En 1999, millones de hogares de todo el mundo se iluminaron con una imagen que cambiaría la historia de la televisión para siempre. Tony Soprano, un hombre robusto y taciturno, se sienta frente a su terapeuta, la doctora Melfi, y la primera línea de diálogo resuena con la misma contundencia que los créditos iniciales: “No sé por dónde empezar”. Con esa frase, David Chase no sólo introducía a uno de los personajes más complejos de la pantalla pequeña, sino que también iniciaba una revolución en la forma de hacer y consumir televisión. Los Soprano no fue simplemente otra serie sobre la mafia, fue un espejo oscuro de la vida moderna: ansiedad, familia, lealtad y violencia nunca contenida. En seis temporadas (siete en realidad, aunque por cuestiones contractuales así se presentó, ahora nos enteramos por el propio Chase), capturó la atención de millones de espectadores alrededor del mundo.
A partir de su éxito, otras producciones se atrevieron a romper los moldes convencionales. Series como The Wire, Mad Men y Breaking Bad siguieron ese camino. Cada una de estas narrativas retó al espectador al profundizar en personajes moralmente ambiguos y construir un universo donde los límites entre el bien y el mal se volvían cada vez más difusos. Fue el antes y el después de un formato que, hasta entonces, había estado dominado por fórmulas más predecibles.
David Chase había logrado lo impensable: cambiar para siempre los estándares narrativos de la televisión, elevando el medio a nuevas alturas. Los Soprano no fue solo una serie de televisión. Invitó a vivir una experiencia cultural.
El documental de dos partes Uno de los nuestros: David Chase y Los Soprano, dirigido por el cineasta Alex Gibney y estrenado esta semana en la plataforma Max, examina al hombre y la mente detrás de una de las series más influyentes en la historia de la televisión. El guionista, director y productor David Chase, creador de Los Soprano (showrunner en el nuevo lenguaje de la era de las series) es el protagonista y con él, a través de su relato en una emulatoria sesión de terapia como las que tenían Tony la doctora Melfi, se puede comprender de dónde vino la historia, cómo se puso en práctica, todo lo que pasó en 8 intensos años. A través de una serie de entrevistas íntimas y reflexivas, Gibney invita a sumergirse en la vida personal y profesional de Chase, explora cómo sus experiencias más profundas y personales alimentaron el éxito de la serie y cómo este fenómeno cultural sigue vigente, un cuarto de siglo después de su estreno.
David Chase siempre supo que había algo en su historia personal que quería contar, pero no fue hasta Los Soprano que pudo darle forma. Durante años, sus recuerdos lo atormentaban, en especial aquellos que tenían que ver con su madre, una figura dominante en su vida, llena de manipulación y resentimiento. Y fue esa figura la que daría vida a uno de los personajes más temidos y complejos de la serie: Livia Soprano.
“Mi madre era una mujer muy difícil”, dijo Chase en una entrevista durante el rodaje de la segunda temporada. Livia, la madre de Tony Soprano, representaba todos los miedos y tensiones que él había experimentado durante su infancia. “Cada vez que Livia aparecía en pantalla, sentía como si mi propia madre estuviera allí, observándome”, confiesa. La serie se alimentó de esa relación tóxica y supo explotar con brutal honestidad los límites del amor filial y la culpa, y cómo las heridas de la niñez podían moldear a un adulto que vive en constante estado de conflicto. Primera novedad del documental: si Tony Soprano es cómo es, es porque David Chase lo vivió en carne propia.
En la conversación con Alex Gibney, Chase admite sin embargo que gran parte de Los Soprano fue escrito sin plena conciencia de cuán profundamente reflejaba sus propias vivencias. “No me di cuenta de cuánto estaba poniendo de mí en la serie hasta mucho después. Era una forma de lidiar con cosas que nunca pude resolver en la vida real”, explica. Eso fue precisamente lo que convirtió a la serie del mafioso psicoanalizado en una obra tan poderosa: no solo habla de mafiosos, sino de las cicatrices que dejan las relaciones familiares, las heridas del pasado y la incapacidad de escapar de uno mismo.
Y más allá de los demonios íntimos, asoman otras cuestiones centrales en la vida moderna de los seres humanos que la serie, en la frontera misma del cambio de siglo, supo catalizar. La sociedad que contextualiza la historia de Tony Soprano y sus dos familias estaba, a fines del siglo XX, entregadA por completo a la acumulación material, donde la ética quedaba desplazada por la ambición.
Tony, con su estilo de vida opulento, encarna esa figura de éxito que Estados Unidos celebra, pero a un costo personal y social devastador. Cada vez que asciende un peldaño más en su negocio criminal, se aleja un poco más de su familia y de cualquier posibilidad de paz interna. En el fondo, la serie parece preguntarse: ¿hasta dónde se puede estar dispuesto a triunfar por dinero? Para Chase, Los Soprano era una crítica feroz a la cultura que valora el éxito material por encima de todo. En el documental, el propio Chase lo resume con claridad: “Estados Unidos está obsesionado con el dinero, y el capitalismo desenfrenado es una de las claves de la serie. La codicia es lo que mueve a Tony, como mueve a gran parte de la sociedad”.
Cuando Alex Gibney decidió llevar a cabo el documental sobre David Chase y Los Soprano, sabía que no sería un proceso fácil. A lo largo de las entrevistas, el realizador descubrió un lado más vulnerable de Chase, un hombre que, a pesar de su éxito, mantenía una relación conflictiva con su obra y con los recuerdos que esta evocaba. En una de las sesiones más largas, que duró más de tres horas, Chase empezó a abrirse, revelando detalles muy personales sobre su vida y su relación con los personajes de la serie, detalles que, más tarde, lamentaría haber compartido.
Gibney recuerda ese momento como un punto de inflexión en la producción. “Hubo cosas que Chase dijo en ese momento que no esperaba. Era casi como si él mismo se estuviera enterando de cuánto de su vida había quedado atrapado en los guiones”, comenta el director. Pero no todo fue tan fluido. Recuperar la confianza de Chase después de esa sesión fue complicado, especialmente porque el showrunner de Los Soprano es notoriamente reservado sobre sus motivaciones y el impacto que la serie tuvo en él a nivel personal. “Se cerró por un tiempo. Fue difícil continuar después de eso”, admite Gibney.
Esa tensión no deja de flotar a lo largo de los dos capítulos de un documental de dos horas y media de duración, necesariamente extenso para contar semejante historia.
El final que aún genera debate
A pesar de los años transcurridos, el final de Los Soprano sigue siendo uno de los temas más controvertidos en la historia de la televisión. El último episodio dejó a millones de espectadores confundidos, con la pantalla en negro repentino justo antes de los créditos finales. “A mí me sacudió en el momento, al principio pensé que se me había desconectado el televisor”, admite Gibney. Sin embargo, siempre creyó que era un final poderoso y simbólico: “Es como si la vida pudiera acabar en cualquier momento”.
Ese mismo desenlace ha sido objeto de debates interminables entre críticos y fanáticos, y el documental de Gibney no rehúye abordar esta controversia. David Chase nunca quiso dar una conclusión clara. Para él, la ambigüedad era el mensaje. Uno de los nuestros... se adentra en este momento crucial, en cómo Chase dejó la puerta abierta a las interpretaciones. Algunos creen que el corte final es la representación de la muerte de Tony, un símbolo de que la violencia que lo rodea lo alcanzaría tarde o temprano. Otros interpretan que la vida simplemente continúa, llena de tensión y amenazas, pero sin una resolución definitiva.
El impacto de ese desenlace sigue resonando, no solo por su audacia, sino porque encapsula la esencia de Los Soprano: la incertidumbre constante, la incapacidad de escapar de las sombras que persiguen a sus personajes. Gibney explora cómo este final reflejaba la vida misma, donde las conclusiones claras rara vez existen. El fundido a negro no solo cerró la historia de Tony Soprano, sino que selló la serie como un hito cultural.
[Fotos: HBO/Kobal/Shutterstock; prensa Max]