Silvia Pérez Cruz: “Nunca pienso en estilos, más bien pienso en emociones”

La cantante española, quien vuelve a presentarse en Buenos Aires este jueves 26, habla de su admiración por Mercedes Sosa y del oficio que ama. “Soy trabajadora, como un artesano”, dice

La cantante Silvia Pérez Cruz y el guitarrista Ze Ibarra ensayan su versión de "La Pomeña", un clásico del folclore argentino de Manuel J. Castilla y Gustavo "Cuchi" Leguizamón

Silvia Pérez Cruz se muestra sonriente a través de la videollamada, detrás el cielo celeste del final del verano y el azul profundo del Mediterráneo. Desde la costa catalana, la cantante española dialogó con Infobae Cultura sobre sus raíces, la historia de amor con la música popular argentina y un nuevo disco, Toda la vida, un día, que se presenta como el más ambicioso proyecto de su trayectoria de más de dos décadas. “Me gustaba la idea de que hubiera movimientos, como en la música clásica”, cuenta en la semana previa a su presentación en Buenos Aires, este jueves 26 en el Auditorio de Belgrano.

Será una excelente oportunidad para disfrutar y llegado el caso inclusive, descubrir a una de las artistas más relevantes de la música popular de habla hispana en el mundo, hoy. La obra de Silvia Pérez Cruz se mueve entre los géneros como quien cruza fronteras invisibles. En su música no hay límites, solo un tejido invisible que une copla, fado, bolero, flamenco y también, folclore argentino. Así lo cuenta ella en este diálogo cuando dice “mi lenguaje bebe de todos esos lugares que tanto me han inspirado… Por eso, nunca pensé en estilos. Pienso más en emociones. Una emoción que quiero contar”.

Mercedes Sosa (1935-2009)

—Tienes una estrecha relación con la música argentina y con muchos músicos de aquí con quienes has compartido escenario y grabaciones. Cuéntame dónde comenzó esta historia.

—Pues mira, todo empezó cuando yo tenía 21 años, o sea, hace 20 años. Participé en un proyecto que se llamaba Inmigraciones, con un grupo mitad argentino y mitad catalán. Iba con un documental donde se entrevistaba gente que había emigrado de un sitio a otro y se les preguntaba cuáles eran las músicas que habían sido banda sonora en esa migración. Ahí conocí el folclore argentino. Bueno, espérate… En realidad, para ser sinceros, mi primera conexión fue cuando yo tenía ocho años, que mi padre me puso “Alfonsina y el mar”, cantada por Mercedes Sosa: me atravesó tanto que creo que me marcó desde chica. Esa la primera canción que canté, sintiendo la vocación del canto y las emociones que podía transmitir cantando. Tenía 12 años. Desde entonces siempre he cantado esa canción con mi padre. Pero luego, a los 21 años pasó esto que te contaba y viajé a Buenos Aires.

Allí conocí a Ernesto Snajer, el director musical de la parte argentina, y estaba Tiki Cantero, el de Aca Seca Trío. Conocí canciones a Spinetta por ejemplo, y mucho folclore… Conocí también el bombo legüero, que me apasionó, y descubrí unas melodías que me eran muy familiares, muy gustosas y una poesía que me enamoró. Nunca se fue de mí esa conexión. He tenido la suerte de viajar varias veces a Buenos Aires. También fui a Rosario, a Mendoza y a Tilcara, que es como lo más especial que conocí: ahí canté con Juan Quintero. Ahora en breve va a salir un disco que he grabado con Juan Falú, de música argentina. O sea que hace muchos años que me acompaña y me inspira tanto vuestra música como vuestra poesía. Y vuestros músicos. Porque cuando hacéis amigos es como que aprendes, cantas de otra manera con cada persona que vas conociendo.

—O sea que viniste a Buenos Aires antes de que fuera “famosa”.

—Sí (sonríe). Me acuerdo cuando estaba llegando de noche a Buenos Aires, y se veía todo como un vestido de lentejuelas. Mi carrera empezó a crecer mucho a partir de los 24. Claro, sí, aquello fue previo al crecimiento.

Silvia Pérez Cruz durante un concierto en el Teatro Circo Price, en Madrid (España), en 2021

—En tu obra musical se distingue la diversidad de géneros, estilos y repertorios ¿Qué cuentas ahora, habiendo pasado 20 años de tus inicios?

—Pues si cuento qué somos, somos un trocito de la gente y los lugares que conocemos. Soy amante del arte y en concreto de la música. Es donde más libre me siento, donde me reencuentro con los valores que más quiero cuidar y que cada estilo, cada músico que conozco, me da herramientas para expresarme. Entonces, desde la música clásica (que es lo que estudié), el jazz, que también lo estudié y luego la música popular. Empecé cantando así en la taberna con mi padre. Es importante también decir que empecé en una taberna porque creo que siempre, aunque esté en un teatro muy grande, intento crear esa intimidad de la mesa de madera. Mi lenguaje bebe de todos esos lugares que tanto me han inspirado… Por eso, nunca pensé en estilos. Pienso más en emociones. Una emoción que quiero contar y qué herramienta de las que tengo me sirve, cuál me va mejor para compartirla.

—Tu último disco tiene un tipo de profundidad poco usual en la música popular contemporánea. Casi que podríamos llamarlo “conceptual”. Me gustaría que cuentes cómo llegaste a plasmar esa idea y el camino que siguen las canciones…

—Creo que estoy en el momento de mi carrera en donde más plena me siento a nivel expresivo. Aparte de la música, he trabajado mucho también con las otras artes. Me han interesado otras disciplinas para llegar a una expresión más amplia, pues he podido hacer música con cine, teatro, danza, poesía, animación y eso me ha dado un concepto más amplio para crear. El disco se llama Toda la vida, un día y creo que eso resume un poco de qué se trata… Pero es verdad que hubo un momento, justamente fui a Uruguay y conocí a María Gadú y a Liliana Herrero, que estas dos mujeres me marcaron muchísimo a nivel humano. Compuse una canción para cada una de ellas y justo a Liliana le escribí “Toda la vida, un día”. Ahí entendí que lo que estaba escribiendo tenía que ser una vida entera. ¿Entonces, cómo lo he organizado? Me gustaba la idea de que hubiera movimientos, como en la música clásica. Es un disco de 21 canciones. Tiene cinco movimientos, cada movimiento tiene un color, literal y también tímbrico a nivel de producción y de arreglos.

Silvia Pérez Cruz junto a María Gadú y Liliana Herrero, en el espectáculo "Territorios"

Entonces, el primer movimiento es la infancia, es amarillo y a nivel musical es música que te hace sentir como en casa, confortable, seguro. Hay mucha cuerda, guitarra. Luego el segundo movimiento es la juventud, es azul y la búsqueda es intentar salir de la zona de confort, volver a cuando eres joven y te quieres ir lejos de tu casa. Entonces hay sonoridades más metálicas, hay espacios dispares. Hay cosas grabadas en una habitación, cosas de directo, cosas. El tercer movimiento es del color verde. Es la madurez. Y ahí reivindico la intimidad y la sencillez. Después de haber buscado tanto fuera, te das cuenta que lo que te importa es mucho más simple y está más cerca. Ahí hago un dúo con Juan Quintero. Y luego hay otro dúo con Natalia Lafourcade.

Después viene el cuarto movimiento, que es la vejez. Es un homenaje a la virtud de la lentitud. Hay un habitar el peso del presente con la ilusión de que todo es fugaz. Y luego hay un quinto movimiento, que es el renacimiento. Es de color rojo como la sangre, el latido. Hay más percusión y voz, es más alegre. Es una celebración de la vida y del tiempo circular: cuando terminas una etapa, cambias tu propia piel o te despides de una pareja. Renacer luego de esas pequeñas muertes que vivimos.

—De acuerdo a esta descripción que has hecho del disco, has vivido hasta el tercer movimiento. Cumpliste 40 años recientemente, siempre se la tiene como una edad-bisagra de vida ¿Qué ha significado para ti llegar a este momento?

—Tiene mucho que ver porque en el momento que estaba escribiendo el disco, estaba por cumplir los 40. Ese encuentro que te comentaba con Liliana -en un momento en que ella estaba muy conectada con la vida y la muerte-, me puso en mi eje. La sentí como un faro y me ayudó a reencontrarme porque yo estaba en un momento muy frágil. Han sido años muy buenos, los 40 y los 41 que tengo ahora también… Ya sabes lo que no quieres, lo que quieres intentar, y despojarte de lo que te hace mal. Y a nivel artístico, supongo que tenía esa necesidad de mirar una vida entera, mirar para atrás pero también para adelante.

Entonces creo que tiene que ver totalmente con mi edad, que haya hecho un disco que hable de eso por sentirme en el medio, suponiendo que viviera 80. Pues sí, a ver ¿qué ha pasado hasta aquí? ¿Y hacia dónde queremos ir?

"Hablo de reivindicar la belleza de todas las edades", dice Silvia Pérez Cruz

—En los años en que ha transcurrido tu carrera artística hubo notables cambios de toda clase: tecnológicos, un tiempo de aceleración en el mundo, incluso con la pandemia en el medio. ¿Cómo lidias, como artista, con este mundo tecnológico de Spotify, redes sociales, posteos, singles, featurings y todas esas cosas que hoy día rodean al negocio de la música?

—Hubo una evolución. En el disco anterior, que se llamaba Farsa, género imposible. tenía la sensación que se le daba más valor a la superficie que al contenido y eso me creaba mucho conflicto. Luego me di cuenta que, en realidad, el arte es libertad. Eso me dio paz y lo que me importaba era saber donde me sentía cómoda yo. Y por otro lado me di cuenta de que lo que sabía hacer, era cuidar la vulnerabilidad, la belleza de la vulnerabilidad en el arte. Y me quedé tranquila con eso. Entonces no noté mucho lo del tiempo, y la poca paciencia y concentración que tenemos todos (me incluyo). Trabajo mucho desde el sentimiento y soy muy trabajadora, como un artesano. Hay primero un sentimiento que te nace y luego esa artesanía para ir cuidando lo mejor que puedes esa pieza.

Y por ejemplo, lo de los featurings antes no lo entendía. Me parecía muy preparado, como si todo fuera un negocio. Y ahora que han pasado años desde que se empezó a hacer mucho esto, sobre todo desde 2018, y luego con la pandemia es cuando más noté eso. En este disco participa mucha gente, pero son todos amigos, hay un vínculo real. Y en mi caso, como hace muchos años que me dedico a esto, viajo mucho. Tengo la suerte de conocer muchos artistas con los que me conecto y ahora puedo hacer colaboraciones de gusto. Es como un juego. Lo entiendo ya como una manera de crear diferente. Insistí mucho en este disco en hablar de reivindicar la belleza de todas las edades. Tenía la sensación que vivíamos teniendo la sensación que vivimos un momento en donde todo muere el día que ha nacido y esto puede crear mucho estrés.

En el arte veo gente con una urgente “tengo que crear, tengo que crear” porque todo muere cuando abres la boca ¿no? También veía gente que se sentía más vieja, gente con 27 años, que si no ha triunfado, se siente vieja. Necesitamos en el arte artistas de todas las edades. Necesitas como oyente o como observador, que haya un artista que tenga tu edad para que cante, en este caso, cómo vives tú el desamor ahora o el miedo a la muerte o la alegría. A veces se valora lo que acaba de nacer y tendríamos que cuidar un poco más todo, todo el recorrido. Reivindico encontrar tu propio ritmo, que puede ser muy dispar del que estás viendo fuera, pero si lo sigues encuentras una paz con lo que haces que, si muere al día siguiente, no importa, porque el camino realmente ha tenido todo el sentido.

[Fotos: Alex Rademakers; Ricardo Rubio/ Europa Press; Télam]

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