“Aberraciones”, sexualidad infantil y una polémica posición sobre el placer de las mujeres: un libro fundamental de Sigmund Freud

En “Tres ensayos para una teoría sexual”, el padre del psicoanálisis indaga en temas que eran tabú pero también hace planteos muy cuestionados. Se puede descargar en digital y leer en cualquier tablet, computadora o teléfono

Sigmund Freud marcó un antes y un después en la comprensión de la sexualidad humana con la publicación de su obra Tres ensayos para una teoría sexual en 1905. Este texto -que forma parte de la colección que Leamos, la editorial digital de Infobae, ofrece gratuitamente- es considerado una de las piedras angulares del psicoanálisis. Tres ensayos... se destaca por su innovador enfoque sobre la sexualidad infantil, un tema que hasta entonces era tabú y profundamente rechazado por la conservadora sociedad europea de finales del siglo XIX y principios del XX. Freud planteó que la sexualidad, lejos de ser un fenómeno exclusivo de la vida adulta, es un proceso que inicia en la infancia y evoluciona hasta la pubertad. Estas ideas sentaron las bases para teorías posteriores sobre el desarrollo psíquico del ser humano y ofrecieron un nuevo método para tratar las neurosis al reconstruir el mundo perdido de la infancia.

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Tres ensayos para una teoría sexual

Por Sigmund Freud

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La psiconalista Marcela Borinsky, profesora titular de Historia de la Psicología en la Universidad de Buenos Aires, destaca en un artículo para Infobae la relevancia de este texto dentro de la obra de Freud y su importancia para la construcción de una teoría sobre los orígenes del sujeto, situada entre lo psíquico y lo somático. Para Freud, la sexualidad infantil fue uno de sus descubrimientos más trascendentales, junto con la interpretación de los sueños. Esta hipótesis resultó fundamental no solo para entender los malestares anímicos, sino también para proponer tratamientos psicoanalíticos.

El carácter disruptivo de las ideas de Freud se evidenció en la resistencia que encontró tanto dentro como fuera del ámbito científico. Una de las polémicas más relevantes fue la que mantuvo con su discípulo y colaborador cercano, Carl Jung, quien discrepó sobre la determinación causal de la sexualidad infantil propuesta por Freud. Pero además de la controversia con Jung, Freud sabía que sus tesis eran un desafío frontal al status quo de una sociedad que regulaba con firmeza las relaciones interpersonales y veía con recelo cualquier debate en torno a la sexualidad de los niños. Así, el médico vienés defendía que sus ideas no podían ser evaluadas como una simple contribución científica, pues tocaban fibras profundas que generaban rechazo y resistencia emocional.

Freud estructuró Tres ensayos para una teoría sexual en tres partes, en las que abordó temas fundamentales para su concepción de la sexualidad humana. Cada uno de estos ensayos presenta una perspectiva distinta sobre la sexualidad, y así exploran desde las llamadas aberraciones sexuales hasta la complejidad de la sexualidad infantil y su desarrollo hacia la pubertad. A lo largo de las seis ediciones que tuvo la obra, Freud fue modificando y agregando elementos a su teoría, adaptándola al desarrollo de conceptos clave como la libido, el narcisismo y el dualismo pulsional.

Aberraciones sexuales

El primer ensayo, titulado Aberraciones sexuales, inicia con un recorrido detallado de lo que Freud denomina, justamente, aberraciones sexuales. Aquí agrupa y analiza una serie de conductas que en su época eran consideradas desviaciones del comportamiento sexual “normal”. Este ensayo comienza con la inversión sexual, que hoy sería descrita como homosexualidad, y continúa con la descripción de perversiones, consideradas como transgresiones anatómicas. Estas incluyen prácticas como el beso, el sexo anal y el fetichismo, y “demoras en relaciones intermediarias con el objeto sexual”, como el sadismo y el masoquismo. Freud no se detiene en estos ejemplos y llega a mencionar el comercio sexual con animales y el abuso sexual de niños.

Sigmund Freud con su hija Anna y su nieta Eve, hija de Oliver Freud y Henny Fuchs. ( Library of Congress/Corbis/VCG via Getty Images)

En esta primera sección, Freud sigue la línea de pensamiento de otros médicos de su época, que estaban interesados en consolidar la ciencia de la sexualidad. Entre estos precursores se destacan figuras como Richard von Krafft-Ebing, autor de Psicopatía sexual (1886), la primera compilación moderna sobre las perversiones, y Havelock Ellis, quien publicó una amplia serie de estudios sobre la psicología del sexo a finales del siglo XIX. Lo que diferencia a Freud es que no se queda en la mera descripción de estas conductas, sino que busca profundizar en sus raíces, especialmente en el ámbito de la infancia.

Sexualidad infantil, la verdadera innovación

El segundo ensayo, La sexualidad infantil, es el verdadero giro innovador de la propuesta freudiana. En un momento en que la discusión científica sobre las causas de la perversión giraba en torno a si era algo innato o producto de experiencias vividas, Freud reorienta el enfoque hacia la sexualidad de los niños. Afirma que es precisamente en la infancia donde se encuentran las claves para entender las perversiones y las neurosis. Describe la sexualidad infantil como autoerótica y fragmentada en pulsiones parciales, es decir, que el placer sexual se busca en diferentes zonas del cuerpo como la boca o el ano, con fines como el ver, tocar, exhibir o poseer.

Esta disposición perversa polimorfa está velada por lo que él llama la amnesia infantil, que oculta las fuentes originales de la sexualidad, pero deja rastros en la vida adulta. Freud habla de la capacidad de los seres humanos, especialmente en la infancia, para obtener placer de diferentes formas y zonas del cuerpo, sin la restricción de normas sociales o morales. Esta disposición se considera “perversa” en el sentido de que no se limita a la función reproductiva y es “polimorfa” porque se manifiesta de múltiples maneras, antes de que la sexualidad se canalice de forma “normalizada” en la vida adulta.

Niños. Fueron parte de los estudios de Sigmund Freud. (Imagen Ilustrativa Infobae)

La sexualidad humana, según Freud, se desarrolla en dos tiempos: la primera infancia y la pubertad, con un período de latencia en el que se construyen las barreras emocionales que bloquean la sexualidad infantil, como la vergüenza y la moral.

La pubertad, esa metamorfosis

El tercer y último ensayo, La metamorfosis de la pubertad, se concentra en el proceso de normalización sexual que ocurre cuando asoma la adolescencia. Freud describe cómo la sexualidad autoerótica de la infancia encuentra un objeto sexual, y las pulsiones parciales se unifican en la búsqueda del placer genital. Este es el momento de la metamorfosis de la sexualidad, donde, desde la perspectiva de Freud, se consolidan las diferencias entre los sexos. “Freud describe cómo, en esta etapa, la sexualidad autoerótica encuentra el objeto sexual y las pulsiones parciales, antes independientes y múltiples, se unifican en la prosecución del placer genital”, escribe Borinksy.

Las mujeres: el Freud controversial

Sin embargo, este ensayo también introduce elementos controversiales sobre la sexualidad femenina. Freud plantea que para alcanzar la madurez sexual, la mujer debe reprimir su virilidad infantil. Aquí surge la controvertida hipótesis de la “envidia del pene”, que Freud ve como una encrucijada fundamental en el desarrollo sexual femenino. Según esta teoría, la niña tiene dos caminos: puede aceptar el destino de la pulsión sexual y transformar el deseo de un pene en el deseo de un hijo, o rebelarse contra este destino, lo cual la conducirá a la homosexualidad o al feminismo.

Estas ideas sobre la sexualidad femenina han sido objeto de amplios debates y críticas. Desde la década de 1920, psicoanalistas como Karen Horney cuestionaron que Freud estableciera un modelo masculino como normativo, mientras que la experiencia femenina se definía como una desviación de esta norma. Sin embargo, fue la segunda ola del feminismo en los años 60 la que planteó un cuestionamiento más profundo de estas ideas, denunciando la desvalorización y negación del deseo femenino en las teorías freudianas.

Un texto fundacional en esta crítica fue La mística femenina (1963), de la activista estadounidense Betty Friedan, que denunció los efectos de la divulgación de las teorías freudianas sobre la sexualidad femenina, especialmente en el contexto de las mujeres de la posguerra en Norteamérica. Esta obra señaló cómo las ideas de Freud contribuían a una frustración generalizada y a un encierro subjetivo para muchas mujeres, limitadas a roles tradicionales.

Las investigaciones científicas sobre la sexualidad femenina también contribuyeron a desafiar las hipótesis centrales de Freud. En 1953, Albert Kinsey publicó El comportamiento sexual de las mujeres, confirmando que el clítoris era el sitio privilegiado de placer para la mayoría de ellas. Posteriormente, en 1966, los sexólogos William Masters y Virginia Johnson publicaron La respuesta sexual humana, demostrando que las mujeres experimentan un solo tipo de orgasmo y revelando la capacidad de experimentar orgasmos múltiples, desmitificando así el concepto del orgasmo vaginal defendido por Freud.

En conclusión

A pesar de las críticas, la obra de Freud sigue siendo fundamental para comprender el desarrollo de la psicología moderna y su enfoque sobre la sexualidad. Su visión de la sexualidad como un fenómeno complejo y su propuesta de la existencia de una sexualidad infantil contribuyeron a abrir debates y a cuestionar la idea de una sexualidad predefinida por la reproducción.

Aunque muchas de sus ideas han sido superadas, el legado de Freud radica en su capacidad para sentar las bases de un diálogo que ha evolucionado y sigue vivo, adaptándose a los nuevos tiempos y cuestionamientos.

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