Era una desconocida, ahora es Premio Nobel: cómo entrevisté a Han Kang y perdí la grabación

Me dio una sensación rara cuando escuché que la autora coreana había ganado el Premio Nobel de Literatura. Me encontré con ella para hablar de un libro terrible pero me equivoqué

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Han Kang, según los Premios Nobel.
Han Kang, según los Premios Nobel.

Tengo que decirte la verdad: tuve un sentimiento raro cuando escuché que la Premio Nobel de este año, a quien acaban de nombrar, es Han Kang, la autora surcoreana a la que conocimos por su novela La vegetariana. Ya te cuento por qué.

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La vegetariana

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A esta altura quizás ya lo sabés: la novela es poética pero también violenta y oscura. Una mujer joven decide que no quiere comer más carne. Que no quiere tener nada que ver con la carne, que no la puede ver, que le da asco. Su marido no entiende, su padre no entiende. De alguna manera, ese rechazo se va convirtiendo —así lo lei yo en su momento— en un desafío a ellos. Al marido, pero sobre todo al padre. ¿Me acuerdo bien?

Digo “no sé si me acuerdo bien” porque la leí en 2013, cuando ella vino a la Feria del Libro de Buenos Aires. La trajo una editorial chiquitita, “Bajo la luna”. La Feria del Libro buscaba internacionalizarse, el editor Miguel Balaguer se animó e hicieron la primera traducción de Han Kang a una lengua occidental. En Buenos Aires. Con una traductora crecida y formada en Buenos Aires, Sun-me Yoon.

“De ella lo que recuerdo es que eran sus primeros roces internacionales, era una persona muy muy introvertida, con una brecha cultural enorme desde Corea a Buenos Aires, las antípodas del mundo”, dice Miguel Balaguer. “Era uno de sus primeros viajes importantes, no tenía el roce internacional que fue teniendo después, a partir de ganar el Booker y de haber sido un fenómeno en Inglaterra y en Estados Unidos”, dice el editor. Que, claro, hoy no tiene los derechos de la obra. Pasa siempre con los editores independientes: lo suyo es descubrir autores y si les va bien, si crecen, si explotan, ya no pueden pagar sus derechos. Le digo esto a Balaguer y el mensaje es amable, se adivina una sonrisa: “Noo.. tendría que haber sido holandés para renovar después”.

Han Kang responde a una entrevista en el stand de Bajo La Luna en la Feria del Libro de Buenos Aires 2013. (Cortesía Miguel Balaguer)
Han Kang responde a una entrevista en el stand de Bajo La Luna en la Feria del Libro de Buenos Aires 2013. (Cortesía Miguel Balaguer)

Algo ganó Balaguer con Han Kang, algo perdió. Y yo tambíén, por eso el sentimiento raro. En 2013 la pequeña editorial insistía en que entrevistáramos a su autora. Yo trabaja en Clarín, cubríamos la feria por todos lados. Ese año venía J.M Coetzee, que ya era Premio Nobel. Venía el best seller John Katzenbach, venía el cubano Leonardo Padura, muy leído por estas pampas, venía el popularísimo Arturo Pérez Reverte, el potente ruso Vladímir Sorokin —otra estrella—, Rosa Montero, Javier Cercas, Laura Esquivel, Laura Restrepo, Cees Nooteboom. Con ese seleccionado, ¿qué lugar había para una coreana tímida y desconocida?

Sin embargo, algo me hizo escuchar a Miguel y su gente. En medio de esa corrida me hice tiempo —madrugadas alumbrando con linternitas— y leí La vegetariana. Me recuerdo metida, como mareada en ese mundo raro. El sueño con el que empieza todo: “Crucé un arroyo congelado y descubrí un edificio iluminado que parecía un granero. Entré apartando una cortina de arpillera y los vi. Eran cientos de enormes y rojos bultos de carne que colgaban de unos maderos. De algunos de ellos caían gotas de sangre todavía fresca”.

La primera edición en castellano de "La vegetariana".
La primera edición en castellano de "La vegetariana".

Después de eso ella no quiere comer carne, ni huevo, nada. Ni verlo en su casa. Tira todo lo que hay en la heladera, cocina algas. El marido se enoja. Y todo va a ser peor. Se vienen la soledad, la violencia y, quizás, la locura.

¿Todo porque no quiere comer carne? ¿Qué les importa? “Que coma lo que se le dé la gana”, diría una. Pero justamente porque suena tan irrelevante la rebelión, tan personal, tan “qué les importa” es que hay que entender otra cosa ahí. ¿De qué está hablando Han Kang? ¿Qué desobedece la protagonista? ¿Qué, a quién, repudia, con ese asco? ¿Qué desobediencia es intolerable?

En alguna entrevista ella contó que la frase de partida, la central, fue “Padre, yo no como carne”. El padre, el padre ahí como la ley, la tradición —¡es coreana!—, el sentido de la vida. Y ese “no” que aniquila la autoridad, tal vez, para dar lugar al sujeto. A ser una persona, bah.

Mi suegro aplastó el cerdo agridulce contra la boca de mi mujer, que se agitaba penosamente. Con sus dedos recios, le abrió los labios, pero no pudo hacer nada para entreabrir los dientes fuertemente cerrados. Ciego de cólera, volvió a pegarle una bofetada”.

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La clase de griego

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Entonces pacté la entrevista. No me preguntes en qué agujero dentro de la locura de la Feria del Libro metí media hora con Han Kang. La cita era unos banquitos en el estand de Bajo La Luna, en el medio del ruido. ¿Te imaginás si hubiera sido Pérez Reverte? Medio mundo se le hubiera tirado encima. Pero a Han Kang no la conocía nadie así que nos sentamos bien cerquita, seguro había un traductor pero no lo recuerdo, y con mucha atención traté de captar su voz baja.

Me veo ahí, la veo a ella. ¿De qué hablamos? De la obediencia, claro. Había una pista: la protagonista no usa corpiño. Mmm...

Cordial, tranquila, Han Kang. Muy diferente de la guerrera impasible de la novela. Mi colega Andrés Hax contó en una crónica algo que yo también recuerdo. Que empezaba cada respuesta como aprehendiendo la pregunta. Decía “ohhh” y luego contestaba. Escribió Hax: “En un momento le preguntaron si ella era vegetariana y contestó: ‘Ohhhh, cuando tenía veintipico de años y estaba sumergida en el budismo fui vegetariana por tres o cuatro años. Ahora ya no..’.”

El stand de Bajo La Luna en la Feria del Libro 2013. (Cortesía Miguel Balaguer)
El stand de Bajo La Luna en la Feria del Libro 2013. (Cortesía Miguel Balaguer)

¡Claro! No era vegetariana porque la novela no se trataba de eso sino que hablaba a través de eso. Rebelarse, seguir un mandato propio y extraño (un sueño), sostener una convicción. ¡Cuánto enoja una convicción!

Salí de la entrevista feliz y conmovida. Me llevé apuntes y su voz en un grabador de esos chiquitos que usaba por ese tiempo. Seguí con las estrellas de la Feria, con las corridas, con las luces, con las entrevistas en el escenario. Pensé que Han Kang podía esperar y la nota podía salir perfectamente un mes después.

Después otras noticias, producciones, la vida misma. Han Kang quedó para otro momento. Después perdí el grabador o perdí la grabación, no sé. Chau, la preciosa charla se fue.

Me quedó en la cabeza su voz pero sobre todo su escritura. No me sorprendió cuando, en 2016, ganó el prestigioso Premio Booker. Ahora, que cuento esto, me acuerdo de un grabadorcito que tengo y me da una esperanza: ¿y si era ese y no perdí nada? Lo enchufo a la compu, pero el USB no lo reconoce: ya es tecnología vieja.

Por suerte las palabras quedan: aquí les dejo unas frases de La vegetariana.

Mis subrayados

1. “No pudo ser más vívida la sensación de desgarrar con mis dientes esa carne cruda. Y mi cara, mis ojos… Me había vuelto una desconocida, pero no había duda de que era yo. No, al revés. Era un rostro visto innumerables veces, pero no era mi cara”.

2. “—¿Pero entonces has tirado toda la carne que había en el frigorífico por ese estúpido sueño? ¿Cuánto valía lo que tiraste?”.

3. “Habría podido comprenderla si mi mujer hubiera detestado la carne desde el principio, pero había sido de comer muy bien desde antes de casarnos. Eso fue algo que me agradó en especial de ella. Sabía dar la vuelta a las costillas de cerdo sobre las brasas con destreza y troceaba sin vacilar la carne, sosteniéndola con pinzas con una mano y cortándola con la otra con una tijera grande”.

4. “¿Pero qué era esta cena que me había preparado hoy? Sentada de lado en la silla, se llevaba a la boca cucharadas de la sopa de algas, desabrida por donde se la mirase, y engullía el arroz envuelto en hojas de lechuga y lo masticaba con los carrillos llenos”.

5. “—Come, hazme caso que soy tu padre. Te lo digo por tu bien. ¿Qué harás si enfermas por seguir así?”.

6. “—Padre, yo no como carne —dijo mi mujer, apartando con una mano los palillos de mi suegro, que temblaba en silencio”.

7. “El golpe había sido tan fuerte que le había dejado una marca sanguinolenta en la mejilla. Como si justo entonces se hubiera quebrado su serenidad, empezó a jadear.—¡Sujetadle los brazos!—¿Qué?—Cuando por fin empiece a comer, comerá como antes. ¿Dónde se ha visto que alguien no coma carne en estos días?”.

8. “Mi cuñada se abalanzó y lo abrazó por la cintura, pero en el instante en que se le abrió la boca a mi mujer, él le introdujo a la fuerza el trozo de cerdo agridulce. Ante la embestida, mi cuñado le soltó el brazo y ella escupió la carne lanzando un bramido. Fue un alarido de bestia el que salió de su boca”.

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