El arte no es sólo emoción, también es trabajo, herramientas, técnicas. Las formas de hacer, por ejemplo un retrato, son varias. El elemento más extendido es el óleo, la mezcla de pigmentos con aceites. También está la acuarela, la témpera, el acrílico. Hoy hablaremos de una técnica muy especial: el pastel. La palabra proviene de la francesa pastiche. Consiste en triturar el pigmento puro en polvo hasta crear una pasta. Cuales son sus orígenes y quiénes son sus grandes maestros.
Breve historia del pastel
La invención del pastel se atribuye al pintor alemán Johaim Thiele, quien introdujo inicialmente una paleta limitada: rojo, negro y blanco. Con el tiempo, la gama de colores se expandió significativamente, permitiendo a los artistas explorar nuevas técnicas y estilos. Nació en el siglo XV, se desarrolló con fuerza en el XVII —cuando los artistas comenzaron a experimentar con medios de color seco, como las gredas naturales y las tizas— y alcanzó su apogeo en el XVIII, su edad de oro.
En el siglo XIX, la demanda creciente llevó a la creación de empresas dedicadas a la fabricación de pasteles duros y blandos, ofreciendo una amplia selección de colores e intensidades. Un ejemplo notable de la transición del pastel como herramienta de dibujo a técnica pictórica completa es el retrato de un hombre barbudo realizado alrededor de 1575 por L’Anonyme Lécurieux, quien utilizó tiza negra, negra azulosa y roja para crear una ilusión de una paleta más amplia.
La técnica del pastel se popularizó en el siglo XVII gracias a artistas como Joseph Vivien, Jean Marc Nattier y Charles Antoine Copeyl, quienes transformaron el pastel en una forma reconocida de pintura que competía con la pintura al óleo. En la década de 1650, el enfoque pictórico de Robert Nanteuil en sus retratos en colores pastel marcó un cambio significativo, aplicando el medio de manera similar al óleo pero con una riqueza y variedad de toques distintivas.
El siglo XVIII fue testigo de la edad de oro de la pintura al pastel, con la demanda de retratos en este medio por parte de reyes, príncipes y miembros de la burguesía. A los impresionistas les permitía captar los infinitos cambios del paisaje, por ejemplo. Artistas como Jean-Baptiste Perroneau, Chardin, Francois Boucher, Greuze, Mesdames Labille-Guiard y Vigée Lebrun destacaron en el uso del pastel, así como también los cuatro que siguen a continuación.
Rosalba Carriera, la gran innovadora
Una de las referentes de esta técnica es Rosalba Carriera, destacada pintora del estilo rococó, que dejó una huella indeleble en el arte del siglo XVIII con su innovador uso de la pintura al pastel. Nacida en Venecia el 7 de octubre de 1675, se convirtió en una figura influyente durante su estancia en París en 1720. Su habilidad para capturar la esencia de sus modelos con suaves perfiles y detalles floridos la llevó a ser una de las retratistas más solicitadas de su tiempo.
Comenzó su carrera artística creando patrones de encaje para su madre, Alba Foresti, quien trabajaba en ese comercio. Con el auge del tabaco en polvo, Carriera encontró una nueva oportunidad al pintar miniaturas para las tapas de las cajitas de rapé, utilizando marfil para dar luminosidad a sus obras. Esta innovación la llevó a ser la primera en romper con las reglas académicas de la miniatura, empleando un trazo veloz característico de la pintura veneciana.
A medida que su reputación crecía, se especializó en retratos al pastel, una técnica que perfeccionó y que le permitió captar la atención de visitantes extranjeros y nobles que llegaban a Venecia. Entre sus retratos más destacados se encuentran los de Maximiliano II de Baviera, Federico IV de Dinamarca y Augusto el Fuerte de Sajonia, quien adquirió una amplia colección de sus pasteles. En París participó activamente en la vida social y cultural de la ciudad.
En sus últimos años, su vista se deterioró, probablemente debido a su trabajo en miniaturas, y finalmente quedó ciega. A pesar de dos operaciones de cataratas, no recuperó la visión. Pasó sus últimos años en Venecia, sobreviviendo a toda su familia, y falleció el 15 de abril de 1757. La obra de Carriera se caracteriza por su habilidad para representar texturas y detalles, capturando la suntuosidad de sus ricos patronos.
Edgar Degas, héroe obsesivo
Otro héroe del pastel es Edgar Degas, un destacado pintor, escultor y grabador francés. Aunque es ampliamente reconocido como uno de los fundadores del impresionismo, prefería describir su estilo como realismo o arte realista. Su habilidad para capturar la esencia de la vida se refleja especialmente en sus obras sobre bailarinas, carreras de caballos y desnudos, donde la sensación de movimiento es palpable. Muchos de esas obras fueron hechas con la técnica del pastel.
A finales de la década de 1870, Degas dominaba tanto el óleo como el pastel, utilizando este último para crear complejas capas y texturas que le permitían explorar el uso del color con libertad. Durante este periodo, también retomó la técnica del grabado, que había abandonado diez años antes, y comenzó a experimentar con la litografía y la monotipia. La monotipia, en particular, le fascinaba por los efectos que producía, y a menudo modificaba las imágenes impresas con pastel.
En sus obras sobre bailarinas y lavanderas, Degas reflejaba las ocupaciones de estas mujeres no solo a través de su vestimenta, sino también por su estructura física. Las bailarinas, por ejemplo, exhiben un físico atlético y grácil, mientras que las lavanderas presentan un cuerpo más sólido y pesado. Esta atención al detalle y a la realidad física de sus sujetos es una de las características que hacen de Degas un maestro del dibujo.
Nacido en París el 19 de julio de 1834, se destacó no solo por sus pinturas, sino también por sus esculturas y grabados. A pesar de su éxito y reconocimiento, vivió una vida solitaria, marcada por su creciente ceguera y su retiro del mundo social. A partir de 1907, se enfocó principalmente en el uso del pastel, casi como una obsesión, y se cree que dedicó gran parte de su tiempo a la escultura hasta finales de 1910.
Sin embargo, su carrera artística llegó a su fin en 1912, cuando se vio obligado a mudarse debido a la demolición de su residencia en la calle Victor Masse. Este cambio marcó el inicio de un periodo de aislamiento social para Degas, quien nunca se casó y vivió sus últimos años casi ciego, paseando solitario por las calles de París hasta su muerte el 27 de septiembre de 1917.
Mary Cassatt, la gran dama del impresionismo
Mary Cassatt nació en Allegheny City, Pensilvania, el 22 de mayo de 1844, pero pasó gran parte de su vida en Francia, donde se unió al movimiento impresionista y estableció una estrecha relación con Edgar Degas. Ella admiraba al francés desde 1875, cuando vio sus trabajos con la técnica de pastel en una galería de arte. Este encuentro marcó un punto de inflexión en su carrera, llevándola a participar activamente en las exposiciones impresionistas.
Junto a Marie Bracquemond y Berthe Morisot formaron una sociedad y se convirtieron, según Gustave Geffroy, en “las tres grandes damas” del impresionismo. El estilo de Cassatt evolucionó hacia una mayor espontaneidad, en parte gracias a la influencia de Degas, quien la introdujo en el uso del pastel y el grabado. Durante un tiempo, ambos artistas colaboraron estrechamente, lo que fortaleció el dibujo lineal de Cassatt.
La exposición impresionista de 1879, organizada por Gustave Caillebotte, fue un éxito notable a pesar de la ausencia de figuras como Renoir, Sisley, Manet y Cézanne. Cassatt y Degas destacaron en esta muestra, recibiendo elogios de la crítica, aunque también enfrentaron comentarios duros. La Revue des Deux Mondes reconoció su talento, señalando que eran los únicos artistas que ofrecían una atracción en un espectáculo que consideraban pretencioso.
La relación profesional entre Cassatt y Degas fue intensa y productiva. Sus estudios estaban ubicados cerca uno del otro en París, lo que facilitó su colaboración. Él le ofrecía consejos y la ayudaba a conseguir modelos, y si bien Cassatt lo valoraba, aprendió a no depender demasiado de Degas debido a su naturaleza voluble, especialmente después de que un proyecto conjunto, una revista dedicada al grabado, fuera abandonado abruptamente por el pintor.
A lo largo de su carrera, Cassatt buscó el éxito comercial en París, esperando vender sus obras a un público sofisticado que apreciara el arte de vanguardia. Su dedicación al impresionismo y su habilidad para capturar la esencia de las relaciones humanas, especialmente entre madres e hijos, consolidaron su legado en el mundo del arte. Y su aporte al uso de la técnica del pastel fue fundamental.
La Tour, príncipe de los pastelistas
El cuarto maestro que hoy revisitamos se llama Maurice Quentin de La Tour, un destacado retratista del siglo XVIII en el arte del rococó francés. Nacido en Saint-Quentin el 5 de septiembre de 1704, se convirtió en un artista célebre por sus retratos de Voltaire, Jean-Jacques Rousseau, Luis XV y Madame de Pompadour. Su habilidad para capturar, no solo la apariencia física, sino también la personalidad de sus modelos le valió el apodo de “el príncipe de los pastelistas”.
A los quince años, La Tour se trasladó a París en busca de mejores oportunidades, donde comenzó su formación artística con un grabador y posteriormente con el pintor Jacques-Jean Spöede. Un consejo de un embajador británico lo llevó a Inglaterra, donde quedó impresionado por los retratos de Van Dyck. De regreso en París, se dedicó al pastel, influenciado probablemente por Rosalba Carriera, quien estaba en la capital francesa en los años 1720-1721.
La Tour alcanzó tal perfección que superó a sus competidores, incluido su rival Jean-Baptiste Peronneau, en la preferencia de la corte de Versalles. Era un perfeccionista nato; tanto es así que la Academia Real de Pintura y Escultura tuvo que esperar nueve años para recibir su trabajo de admisión. Fue nombrado consejero de la Real Academia, consolidando su posición en el mundo artístico de su tiempo y fundó una escuela de dibujo que ofrecía becas de viaje para jóvenes artistas.