunicación inmediata. Reflexionar sobre eso fue un ejercicio muy revelador y, aunque difícil, creo que la película lo refleja.
*”Un tal Mario” se proyecta todos los viernes de octubre a las 20 hs. en el cine del Malba (Av. Pres. Figueroa Alcorta 3415, CABA). Las entradas se pueden comprar en el lugar o en la página web del museo.