El caso de las violaciones a Gisèle Pelicot ha conmocionado a Francia. En el epicentro de la investigación se encuentra una mujer de 71 años que sufrió múltiples violaciones tras ser drogada por su propio marido durante una década. Los agentes encargados del caso calculan cientos de violaciones perpetradas por hasta 83 hombres, de los cuales solo 50 han sido identificados. Se estima que estos hombres cometieron “cientos de violaciones mientras la víctima estaba inconsciente”.
Ariana Harwicz ha compartido su perspectiva sobre este caso. La aclamada escritora argentina, residente en una remota localidad cerca de París, es conocida por sus obras que frecuentemente abordan temas de perversión y conductas fuera de la norma. Harwicz, que recientemente ha publicado su novela Perder el juicio, ofreció su análisis de la situación a Infobae: “Es una conducta típica, los victimarios, los verdugos, siempre van a utilizar la ley para hostigar y acosar a la víctima, es un clásico”.
Su novela presenta un fuerte componente autobiográfico y está inspirada en historias reales como la de Gabriela Arias Uriburu, cuyo exmarido se llevó a sus hijos a Jordania. En Perder el juicio, la protagonista Lisa Trejman, inmigrante argentina judía en la campiña francesa, se enfrenta a un entramado judicial en el cual también se confronta con su identidad y situación migratoria.
Este es el texto que Harwicz ahora está adaptando al teatro. Y en esa adaptación -que se puede leer a continuación- aparecen las acciones de Dominique Pelicot, el marido que drogaba y entregaba a su mujer.
Además de ofrecer una visión sobre cómo “es fácil volver loca a una mujer” quitándole a sus hijos, la novela explora el dolor y la desesperación de la protagonista al perder la custodia y vivir una vida de persecuciones y escondites. “Cada época elige la amnesia que le va mejor y sus escritores amigos”, dijo Harwicz a Infobae, reflexionando sobre la constante lucha entre víctima y victimario que permea sus obras.
La narrativa de Harwicz se caracteriza por su intensidad y profundidad, abordando temas recurrentes como relaciones violentas, maternidad problemática y el dilema del crimen y el juicio. Harwicz contempla esta obra como “un thriller y un western, pero también como una novela sarcástica, que se ríe de la tolerancia a la que tanto apela nuestra sociedad en Occidente”. La protagonista, Lisa Trejman, recurre a actos desesperados y salvajes, reflejando la complejidad de ser mujer, inmigrante y madre en un entorno hostil.
Perder el juicio no es solo una historia de desesperación y fuga, sino también una crítica mordaz a lo que Harwicz ve como la “impostura” de diversas instituciones y roles sociales. La autora a menudo cuestiona la veracidad de las estructuras familiares y las relaciones conyugales, describiéndolas como “una actuación”. Harwicz afirma que su obra es un “tratado ficcional” sobre la mentira y la compulsión hacia la legalidad, en donde su protagonista se encuentra en constante movimiento, desafiando las normas establecidas.
Con la inclusión de Perder el juicio en su repertorio, Harwicz sigue la línea de otros autores como Thomas Bernhard e Imre Kertész, que concebían la novela como una “empresa de demolición y destrucción de la lengua”. Su obra continua descreyendo en la emancipación de la mujer prometida por la cultura occidental, afirmando que su personaje logra una emancipación a su propia manera, aunque a un costo alto, ya que inevitablemente enfrenta la posibilidad de ser detenida.
Harwicz también se encuentra trabajando en otros proyectos fuera del ámbito estrictamente literario. Su novela Matate, amor será llevada al cine por Lynne Ramsay, con Martin Scorsese en la producción y Jennifer Lawrence en el papel principal. Además, los derechos de Perder el juicio han sido adquiridos para hacer una película y una adaptación teatral. La autora ha sido contratada por el Teatro Colón de Buenos Aires para escribir el libreto de una ópera titulada Dementia, que se estrenará en 2025.
Infobae Cultura comparte con los lectores un fragmento inédito de la adaptación teatral sobre Perder el juicio, de Ariana Harwicz:
ÉL: Pueden pasar diez años más y no me vas a conocer nunca, pueden pasar 20 años, mis padres se conocieron la primera noche y se captaron al instante pero con vos puede pasar toda una vida y nada. ¿Podés creer tanto amor para nada?
LISA: Por no decir todo lo que vos hacés en nombre del amor, que es nefasto
ÉL: Soy el único que te conoce acá.
LISA: Dominique Pélicot le decía a la mujer que era el amor de su vida.
ÉL: Yo puedo decirte que sos el amor de mi vida, es más, te lo voy a decir, miráme: sos el amor de mi vida. ¿Eso hace de mí un criminal?
LISA: Puede ser.
ÉL: Tal vez Dominique la amaba demasiado y por eso la hacía violar, también están los tipos que hacían 20 kilómetros de noche por caminos oscuros inventando que iban a comprar cigarrillos o a la clínica por un dolor en el pecho. Vos no podés hacer nada con la obscenidad ajena.
LISA: ¿¿No poder hacer nada con la obscenidad ajena es poner un anuncio en un sitio para atraer a los cerdos de la región para que violen a tu mujer??
ÉL: No te vuelvas una caricatura conmigo, eh, sabés bien que no se puede controlar la obscenidad ajena en ningún caso, si hasta los nazis eran unos niños al lado de los colaboradores que siempre pedían más.
LISA: (Lo mira desorientada) me das entre miedo y asco, es justo en el medio entre los dos.
ÉL: (Jadeando, la lengua afuera) ¡más más!
LISA: Ustedes son una basura. All men.
ÉL: Not all man. No jodas conmigo, Lisa, no podemos controlar a nuestros propios hijos, menos el Dominique ese va a controlar las obscenidades de los vecinos de la región.
LISA: Violación a domicilio, el juicio de lo impensable dicen. ¿A qué llaman estos hijos de re mil putas “lo impensable”? Ellos no querrán pensarlo, sin perfume, sin olor a tabaco, con las manos calientes bajo la canilla para no despertarla, desnudos en la cocina.
ÉL: Quién te dice algunos ni siquiera se excitaban con el cuerpo de la señora bajo somníferos, ni siquiera les excitaba que fuera una violación, algunos dicen que no fueron culpables, o mínimamente, muy mínimo, porque no hubo intención.
LISA: Me descompongo, pará que voy a vomitar.
ÉL: En la cabeza de esos tipos es un delito mínimo, en su cabeza no es un violador.
LISA: Pero lo hacían.
ÉL: Lo hacían, estamos de acuerdo, lo hacían.
LISA: Lo hacían.
ÉL: Violaban a la tipa, pero sin siquiera excitarse, esa es la clave para entenderlos.
LISA: Según sus abogados no son culpables.
ÉL: ¿Me estas queriendo decir algo, querida?
LISA: Finalmente, ¿quién conoce a su propio marido?
ÉL: Finalmente, ¿quién se conoce a sí mismo?
LISA: Quizás siempre te tuve miedo y no lo sabía.
ÉL: La miseria sexual masculina, debe ser eso, el vacío existencial masculino cargado en las pelotas.
Lisa lo mira horrorizada, ¿o fingiendo horror?