Mi primer encuentro con este singularísimo autor fue a través de la lectura de la obra Tío Vania. Hace ya muchos años, cuando me formaba con extrema dedicación en el oficio del teatro (lo sigo haciendo, pero la filosofía me ha delineado el camino), la lectura de algunos autores y autoras era y es indispensable e inevitable para comprender el quehacer teatral. Fue así que inmerso en la lectura de esta obra chejoviana me sucedió algo de extrema particularidad, al término del cuarto acto me encontraba llorando.
Nunca comprendí bien porque, quizás como menciona Nietzsche, el trabajo del artista sabe decir mucho más que el artista sobre su obra, pero sin lugar a dudas se había tejido algo invisible que al tiempo me provocaría como creador. En el año 2006 monté una obra que se titulaba El vuelo; la pieza estaba conformada por la utilización de dos obras de Chejov, Tío Vania y La gaviota. La investigación me llevó por primera vez a poner en escena a este autor y así adentrarme en su universo. En el 2011 dirigí en la UNA un proyecto de graduación llamado Matrioska inspirado en obras chejovianas.
Ahora bien, es muy importante comprender que mi búsqueda teatral se basa en la noción de territorio dramático propia de la pedagogía de Jacques Lecoq, sistema en el cual me especializo. Paso a explicar para luego continuar con Chejov.
La noción de territorio dramático comparte nociones con el género dramático, pero establece claras diferencias. Pensemos la distinción entre género dramático y territorio dramático a través de un ejemplo simple, la tragedia griega que de por sí es un género dramático por excelencia, pero a su vez también es un territorio dramático. Pues bien, ¿cuál es la distinción, entonces, entre género dramático y territorio dramático? Veamos…
Aristóteles presenta la definición de la tragedia en el capítulo VI de Poética, dicha normativa se basa sólo en aspectos formales relacionados con los medios, el objeto, el modo y las funciones que le son propias. Aristóteles afirma: “por tanto, son necesariamente seis los elementos constitutivos de toda tragedia, en virtud de los cuales la tragedia posee cierta cualidad. Ellos son: la trama, los caracteres, la expresión lingüística, el pensamiento, el espectáculo y la música.” (Poet VI 1450a 8-10)
Dicha descripción propia del género dramático le es indistinta a la noción de territorio dramático. Desde la mirada del territorio dramático, lo verdaderamente importante es ver cómo una mujer llamada Antígona se enfrentó a la Polis griega representada por Creonte. En otras palabras, el territorio dramático goza de lo propio del teatro, es decir, el cuerpo y su puesta en tensión de cada época. De modo que, al pensar en territorio dramático nos enfrentamos a una actualización del género dramático, dejando entrever lo propio del género en una disputa de los cuerpos de cada época y por consiguiente, la puesta en tensión de las diferentes interpretaciones y conflictos.
Desde esta perspectiva, la obra Hamlet de Shakespeare puede ser leída como un golpe de estado, es decir, se mata a un rey y se ocupa su trono, esta lectura es propia de los países de la región que han soportado la crueldad de las dictaduras. Otro modo sería el de tomar la obra como un fratricidio, un hermano que mata a otro hermano, la metáfora de lo humano, como Caín y Abel, etc. En otras palabras, la obra es leída según la capacidad y necesidad de cada época.
El territorio dramático pone el acento en el cuerpo, y este es según su época y contexto. De modo que, no solo la obra puede ser actualizada por la potencia de sus temáticos, sino que también es el contexto el que beneficia la presencia del cuerpo que da cuenta de la territorialización del autor.
Desde lo literario podríamos adaptar la obra, por ejemplo: dicho texto dramático sucede en el sur de la Argentina, pero cuando hablamos de territorialización, la obra es una esponja porque puede conservar el texto original sin demasiadas alteraciones, resignificando ciertas temáticas propias de la época y de nuestro clima epocal. Porque ante determinados temas el problema sigue siendo el cuerpo. Por consiguiente, la territorialización de las obras de Chejov goza de una puesta en escena en relación con un cuerpo latinoamericano. ¿Qué temáticas trascienden en el tiempo y en el espacio? ¿Cómo este autor puede hablar de nuestras heridas? En otras palabras, me interesa muy poco hablar de Moscú, el té y el samovar.
Ahora bien, en lo que respecta a La negación de la negación. Una hermenéutica chejoviana. Tenemos que rastrear la noción de “confesión”. Agustín de Hipona en el libro XI de Confesiones afirma: “ardo por saber lo que es el tiempo”. Ricoeur realiza un estudio sobre Confesiones de San Agustín. El pensador francés manifiesta que es a través de la confesión un modo de salvar el tiempo. De este modo, La negación de la negación... confiesa el montaje de las obras chejovianas para salvar y sobrellevar el tiempo de dichas piezas. En el año 2013 estrenamos Un Vania. En el 2014 Ensayo sobre la Gaviota y el año 2016 Mis tres hermanas, sombra y reflejo. A su vez, en el año 2022 se realizó De Interpretatione (premio CTBA); esta última obra estaba basada en la noción de confesión utilizada por Ricoeur antes mencionada. La pregunta de esta nueva obra es ¿qué sucedería si la confesión la realizan otros cuerpos?
Desde mi perspectiva, considero que en estas obras chejovianas: Tío Vania, La Gaviota y Las tres hermanas, obras que componen el corpus de La negación de la negación, dejan ver una singularísima observación de la condición humana. Una condición que da cuenta de la cobardía como sostén del cuerpo social, de una sociedad burguesa venida a menos, que hipoteca su presente en pos de un futuro improbable… De una vida perdida en el deber ser y las apariencias.
La negación de la negación nos permite ir un poco más allá del autor para poder remitirnos a ese lejano reconocible que, en definitiva, da como resultado habitar y hablar de nuestro presente. Esa actitud que acerca la filosofía al arte del teatro cuando ambas disciplinas buscan y atienden a lo universal (el ser humano), apartándose de lo particular (ese ser humano).
* Actor y director de La negación de la negación. Una hermenéutica chejoviana. Funciones: sábados y martes a las 20 hs. en Belisario Club de Cultura (Av. Corrientes 1624, C.A.B.A.).
[Fotos: Cristian Holzmann]