La primera vez que Marcos Mele leyó a Arlt fue en la escuela: El juguete rabioso. “En realidad no lo leí, es decir, no le pude sacar el provecho que le saqué años después, con lecturas posteriores”, cuenta del otro lado del teléfono el investigador argentino. Es politólogo, Magíster en Historia y se desempeña como Secretario de Investigación y Posgrado de la Universidad Nacional de Lanús (UNLA). Allí, en esa universidad, dirige un proyecto arltiano: publicar la totalidad de sus Aguafuertes porteñas. Hace diez años que recopila “todos los libros que reúnen aguafuertes porque hay un montón: aguafuertes porteñas, nuevas aguafuertes, aguafuertes del delta, aguafuertes bonaerenses...” Todo empezó cuando en una librería de usados se encontró con la primera edición de las Aguafuertes porteñas, de 1933, Editorial Victoria, que decía: “Selección de sus mejores aguafuertes entre las mil quinientas notas que el autor publicó en el diario El Mundo”.
“Abrí el librito cachuzo en la página 76, justo donde empieza ‘Ventanas iluminadas’, y encontré doblado un recorte de diario. ¡Qué lindo es encontrar cosas adentro de los libros usados! Boletos de subte capicúa, tarjetas de comunión o alguna carta de una noviecita de los años mozos. Tesoros que descansan al interior de otros tesoros. Para mi sorpresa, el recorte era una nota de Roberto Arlt en un diario amarronado por el paso del tiempo. Comencé a leerlo”. El texto se llamaba “La muerte de Jesús”. “Esa fue la primera aguafuerte por fuera de las que fueron editadas que yo conocí, y a partir de ahí empiezo a comprarlas. Empiezo a coleccionar todas las que pudiera encontrar con miras a reunir la totalidad, algo que recién pudimos hacer ahora en los últimos meses”, cuenta. Efectivamente, el proyecto se divide en tres tomos. Acaba de publicarse el primero y está online en la web de la UNLA. Se titula Aguafuertes completas y otros escritos.
El juguete rabioso
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“Aquel lejano día, gracias a esa librería olvidada e inolvidable, nació la idea de, alguna vez, publicar todas sus aguafuertes y, como quien no quiere la cosa, el resto de sus colaboraciones periodísticas. Hacia allí vamos”, escribe Mele en el prólogo. Antes, la presentación, está a cargo de Daniel Bozzani, rector de la UNLA, donde escribe que esas aguafuertes son “la crucifixión de una Patria que devolvía un espejo para nada mágico e insoportablemente monótono y pobre para la mayoría”, por lo que “Arlt tejía en ese momento una identidad colectiva, una transformación que era comunión con ese lector apoyado en la ventanilla, en una concertación unívoca que representaba lo profundamente humano”. La publicación de la totalidad de las aguafuertes —por primera vez completas, en orden cronológico y con las ilustraciones originales del diario— nos lleva a preguntarnos por aquella época, la vida cotidiana y los intersticios por donde se filtraba la literatura.
Los siete locos
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Con 28 años recién cumplidos, Roberto Arlt entró a trabajar en el diario El Mundo. Era apenas una promesa: dos años antes, en 1926, había publicado El juguete rabioso; venía de trabajar de cronista policial en el diario Crítica, frecuentaba el Café El Japonés donde se reunía el Grupo de Boedo. Estaba viviendo un reencuentro con Buenos Aires: había vuelto a la ciudad luego de una estancia en Córdoba, recomendaciones de los médicos para su mujer, Carmen Antinucci —con quien se casó en 1922 y al año siguiente tuvieron una hija—, que padecía tuberculosis y necesitó de las sierras para mejorar su salud. Allá, envuelto en ese paisaje rocoso, escribió El juguete rabioso y al llegar a Buenos Aires lo publicó en la Editorial Latina. Cuando Alberto Gerchunoff lo llamó para trabajar en El Mundo le contó que su objetivo era llenar la redacción de escritores: Leopoldo Marechal, Conrado Nalé Roxlo, Amado Villar. Arlt sería una pieza clave de ese equipo.
El crimen casi perfecto
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Lo que buscaba Gerchunoff era erigir un artefacto novedoso: “una tapa vistosa, con fotos grandes y titulares” y “noticias breves y fáciles de leer”, escribe la investigadora Sylvia Saítta en la introducción de una reedición de 1999 de las Aguafuertes porteñas publicadas por Losada. Mientras que los demás matutinos ofrecían “largas sábanas” y “farragosas notas”, El Mundo, “puede leerse cómodamente en trenes y colectivos y, basta hojearlo, para saber qué ha ocurrido en las últimas horas”. El 5 de agosto de 1928 se inaugura una columna a cargo de Arlt y cinco años después la editorial Victoria publicaría una selección en forma de libro. En esos artículos, cuenta Saítta, Arlt descubre “un escenario urbano ante el cual es posible erigirse en observador de los grandes cambios tanto edilicios como sociales que conmocionan a los habitantes porteños”. En sus aguafuertes, las primeras y todas las que vendrán, Arlt muestra el caos de la vida moderna.
Las aguafuertes parecen ser una obra aparte. El traje que Arlt se ponía para pensarse en la posteridad eran sus novelas y cuentos, incluso sus obras de teatro, pero para ganarse la vida, para conseguir el mango, usaba el de las aguafuertes, el del periodista audaz, el del cronista silencioso: textos mucho más breves, pero con su peculiar potencia, con su sello distintivo. “Como los demás escritores de la época, salvo alguna mínima excepción, Roberto Arlt se ganaba la vida en el periodismo. No existía un campo literario profesional donde los escritores pudieran vivir de la venta de sus libros. Hay tramos de sus colaboraciones en El Mundo que publica un aguafuerte todos los días. Hay un aguafuerte, que va a aparecer en tomos posteriores, que lleva el título ‘Con esta van 365′: está marcando que lleva un año escribiendo todos los días. Imaginate el esfuerzo de creatividad que tiene que tener el escritor y al mismo tiempo el ilustrador para producir una obra todos los días”, dice Mele.
“Además —continúa—, las aguafuertes van prefigurando temas y personajes que luego dan forma a su obra literaria. Cuando uno va leyendo las aguafuertes, hay temas que luego van a ser ampliamente tratados en su narrativa literaria. Hay una, incluida en este tomo, acerca de una rencilla de vecinos: dos vecinos se pelean y uno termina asesinado por la disputa de una gallina en la calle Cuenca. Este texto prefigura un tópico que luego va a aparecer en el cuento ‘Pequeños propietarios’, donde son dos vecinos que rivalizan por las cuestiones más minúsculas. Estas aguafuertes presentan temas de lo más variados y personajes de Buenos Aires, la vida de las comunidades inmigratorias. Hay una sobre el barrio de los árabes, otra sobre la colectividad judía, aparecen los oficios como el de lavacopas, los usureros, los empleados públicos, también aparece el tópico de la salud. Son temas que de una forma u otra van a ir apareciendo en su obra literaria posterior”.
Se dijo siempre que Arlt carecía de las herramientas que muchos autores contemporáneos poseían. No es un simple prejuicio. Mele se encargó de la corrección de muchos textos: “Se ha respetado estrictamente la escritura de Arlt, incorporándose leves correcciones de ortografía, acentuación y puntuación que no alteran en modo alguno el sentido asignado por el autor”, se lee en “Criterio de esta edición”. Ahora, en este diálogo telefónico, agrega: “Las intervenciones que hicimos fueron netamente para facilitar la lectura. Por ejemplo, hay un texto donde un grupo de hombres, que están tomando café y tienen la decisión de irse sin pagar, escaparse, aparece la expresión consumación. Dice algo así como que los hombres querían ‘retirarse sin abonar la consumación’, y lógicamente eso afectaba la lectura. Y nosotros reemplazamos la palabra consumación por consumición, que era a lo que se refería, porque no tenía relación lo de consumación con el contexto”.
“No hemos hecho ningún tipo de recorte. Esto es importante señalarlo, porque con su obra literaria, por ejemplo en Los siete locos y en Los lanzallamas, hay varias ediciones que han hecho recortes directos”, agrega el investigador, quien coloca a Arlt en el podio de la literatura argentina, en el top 3, “no solo por la calidad y su enorme creatividad narrativa sino porque sus obras son un extraordinario reflejo de la Argentina que le tocó vivir”. Y continúa: “Uno no podría retratar lo que fue la Argentina de ese entonces, su crisis social de fines de los 20 y toda la denominada década infame de los años 30, prescindiendo de la expresión literaria de Roberto Arlt, así como tampoco de los tangos de Enrique Santos Discépolo. En cuanto a la narrativa literaria, Arlt es imprescindible por dos aspectos fundamentales: por un lado, por el enorme valor expresivo, y por otro lado, por su foco puesto permanentemente en la realidad nacional”.
“Las aguafuertes son lo que le otorgan a Roberto Arlt el enorme favor del público”, dice Mele. “Él comienza a escribir en El Mundo, que busca ser un diario popular pero al mismo tiempo con un vocabulario refinado, y lo hace con una sola novela publicada. Nosotros vamos a publicar en el tomo 2 de este libro, que va a salir a principios de octubre, 71 notas que no llevan la firma de Roberto Arlt. Empieza a firmar la columna a partir del 14 de agosto del 28. ¿Por qué? Porque comienzan a llegar cartas al diario destacando la prosa de esas notas. Por el grado de circulación que tenía el diario, la columna le otorga una notoriedad muy, muy grande. En una de las aguafuertes del año 29 dice que su máxima satisfacción ha sido recibir cartas de los lectores, que la gran mayoría son de los sectores subalternos, dice que le han escrito empleadas domésticas, hasta gente que está al margen de la ley. Ese es el favor de los lectores”.
¿Qué veían esos lectores en los paisajes turbios y divertidos, en las postales pícaras y cruentas? La Argentina de Arlt tenía el desbarranque y la hospitalidad del caos. “En una república democrática todos los ciudadanos tienen el derecho a la práctica de la pillería”, escribe. Y también: “En Buenos Aires la vagancia pseudo artística florece que es un contento. Quizá sea ésta una de las ciudades americanas más ricas en semejante fauna”. Y más: “Los barrios de Buenos Aires viven desde el punto del chisme divertido, la vida más intensa que pueda imaginar se. No hay calle, donde no ocurra un pequeño drama que Pirandello intensificaría en la esencia para convertirlo de realidad mediocre, en ficción admirable”. Lo que los lectores tal veían era esto que escribe Mele en el prólogo: “Mil quinientas notas publicó Roberto Arlt en el diario El Mundo, para poder parar la olla en aquellos tiempos de una Argentina en derrota no tan distinta a ésta que vivimos”.
En una entrevista posterior a la muerte de Arlt —murió de un paro cardíaco el 26 de julio de 1942; tenía apenas 42 años—, cuando le preguntaron a Leopoldo Marechal por su amigo y compañero en El Mundo, dice: “Era un hombre lleno de ternuras interiores y un ‘intuitivo’ innato. En la redacción lo veía siempre a mi derecha, tecleando con fiebre su máquina de escribir. De pronto me dirigía sus ojos claros y me preguntaba: ‘Che, Leopoldito, ¿hombre se escribe con hache o sin hache?’ Yo le aclaraba la duda y volvía él a su tecleteo. Al leer sus obras, siempre me dio la idea de un Miguel Ángel tallando un tronco de quebracho con un cortaplumas, porque tenía mucho que decir y medios expresivos rudimentarios. ¡Mejor para vos, Roberto! Hay otros que manejan complicados recursos expresivos y no tienen nada que decir”. Esta declaración, que pinta muy bien a Arlt, es la contratapa del primer tomo de Aguafuertes completas y otros escritos.
* Para descargar el tomo 1 de “Aguafuertes completas y otros escritos” entrar acá.