Un joven artista debe mudarse con su madre a una isla donde sólo viven menos de 120 habitantes en Martín García, la nueva película de Aníbal “Corcho” Garisto, que se estrenará en los cines argentinos el 26 de septiembre. La película, filmada en la Isla Martín García, es protagonizada por Nacho Quesada, Thelma Fardín, Mora Recalde y Rafael Ferro.
Martín García narra cómo un joven, Germán, debe acompañar a su madre a este sitio tan alejado de la ciudad donde nació después de que ella se reencuentra con el hombre de su vida. La película, que mezcla comedia romántica y elementos de coming of age, nos muestra a Germán tratando de adaptarse a su nueva vida en un lugar sin amigos de su edad y sin conexión a internet o redes sociales. Él encuentra en la naturaleza y en los habitantes de la isla las claves para descubrir su identidad y madurar.
La trama se concentra en la amistad y el amor como pilares fundamentales en la vida de Germán, quien con su imaginación y armonía con la naturaleza, comienza a transitar su propio camino hacia la adultez. La naturaleza del lugar se transforma en uno de los personajes principales, al igual que el sonido del ambiente y melodías pegadizas.
Aníbal “Corcho” Garisto es un cineasta con una sólida trayectoria en el género documental. Ha dirigido films como El Polonio (2011), Los Ojos de América (2014), el cual ganó un Martín Fierro, y Kombit (2016). También ha trabajado en series documentales como Libertarias (2019), ganadora del premio a mejor guion de serie documental por Argentores, y La Mirada de Lestido (2022). Martín García marca su debut en la ficción cinematográfica.
La producción destaca por su evocación de formas más inocentes y emocionantes de hacer cine, según dicen sus realizadores, contrastando con fórmulas comerciales más convencionales. Germán, que inicialmente se muestra renuente al cambio, logra conectar con la isla y su gente, retratando así una travesía más emocional y pura, que trasladará a la audiencia a un lugar único, lleno de paisajes naturales y personajes entrañables, en una historia sobre el crecimiento personal y la búsqueda de identidad en escenarios poco convencionales.
—¿Por qué elegiste filmar en la isla Martín García? ¿Hay alguna conexión personal con el lugar o fue por la oportunidad de rodar allí?
—A principios de los 2000, un amigo me contó que en la isla Martín García, de unos 100 habitantes, sólo había un adolescente en la secundaria. Eso me intrigó: ¿qué hace un adolescente solo en una isla? Unos años después, tras terminar un documental en Haití, quise empezar una ficción y volví a esa idea. En 2015 viajé a la isla para conocerla porque creo que es difícil escribir sobre un lugar que no conocés. Fui con Vanina Sierra, la coguionista, y en 2016 comenzamos a escribir. Siempre pensamos en la isla Martín García como escenario. Cambiamos un poco al personaje: en vez de haber nacido en la isla, decidimos que llegara allí porque su madre se enamoró de alguien. Nos pareció más interesante ese giro. Así empezó la escritura y las visitas a la isla, que es un lugar fascinante.
—¿Cómo fue retratar a ese adolescente y qué te interesó de él? Me imagino que el hecho de ser el único adolescente en la isla influyó, pero ¿cómo construiste al personaje?
—Siempre me ha interesado la adolescencia, esa etapa entre la niñez y la adultez. Me atrajo porque la isla también es una frontera, entre Uruguay y Argentina, y ese límite reflejaba bien el paso de la adolescencia a la adultez. Empecé a trabajar con Nacho Quesada, que interpreta a Germán, y antes del rodaje hablé con unos 40 adolescentes para entender sus gustos y cómo se expresan. Germán viene de la ciudad, donde el celular es como una extensión de su mano, y de pronto llega a un lugar casi sin señal, donde hay más pájaros que personas (120 habitantes frente a más de 230 especies de aves). Me interesaba cómo se conecta un adolescente con la naturaleza en ese entorno. Germán es un artista tímido que casi no habla hasta el minuto 18 de la película, y eso también lo usamos para definir su carácter.
—¿Fue difícil encontrar al protagonista o ya tenías a alguien en mente?
—Había trabajado con Thelma en otra película, La Estrella Roja, y cuando pensé en el personaje de la guardaparque, enseguida la imaginé a ella. Thelma, además, me recomendó a Nacho. Ya lo conocía por su trabajo en El Marginal, y cuando hicimos el casting, me di cuenta de que era perfecto para el papel. No hago castings con escenas, sino que prefiero charlar con los actores, y Nacho tenía muchas cosas en común con Germán, lo que lo hacía ideal para el personaje.
—¿Hicieron una investigación para conocer la isla y decidir qué lugares usarían para la película?
—Empezamos con el típico recorrido turístico de la isla, pero después fuimos más allá. Hablamos con la guía local y yo investigué mucho, desde la “Conquista del Desierto” y los mapuches encarcelados allí, hasta la actualidad. Queríamos que los datos que dieran los personajes fueran reales. Yael Frida Gutman, que interpreta a la guía turística, también investigó en la isla, y todo lo que dice Thelma, su personaje de guardaparque, lo validamos con Gloria, la verdadera guardaparque, y su equipo. Además, muchas escenas se terminaron de definir allí mismo, como la del kayak, que trabajamos con Héctor, el experto local. Nos apoyamos mucho en la gente de la isla para transmitir su conocimiento en la película.
—¿Cómo fue la experiencia de filmar en la isla, tanto en términos de logística como de convivencia con la gente local?
—Sabíamos que filmaríamos en el segundo semestre de 2022, así que empezamos a viajar con parte del equipo en enero, y ya para marzo la gente de la isla nos conocía bien. Además, Isadora Ardito y Bárbara Brandt organizaron un taller de cine en la isla, donde filmaron un corto con los locales. Queríamos dejar algo en la comunidad. Hicimos un casting y cuatro personajes secundarios son de la isla, además de muchos extras. La gente local fue increíble. Como el equipo era de 40 personas, aumentamos casi un 50% de la población, que es de unas 100 personas. Vivimos un mes en la isla, lo que fue una experiencia casi como una película en sí misma, con cortes de luz y agua, pero el equipo lo dio todo y lo disfrutamos.
—Cuando se filma fuera de la ciudad, ¿se genera una dinámica como de “viaje de egresados”, donde el equipo comparte mucho más que solo el trabajo?
—Sí, definitivamente. En la isla no había distracciones como bares, cines o teatros, que normalmente dividen al equipo. Nos hospedamos en una vieja hostería que tuvimos que arreglar para vivir, así que se creó una especie de comunidad. Todos estábamos juntos todo el tiempo. Había un pool que abría los fines de semana, y ese era nuestro único lugar para desconectar un poco.
—¿Cómo fueron las primeras presentaciones de la película?
—Primero la vieron los habitantes de la isla y los actores, me parecía importante que ellos la vieran. En BAFICI le fue muy bien, fue una fiesta, la gente la disfrutó mucho. Aunque ya he hecho tres documentales y dos series, esta película tiene el espíritu festivo de una ópera prima cada vez que se proyecta.
—Es imposible no preguntarte sobre la situación actual del cine argentino. ¿Cómo es estrenar una película en un contexto tan difícil para la cultura y con la complicada situación económica del país?
—Quiero destacar que la película contó con un fuerte apoyo del Estado: INCAA, el Instituto Provincial de Buenos Aires, Mecenazgo, el Fondo Metropolitano y el Fondo Nacional de las Artes. Todos esos fondos fueron clave para hacerla. Agradecemos ese apoyo porque, sin él, no hubiera sido posible.
Estamos en un momento crítico, quizá el peor de los últimos 20 años. El arte, el cine y el teatro están mal vistos, y nunca hubo tanto odio hacia quienes hacemos cine ni contra el INCAA. Eso me duele como realizador y productor. Sin embargo, estoy feliz de estrenar en este contexto. Lo veo más como un acto de amor que de resistencia. Nos sentimos cómodos estrenando en el Gaumont, que es como nuestra casa. No buscamos estar en salas comerciales que no quieren proyectar nuestras películas. Vamos a donde la gente quiere vernos: el Gaumont, el Malba, el Cultural San Martín, el Teatro Helios, entre otros.
El contexto es durísimo, tanto para los trabajadores del cine como para las productoras pequeñas como la nuestra. La ventanilla continua del INCAA está paralizada, no hay concursos nuevos y muchas pymes están cerrando. A pesar de todo, seguiremos haciendo cine porque es lo que amamos y queremos contar nuestras historias. Es importante que seamos nosotros quienes narren sobre lugares como la isla Martín García, un sitio clave en la historia argentina. De ahí la importancia de la soberanía audiovisual, para que nuestras voces sigan contando nuestras historias.
*”Martín García” se estrena en el Cine Gaumont (Avenida Rivadavia 1635, CABA)