Carlos Busqued sigue entre nosotros. Por varios motivos. Primero, porque sus dos libros —Bajo este sol tremendo (2008) y Magnetizado (2018)— se siguen leyendo con entusiasmo. Segundo, porque cada tanto —con más frecuencia de la sospechada— aparece alguno de sus viejos tuits que un usuario aleatorio replicó y, como si estuviera envuelto por una oscura fuerza esotérica, habla, ya muerto, desde el más allá, desde otro plano, directamente a nuestro presente. Y dice cosas como esta: “pensar que en este momento hay pibes de 16 años empadronándose para votar a milei espert esos” (23 de mayo de 2019). O esta: “pensar que esturzeneger todavía tiene cuerda para estar en uno o dos gobiernos de mierda mas” (14 de junio de 2018). O esta: “no hay voces, no hay demonio. el perro no habla” (24 de noviembre de 2019). Como un holograma, @CarlosBusqued, “un mundo de dolor”, el escritor chaqueño fallecido el 29 de marzo de 2021, a los 50 años, nos sigue hablando.
El movimiento completo
Carlos Busqued sigue entre nosotros, también, porque ahora, el mes pasado, Batt & Ríos publicó un nuevo libro. Se titula Borderline Carlito y es, efectivamente, postmortem. Estamos frente a, como se lee en la “Nota de los editores”, “una recopilación de posteos de Carlos Busqued publicados en borderlinecarlito.blogspot.com entre el año 2006 y 2009 (...) Salvamos las erratas, corregimos los títulos de libros y de canciones que cita y reemplazamos minúsculas por mayúsculas al inicio de cada oración y en nombres propios”. Cuando el sello anunció que saldría este libro, Twitter —desde Elon Musk: X—, el antro donde Busqued paseaba desvelado, se preguntó por qué un autor que consagrado con una obra breve pero intensa, cerrada, concreta, cuyo proceso de corrección era tan minucioso, según él decía —no es un detalle menor que entre ambos libros hayan pasado diez años—, decidiría publicar estos textos cotidianos con un yo tan descarnado y expuesto.
“Carlos Busqued acordó la publicación de este libro en Blatt & Ríos, pero no llegó a revisarlo. Esta es una selección de sólo una parte del blog, que ayuda a completar el mundo poético del autor”, concluye la “Nota de los editores”. De esta forma queda zanjada la discusión: la responsabilidad es del autor y no del sello, como se ha dicho. Aún así, la pregunta persiste: ¿por qué Borderline Carlito? La respuesta están sus propias páginas. Si Bajo este sol tremendo era una suerte de novela negra y Magnetizado un non fiction, este nuevo libro puede leerse como la tercera etapa del movimiento que va de la ficción a eso que podríamos llamar realidad. Acá Busqued aparece de lleno: es un anecdotario, un diario de lectura, y una experimentación de eso que conocemos como literatura del yo. La selección de los años (2006-2009) no es antojadiza: el momento en que se publica Bajo este sol tremendo. Por eso, aparecen fragmentos que quedaron afuera de esa novela.
Los momentos alucinantes
En Presidente Roque Sáenz Peña, provincia del Chaco, nació y se crio Busqued, hasta los quince años. Después se mudó a Córdoba con su familia y estudió Ingeniería Mecánica —su padre era militar naval— casi como un mandato, como para pagar el precio de su libertad, según él mismo contó. Su interés por la literatura venía de antes, por eso estudió Letras pero el intento no duró más que un par de meses. Entre los años 2006 y 2007 se mudó definitivamente a Buenos Aires, donde daba clases en la UTN (Universidad Tecnológica Nacional), y dos veces al mes viajaba a Córdoba para dar clases también allá. Bajo este sol tremendo, su primer libro, comienza a gestarse en Córdoba. Fueron unos cinco años de escritura. Cuando creyó tenerla lista, la mandó a concurso: no pasa nada. Entonces la empezó a reescribir a fondo hasta lograr, de a poco. Sabía que tenía algo distinto, algo honesto; lo intuía. “El 90% de la literatura es un embole a vela”, decía.
“Esa corrección fue una reescritura. Estuve siete, ocho meses reescribiéndola. Es mucho laburo porque durante mucho tiempo no supe adónde iba. Hay una sensación muy picante que es cuando vas armando eso y te vas deshaciendo de cosas. Estás con una página y decís: ¡puta! ¡esta página y media estuve cuatro meses para hacerla! Y se va a la mierda. Cuando te podés dar el lujo de perderle el respeto a tu trabajo es un momento alucinante. Lo que más me gusta de escribir es haber escrito. Del proceso de escribir -que no me gusta una mierda-, lo mejor es eso: cuando sabés que ya está y que estás arreglándolo para que lo vean bien los otros”, dijo en un café del Microcentro, en una entrevista del año 2017. Cuestión que es tanta la fe que se tiene que lo manda al Premio Herralde. No gana, pero deciden publicarla y sale por un sello internacional: Anagrama. Los lectores se apilan de a poco y de pronto, con un solo libro, se vuelve un nombre ineludible.
Diez años después llega Magnetizado. “Una crónica de alto voltaje literario que trata de arrojar luz sobre la mente de un asesino enigmático que conmocionó a Argentina en 1982″, se lee en la contratapa. Salió, también, por Anagrama. En realidad estaba escribiendo una segunda novela, pero en el medio apareció una historia que lo sedujo: el caso de Ricardo Melogno, un hombre que en septiembre de 1982, en Mataderos, mató a cuatro personas en una semana. Los cuatro eran taxistas. En ese entonces tenía Melogno 20 años y hoy, tras largas estadías en penales, está internado en un neuropsiquiátrico. Busqued habló con él durante muchísimas horas y de ese material salió este segundo libro. Mientras tanto, por supuesto, sus arrebatos en las redes sociales y sus posteos en el blog. Además, tuvo tres programas de radio: Vidas ejemplares, El otoño en Pekín y Prisionero del Planeta Infierno. Y de repente, la muerte: un infarto. Tenía apenas 50 años.
El tsunami encima
La lectura de Borderline Carlito es una experiencia diferente a sus dos libros anteriores. Noticias estrafalarias, pasajes de novelas y películas turbias, canciones que se filtran como una gran playlist de fondo, pasajes eliminados de Bajo este sol tremendo, alguna que otra referencia a la coyuntura nacional (pleno conflicto entre el gobierno y el sector agropecuario por la famosa resolución 125) y algunas metáforas sobre el estado de ánimo. En este último punto, el libro crece entre gracioso y terrible. El mejor ejemplo es este: “Tristeza: cinco o seis cuadras de largo. El leopardo del descontento y el león del desánimo caminan entre la ropa sucia de mi habitación. Estoy solo como un boludo pero tampoco se me ocurre otra manera de vivir”. O este: “Tengo la misma esperanza que una araña en un incendio forestal. Me siento como si estuviera jugando a las bolitas mientras se me viene el tsunami encima. Que venga, carajo, me chupa un huevo. Me chupan un huevo todos”.
No es algo que desconozcamos. En su cuenta de X, la que cada tanto regresa con alguna ácida reflexión que parece hablarnos directamente a nosotros y a nuestro presente, sobraba la gracia. Una gracia que cruza el pantano de la tragedia y sale con la misma sonrisa torcida. Pero también estaba en Bajo este sol tremendo: cuando Cetarti, el protagonista, llega a Lapachito, un policía, el oficial Cardozo, le muestra las fotos de su madre y su hermano muertos, y también de su padrastro, Daniel Molina, el asesino, que luego se suicidó. Esto no es spoiler, está en las primeras páginas. “Era una veintena de fotos que Cetarti pasó rápidamente. La cabeza del tal Molina era un desastre (vista al revés parecía una bolsa desfondada), pero las caras de su madre y de su hermano estaban intactas y los dos con el mismo gesto de estar mirando fijamente algo no demasiado entretenido”. La forma en que introduce el humor en medio de la repulsión es fascinante.
Soy de octava
Sigamos en Borderline Carlito. Comienza así una entrada de marzo del 2006: “Soy una entidad sin forma, consistencia ni recipiente. Si algún pelotudo me pregunta en qué ocupo mi día, voy a estar pensando media hora antes de contestar”. En abril de ese año, en otra entrada, dice: “Hace mucho que me siento parado en una etapa muerta que no acaba de terminarse, un final que no termina de darse”. El contexto es este: trabajaba en la facultad y el día de cobro no le habían pagado, lo que parece ser la excusa ideal, el detonante perfecto para llevar a la práctica la idea de ”irme de acá”: “Estaba solo en mi casa y caminaba en un circuito fijo entre mi dormitorio y el living, evaluando no ya qué hacer, sino cómo hacerlo”. De pronto a aparece “el otro habitante de Bergson 5454” y le dice: “No pagaron todavía. Se cobra mañana”. “Me deprimí un poco, seré boludo. Tengo atragantado ese polvo en la garganta. Fui libre unas horas. Soy de octava”, escribe.
Otra entrada, agosto de 2008: “Se me acabó la piedrita que me tenía que durar hasta el 20 del corriente, y llevo a esta altura las primeras 17 o 18 horas de sobriedad de este año. Repentinamente, el tiempo dura muuuuuuuucho y sucede un fenómeno inverso al de Ubik: el mundo, de a poco, se va haciendo real alrededor mío. Las cosas y las personas van perdiendo esa cualidad fantasmal, difusa, que las hace tratables. Es francamente aterrador”. No hay moraleja en estos textos. Ese espacio queda vacío para que el lector la adivine. Como esos freestylers que dejan la cuarta barra por la mitad para que el silencio haga ruido, Busqued se calla en el momento que esperás un consejo paternalista. Un día decide salir a caminar: hace 15 kilómetros. “Iba en un estado de trance, pensando en cosas que ahora casi no me acuerdo. Mentira, ha, ha (llanto)”. De pronto lo tenés a Busqued abrazándote del cuello, señalándote el abismo; luego se ríe y te dice: no pasa nada, boludo.