“Volvió recargado”: cinco claves para entender el nuevo antisemitismo y combatirlo

En su libro “Antisemitismo: definir para combatir”, Ariel Gelblung, director del Centro Wiesenthal en América latina, explica el ABC de este prejuicio mortífero. Infobae se suma a su emprendimiento

Antisemitismo, un prejuicio mortífero. (EFE)

“El antisemitismo volvió recargado”, dice Ariel Gelblung en la introducción a su libro Antisemitismo: Definir para Combatir, que terminó de escribir con urgencia después del ataque terrorista de Hamas del 7 de octubre de 2023. Gelblung es el director Centro Simon Wiesenthal para América Latina. una organización que combate el racismo, la xenofobia, la discriminación, el terrorismo y, claro, el antisemitismo. Ante ese atentado, Gelblung no se podía quedar callado.

“Siempre tuve ánimo docente. Desde chico quiero explicar. Quizás porque me es difícil comprender que haya gente que tenga prejuicios hacia mí y hacia los míos por nuestro origen”, escribe Gelblung. Y, en efecto, escribió un libro accesible, claro, que se anima a responder hasta lo que pocos se animan a preguntar. Un libro que se presenta como “Un manual apto para todo público”. En papel lo publicó la editorial Pilpel y, en formato digital, lo hizo Leamos, el sello de Infobae. Porque Infobae decidió apoyar esta idea de Gelblung: el autor dona sus derechos al Centro Wiesenthal y Leamos hace lo mismo. Quien compre Antisemitismo... estará, de hecho, aportando su granito de arena al combate contra este prejuicio mortífero.

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Antisemitismo: Definir para combatir

Por Ariel Gelblung

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Entonces, Gelblung se propone transmitir “qué cosas nos están afectando tanto” y decir “que no nos victimizamos siempre, sino que la historia nos enseñó que cuando alguien dice que nos quiere borrar de la faz de la tierra, hay que tomarlo en serio, porque ya lo intentaron”. Para eso, elaboró un ABC del antisemitismo. Aquí algunas claves para acercarse a él.

1. ¿Qué es un judío?

En primer lugar, vamos a hacer algunas distinciones. Algunos conceptos aparecen como equivalentes, pero son algo diferentes. El primer término con el que se refiere a este pueblo es el vocablo “hebreo”, que deriva de la palabra de este mismo origen: “hibrí”, que se traduce como “el que pasó”. Y se llama así a los descendientes de Abraham, por haber pasado del otro lado de los ríos Éufrates y Tigris, en la Mesopotamia, desde donde comenzó su viaje.

El segundo vocablo se refiere al famoso sueño de Jacob, nieto de Abraham. Este se duerme y sueña con ángeles que suben y bajan de una escalera al cielo y uno de ellos le propone una lucha. Jacob vence. Según las Escrituras, se le cambia el nombre por uno cuyo significado es “El que pelea con Dios”, es decir, “Isra–el”. Sus descendientes serán entonces israelitas, llamados previamente hebreos.

"Antisemitismo: definir para combatir". Un libro esencial para desactivar una práctica de odio.

Generaciones después, una de las tribus llevaba el nombre de Iehudá o Judá. La tierra donde habitaban se denominaba Judea y su gentilicio no era otro que judíos. En síntesis, los términos “hebreos”, “israelitas” o “judíos” se utilizan como sinónimos para referirse a este pueblo.

Distinto es cuando hablamos de israelíes. “Israelí” es el gentilicio del Estado de Israel. Un israelí puede ser judío, árabe, cristiano, druso, o de cualquier otro origen, por lo que no debe usarse como sinónimo de los otros tres.

Un pueblo

Aclarados estos temas, vamos a tratar de entender qué es el judaísmo o a qué nos referimos cuando hablamos de “pueblo judío”.

En primer lugar, nos referimos a un pueblo milenario, de casi 3500 años, que tiene una religión común, una historia común y lenguas (no una sino distintas lenguas), que a lo largo de los siglos le fueron comunes.

Las Santas Escrituras, lo que nosotros conocemos como Torá, la revelación a Moisés en el Monte Sinaí luego del Éxodo, están escritas en hebreo, uno de los idiomas de los judíos. Pero no es el único.

¿Quién es judío?

Básicamente hay dos posibilidades: por nacimiento o por elección. Los romanos generalizaron la frase “Mater semper certa est”, (“La madre siempre es cierta”), que los pueblos antiguos ya utilizaban. Por lo tanto, por nacimiento se es judío, si se es hijo de madre judía. Por elección, quien decide llevar adelante el proceso de conversión para adoptar el judaísmo.

Cabe aclarar que no se trata de una religión evangelizadora. Es decir, no es un valor en sí mismo intentar convencer a otros de adoptar el judaísmo. Es más, es conocido que a quien se acerca con ese propósito, los rabinos intentarán más de una vez desalentarlo para que solo quien verdaderamente esté convencido sea quien complete su camino. Los nazis identificaban al judío como el nieto de un judío, es decir, que quien tuviera uno de sus cuatro abuelos judío, aunque no se reconociera como tal, seguía el peor de los destinos.

2. Antisemitismo

El término en sí ha sido fuertemente criticado. Muchas veces hemos escuchado decir a alguien frases como: “¿Por qué me van a decir que soy antisemita, si soy semita?”, o “Yo no tengo nada en contra de los judíos, pero…”.

La idea, en principio, es aclarar de dónde proviene esta palabra. El término “antisemitismo” fue acuñado por un político alemán llamado Wilhelm Marr, en 1879, para diferenciarlo del odio hacia el judaísmo como religión. A él no le preocupaba la cuestión religiosa, sino la existencia del judío en una Alemania en formación, reconociéndolo como alguien “que no era nacional”, y que no merecía tener los mismos derechos por provenir de una raza diferente.

Un hombre cruza la puerta del campo de exterminio nazi de Sachsenhausen, en la que dice en alemán "El trabajo os hará libres". (AP Foto/Markus Schreiber)

Técnicamente no existen pueblos semitas sino lenguas de origen semita. Pero, a Marr se le planteaba la necesidad de encontrar un término que canalice esa diferenciación y encontró ese, para referirse solamente a judíos. Nunca tuvo en cuenta que podía involucrar a otros grupos diferentes.

Debería proponerse una búsqueda más acorde, como, por ejemplo, el término judeofobia. Pero el término “antisemitismo” se ha generalizado al punto que organismos especializados (como veremos más adelante) lo definen refiriéndose solo y exclusivamente al odio a los judíos, a aquello que se percibe como judío o a sus instituciones. Su aceptación, en el uso diario, hace que cualquier modificación sea complicada de explicar e imponerse.

3. El argumento racial: los nazis

Vamos a encontrarnos con un nuevo cambio en el origen y en los fundamentos de la persecución a los judíos, cuando se empiece a hablar de que ya no es un tema religioso sino un tema racial. El punto cúlmine de este argumento es el de los nazis, que sostienen que hay una raza judía y hay razas superiores, y consideran que los judíos son la inferior de todas, que destroza desde adentro las naciones, pudriéndolas, y que, por supuesto, como a los virus y a las alimañas hay que erradicar.

El nazismo genera esta idea racial de persecución. Su objetivo de ocupar Europa estaba relacionado, entre otras cosas, con el cumplimiento de su misión: destruir a toda la judería europea, que tenía calculada en 11 millones de personas.

Apenas terminada la Segunda Guerra Mundial ya empezaron a existir las tendencias que querían negar las barbaridades cometidas por los nazis. Esto se denomina negacionismo, cuando la negación es completa. A veces se trata de un relativismo o de un negacionismo parcial, de quienes dicen frases como: “El Holocausto existió, pero no fueron 6 millones”, o “Las cámaras de gas no existieron”, o niegan de una u otra manera los métodos llevados adelante por los nazis. Un ejemplo de ello fue que poco tiempo después de que se publicara El diario de Ana Frank, ya existían quienes sostenían que se trataba de una obra de ficción.

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Diario de Ana Frank

Por Ana Frank

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4. Antisemitismo e Israel

El siglo XIX fue testigo de un desarrollo civil del judío en Occidente gracias a las libertades individuales y las nuevas doctrinas de libertad de culto.

La duda se sostenía en cuanto a si existía o no una doble lealtad al desarrollarse los nacionalismos. Episodios como los pogroms, en Rusia, donde las libertades individuales no solo no llegaron, sino que prometían no llegar nunca, así como los nacionalismos que veían en el judío a un extranjero, cambiaron la perspectiva del antisemitismo.

El affaire Dreyfus en Francia desató un antisemitismo visceral en la muy liberal sociedad, que ponía en duda la seguridad del ciudadano judío. Esta situación y los nacionalismos crecientes desarrollaron una nueva idea: los judíos nunca estaríamos seguros hasta que tuviésemos nuestro propio Estado nacional.

Dos milenios rezando hacia Jerusalén, deseándonos el reencuentro en nuestra tierra ancestral al final de cada celebración, se transformó en una necesidad urgente en la realidad de aquella época. Así, nace el movimiento de autodeterminación del pueblo judío en su tierra ancestral, llamado sionismo.

David Ben-Gurion durante el anuncio de la independencia de Israel, en el museo de Tel Aviv en 1948

Desde que este movimiento se manifestó y se estableció el objetivo a seguir, se hizo evidente que para la gran mayoría de los judíos del mundo tener un Estado nacional en el concierto de todas las naciones era una necesidad imperiosa para, inclusive, garantizar la seguridad del pueblo y la individual, ganar una dignidad ausente y cristalizar la posibilidad de un reencuentro largamente postergado.

(...)

Durante todas sus presencias, a veces en mayor y otras, en menor medida, siempre hubo población judía.

(...)

Durante los tres años subsiguientes a la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1948, numerosos sobrevivientes vivieron en nuevos campos de concentración, hacinados y en pésimas condiciones. La eventual “liberación” del fin de la guerra no les había llegado a estos hermanos.

El Estado de Israel, entonces, no fue un producto del Holocausto, sino que obedeció a un largo proceso de liberación nacional. Tarde o temprano llegaría. Pero es innegable que aquel obró como catalizador f inal porque el mundo lo vio como imprescindible.

Sin embargo, la creación de Israel como Estado judío se transformó en el nuevo objeto de odio. La excusa para canalizar el siempre presente antisemitismo en las sociedades.

(...)

Si antisemitismo es el odio a los judíos, sus instituciones o sus bienes, correctamente puede ser también a su Estado nacional, la institución judía por antonomasia.

5. Israel y el pueblo palestino

Defender la existencia de Israel no implica estar en contra de la autodeterminación del pueblo palestino

La primera reacción de un antisionista frente a la exposición de tal como antisemita es sostener la defensa del pueblo palestino, sin que nadie, absolutamente nadie, haya puesto en duda este valor. La paz a la que se aspira tiene que alcanzarse mediante el reconocimiento de la existencia del otro y logrando que sus fronteras sean seguras. La utilización de ese argumento es un disfraz para esconder una actitud antisemita.

(...)

El antisionista utiliza términos como “Estado genocida” o “apartheid” al referirse a Israel. No para aludir a un gobierno en particular, sino contra la naturaleza de ese Estado judío. Ya veremos más adelante lo ridículo de ambas acusaciones, pero es habitual que extienda ese calificativo para denigrar o atacar a un judío, en cualquier lugar del mundo donde se defienda la existencia de Israel, el que por un rebuscado carácter transitivo se torna en “genocida” o “defensor del apartheid”.

(...)

Cuando alguien califica todas y cada una de las acciones de un Estado con 10 millones de personas como naturalmente malignas, y que decida lo que decida su gobierno democrático es deplorable por dicho origen, es extremadamente prejuicioso.

Ariel Gelblung, director del Centro Wiesenthal. (Jaime Olivos)

Elija usted, estimado lector, cuál es el epíteto que quiere endosarle al Estado de Israel, como Estado, no como decisión de gobierno circunstancial. ¿“Genocida”, “apartheid”, “asesino”, “colonial”, etc.?

Se instalan estos adjetivos en un inconsciente colectivo y se repiten, cortando y pegando, sin haberse instruido o informado debidamente, dando por sentado que todos comparten públicamente esa calificación.

¿Qué significa que, a un Estado democrático, con recambio periódico de funcionarios y alternancia de partidos se lo denomine GENOCIDA? ¿Se da por sentado que los 10 millones de personas que votan son criminales, cuyo deseo es aniquilar a sus vecinos?

Más adelante nos dedicaremos al apartheid, pero solo diremos que se trata de una falsa acusación, que repetida hasta el cansancio se termina dando por cierta. Cuando todas estas acusaciones se emiten gratuitamente solo contra un Estado en el mundo porque a priori el prejuicio está presente, el inconveniente es de la persona que tiene el problema, no del Estado.

* Antisemitismo: Definir para Combatir se puede descargar, en formato digital, desde este enlace. O adquirir en papel escribiendo a info@cswlatinoamerica.org.

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