No es solo una cualidad del protagonista de la nueva película de Francis Ford Coppola Megalópolis, un arquitecto visionario llamado César Catilina (Adam Driver) que, al gritar “¡Tiempo, detente!”, puede congelar el mundo temporalmente por un momento antes de restaurarlo con un chasquido de sus dedos. Y Coppola no se refiere a su capacidad de manipular el tiempo en la sala de edición. Lo dice literalmente.
“Todos hemos tenido momentos en nuestras vidas donde nos acercamos a algo que se puede llamar felicidad suprema”, dice Coppola. “Hay momentos en que tienes que irte, tienes trabajo, lo que sea. Y simplemente dices, ‘Bueno, no me importa. Voy a detener el tiempo’. Recuerdo que una vez realmente pensé que lo haría”.
El tiempo está mucho en la mente de Coppola. Ahora tiene 85 años. Eleanor, su esposa durante 61 años, falleció en abril. Megalópolis, que está dedicada a ella, es su primera película en 13 años. Ha estado reflexionando sobre su amor durante más de cuatro décadas. La película comienza, de manera apropiada, con la imagen de un reloj.
“Es curioso, vives tu vida pasando de ser una persona joven a una persona mayor. Estás mirando en esa dirección”, dijo Coppola en una entrevista reciente en un hotel de Toronto antes del estreno norteamericano de Megalópolis. “Pero para entenderla, tienes que mirar en la otra dirección. Tienes que verla desde el punto de vista del mayor mirando al joven, del que te estás alejando”. “Estoy pensando mi vida en reversa”, dice Coppola.
Probablemente ya habrás escuchado algunas cosas sobre Megalópolis. Tal vez sepas que Coppola financió él mismo un presupuesto de 113 millones de euros (120 millones de dólares), utilizando su lucrativo imperio vitivinícola para realizar una visión largamente sostenida de una epopeya romana ambientada en un Nueva York moderno. Es posible que estés familiarizado con la estruendosa recepción de la película por parte de los críticos en el Festival de Cine de Cannes en mayo, algunos de los cuales vieron una gran locura, otros una ambición salvaje para admirar.
Megalópolis, una película que Coppola comenzó a considerar en la época de Apocalypse Now a finales de los años 70, ha sido un tema de intriga, anticipación, chismes, una demanda y pura incredulidad durante años. Lo que tal vez no hayas escuchado sin embargo, es que es un mensaje extraordinariamente sincero de un maestro cineasta que se acerca al final de su vida. Giancarlo Esposito, quien realizó una lectura del guion por primera vez hace 37 años con Laurence Fishburne y Billy Crudup, lo llama “un profundo, profundo sueño de consciencia” del director.
En un momento en que muchos están consumidos por políticas amargamente partidistas y la ansiedad por el cambio climático, Coppola ha aprovechado cada oportunidad este año para suplicar que somos “una familia humana”. Su película, un delirante sueño del futuro, es una fábula desordenada pero sincera sobre la ilimitada potencialidad humana. Por más improbable que pueda parecer el optimismo en 2024, es un grito del corazón de Coppola (One from the heart, como se tituló su película), uno que conecta más con su permanente, infantil sentido de posibilidad que con su perspectiva como un estadista mayor.
“Me di cuenta de que el genio de la invención humana usualmente ocurría cuando jugábamos con nuestros hijos. En el acto de jugar somos muy creativos”, razona Coppola. “En las pinturas rupestres, ves manos, pero hay manos grandes y manos pequeñas”.
Megalópolis será lanzada por Lionsgate en cines de Estados Unidos este viernes, incluyendo muchas pantallas IMAX, culminando lo que ha sido, posiblemente, la mayor apuesta de Coppola, lo cual es decir mucho para el cineasta que desembolsó sus propios millones para filmar Apocalypse Now en la selva de Filipinas y llevó a su productora, Zoetrope, a la bancarrota para hacer One From the Heart en 1982. Ese título ha seguido siendo simbólico de Coppola, un cineasta eminentemente personal, independientemente del éxito de El Padrino, quien a menudo ha hecho su mejor trabajo arriesgándose mucho.
“En nuestro primer día de rodaje, en un momento del día dijo a todos: ‘No estamos siendo lo suficientemente valientes’”, recordó Driver en Cannes. “Eso, para mí, fue lo que me enganchó para el resto del rodaje”.
En la película, César (Adam Driver) está en desacuerdo con un alcalde conservador, Franklyn Cicero (Giancarlo Esposito), pero se enamora de su hija, Julia (Nathalie Emmanuel). Los poderes de César como alguien capaz de detener el tiempo y un arquitecto derivan de una sustancia llamada Megalon que podría alterar el destino de la metrópoli llamada Nueva Roma. Se mezcla mucho, incluyendo la personalidad televisiva Wow Platinum (Aubrey Plaza) y Clodio Pulcher (Shia LaBeouf). Coppola pasó años reuniendo un álbum de recortes de inspiraciones para la película, aunque podrías preguntarte si César no está derivado, en última instancia, de él mismo.
“Pensé en Francis pero no estaba pensando en que iba a hacer una versión de Francis”, dijo Driver. “Todas las películas, en cierto modo, son de sus directores”.
Esposito se sorprendió al encontrar que el guion no había cambiado mucho a lo largo de los años. Todas las mañanas, recibía un mensaje de texto de Coppola con una historia antigua diferente. En el set, Coppola prefería los juegos teatrales, la improvisación y seguir su instinto. “Se toma su tiempo. A lo que estamos acostumbrados en esta era moderna es a respuestas inmediatas y a tener que conocer la respuesta”, dice Esposito. “Y no creo que Francis necesite conocer la respuesta. Creo que la pregunta para él a veces es más importante”.
Los informes de desorden en el set llevaron a Driver a hacer una declaración de que, por el contrario, fue una de las mejores experiencias de su carrera. Más tarde, justo antes de que la película se estrenase en Cannes, un informe alegaba que Coppola se comportó inapropiadamente con extras. La revista Variety luego publicó una historia con un video grabado por un miembro del equipo que mostraba a Coppola, en una escena de club nocturno, caminando entre una multitud que bailaba y luego deteniéndose aparentemente para inclinarse hacia varias mujeres para abrazarlas, besarlas en la mejilla o susurrarles.
A principios de este mes, Coppola demandó a Variety, alegando que su informe era falso y difamatorio. La publicación respondió que respaldaba a sus reporteros. Cuando se le preguntó sobre eso en Toronto, Coppola dijo “ni siquiera quiero (discutirlo). Es una pérdida de tiempo”. Más tarde en la entrevista, señaló: “Soy muy respetuoso con las mujeres, siempre lo he sido. Mi madre, ella siempre me enseñó: ‘Francis, si alguna vez le haces una insinuación a una chica, significa que la estás faltando al respeto’. Así que nunca lo hice”.
Ninguno de los grandes estudios o servicios de streaming (“Otra palabra para video casero”, dice Coppola) buscó adquirir Megalópolis después de Cannes. También la mostró primero a ejecutivos y amigos en Los Ángeles antes del festival, pero encontró poco interés.
“Soy una creación de Hollywood”, dice Coppola. “Fui allí queriendo ser parte de ello, y por chanchullos, me dejaron serlo. Pero ese sistema está muriendo”.
Si tiene mucho en juego con Megalópolis, no parece estar preocupado de ninguna manera. Recuperar su inversión en la película será virtualmente imposible; está en riesgo de perder muchos millones. Pero hablando con él, está claro que está lleno de gratitud. “No podría estar más bendecido”, afirma.
“Todo el mundo está tan preocupado por el dinero. Yo digo: ‘Dame menos dinero y dame más amigos’”, dice Coppola. “Los amigos son valiosos. El dinero es muy frágil. Podrías tener un millón de marcos en Alemania al final de la Segunda Guerra Mundial y no podrías comprar una barra de pan”.
Coppola últimamente ha estado viendo muchas películas de los años 30 (The Awful Truth es una favorita). Pero su mente está mayormente en el cine del futuro. En los últimos años, el director ha experimentado con lo que él llama “cine en vivo”, tratando de imaginar una forma de película que se cree y se vea simultáneamente. En las proyecciones del festival, Megalópolis ha incluido un momento en vivo en el que un hombre sube al escenario y le hace una pregunta a un personaje en la pantalla.
“Las películas que harán tus nietos no serán como esta fórmula que sucede ahora. Ni siquiera podemos imaginar lo que va a ser, y esa es la maravillosa cosa al respecto”, afirma. “La noción de que hay un conjunto de reglas para hacer una película — tienes que tener esto, tienes que tener aquello —, está bien si estás haciendo Coca-Cola porque quieres saber que vas a poder venderla sin riesgo. Pero el cine no es Coca-Cola. El cine es algo vivo y en constante cambio”.
Coppola ha esperado incluir el momento en vivo en proyecciones a nivel nacional. Pero sí ha ideado una forma de “simular para el hogar una experiencia que sea algo teatral”, según definió. Independientemente de si el público acudirá en masa a ver Megalópolis, es claramente una apasionada declaración del tiempo tardío de un titán del cine estadounidense, hecha sin un ápice de algoritmo, que encarna una línea que se escucha varias veces en la película: “Cuando saltamos hacia lo desconocido, demostramos que somos libres”.
“Tiene que haber”, dice Coppola, “cineastas que hagan la película sin riesgo y se sumerjan en ella y digan: ‘Bueno, me parece bien, pero quién sabe. Tal vez estoy equivocado, tal vez tengo razón, no importa. Está en mi corazón’”.
Fuente: AP