El albinismo es una condición genética congénita de baja prevalencia caracterizada por un déficit visual importante, que puede estar asociada también a alteraciones en la pigmentación.
Cuando el albinismo implica una apariencia extraordinaria por el color de piel, el cabello y los ojos, suele ir asociado a un riesgo de estigmatización y exclusión social que, en casos extremos, implica graves riesgos para la vida.
Desde 2006 se han notificado más de 600 ataques, entre asesinatos, mutilaciones, secuestros y otras violaciones de derechos humanos contra personas con albinismo en 28 países del África subsahariana, debido a la creencia de que estas personas o algunas partes de sus cuerpos tienen poderes mágicos o curativos, lo que ha llevado, incluso, al tráfico de sus órganos.
Lo que ha retratado la literatura
Muchos ciudadanos de Occidente nos hemos escandalizado ante esto porque pensamos que es imposible que estas ideas y creencias tengan cabida entre nosotros.
Sin embargo, cuando se revisa con detalle la imagen del albinismo construida y difundida por nuestra cultura de masas, se ve que está repleta de estereotipos y prejuicios basados en la misma ignorancia y las mismas obsesiones. Hemos asociado el albinismo con el mal, la magia, los poderes extrasensoriales y la rareza.
De hecho, la literatura está repleta de ejemplos. Desde la clásica novela de Herman Melville Moby Dick, que cuenta la persecución de una ballena asesina que, por supuesto, era albina, hasta El código Da Vinci, de Dan Brown, cuyo antagonista, un monje fanático y asesino llamado Silas, también es albino, pasando, por supuesto, por El hombre invisible (1897), de H. G. Wells, que narra las andanzas de un malvado científico que pretende instaurar un reinado del terror utilizando su invisibilidad y que, aunque pocos lo recuerden, era albino.
El cine, por su parte, además de llevar a la gran pantalla muchas de estas historias literarias, ha reflejado esta misma imagen del albinismo. Así encontramos propuestas como El pueblo de los malditos, la historia de un grupo de niños albinos malvados con poderes telepáticos que siembran el terror en la localidad de Midwich. O Albino farm, que cuenta la angustiosa aventura de cuatro universitarios que se enfrentan a una comunidad de personas con malformaciones genéticas que viven en cuevas dirigida por un predicador enloquecido que, obviamente, es albino.
El personaje albino es el malo…
En la gran pantalla, la lista de personajes malvados con albinismo –del “Bad Bob” de El juez de la horca al Bosie de Cold mountain, pasando por los gemelos criminales de Matrix Reloaded– es, sencillamente, inacabable. Y es una lástima que la última película en incorporarse a esta larga y funesta lista sea la española Tin y Tina, protagonizada por dos misteriosos e inquietantes niños con albinismo que se intuyen como asesinos al final de la trama.
Los “villanos albinos” también han protagonizado algunos de los productos de animación (dirigidos especialmente a los niños) más exitosos. Por ejemplo, ahí se incluyen Rudy de Ice Age 3 y Lord Shen de Kung Fu Panda 2.
También se puede ver esta tendencia en muchas series de televisión ––por ejemplo del “albino” de Banshee, al asesino del episodio “Blood Oath” de Star Trek, o a Robert Kirkland de The Batman–. Y se repite, igualmente, en cómics y animes: de Monsieur Zenith, en la serie Sexton Blake de Anthony Skene, a Tombstone, en los cómics de Spider-Man, y de la clarividente albina Juni Swan en la serie The Demonata de Darren Shan, a Jei Farfarello, un miembro sádico/masoquista de un grupo de asesinos llamado Schwarz en el anime Weiß Kreuz.
Este arquetipo se ha utilizado incluso en videojuegos. Por ejemplo, Silas Vorez, el principal antagonista de The Quarry, es un hombre lobo humano con albinismo, conocido como el “lobo blanco”. Del mismo modo, los clones de Mark en Hitman: Blood money (2006) son dos asesinos albinos creados genéticamente por la organización rival, The Foundation.
… ¿o el raro?
El otro arquetipo con el que hemos representado el albinismo en Occidente es “el extraño” o “el raro”: alguien que no responde a los cánones habituales y que, por alguna inexplicable razón, hemos de excluir, discriminar, agredir o temer. Son personajes inadaptados o monstruos, habitualmente objeto de bromas y burlas.
Una de las primeras manifestaciones de este arquetipo se encuentra en La pequeña tierra de Dios. Esta película del Hollywood de 1958 cuenta la historia de un campesino pobre que está convencido de que su padre enterró mucho oro en algún lugar de su granja. Tras quince años de infructuosa búsqueda, secuestra a un chico con albinismo porque alguien le ha contado que “tienen poderes secretos y pueden ver a través de la tierra”. Como era de esperar, y por más esfuerzos que hace, el pobre chico con albinismo no consigue encontrar el ansiado oro.
Otro caso paradigmático es Powder, que narra la desventura de un joven con albinismo cuya apariencia y superpoderes producen el miedo y el rechazo de su entorno.
Por supuesto, todos estos personajes se han construido sin la más mínima información acerca de lo que es en realidad el albinismo. Y por eso el actor norteamericano con albinismo Dennis Hurley ha podido hacer una graciosa parodia de El código Da Vinci en la que muestra las dificultades que tendría Silas para llevar a cabo sus fechorías si fuera, realmente, una persona con baja visión, como lo son las personas con albinismo.
Fuente: The Conversation