“Gracias no tener miedo de lo que los escritores que participemos del evento podamos decir sobre estos escenarios que son espacios públicos, en tiempos de una Argentina en que la censura se manifiesta de maneras que pretenden ser equívocas para permitir a los censores argumentar que no son tales”, dijo Claudia Piñeiro este martes, cuando inauguraba el festival literario Semana Negra de Buenos Aires.
En el público la escuchaban Guillermo Martinez, Florencia Canale, Florencia Etcheves, Maria Ines Krimer, Selva Almada, Dolores Reyes, Juan Sasturain, Kike Ferrari y Leo Oyola.
El festival contará con la participación de más de 80 invitados, entre ellos destacados autores nacionales e internacionales del género negro contemporáneo. Las actividades se desarrollarán en la Biblioteca Pública Ricardo Güiraldes, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) y el Centro Cultural de España en Buenos Aires (CCEBA).
Aquí, el discurso completo:
El género policial se debate entre el suceso y la desconfianza
Desde que publiqué mi primera novela, allá por 2005, en distintas situaciones, paneles, entrevistas, conferencias, me preguntan por quéel policial “ahora” tiene tanto éxito. Pongo el adverbio de tiempo entre comillas,ya que ha demostrado ser un ahora demasiado largo. Parecería queel éxito del policial sorprende cada vez que se detecta o se analiza, sin embargo, hace muchos años que es el preferido de millones de lectores. A él le han dedicado páginas intelectuales tan diversos como Walter Benjamin, Jacques Lacan, Antonio Gramsci, Michel Foucault, Bertold Brecht, Marshall Mc Luhan, Giles Deleuze, o Tzvetan Todorov. Entre lo que ellos han escrito al respecto, elijo unas frases de Bertold Brecht para compartir con ustedes:
“Advertimos mil veces (con la lectura de mil novelas policíacas,) siempre olvidándonos de nuevo, que sólo el motivo y la ocasión deciden. Son siempre las circunstancias sociales que hacen posible o necesario el crimen: violentan el carácter de la misma manera que lo han formado. Fijar las causalidades de las acciones humanas es el placer intelectual principal que nos ofrece la novela policíaca. (…) La historia se escribe después de la catástrofe. El asesinato ha ocurrido, pero ¿qué se ha estado fraguando antes? ¿Qué había sucedido? ¿Qué situación se ha producido? Bien, tal vez pueda deducirse (…). La popularidad de la novela negra tiene muchas causas. De todos modos, esta me parece una de las más interesantes”.
A mí también me parece una de las más interesantes.
Entonces, dada su larga y exitosa vida, en términos editoriales, la literatura policial no sería un bestseller sino un longseller. Y es probable que ese suceso sea, justamente, el causante principal de la desconfianza: si una producción artística es muy popular, si a tanta gente le interesa, no debe tener la suficiente calidad, se plantean algunos. Pero ahí están Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares o Ricardo Piglia para desmentirlos, estudiosos del género y promotores de su lectura. O mi maestro, Guillermo Saccomanno -ganador de la Semana Negra de Gijón con su libro Cámara Gesell-, también convocado a este festival, que nos decía en sus talleres: lean todo Raymond Chandler, todo Dashiell Hammett, todo Georges Simenon, todo Osvaldo Soriano, todo Patricia Highsmith; pero también Cheever, Carver, “los rusos”, Flaubert, Proust.
Como ejemplo de las tantas lecciones de nuestros maestros, vale traer a la memoria el sello Séptimo Circulo -llamado así en referencia al anillo que en el infierno de Dante alojaba a los violentos-. Creado y dirigido por Borges y Bioy Casares en 1945, que nos permitió leer lo mejor del género, en traducciones memorables. Gracias a esa colección, empezamos leyendo La bestia debe morir de Nicholas Blake en traducción de Juan Rodolfo Wilcock. Y seguimos, por ejemplo, con Wilkie Collins, los esposos Ross MacDonall y Margaret Millar, o Anthony Gilbert, que en realidad era mujer y se llamaba Lucy Beatriz Malleson. En Argentina tuvimos esa suerte: que nuestros grandes maestros literarios eran fanáticos del policial. A través de su mirada valorativa, sin los prejuicios que otros ostentan,nos dieron permiso, nos habilitaron esa escritura, nos señalaron que no era menor.
Es así como en nuestro país tenemos destacados autores dentro del género,muchos de ellos pasarán por este festival. Pero,además,grandes escritores cuya obra no es mayoritariamente policial se asomaron al género para hacerlo de manera virtuosa. Saer y La pesquisa, por dar un ejemplo. O un poco más acá Jorge Consiglio y La circunstancia, o Selva Almada y Chicas muertas. Y en este punto quiero señalar a una autora cordobesa, para mí una escritora extraordinaria, Eugenia Almeida, que hace muy pocos días, en Francia, ganó el Grand Prix de Littérature Policiére 2024, con su novela Desarmadero (La casse); un premio que ganó, por ejemplo. Patricia Highsmith con El talento de Mr Rippley.
Entonces, protegidos como estamos ante la desconfianza acerca de su calidad literaria gracias al aporte de grandes maestros, pensadores, autores y autoras de policial, creo que habría que buscar un motivo mayor que justifique esa desconfianza. Y en ese sentido, podríamos pensar quealgunos reniegandel policial porque rebusca hasta encontrar el crimen detrás del crimen. En toda sociedad se cometen crímenes, y en toda sociedad hay un crimen de otro tenor, más sórdido, más oscuro, más brutal, oculto detrás de esa primera “muerte”. Es lo que sucede con Asesinos sin rostro, de Henning Mankell: un apacible matrimonio de ancianos en una granja de Lenarp, el marido fue torturado y la mujer muere estrangulada poco a poco, con el tiempo justo para decir la palabra “extranjero” antes de morir. Entonces Mankell nos cuenta a partir de ese crimen inicial cómo su detective Wallander se tiene que enfrentar no solo a una complicada investigación, sino que tiene que lidiar con la xenofobia, el crimen detrás de ese crimen, que se hace evidente en el lugar.
Como todos sabemos, gran parte del género policial, desde la ficción que propone, suele estar íntimamente ligado a lo que sucede en una sociedad. En mayor medida la novela negra, que el clásico policial de enigma; aunque en algunos de éstos también existe esa ligadura. La novela negra da cuenta del estado de las cosas, a veces con algunos años de distancia, a veces con una contemporaneidad sorprendente. Cuando leemos un texto publicado muchos años antes, puede faltarnos información para detectar esa relación. Por ejemplo, quien lee hoy, sin contexto adecuado, ¿Acaso no matan a los caballos?, de Horace Mc Coy, tal vez no se percate que el autor además de contar un crimen que se comete en una pista de baile está denunciando la pobreza post “Depresión”en la que estaba sumida gran parte del pueblo estadounidense, y que llevaba a muchas parejas a bailar hasta desfallecer en concursos que prometían una importante suma de dinero a quien durara más horas mostrando sus habilidades sobre una pista de baile. Plata quemada, de Ricardo Piglia, Causas urgentes, de Paula Rodríguez, o la novela se Sergio Olguin Oscura monótona sangre, cada una de una manera particular, dieron cuenta del estado de las cosas en algún momento de nuestro país. Podría encontrar ejemplos similares en la obra de casi todos los colegas que forman parte del programa de este festival, ficción o no ficción en las que señalan las violencias desatadas en nuestra sociedad.
Me pregunto qué estarán escribiendo hoy, en este momento, autores y autoras argentinas que estén frente a sus computadoras pergeñando una historia, qué novela negra se instalará en sus cabezas a partir de la realidad que nos rodea, qué personajes caminarán las páginas que escriben, qué crimen detrás del crimen nos vendrán a develar, más tarde o más temprano, cuando esos textos aparezcan. Me aventuro a apostar que en algunas de esas historias aparecerán, por ejemplo, jubilados. Un grupo de jubilados al estilo Los simuladores, que se dedican a poner justicia donde no la hay. Tal vez, en otro policial más oscuro, una madre que fue despedida de su trabajo y no encuentra otro, cuyos hijos se van a dormir sin comer, planea un robo a un depósito donde un funcionario guarda comida destinada a comedores, pero que no reparte. Y, por qué no, en otro policial -que calificarán de feminista, dado un sesgo que se resiste a desaparecer del género-, una periodista atacada hasta la peor humillación en redes por un funcionario de alto rango y sus trolls/haters abducidos, se topará al encargado de ese ataque en la Deep Web mientras está investigando una red de pornografía infantil y tendrá que elaborar un sofisticado plan para denunciarlo sin que antes los haters acaben con ella. Los ejemplos podrían ser muchos más y la imaginación expandirse hasta el infinito. Cómo no va a generar desconfianza el género negro si escritores y escritoras contamos este tipo de historias. Ojalá que a los textos negros que se publiquen no los supere la realidad.
Podríamos seguir discutiendo varias horas acerca del suceso y la desconfianza alrededor del género negro. Pero su popularidad es innegable, así como la fidelidad inalterable de sus lectores. Por eso mismo, por esos fieles lectores, es que festivales como el que estos días tendremos en Buenos Aires son un hecho cultural trascendente, donde debatir acerca de la literatura que les interesa y, a través de ella, acerca de la sociedad y de las violencias que allí se expanden.
Una invitación tanto al placer de la ficción, como al pensamiento crítico. Un lujo, para los tiempos que corren.
Muchas gracias