Cecilia Rikap, inteligencia artificial y creación artística: “Vamos hacia un único modelo”

La investigadora y profesora argentina residente en Londres, analiza el impacto de las nuevas tecnologías en el arte. “Terminaremos viendo lo que queremos ver, en lugar de encontrarnos con algo disruptivo, como sucedió hasta ahora”, afirma

Cecilia Rikap es Doctora es especialista en economía de la ciencia, tecnología e innovación. Reside y trabaja en Londres

Cecilia Rikap se comunica desde la tarde de Londres, bien dispuesta y con una sonrisa para hablar de algo que la apasiona: tecnología, innovación e implicancias sociales y culturales del tsunami tecnológico que afronta la humanidad en la tercera década del siglo XXI. Hace 10 años que vive en Europa, primero en Francia, ahora en Gran Bretaña, y en su historia de vida anida la parábola de los graduados argentinos que siguieron el camino UBA-CONICET (”La Argentina sigue siendo uno de los países del mundo que da estabilidad laboral a puestos que son exclusivamente de investigación”, acota) y de allí al mundo académico. Aunque eso no significa que pierda de vista lo que sucede en su país, adonde viene regularmente varias veces al año. En un tiempo de particular agitación alrededor de la educación pública, no duda en afirmar que el nuestro, es “un país que sigue peleando por la universidad pública, que tiene claridad de su importancia y que cuando dice pública, dice gratuita y de calidad”.

Ahora es Jefa de Investigación y Profesora Asociada de Economía en el Instituto de Innovación y Propósito Público (IIPP) en la prestigiosa UCL (London’s Global University), vive en la multicultural zona Este de la capital británica y desde allí, se dispone a analizar en este diálogo con Infobae Cultura, la revolución de la Inteligencia Artificial en el arte: de los monopolios intelectuales a los derechos de autor, de cómo se puede percibir una obra de arte y cuánto afectará la creación, este nuevo juguete tecnológico que deslumbra a la humanidad. Aún en este momento, y hechas las salvedades económico-políticas del caso, postula que “si uno piensa en el arte, debería ir muchísimo más allá de qué es ‘lo que a mí me gusta, me parece lindo o no’ sino justamente sacarme de foco, descolocarme completamente y hacerme pensar cosas que nunca se me hubieran ocurrido de otro modo”.

Obra generada con IA del artista turco Refik Anadol, exhibida en el Foro Económico Mundial de Davos 2024

—Hay todo un debate alrededor de la creación artística y la irrupción de la inteligencia artificial, cómo modificará el estado de las cosas y si implica un cambio brutal de paradigma sobre la obra, el autor, sus derechos etc. etc. ¿Por dónde deberíamos a pensar esta problemática?

—Me gusta empezar por la palabra “creación”. ¿Quién es el creador o la creadora? Eso nos permite de hecho recorrer un poco de la historia. En mis investigaciones, trabajo sobre el surgimiento del copyright, incluso tal y como ese proceso, en realidad, buscaba proteger al creador o creadora, a quien estaba realizando una obra artística. El mismo proceso se da con la producción del conocimiento científico. Son distintas formas de representar la realidad, sistematizarla, pensarla y generar regularidades sobre esa realidad. Entonces, es clave distinguir entre el proceso de creación y el proceso de apropiación y monetización del resultado. Es cierto que se tiene la imagen idílica de un Picasso o una Frida Kahlo, todos admiramos su obra y seguramente pensamos que vivieron de su trabajo. Digo, van Gogh murió pobre, se cortó la oreja de la desesperación mental que tenía, entre otras cosas, por su incapacidad de reproducirse materialmente. Entonces hay un proceso donde las/los grandes creadores en la historia no han sido los que después disfrutan o pueden mantenerse con el fruto de su trabajo. Al menos no de manera exclusiva.

En la enorme mayoría de los casos, lo que tenemos es un sistema donde unos pocos triunfan. Ese triunfo de unos pocos, permite que se llenen de plata empresas que operan como monopolios intelectuales. Ese era el escenario que teníamos antes de un primer momento de quiebre, que ya era de interacción con la inteligencia artificial (aunque no nos diéramos cuenta): que es YouTube y la idea “Vos creá tu contenido bajo la ilusión de algún día vas a poder volverte súper conocido”. YouTube ya funciona con inteligencia artificial, sólo que en este caso la IA no está usada para crear la música u otro contenido artístico, sino para definir qué videos le aparecen recomendados a cada una de las personas que los está viendo, y definir qué publicidad va a ir asociada. En ese proceso, de nuevo, hay una enorme mayoría de gente produce contenido gratuito que después siempre lo monetiza YouTube. Hay solo una muy pequeña minoría, caso Bizarrap o influencers en las redes, que obtienen beneficio por sus creaciones.

Estatua creada por la inteligencia artificial e inspirada en las obras Miguel Ángel, Rodin y Takamura, exhibida en el Museo de Tecnología de Estocolmo

El siguiente paso ha sido la aparición de los algoritmos de inteligencia artificial generativa que son utilizables de manera genérica que permiten que les demos instrucciones y que en principio, creen cosas. Yo creo que hacia donde vamos en este nuevo escenario, es hacia una redefinición del trabajo creador, donde todavía es mayor el proceso de apropiación por parte de grandes empresas. ¿Quiénes son? Mucho más asociadas a los gigantes de tecnología digital, no tanto a la Sony de antes o las compañías de Hollywood. Va a pasar más por un tipo de trabajo creativo que es el trabajo de codificar modelos, escribir modelos y después utilizar esos modelos para crear. También hay que decir que la codificación o la escritura de los modelos, es también una tarea creativa. Pero es de otra índole. Entonces, hacia donde estamos yendo es hacia una pérdida de diversidad, de la multiplicidad de formas de saber, de conocer y de producir cosas nuevas.

Estamos yendo hacia la universalización de un único modelo: la manera de crear arte es usando inteligencia artificial, parece decirse. La manera de descubrir una droga para tratar una enfermedad, es con inteligencia artificial. Por eso te decía que lo que está pasando en el trabajo creativo del arte no es tan distinto de lo que le está pasando en la investigación científica tecnológica. Es una imposición de un método porque es más barato. Como está basado en datos, está mejor adaptado a las necesidades del mercado. Pero si uno piensa en el arte, debería ir muchísimo más allá de qué es “lo que a mí me gusta, me parece lindo o no,” sino justamente sacarme de foco, descolocarme completamente y hacerme pensar cosas que nunca se me hubieran ocurrido de otro modo. Ese es el riesgo. Perder las ganas o que ni siquiera se nos ocurra ir a la National Gallery a una obra de arte. Vamos a terminar viendo lo que queremos ver, en lugar de que nos aparezca algo disruptivo, propio del arte en toda su historia.

"Hay un nuevo tipo de trabajo creativo: codificar y escribir modelos y después utilizar esos modelos para crear", dice Cecilia Rikap

—En este debate surge naturalmente la idea de “estar a favor” o “en contra”. Aquí en Infobae Cultura hemos publicado un artículo de un respetado crítico de arte del Washington Post que se titula “La inteligencia artificial en el arte es emocionante y está lejos de ser una amenaza”...

—Hay como bastantes cosas para pensar al respecto. Lo primero es que, obviamente, lo que te decía antes no significa decir: estamos en contra de la tecnología para el arte. En tal caso, sí podemos decir que estamos en contra, diría yo, al menos en tres cosas. La primera es que quienes definan cómo se desarrolle esa tecnología y qué tecnología tenemos, sean unas pocas empresas que además están concentradas en Estados Unidos y eventualmente, en China. Que sean estas empresas las que decidan qué datos se utilizan y se procesan para entrenar los modelos.

El segundo punto es que no hay una decisión colectiva sobre cómo se van a usar esas tecnologías. Hay una presión muy grande para que la inteligencia artificial se convierta en una herramienta fundamental de la obra artística en todas sus dimensiones. Es como si yo te dijera: mirá, a partir de ahora, todas y cada una de las canciones tienen que tener un estilo de rock determinado. Ese es el problema: la falta de diversidad. Si se utilizara para potenciar la creatividad, por supuesto que sí, Pero el problema es cuando el modelo o la introducción de nueva tecnología se termina imponiendo por encima de cualquier otro tipo de forma de producción. Permitirle al artista crear lo que quiera, también lo que permite es generar, incluso en el espacio del arte, una dependencia de tecnologías que otra vez están controladas por unas pocas empresas. Entonces se termina imponiendo una forma de crear por sobre otra.

Y después, respecto a la interacción otra vez, me parece que también hay una una visión, como si el arte antes no tuviera ya interacción con la persona que percibe la obra de arte, como si fuéramos receptores pasivos otra vez. Me parece que hay un reduccionismo muy grande a la hora de adjudicar a la inteligencia artificial, una capacidad de generar interacción entre los seres humanos, cuando esa interacción ya estaba sucediendo en el mundo del arte.

Desarrolladores de IA estudian los resultados de un análisis sobre la autenticidad de las obra de arte contemporáneas

—Estamos en una etapa de constante evolución ¿Esto va a parar en algún momento, crees?

—Me parece que hay algo clave para decir y es que la tecnología no se desarrolla sola. Hay decisiones económicas y políticas que están diciendo: “pisemos el acelerador”. Entonces, en la medida en que no haya un contrapoder, es decir, que pensemos tecnología pero para qué y para quién, qué tecnología queremos y cuál no queremos, esto seguirá así.

Los datos los producimos entre todos. El conocimiento se produce en las universidades, en los organismos de investigación de todo el mundo y, sin embargo, son unas muy poquitas empresas las que usan todo eso. Se apropian de todos esos pedacitos y acumulan cada vez más riqueza. Hay un proceso de monopolización intelectual y nos estamos moviendo hacia un escenario donde, si no media un ejercicio de contrapoder, vamos a asistir cada vez más a una minoría que sabe y una mayoría que ignora, que es usuaria de conocimiento que contribuye a producirlo sin saberlo, que no sabe que está detrás de los algoritmos.

[Fotos: Cristian Gastón Tayler; AFP; EFE]