El Centro Europeo para la Investigación Nuclear (CERN) es una organización conformada por 22 Estados, situada en Suiza, donde se opera el laboratorio de física más grande del mundo. Allí pasa sus días la española Mónica Bello, como directora del departamento Arts at CERN, desde donde se llevan adelante proyectos que ingresan a la ciencia desde el arte.
De paso por Buenos Aires, como parte del programa Presente Continuo, co-organizado por la Fundación Bunge y Born y la Fundación Williams, Bello dialogó con Infobae Cultura sobre cómo es el trabajo en este espacio creado tras la Segunda Guerra Mundial, bajo una iniciativa de la UNESCO, “para que la ciencia fuera siempre pública y abierta y generara conocimiento”.
Además de su su rol en el Arts at CERN, donde coordina las residencias artísticas y organiza exposiciones que exploran estos vínculos interdisciplinarios, también reflexionó sobre la necesidad de un uso ético de la Inteligencia Artificial para que no quede “en manos de las corporaciones”, la propaganda que generó desconfianza en la ciencia bajo premisas como que ”no nos va a salvar de llegar a fin de mes” y los diferentes caminos que toman los artistas en la práctica, entre otros temas.
Bello, quien ha sido reconocida recientemente con el Gran Premio S+T+ARTS a la Colaboración Innovadora otorgado por la Comisión Europea, participó durante su visita de una masterclass en Fundación Andreani, una workshop intensivo con 25 becarios de distintos puntos del país del programa Presente Continuo e inauguró el ciclo de curaduría Desplazamientos, del Centro Cultural de España en Buenos Aires.
La presencia de Bello cierra el ciclo de visitas 2024 de Presente Continuo, que anteriormente contó con la artista mexicana Marcela Armas y el ecuatoriano Oscar Santillán, mientras que en 2023 fue el turno del francés Maurice Benayoun, el brasileño Guto Nóbrega, y el mexicano-canadiense Rafael Lozano-Hemmer.
— ¿Qué es el CERN?
— Es, sobre todo, un contexto social, una construcción humana, en el que a lo largo de un proceso de investigación e innovación se ha llegado a crear estas grandes máquinas, los inventos que todo el mundo conoce, como el Gran Colisionador de partículas, que son las grandes máquinas que nos permiten conocer la materia fundamental.
— ¿Cómo es el trabajo de una curadora de arte allí?
— Una curadora lo primero que tiene que hacer es entender esto. Cuando llegué en 2015, yo venía de una experiencia muy amplia. Toda mi carrera había trabajado en temas de arte, ciencia, tecnología y sociedad. Pero sí es cierto que la física de partículas era algo muy nuevo. No es algo de lo que normalmente uno habla o incluso escribe. Ahora ya se empieza a ver que la cultura popular ha asumido que existen ciertos lugares en la tierra con estos experimentos, pero hace diez años todavía nos dejábamos afectar más por otros registros científicos, ya fueran ciencias de la vida o tecnologías de inteligencia artificial, vida artificial, incluso neurociencia. Pero la frontera de la materia todavía no era una cosa mainstream. Entonces, entender el impacto de la investigación científica o cómo afectan a los discursos culturales es un pilar de la curaduría en este ámbito.
— ¿Cómo es el día a día?
— Es muy importante, porque para tener un impacto en la práctica artística se debe adquirir un lenguaje y entender desde el experimento hasta la comunidad, o cómo se conforma esa comunidad, de dónde vienen, cuáles son sus caras, qué idioma hablan. Cómo se relacionan todos los aspectos sociales en un laboratorio y cómo pasan sus días. Entonces yo y mi equipo lo que hacemos es pasar mucho tiempo con los científicos y las científicas. De hecho, creo que somos los que más visitamos los experimentos y los que estamos más atentos a lo que está sucediendo.
— Claro, porque favorece el trabajo que después llevan a cabo con la selección de artistas para los programas.
— Eso es importantísimo, porque cuando seleccionamos artistas a través de las propuestas que nos envían, que lo hacemos a través de procesos de selección, entre las preguntas más importantes están “¿somos capaces?”, “¿tenemos las competencias para responder a aquello que nos están preguntando?” Es una disciplina de la física muy determinada por la experimentación y la teoría, pero que está en un rango de investigación muy concreto. Entonces muchas veces tenemos propuestas que se derivan a la física de materia condensada, a la astronomía, a la astrofísica. También tenemos mucha conciencia de que la ciencia tiene que estar más próxima a nuestra práctica, el día a día, y ese es uno de nuestros objetivos. La ciencia es cultura contemporánea. Entonces tratamos de trabajar de una manera muy honesta, con la ciencia desde la simplicidad, con precisión, y saber con qué artefactos podemos hacer las cosas.
— Decías que la ciencia es cultura contemporánea, ¿a qué te referís y cómo ingresa el artista en esa construcción?
— Creo que la ciencia es cultura porque transforma nuestra forma de entender lo que somos. Participa de una manera muy significativa de esta formación de crear cultura. La cultura contemporánea es una cultura tecno-científica. Por ejemplo, normalmente pensamos a la naturaleza como la describe la ciencia. Utilizamos el lenguaje científico constantemente, muchas veces lo llevamos a una zona de la analogía, de la metáfora. Extrapolamos, jugamos con el lenguaje científico, se utiliza más que el lenguaje artístico. La carrera de la ciencia es muy distinta a la de un artista. Desde luego tienen unos procesos y unos protocolos muy distintos, entonces la ciencia cuando se ve aislada de los procesos sociales, no se ve como parte de la cultura. Sin embargo, si participa de la cultura, ya sea hablando con un artista o invitándole a su experimento, ya sea participando en una charla o una exposición o incluso involucrándose en un performance, una ópera o una película, en esos momentos ya está participando de la cultura. Entonces, una de las cosas más interesantes de los resultados de nuestro programa es que hacemos que la ciencia se vea cultural.
— Claro. Y si bien la carrera entre científico y artista, ambos tienen algo en común, un motor originario: la curiosidad. Entonces, ¿cómo se logra que dialoguen y para que encuentren puntos en común?
— Bueno, tienen conocimientos diferentes, pero las cabezas se parecen mucho. Eso me parece sorprendente. Muchas veces los artistas están muy formados, saben muchísimo de ciencia, de física, de partículas incluso. En nuestro caso no hacemos una residencia, el artista no se sienta en un estudio a pensar, a reflexionar. Puede ser que suceda si necesita hacerlo para su práctica, pero normalmente cuando estás en el CERN lo que hacemos es proponer un programa derivado de la propuesta del artista y a partir ahí le invitamos a hacer cosas, ya sea conversar con científicos de distintas áreas de física teórica, de aceleradores, de ingeniería civil, incluso de ingeniería informática. Hay muchísimos perfiles, algunos visitan experimentos, instalaciones y ya no solo los grandes.
Ocurre muchas veces que estos experimentos están durante un número de meses o de años, normalmente años, porque tiene mucho coste y se necesita una colaboración de miles de científicos en todo el mundo y los artistas al venir tienen la oportunidad de participar de esos procesos. Hacer ciencia contemporánea es un proceso muy dinámico a nivel de escala planetaria. Entonces, el artista, al participar y usar las tecnologías y generar algo nuevo, se introduce en procesos de la ciencia contemporánea que para el exterior suelen ser muy opacos. Y creo que esto da muchísimas herramientas.
Hay proyectos artísticos que tardan muy poco en formarse, que es algo excepcional y extraordinario, y hay otros a los que esperamos durante años y eso está bien, porque no es sencillo aterrizar en un lugar como el CERN y producir algo rápido.
— Por lo que comentas, hay diferentes maneras de abordar el trabajo artístico, ¿cómo los describirías?
— Nosotros no los invitamos a producir y además hay muchos artistas que van y dicen “yo no investigo, yo produzco” y rápidamente se pone a producir. Son artistas que saben muy bien lo que quieren, que ya han llegado al lugar donde ellos se entienden y después hay otros que están todavía en formación de su identidad, en su práctica, y les lleva más tiempo y hacen muchos ejercicios y muchas cosas para llegar a un lugar tangible de comunicación con aquello que quieren. Pero en el camino aparecen muchos proyectos y todos son buenos. Y en sí, lo más interesante suele estár en el proceso, entre empezar y acabar, porque ahí suelen aparecer muchos proyectos.
— ¿Cómo es la relación del artista con la “máquina”?, ¿es eso lo suele resultarle más atractivo de la propuesta?
— Hay artistas que les interesa el abrir la máquina, descifrar los códigos. Pero también hay muchos que se interesan por la tecnología, pero no de esa manera. No buscan crack the code, sino se interesan por los nuevos comportamientos que generan en nuestra sociedad o por los fenómenos que describen. Entonces nosotros estamos abiertos a todo tipo de artistas.
Hay artistas que se centran en la historia que la ciencia nos cuenta. Por ejemplo, en lo que vemos en los archivos. Hay una pregunta muy interesante que ha surgido hace unos años, que es “¿qué significa una imagen?”. La concepción de la imagen se ha transformado y obviamente la ciencia ha hecho que, lo que nosotros concebíamos como una imagen, ya no lo sea. Entonces, esta es una pregunta que parte de la tecnología sin tocar la tecnología, el tema de la representación y el artefacto, experimento e imagen. Después hay muchos artistas que se interesan por la parte teórica de la física. Entonces, nuestro marco es de arte, ciencia, tecnología y sociedad, pero de una manera muy heterogénea.
— Hablabas de lo que representa una imagen y un poco al principio nombrabas que ya hace unos años el tema de la inteligencia artificial se hablaba en los espacios de ciencia, pero es como un tema muy actual por la explosión popular que tuvo, por el acceso de cualquier persona desde un celular a la edición de videos, los deep fake, etcétera. ¿Cómo ves ese desarrollo? Pensando en los términos de Eco, ¿estás más del lado de los integrados o de los apocalípticos?
— No lo veo de manera binaria. Creo que se formalizará. Lo que sí sé es que tiene mucho que ver con el desarrollo de las tecnologías. Estamos alcanzando unas cotas casi imposibles de uso y manipulación de la información que va más allá de nosotros. Antes producíamos algo y ahora algo produce lo que después nosotros tratamos de entender. Creo que tenemos que se cautos con cualquier tecnología, en la parte ética, el deseo de la tecnología, esta fascinación. Tenemos el ejemplo de hace no tan pocos años con la bomba atómica, la bomba de hidrógeno, que generó una fascinación absoluta alcanzar esas cotas energéticas. ¿Y qué sucedió? Bueno, pues es posible que tengamos que poner un límite. A mí quizás lo que más me preocupa en este sentido, más que el día a día del fenómeno aislado de la Inteligencia Artificial, es que queda en manos de las corporaciones, a las que no les importa nada que estén muriendo niños en Gaza, que no les importan los derechos humanos. Hoy en día sabemos que somos puros números dentro de un gran aparato post capitalista. Ahí es donde yo me preocupo.
— ¿Y crees que se están tomando medidas para, digamos, darle un marco legal o ético sobre todo a sus usos?
— No soy una especialista en el tema. Parece que en Europa se están diciendo ciertas cosas. A principios de este año apareció un artículo en The Financial Times que incluso habló del CERN como aquello a lo que se debería aspirar cuando se gesten estos proyectos públicos de Open Science, sobre todo guiados por la ciencia o por procedimientos de ciencia abierta, para que no quede en manos de los malos. Decía que hay modelos existentes que han probado que la ciencia tiene que tomar partido por la ética. El CERN es un gran ejemplo porque después de la Segunda Guerra Mundial, Europa había colapsado y estaba en un momento en donde tenía que reconstruirse. Y fue una iniciativa de la UNESCO para que la ciencia fuera siempre pública y abierta y generara conocimiento, en un momento en donde se escribió la Declaración de los Derechos Universales. Los países fundadores contribuyeron con su presupuesto durante muchos años para que la ciencia nunca tuviese ese fin militarista que tuvo durante la época de la bomba. Entonces, quizás ahí lo que deberíamos tratar de imaginarnos son modelos que nos separen de ese lugar donde todo vale, en el que todo es un producto.
— Claro. La teoría del poder de las transnacionales sobre el Estado-Nación es un fenómeno que se analiza desde los ’80. El reciente conflicto entre Brasil y Elon Musk, por la red social X, es quizá el ejemplo más evidente de estas pulseadas.
— Sí, no hace tanto tiempo nos parecía normal que los gobiernos pusieran freno. Ahora ya no.
— Volviendo a la ciencia, desde la Pandemia se hizo notorio un fenómeno global de negación de los avances, movimientos anti-vacuna, terraplanistas. Hay, incluso, un movimiento que asegura que los pájaros son en realidad drones espías para controlar a la población.
— Sí, tiene mucho que ver con la falta de confianza en el otro. A mí me preocupa. Y quizás ahí es donde el arte y la ciencia se encuentran en un lugar común, donde son vulnerables a este tipo de procesos sociales extrañísimos que son fruto de propaganda, desde luego; se encuentran en ese lugar marginal en donde rápidamente podrían desaparecer. Un lugar en los bordes sociales. ¿Por qué? Porque de cierta forma puedes pensar que es conocimiento inútil, que no es aplicado, no nos va a salvar de llegar a fin de mes o esas cosas. Y sí, se hace mucha propaganda en torno a eso de una manera explícita. Tiene que ver con un nuevo clasismo, una nueva conciencia de clase. En Europa es evidente que va hacia la Far Right (extrema derecha) y todas estas tendencias que siempre han estado ahí, esperando estos momentos propicios. Yo creo que la falta de confianza en la ciencia está inspirada por esas ideas conspiratorias en donde no se entiende o no se quiere entender, no se buscan los vehículos, las formas para entenderlo. Yo creo que el arte puede ayudar muchísimo. El arte de esperanza, y la ciencia también. Cuando uno se imagina ciertas cosas que un científico, una científica, están creando y formulando, yo creo que nos da esperanza hacia el futuro. Esperanza humana. En la ciencia hay una ética, una sensibilidad ética muy particular de la que podríamos empaparnos y para creer en un valor común. La ciencia es universalista también. Eso es muy interesante porque el universalismo parece una cosa muy trasnochada. ¿Podríamos volver a una idea universalista del conocimiento? Tenemos en nuestra sociedad un grave problema de confianza. Entonces, la ciencia y el arte pueden desaparecer fácilmente.
— La extrema derecha, en sus discursos y acciones, desprestigia a científicos y a la cultura, son un enemigo en común. Incluso, si se lo mira más fino, creo yo, existe una mirada en ciertos sectores sociales que, por ejemplo, consideran que no tienen ninguna utilidad.
— Sí. Yo creo que los artistas siempre han estado muy pendientes de estas cuestiones. Normalmente la ciencia se ve como un poco fuera de estos dilemas. Pero el conocimiento que tenemos hoy en día ha sido una acumulación de esfuerzos que han ido modificando nuestros comportamientos. ¿Pero cuánta gente sabe que lleva un detector de partículas en la mano? A fin de cuentas, un smartphone es eso. Hay tantas aplicaciones en la física, en los objetos cotidianos, que nos sorprendería tanto. Y es algo que no te va a ayudar a llegar a fin de mes, pero te fomenta la curiosidad.
— Bueno, el arte tampoco ayuda a llegar a fin de mes, pero también tiene esto de fomentar la curiosidad, de generar preguntas, sensaciones. En ese sentido, me parece, son hermanas y si lo pensamos desde una perspectiva historicista desde las primeras representaciones humanas en las cavernas, ciencia y arte están completamente ligadas. Lo que llamamos arte rupestre no es otra cosa que la aplicación de un saber científico, como haber descubierto un pigmento.
— Sí. Me gusta la palabra hermandad. Creo que todavía queda mucho por reflexionar y por explorar sobre todo en el último siglo. En el Renacimiento teníamos a un Leonardo, pero mucho del conocimiento que hoy tenemos, que nos ha venido, tuvo que esperar siglos para que se aceptara. Sus estudios anatómicos estuvieron en archivos en cajas en algún lugar escondido y salieron a la luz tres siglos más tarde. Sus contribuciones son excepcionales, pero quizás nos podemos preguntar si la sociedad estaba preparada para aceptar esas contribuciones en el momento en el que él vivía. Y con Newton, las contribuciones fueron más inmediatas, fue una explosión de un paradigma nuevo. Cuando estás en contacto con la comunidad científica que está trabajando estos temas observas el tiempo que se espera para confirmar ciertas cosas y tantas cosas que esperan por ser confirmadas que nunca lo serán. Y para todo eso se inventan máquinas de ingenio excepcionales, únicas y que no se pueden reproducir, que no se pueden hacer a escala industrial. Y si pensamos en esa relación entre industria y ciencia también es muy interesante, ¿qué llega a la industria?, ¿qué se queda en los laboratorios? Entonces, entender los procesos sociales de hoy en día es importantísimo. Yo creo que todo el mundo tendría que estar más atento a lo que hace la ciencia, no porque se ha descubierto algo, porque sepamos un poquito más del puzzle del conocimiento, sino porque saber cómo se hace la ciencia es importantísimo.
— Si tuvieras que recomendarle a un estudiante que estudie arte y/o ciencia, ¿qué le dirías?
— Yo tengo dos hijos y el mayor quería estudiar cosmología. La física es una carrera terrible porque te pasas muchos años haciendo matemáticas muy, muy duras, entonces tienes que tener un tesón, una paciencia, aguantar ahí como si fueras a las Olimpiadas. Claro, y no todo el mundo lo consigue o no todo el mundo decide hacerlo. Entonces mi hijo ahora está estudiando otra cosa y le gusta mucho. Y yo siempre le digo que no es necesario ser científico para trabajar en ciencia. Yo soy un buen ejemplo. Es un poco obvio, pero la ciencia es un marco de actuación. No todo el mundo tiene que ser científico, no todo el mundo tiene que ser genial. En el CERN, que somos entre 15.000 y 17.000 personas en un solo laboratorio, hay gente que viene de ingeniería y física, pero hay mucha gente que viene de otras disciplinas o áreas de conocimiento. La ciencia para estar más presente socialmente tiene que continuar proliferando, no es necesario pasar esos años haciendo matemáticas en la universidad, pero sí tener un conocimiento humanístico que les lleve a la ciencia. Y lo mismo ocurre en el arte. ¿Cuántos artistas hay hoy en día que no han pasado por una facultad de Artes? Exactamente igual. Claro, si tú quieres formarte tienes que bien tener las competencias, tienes que saber qué significa el arte. ¿Qué se ha hecho en las primeras vanguardias? ¿Cómo nos ha afectado el arte povera? Eso es esencial. Pero lo mismo que la ciencia. Entonces, yo creo que uno estudia y la vida viene y te da cosas y ahí puede ejercer según tus intereses.
Fotos: Rodrigo de la Fuente/Fundación Bunge y Born