Daniel Maza, Hernán Jacinto y Pipi Piazzolla presentan su primer disco como trío, Vivo en Bebop, el jueves 19 de septiembre a las 20 y a las 22.30 hs. en Bebop Club (Uriarte 1658).
El álbum hace confluir a tres de los mejores músicos de la escena actual, con un repertorio que incluye nueve temas: “Dedos” y “Blumana”, de Rubén Rada, “Santanita”, de Rada/Fattoruso, “Esa tristeza” y “Nombre de bienes”, de Eduardo Mateo; bolero: “Eclipse”, de Margarita Lecuona y “Cuenta conmigo”, de Chico Novarro; “Footprints”, de Wayne Shorter y “A la final, chorizo”, de Eduardo Pinto.
Cada tema del disco es un paisaje sonoro que atraviesa fronteras, uniendo generaciones y estilos en una alquimia perfecta. Daniel Maza, maestro del bajo, teje un tapiz rítmico denso pero ágil, mientras el piano de Hernán Jacinto se desplaza como el viento, alternando entre la precisión y la osadía. Sobre ellos, la batería de Pipi Piazzolla marca el pulso, a veces con delicadeza, otras con la potencia que exige la improvisación.
El disco fue grabado en vivo en donde cada acorde, cada silencio compartido entre los músicos y el público, se impregnó en las paredes. Es un álbum que, más allá de su virtuosismo, guarda un espíritu tangible de camaradería. Las versiones de temas como “Santanita” y “A la final, chorizo” no son simples interpretaciones; son recreaciones que nacen de la complicidad y del profundo respeto hacia la música.
El trío Maza-Jacinto-Piazzolla parece haberse encontrado en el punto exacto donde la técnica y la pasión se confunden, y Vivo en Bebop es el testimonio de ese instante fugaz que ahora se perpetúa en cada reproducción. No es solo una reunión de grandes nombres; es una convergencia de almas musicales que han recorrido caminos diversos, pero que, en el momento justo, se encontraron para crear algo más allá de las notas. Cada uno trae consigo una historia sonora marcada por el virtuosismo y la experimentación, pero es en conjunto donde alcanzan una sinergia única.
Daniel Maza, con su bajo firme y envolvente, es una fuerza imparable que carga consigo la riqueza rítmica de la música uruguaya. A través de sus cuerdas fluye una energía que atraviesa géneros con una fluidez natural, capaz de sostener un bolero o un tema de jazz con la misma maestría. Maza no solo interpreta, sino que teje un diálogo constante con sus compañeros, dejando que cada silencio sea tan importante como cada nota.
Hernán Jacinto, en el piano, es la brújula que orienta cada tema hacia territorios inesperados. Su estilo es un equilibrio perfecto entre lo técnico y lo emotivo, con melodías que parecen surgir desde un lugar profundo, como si las teclas fueran meros conductos para algo más grande. Su capacidad para interactuar con Maza y Piazzolla, para abrir espacios de improvisación y permitir que la música respire, es lo que da al trío una sensación de libertad que trasciende cualquier estructura.
Pipi Piazzolla, heredero de un apellido que carga la historia del tango, aporta una visión rítmica que juega constantemente entre lo explosivo y lo sutil. Su batería es una extensión de su propio cuerpo, capaz de marcar tiempos precisos o de desmoronarse en una explosión de percusiones improvisadas. Piazzolla no solo acompaña, sino que guía, empujando al trío hacia terrenos donde lo predecible desaparece y solo queda la pura emoción del instante.
La magia del trío radica en su enfoque musical: la improvisación. No se atan a fórmulas ni repiten esquemas. Cada interpretación es un momento nuevo, una conversación en la que los temas cambian de forma en cada presentación. La libertad de poder moverse entre géneros—del jazz al bolero, de la canción uruguaya a la experimentación más pura—hace que el trío no conozca fronteras. Como ellos mismos afirman, lo que sucede en el escenario es siempre distinto, irrepetible.
Daniel Maza se expresa con la sencillez y el entusiasmo de quien ha encontrado no solo grandes músicos, sino compañeros de ruta: “Esta juntada me encanta”, dice con una sonrisa que parece filtrarse en cada palabra. Para él, Hernán Jacinto y Pipi Piazzolla no son solo colegas, sino amigos que comparten la misma pasión por la música. Maza enfatiza la libertad como el corazón del proyecto. Esa libertad, según él, les permite tocar lo que desean en cada momento, sin límites, dejando que la música fluya en todas direcciones. “Los mismos temas siempre son distintos”, añade, como si quisiera dejar claro que la verdadera esencia de su música está en lo impredecible, en esa posibilidad de que cada noche, cada nota, pueda llevarlos a territorios desconocidos.
Hernán Jacinto, por su parte, habla desde la admiración. Su respeto por Daniel y Pipi es palpable cuando confiesa que es un fan de ambos. Para Jacinto, el trío ha transformado la forma en que viven la música. El vínculo que han forjado va más allá de lo técnico: “Hay mucha libertad, interacción y frescura”, dice, destacando la fluidez con la que se mueven en el escenario. En sus palabras se siente la calidez de lo humano, ese vínculo afectivo que se traduce en las notas y que transforma cada tema en una experiencia compartida. Para Jacinto, el álbum refleja esa magia que solo sucede en vivo, esa química que trasciende las partituras.
Pipi Piazzolla describe su experiencia con un tono de celebración: “Es una verdadera fiesta”, confiesa, dejando claro que para él, este trío es más que un proyecto; es un encuentro con amigos, una oportunidad para improvisar sin ataduras y disfrutar de cada momento. Para Piazzolla, cada canción es un pretexto para dejarse llevar, para explorar los límites de su propio estilo sin la presión de ajustarse a expectativas. Grabar en vivo, para él, fue fundamental, porque lo que sucede en el escenario es irrepetible, y esa energía es lo que buscaban capturar.
[Fotos: Javier Tenenbaum]