Un viaje poético para conservar la memoria del cine

Los autores del documental “La otra memoria del mundo”, estreno de esta semana en el cine Gaumont, cuentan inspiraciones, núcleo narrativo y método de trabajo para concretar la obra

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“La otra memoria del mundo”, de Mariela Pietragalla

La otra memoria del mundo es un ensayo documental en blanco y negro, dirigido por Mariela Pietragalla que se estrena esta semana en el cine Gaumont, y que parte de la idea de la preservación de la memoria cinematográfica.

En el momento en que estamos tan preocupados por la preservación de las películas y por la falta de recursos y definiciones sobre esto, creemos firmemente que el cine guarda la identidad de la historia de una sociedad y de un país, nosotros/as elegimos un modo poético de acercarnos a este tema no para alivianarlo sino para pensarlo desde otro lugar posible y a su vez seguir haciendo cine.

Creemos que, más allá de lo que las películas cuentan, el cine en sí es memoria del siglo XX: latente en los sonidos de los carretes pasando por el proyector, las palancas de esta gran maquinaria, los dispositivos analógicos, un tiempo rememorado que en esta película se interrumpe con un tiempo real y presente con el trabajo de los albañiles, o el mecanismo del viejo ascensor que conecta los pisos de ese edificio y la fantasmagoría de un anciano que intenta recuperar una inolvidable historia de amor.

El documental se proyecta en el cine Gaumont
El documental se proyecta en el cine Gaumont

Inspirado en Toda la Memoria del Mundo film dirigido por Alain Resnais en 1956, nuestro documental hace una operación de cita con variaciones sobre aquella película francesa: algunos planos incluso, están reconstruidos con esa misma actitud de encuadre y tema, lo mismo que la voz en over que atraviesa el relato.

Hay tres grandes ejes que articulan nuestro documental: un edificio art deco que alberga esta memoria, y que se deteriora y repara entre sus luces y sus sombras; un anciano que vive allí y busca recuperar un momento perdido en su historia cuando bailó junto a Miguel de Molina en la película Luces de Candilejas; un archivo de cine con sus objetos y maquinarias y los obreros que trabajan en la restauración del edificio.

Rafael Corral vivió buena parte de su vida en un archivo de cine. Mientras el edificio que lo contiene está en arreglos, los obreros van y vienen y todo se transforma, Rafael comienza a buscar un objeto que recupere una historia de su pasado, cuando era bailarín de ballet del cantante español.

A modo de cámara subjetiva accedemos a este imponente edificio que fue la sede del diario Crítica de Buenos Aires, un espacio de enormes claroscuros, profundamente sugestivo y misterioso con un aire noble y decadente. La imagen en blanco y negro emana algo de la atmósfera propia del cine expresionista. Percibimos sombras, movimientos de luz, oímos los susurros de los fantasmas del cine, seguimos las señales e hipnotizados por ellas encontramos la figura del anciano que mora en este edificio.

El cine guarda la identidad de la historia de una sociedad y un país
El cine guarda la identidad de la historia de una sociedad y un país

Proceso creativo: si bien en una primera etapa, la película se remite a Resnais que fue nuestro inspirador punto de partida (TLMDM) y por lo tanto al edificio que alberga esa memoria del mundo, y que en Resnais es la Biblioteca de Paris, en medio de la realización descubrimos a Rafael Corral, un hombre de 90 años que sería el personaje que nos haría reformular el guión inicial y guiaría el recorrido de esta historia. Durante la primera entrevista que tuvimos con él (y que aparece en el documental) nos cuenta sobre su vínculo, a muy temprana edad, con Miguel de Molina el ícono de la música española quien trabajaría en Argentina en dos películas (Esta es mi vida y Luces de candilejas). Allí descubrimos que había una historia que no podíamos soltar. Rafael es el que marca la línea narrativa como un hilo que lo guía.

Todo lo demás tiene que ver con el trabajo de la memoria que nunca se presenta de manera lineal, por eso la poética del documental promueve la no linealidad, remitiendo a la forma de los saltos en que acontece la memoria: no recordamos linealmente sino de salto en salto y de asociación en asociación. En ese sentido el montaje emula los procesos de la memoria.

La otra memoria del mundo recorre los pasillos y los rincones del archivo, ingresa al laboratorio, a la biblioteca, a la sala de afiches y recortes, y expone con atención la fragilidad del material, a la vez que las manos que lo preservan. Tanto el diseño sonoro como la imagen son fundamentales para construir esa idea de objeto perdido y de fragilidad.

* Mariela Pietragalla es directora y Alejandra Portela es coguionista de La otra memoria del mundo.

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