La mujer pirata que lideró una de las bandas más temidas: le decían “la malparida”

En su último libro Inés Arteta nos lleva al año 1870, relatando las aventuras de Emilia Burton y los brutales ataques en el delta del Río de la Plata

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Inés Arteta lanza su novela "La malparida" bajo el sello de Tusquets Editores
Inés Arteta lanza su novela "La malparida" bajo el sello de Tusquets Editores

Inés Arteta ha marcado un espacio destacado en la literatura con su obra más reciente, La malparida, que se lanza bajo el sello de Tusquets Editores. Esta novela nos transporta al año 1870, en un viaje entre Nueva Palmira y San Fernando, donde la vida de Emilia Burton cambiará para siempre al enfrentarse a un brutal ataque pirata.

La travesía en barco de Emilia es abruptamente interrumpida por un asalto liderado por el infame pirata conocido como el Correntino “Malo”. Durante el violento abordaje, todos los pasajeros son ejecutados, excepto Emilia y María del Carmen Rivero, una partera, y su hija pequeña. Poco después, María del Carmen, apodada “La Marica”, se convierte en la amante de este vil pirata y líder de una de las bandas más temidas del delta del Río de la Plata.

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La malparida

Por Inés Arteta

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El relato se desenlaza a través de los escritos de Emilia, quien como cautiva lleva una bitácora detallada de sus vivencias. Su registro nos permite descubrir la evolución de María del Carmen en la figura temida por todos, conocida finalmente como “la Malparida”, una pirata feroz que surge de las entrañas de una devastadora realidad.

La autora, Inés Arteta, no se aparta de su estilo característico que mezcla ficción con hechos históricos, brindando a la novela un relato poderoso y crudo. En sus páginas, Arteta encuentra un balance entre lo salvaje y lo íntimo, anclando la historia en eventos reales mientras destroza límites con una narrativa violenta y directa.

A través de la bitácora de Emilia Burton, la autora argentina revela cómo la partera María del Carmen se convierte en una figura temida
A través de la bitácora de Emilia Burton, la autora argentina revela cómo la partera María del Carmen se convierte en una figura temida

Arteta, nacida en Buenos Aires en 1962, cuenta con una prolífica carrera literaria. Entre sus obras se destacan otras novelas como El mismo río, galardonada con el Premio Inarco a las Letras en 2007, y Los Caimanes, que fue finalista en eventos literarios como Buenos Aires Negra (BAN!) en 2014 y Córdoba Mata en 2016. Sus últimas publicaciones incluyen La otra mitad del universo y La madre de la noche, y su habilidad narrativa también se refleja en sus libros de relatos, entre ellos Chicas bien y Juego de mujeres.

Infobae Cultura acerca a sus lectores un fragmento de la novela:

La Malparida (Fragmento)

El comienzo es una brutal quietud envuelta de neblina. El barco frena de golpe y los pasajeros quedan ciegos en ese vaho espeso, los oídos al acecho de los piratas varias veces advertidos en el puerto. A popa, apenas pueden distinguirse como bultos, uno al lado del otro. En la segunda fila de asientos, Emilia reza, segura de que esa calma ciega es el portón a la muerte. El barco queda inmóvil, absolutamente inmóvil, y ella enseguida oye el repiqueteo de la tripulación corriendo hacia la proa para desatascar el casco. Después, las bofetadas de remos contra el banco de barro bajo el agua. Unos minutos más tarde empieza a soplar el viento de nuevo, bocanadas de viento que llegan desde la costa de enfrente y empujan retazos de niebla.

Entonces, por algunos lapsos sí y otros no, Emilia puede ver las muecas de terror de los demás pasajeros. En un momento en que la bruma se despeja del todo, ve el contorno de la orilla a unos trescientos metros: árboles demasiado grandes, tal vez aumentados por el efecto fatamorgana. Ese efecto es un espejismo debido a la inversión de la temperatura, (lo sabrá después, cuando ya viva en esa costa), que ahora muestra la mata de árboles en la orilla como gigantes que sacuden los brazos. Alguien dice que cree que, por el frío que hace de repente, ese viento es el Pampero. Otro le grita que qué carajo importa el nombre del viento. Las ráfagas son cortas, sacudones que derriban a un marinero; cae sobre la cubierta como un muñeco de lana.

Eso a Emilia le quita la esperanza de que el capitán destrabe el barco y puedan seguir camino. En tanto, cada bocanada de viento, cada ola contra el casco del barco, cada alarido de la tripulación apurada por desencajar el barco, parecen confirmar los malos agüeros anunciados por algunos hace menos de media hora, cuando zarparon de Nueva Palmira.

El infame pirata conocido como el Correntino “Malo” lidera el asalto que marca un antes y un después en la vida de Emilia
El infame pirata conocido como el Correntino “Malo” lidera el asalto que marca un antes y un después en la vida de Emilia

Quizás el recuerdo de Emilia se entrelace con añadidos posteriores, contaminados de su vida en el monte, y por eso retenga el gesto aterrado de los pasajeros, a la vez que rendidos. Alguien empieza a rezar Padre Nuestro que estás en los cielos y otros pasajeros corean: santificado sea tu nombre y de golpe el viento se frena de nuevo, como por efecto de la plegaria. La neblina se empieza a evaporar, acaso chupada por las nubes, arremolinadas más alto. Rosa Ramona, la única niña a bordo, hace un chillido agudo con o, tal vez quiere decir lobizones y no recuerda la palabra.

Ahora que no hay bruma Emilia distingue la cara de la madre, Marica Rivero, impávida. El pasajero a su lado cachetea a la nena, que por fin se calla y lo hace con desconcierto. Y en eso la niebla se espesa de nuevo, ya no es vaho, sino un líquido flotante, que les empapa la cara y las manos. Entonces a babor, del medio del vaho, brotan monstruos en andrajos. Emilia puede jurar aquella memoria sólida: monstruos. En andrajos. Vienen empinados en una chalupa con mástil, mudos.

Empuñan machetes como aletas de metal. En una de esas desaparecen bajo la proa elevada por el atascamiento. Se oyen golpes en el casco, y enseguida hay dos de esos monstruos en la cubierta a proa, adonde está la carga y las maletas. El que trepó a bordo primero degüella al capitán con un machete. Lo hace un segundo después de que él disparase su pistola sin herirlo. A gran velocidad, suben otros cuatro o cinco monstruos y el resto de la tripulación apenas tantea una defensa desabrida. Emilia recordará con claridad (será lo único diáfano del recuerdo de esa travesía) que los pasajeros estaban pasmados, como si los paralizara un terror atávico. Los degüellan uno por uno con desenvoltura. Sin resistencia ni gritos de nadie, como si el submundo les hubiese arrancado las cuerdas vocales y también el instinto de supervivencia o como si lo aterrador de la muerte fuese su inminencia y la muerte en sí, un alivio. Enseguida, unos veinte cuerpos quedan decapitados, casi todos todavía erguidos sobre los asientos, alrededor de las únicas mujeres abordo. Emilia se ha puesto de pie, se queda quieta como esperando su turno con sumisión. Hasta que uno de los monstruos la empuja hacia la escalera y la obliga a bajar. Detrás de ella viene Marica Rivero con el vestido manchado de rojo y Rosa Ramona colgada de su brazo, que no para, no para de gritar. La niña sigue gritando cuando van sentadas en el chinchorro del barco hacia la costa de enfrente, que parece ahí nomás. El pirata que rema es un hombre gigante, de hombros rígidos como arpones, barba dorada, y usa vincha. Marica Rivero mira hacia atrás donde, a unos setenta metros de ellas, el barco está prendido fuego. La niña todavía grita cerca de la orilla y ese grito parece ser lo único que sucede. Hasta que la chalupa de los piratas alcanza la playa. Un pirata con chaqueta larga negra es el que manda. Los demás empiezan a descargar las cajas y bolsas que saquearon del barco, que ahora es una bola de fuego a unos doscientos metros de la costa. Rosa Ramona sigue gritando. Y en el siguiente instante, el que manda degüella a Rosa Ramona ahí mismo, sobre la arena. Dice que gritaba mucho.

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