Mariano Saborido y vivir el teatro como un juego: “Las obras terminan siendo para mí como canciones”

El talentoso actor argentino actúa en tres piezas que se siguen representando: “Paraguay”, “Lo que el río hace” y el unipersonal “Viento blanco”. En esta charla, cuenta su singular vínculo con la actuación

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Mariano Saborido: El juego en el teatro

Sobre el escenario se convierte en un ángel o en un demonio, aunque también puede ser todo eso al mismo tiempo. Su voz a veces suena tímida pero puede, también, convertirse en segundos en un vozarrón atronador, así como su modo de enunciar los textos de los otros nunca despierta indiferencia. Mariano Saborido es un actor de la escuela de los matices, un desborde de gracia y de talento que brilla en la escena porteña.

Nació en 1992 y vivió hasta los diecisiete años en Puerto Deseado, Santa Cruz (”un lugar tan periférico, por el que no pasa la Argentina”, asegura). De chico veía a Gasalla en la casa de su bisabuela y se fascinaba con los personajes, aunque no entendía bien por qué. Tenía unos diez u once años cuando la ex directora de su escuela primaria abrió una escuela de teatro para chicos y lo invitó a inscribirse. Y desde ahí no paró.

No paró, pero cuando terminó la secundaria llegó a vivir a Buenos Aires con un objetivo: ir a la universidad. Primero creyó que lo suyo era Psicología, después optó por Ciencias de la Comunicación y en el medio se puso a ver y a estudiar teatro. Y es que desde que era muy chico había señales -”llamados”, dirá él- de todo tipo que le indicaban: “Es por acá”, pero no las advirtió enseguida.

Si bien hace teatro hace tiempo, fue la televisión la que le dio cierto espacio de popularidad con un personaje atractivo y profundo y luego fue su papel en la serie sobre la vida de Fito Páez lo que dio la oportunidad de participar de un verdadero éxito audiovisual.

Saborido como Marito, el personaje de "Viento blanco", de Santiago Loza.
Saborido como Marito, el personaje de "Viento blanco", de Santiago Loza.

Hace varios años que Mariano Saborido forma parte del elenco de la original comedia musical Paraguay, escrita y dirigida por Paula Grinszpan y Lucía Maciel (las de Las reinas) en la que protagoniza a Liliana Pérez Albornoz, una mujer tucumana, poseedora de una especie de magia autoritaria y que recibe en la frontera de Estados Unidos a dos chicas paraguayas que viven ilusionadas con el sueño americano.

En Lo que el río hace, uno de los grandes éxitos teatrales de los últimos años, escrita y dirigida por las hermanas Paula y María Marull, el personaje de Mariano es Juano, un chico que trabaja en una hostería, un pescador correntino tierno y un poquito resentido, que le valió varios premios.

La última obra estrenada por Saborido es Viento blanco, un unipersonal escrito por Santiago Loza especialmente para él. En esa obra se transforma en Marito, un chico joven y muy solo que vive en un pueblo ventoso del sur y sigue cuidando una hostería que ya no recibe a nadie. Marito cuenta su historia al público mientras habla con dos seres presentes y ausentes a la vez, su madre y José, su amigo íntimo, ahora transformado en sacerdote.

Días atrás, Mariano Saborido pasó por el estudio de Infobae. Lo que sigue es la reproducción de nuestra charla.

— Te hiciste conocido como actor gracias al personaje de Paquito, en ATAV, basado libremente en la vida del modisto Paco Jamandreu. Actuaste en la exitosa serie El amor después del amor, y no parás de sumar actuaciones en teatro en obras que se continúan en el tiempo. Y después de haberte visto en las tres obras que en estos momentos cuentan con vos en sus elencos, me da la sensación de que el modo en que te movés en el teatro es diferente a todo lo demás. ¿Me equivoco?

— No, puede haber algo de eso. Creo que en el teatro encuentro más posibilidad de jugar, si bien también en lo audiovisual fui entendiendo que podía tener ese permiso. Puede sonar contradictorio para algunas personas que me preguntan: ¿no te cansás de repetir todas las noches lo mismo? Pero para mí nunca es lo mismo por más que el texto es el mismo y yo sé que la obra es la misma, pero hay algo del juego en el teatro que es como inacabable. Sobre todo cuando uno se divierte con lo que está haciendo. Y siento que en lo audiovisual sabés que tiene un inicio y un fin bastante más claro que el teatro. Hay algo del teatro, o por lo menos por mi experiencia hasta ahora del teatro, que se queda en uno por mucho tiempo y algo del audiovisual un poco termina en un momento. Siento que, por ahí, en el teatro me encuentro más.

Mariano Saborido en "ATAV", como Paquito, el personaje basado en Paco Jamandreu

— Tal vez pensando en las obras que hacés actualmente, como Paraguay, Lo que el río hace y Viento blanco, se trata de obras que se fueron haciendo con vos adentro. Y, entonces, tal vez lo que hay es que, aunque uno dice el mismo texto tampoco es el mismo porque hay añadidos, o el famoso morcilleo que van agregando, o cambios ante la reacción del público y, a lo mejor, esa obra que arrancó de una manera termina siendo muy diferente con los años.

— Sí. Es verdad que justo esas tres obras que nombrás nacieron un poco conmigo adentro. En Lo que el río hace el texto ya estaba escrito y las chicas me llamaron para hacer el personaje, pero pandemia mediante tuvimos mucho trabajo en el que Juano fue muy mío.

— Recuerdo el documental que hicieron cuando no pudieron estrenar, algo hermoso de ver durante la pandemia. Y, por lo que recuerdo, si bien el personaje es el mismo, no es exactamente lo mismo en escena.

— No, no es exactamente lo mismo. Algo de esto que vos decís del morcilleo por ahí no sucede tanto pero sí uno por ahí sigue pensándo la obra. Con mis compañeros de Lo que el río hace seguimos pensando la obra. Bueno, Viento blanco también la seguimos pensando con Vale (Lois) y Juanse (Rauch) que son mis directores. Paraguay, también. Son como obras que uno las piensa, como que seguís pensando y es más bien un pensamiento sobre el trabajo, sobre el juego. Es como decir: “A ver cómo podemos hacer, fui sintiendo que este texto que antes lo decía de una manera, se me perdió esa manera. ¿Y ahora qué hago, cómo lo digo?”. Yo les pregunto a veces eso a Pau y a María Marull, por ejemplo. Bueno, en Viento blanco, de Loza, que es la última obra que estrené, la consulta con los directores es constante. Es algo que me divierte mucho. A mí me fascina el decir, entonces me encuentro preguntando o cambiando algo de eso con el correr del tiempo porque por ahí se pierde algo del registro y hay que recuperarlo. O uno encuentra una manera nueva de decirlo, un canto nuevo, una sonoridad nueva. Después, las obras terminan siendo para mí como canciones, viste, hay algo con el ritmo. Canciones de dos horas, de una hora, lo que sea.

Mariano Saborido como Juano, el pescador correntino de "Lo que el río hace", de las hermanas Paula y María Marull.
Mariano Saborido como Juano, el pescador correntino de "Lo que el río hace", de las hermanas Paula y María Marull.

— En dos de las obras, además, cantás.

— Sí, sí. Y en Lo que el río hace también canto un poquito, muy poquito. Pero sí, Paraguay es claramente un musical.

— Leí que cuando las autoras y directoras Paula Grinszpan y Lucía Maciel te preguntaron qué querías hacer en Paraguay dijiste que querías algo así como una Mercedes Sosa mágica, un hada, ¿no?

— Sí.

— Y hay algo de eso en ese personaje, tiene algo de hada maligna, también.

— Sí. Paraguay es eso, es como un cúmulo de deseos de cuatro actores y dos directoras que dijeron en su momento: ¿qué les gustaría hacer? Nosotros éramos alumnos de ellas. Veníamos de sus talleres y de la escuela de Nora Moseinco. Y fue eso, un capricho. Y me parece buenísima esa premisa. Pero no por esa premisa, en especial, cualquier premisa para actuar me parece buenísima. Yo por ejemplo hacía un personaje que era Clara, que cuando la armé con un amigo que me dirigía, Camilo Polotto, la consigna era imitar a Analía Couceyro, una actriz que yo había visto en Almas ardientes, una obra que dirigió Tantanian, y que la primera vez que la vi dije: no puedo creer cómo habla. O sea, me entró por su voz, por su sonido. Yo dije: yo quiero hacer eso. Para mi personaje la consigna era imitar a Analía Couceyro y terminó siendo una señora que se llama Clara. Es un personaje que tengo ahí. Por eso digo que cualquier disparador que habilite el juego está buenísimo.

Mariano Saborido: El linaje de un actor

— Ahora, estaba pensando que mientras Liliana, de Paraguay, nació como una Mercedes Sosa mágica, físicamente y por cómo se mueve tiene bastante también de la Coti de Fabio Alberti (N. de la R: el personaje de “Boluda total”).

(Risas) Un poco. Quizás por el pelo carré.

— Y por el movimiento, tal vez, ¿no?

— Sí, sí, hay algo ahí medio físico. Y también creo que, no lo conozco a él personalmente, pero creo que es un poco más grande que yo y tenía algo medio grotesco, sí. Como una mujer gigante. Bueno, claramente él, Cha cha cha, Todo x 2 pesos, Peter Capusotto, son referencias. Juana Molina me fascina. Seguro me olvido de gente o de personas que admiro mucho y que me sirvieron. Gasalla.

— Leí sobre tu admiración por Gasalla, pero eras chico. ¿Qué recordás, qué te gustaba de Gasalla?

— Para mí Gasalla surgió medio como un misterio porque era algo que yo veía en la casa de mi bisabuela, que me cuidaba. Yo era muy chiquito, ella tenía un televisor muy viejo, que para cuando yo nací ya era viejo, yo soy del 92, que era un televisor con botones que te tenías que parar para cambiarlo. Creo que había un controlcito muy rudimentario que no funcionaba. O sea, la posta era levantarse y cambiar el canal. Y ella miraba el canal Rural, un programa que tenía Landriscina en su momento, y yo miraba el programa de Gasalla. Yo me quedaba a dormir en su casa, por eso era de noche esto. Y ahí pasaban el programa de Gasalla y, no sé, había algo que me fascinaba. Me acuerdo mucho de varios personajes, pero sobre todo de Yolanda, con la silla de ruedas. Era algo alucinante. No entendía, no sabía qué era eso.

— ¿Y cuando aparecían Tortonese o Urdapilleta? ¿Qué entendía de eso un chico pequeño en Puerto Deseado, Santa Cruz? ¿Vos ya actuabas para entonces, ya estabas en la escuela de actuación?

— No porque yo ahí era más chico que cuando empecé a actuar porque esto habrá sido, no sé, a mis 6 años. Yo a Tortonese lo conocí más en RSM (El Resumen de los medios), que ya él hacía un programa cotidiano de humor. No lo tenía tanto como actor hasta que más de grande empezaron a subir los videos de Gasalla a YouTube con esa tríada de la dientuda que hacía Gasalla visitando en situaciones hilarantes siempre a Tortonese y a Urdapilleta. Y ahí fue como, claro, como algo que me confirmaba lo que yo sentía de chiquito. O algo que me traducía lo que yo no podía entender de chico, eso que me alucinaba era el juego.

— Esto de lo que hablamos durante mucho tiempo formaba parte del teatro under. ¿Significaba algo eso para vos, esa forma de hacer teatro?

— Mirá, no sé porque yo vengo de un pueblo muy chiquitito, entonces no había tanto esa diferenciación. Cuando yo empecé a hacer teatro, allá había un grupo de teatro, dos. Yo pasé por uno que era más infantil, en el que imitábamos musicales de Cris Morena, etcétera, y después, cuando fui adolescente, me pasé a otro grupo en el que hacíamos cosas más comprometidas. Me acuerdo de que mi profesor nos hizo hacer obras de Teatro x la identidad, algo hermoso: fue una adolescencia increíble tener ese lugar para pensar esas cosas. Porque ni siquiera era que nos bajaba línea; a través del teatro estábamos abriendo el alma a algo de la historia desde un lugar muy chiquito e incluso alejado, si querés, de tanta oscuridad que había por ahí más acá. Entonces, revivir algo así, siendo adolescente en un lugar tan periférico, por el que no pasa la Argentina, quiero decir, un lugar que está muy lejos y muy separado de todo, fue hermoso. Volviendo a la pregunta, no había algo tan diferenciado del under, yo hacía teatro.

— Entiendo.

— Por eso, cuando vine acá fui a estudiar teatro un poco por mi intuición. Yo había visto XXY, la película con Darín, Inés Efrón y Martín Piroyansky, y la maestra de estos últimos era Nora Moseinco, y el suyo siempre fue un nombre desde el Sur que yo tenía como guau, guau, guau. Y un día me anoté para hacer un curso con Inés e Ignacio Sánchez Mestre y después llegué a lo de Nora. Entonces fue como un seguir una intuición. Y después me junté con unos amigos de lo de Nora e hicimos un varieté. Y después me llaman dos profes de lo de Nora y hacemos Paraguay. No sé, como que me surgió todo un poco así, entonces no sé si puedo diferenciar tanto.

— Sé que estudiaste Comunicación en la UBA. ¿Qué buscabas ahí?

— Bueno, yo estudié y terminé de cursar Comunicación Social. Me quedan seis finales y la tesis. Un poco el motivo principal por el que yo vine a Buenos Aires era para estudiar una carrera, que era lo que hace la mayoría de las personas que vienen del interior.

"Paraguay", la obra

— Con la idea de vivir de eso.

— No sé con qué idea pero era como, bueno, yo había terminado el colegio y me iba súper bien y algo de clase media que podían darles a mi generación mis padres, mis abuelos era un estudio más allá del secundario. Entonces primero empecé Psicología, hice el CBC, y dije: “no, lo mío es la comunicación”. Porque soñaba un poco con esto de estar detrás de una computadora investigando, me imaginaba con como periodista vestido con un piloto, no sé, una cosa muy idealista de adolescente. Y la carrera me encantó, para mí fue increíble.

— ¿Pensás que hubo cosas que estudiaste, que trabajaste durante esos años y que hoy usás?

— Yo creo que sí, sobre todo el pensamiento crítico es lo que más influyó o lo que más persiste en mí. Si bien no soy nada académico ni mucho menos, algo del pensamiento crítico me alucinaba en su momento y con mis compañeros de cursada, con mi mejor amiga hoy en día que es de Comunicación, nos encantaba, nos fascinaba. No sé, nos acordábamos de leer a Bourdieu así como al dedillo y era increíble. Ahora me preguntás por Bourdieu y tal vez no podría decirte nada, pero había algo que me fascinaba.

— Por ahí fue el lugar donde aprendiste a leer.

— Aprender a leer, sí. Sí, eso era… Porque mi secundario fue bastante desparejo, tenía profesores buenísimos, como mi profesora de Literatura, Marcela Guerrini, que era genial. Me acuerdo que la primera vez que nos dijo: Van a tener que leer quince libros este año, era como “guau”. Me gustaba el desafío porque nunca había leído tanto. Es loco, no sé, en mi familia había libros pero no era una costumbre leer.

Mariano Saborido: Señales de una carrera

— ¿Y qué leían, clásicos?

— Me acuerdo que empezamos por teatro justamente. Empezamos por Antígona y Edipo.

— Las tragedias griegas, claro.

— Las tragedias griegas. Después me acuerdo de que pasamos a cuento y leímos Once cuentos peregrinos de García Márquez. A ella le gustaba mucho Borges entonces en un momento, eso creo que fue ya en tercer año, habíamos leído un cuentito muy chiquito que era “Las ruinas circulares”. ¿Qué más leímos? Bueno, La vida del Buscón, de Quevedo. La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Digo La vida es sueño y se me pone la piel de gallina.

— También teatro. Siglo de Oro español.

— También teatro. Me había fascinado y cuando me vengo a vivir acá la estaban haciendo en el San Martín. Joaquín Furriel, Muriel Santa Ana, no me acuerdo más gente del elenco.

— Y fuiste a verla.

— Dos veces. Y me acuerdo de que la segunda vez, después del monólogo de Estrella se paró todo el teatro a aplaudirla a Muriel. Fue increíble.

— Te emocionó.

— Sí. Sí. Sí. Había como pequeños llamados, siempre hubo como pequeños llamados que nunca supe bien catalogar pero que todo me conmovía de una manera muy así..

— ¿Y cuándo dijiste “soy actor”?

— No sé…

— Pero cuando te preguntan por tu profesión, ¿qué decís?

— Sí, pongo actor porque ahora no hago otra cosa más que trabajar de actor, por suerte. Creo que ir pudiendo vivir de la actuación me hace sentir mi trabajo, mi oficio de ser actor. Pero no sé si hubo un momento en el que yo dije: ah, me siento actor. Creo que me hace sentir actor poder vivir de eso.

Santiago Loza escribió "Viento blanco" especialmente para que la protagonizara Mariano Saborido.
Santiago Loza escribió "Viento blanco" especialmente para que la protagonizara Mariano Saborido.

— Al mismo tiempo, cuando hacés teatro, estás haciendo de otros. ¿Cómo es hacer de otros?

— Divertido.

— Es como vivir otras vidas, ¿no?

— Sí, por ahí está bueno pensarlo como vivir otras vidas pero a mí siempre me divierte mucho pensarlo desde cómo hablan las personas. O sea, hay algo del imitar, de escuchar sonidos y reproducirlos, eso me divierte mucho de actuar. Creo que es por ahí donde se me dispara algo.

— Como reproducir los modos de los otros.

— Sí, reproducir modos de los otros o inventar nuevos. Es como que a partir del sonido, está la vida, podría pensar. A partir de cómo habla o cómo suena esta persona, se arma la vida. Yo de chiquito era el que imitaba a las maestras, a Gasalla, a la gente de la tele.

— ¿Y se reían?

— Sí, mis compañeros se reían. Sí.

— ¿Y en tu casa?

— En mi casa no me acuerdo tanto. O elijo no acordarme. No, perdón, con mis abuelos sí. O sea, en reuniones familiares yo era mucho de cantar la Sole, que mi abuelo vivía escuchando a la Sole, Landriscina. No, sí, se reían bastante. Ahora que me lo preguntás sí, se reían bastante.

— ¿Y tu relación con el canto? Porque cantás muy bien y diferentes géneros musicales. ¿Desde cuándo cantás y qué te pasa con eso de actuar y cantar al mismo tiempo?

— De nuevo, creo que tiene que ver con algo muy sonoro, me conmueve mucho escuchar cosas. Y no sé de música, no sé de notas, no sé de nada, simplemente hay algo que me suena y me emociona o me entra. Entonces, eso, yo escuchaba a la Sole con mi abuelo, más allá de los gustos musicales, ¿no?, y había algo que me conmovía. Escuchaba al Chaqueño Palavecino y me conmovía el folclore entendés, con mi abuelo. Escuchaba a Gilda con mi mamá, que ponía Gilda y Rosana, “A fuego lento revoltosa”; me conmovía.

Mariano Saborido, como Liliana Pérez Albornoz, en "Paraguay".
Mariano Saborido, como Liliana Pérez Albornoz, en "Paraguay".

— Y cantabas eso.

— Sí, cantaba. Cantaba.

— ¿Cantabas “A fuego lento, revoltosa”?

— Me encantaba. Y Gilda, Gilda con mi mamá. Mucho. Escuchábamos los casetes, todavía. No me importan tanto los géneros si no más bien que algo, de pronto, me conmueve. De hecho me parece que mucho de lo que me gusta o de lo que hago tiene que ver con cosas que sé hacer. O de lo que aprendí en lo de Nora Moseinco, también. Nora me enseñó que con lo que yo tenía acá cerca podía hacer. Y yo tenía esas cosas, cantaba, me gusta hacer sonidos de pájaros, imito a Shakira, me gusta tal actor y hago de eso, me gusta hablar en inglés, me gusta hacer tonadas.

— Todo eso lo hacés con mucha gracia y muchas veces hace reír hasta la carcajada. En Viento blanco, que es una obra más dramática, también sin embargo hay momentos que provocan risa. ¿Necesitás eso, necesitás la risa?

— Depende, porque creo que esto nos pasa a muchos actores, que la risa es un doble filo. Como que siempre hay que cuidarse de no ir para el lado de la risa. En Viento blanco hubo una búsqueda de dirección y de actuación, o sea entre los tres, de que el texto de Loza, que cuenta una historia triste, oscura, con muchos destellos…

— Marito, el protagonista, está muy solo..

— Sí, Marito es una persona que vive sola y que habla con gente que no está, o que está. Con gente muerta o viva, no se sabe. Entonces había algo de la necesidad, que creo que es un poco lo que le pasa a todo el mundo, de acercar el material a nosotros, a Vale Lois, a Juanse Rauch, a mí, ¿no? Que somos los tres que estamos haciendo esta obra. Entonces, indefectiblemente pasó eso. Si vos ves La mujer puerca, por ejemplo, de Vale Lois (N. de la R.: Otra obra de Santiago Loza) también es un texto dramatiquísimo pero que tiene mucho humor. Entonces, ahora que la nombrás, creo que a Viento blanco un poco le pasa eso, como que tiene momentos más de humor pero no porque lo necesite porque si no hago una comedia muero, sino porque quizás hay algo que es mi modo de acercarme al texto. Y un texto que por primera vez me toca hacer más bien dramático.

Mariano Saborido: La risa y la emoción

— Y estás solo en escena, también. Sin nadie que te de un pie.

— Solo. La soledad es lo que más define Viento blanco y me define en la obra como actor. Porque hay todo un síndrome de los que hacemos unipersonales, hay síntomas del síndrome que son para escribir un libro.

— ¿Cómo cuáles?

— Como sentir que no te entienden. O la sensación de soledad, aún cuando no estás solo, tenés dos directores mirándote, un equipo de producción. Un teatro. Digo, eso, uno tiene el imaginario de que está solo pero en realidad estás solo actuando, pero te están mirando.

— ¿Te dio miedo cuando te lo propusieron?

— No, cuando Santi Loza me lo propuso no, porque me pareció primero un halago que él quisiera escribir un texto para mí. Pero sí me empezó a dar miedo el después, los ensayos. Creo que lo voy perdiendo un poco.

— ¿O sea, siempre todavía tenés un miedito, una cosita en el estómago antes de salir a escena?

— Sí. Sí, en Viento blanco siento que recuperé mucho de eso. Por ejemplo, Lo que el río hace ya la hacemos hace tanto y con tantas funciones por semana qué hay algo muy de: “Sale”. Hay momentos de tensión y de cosita en el estómago, pero Viento blanco los tiene y creo que los va a tener un poco siempre porque…

— Estás solo.

— Estoy solo. Y es exponerse. Entonces sí, hay algo de la fragilidad y la soledad que está medio ahí como luchando con la actuación y con lo que tiene que salir y, a la vez, es parte, también. No solo es lucha, son parte también esa soledad y ese miedito.

Mariano Saborido en "Viento blanco", de Santiago Loza, dirigido por Valeria Lois y Juanse Rauch.
Mariano Saborido en "Viento blanco", de Santiago Loza, dirigido por Valeria Lois y Juanse Rauch.

— ¿Cómo se logró la composición física de Marito y cuánto de propuesta tuya hubo en eso?

— Bueno, creo que los ojos bizcos les dije yo que lo quería hacer y funcionó en los ensayos, entonces ensayamos siempre con ojos bizcos. Creo que no hubo casi ningún ensayo sin ojos bizcos.

— Debés terminar cansado de hacer eso.

— Más o menos. O no me doy cuenta. Termino más cansado corporalmente que con los ojos. Y después, bueno, algo de cantar también. Porque las canciones ya estaban en el texto que escribió Santi Loza. Él lo pensó para que yo cantara. Entonces dije: “che ¿y si canta lírico?”, porque él está en una iglesia. Entonces Juanse dijo “sí, puede cantar como cantaba en el coro, cuando era chico”. Entonces ahí se fue armando un poco eso del canto.

— Decías que muchos te preguntan si no te cansa eso de repetir una letra y que vos decías que no lo sentís como una repetición. Y yo quiero preguntarte cómo hacés para estar representando distintas obras y bien diferentes sin contaminar los personajes. ¿Hay algún truco para eso, cómo es?

— Mirá, si te dijera que algo de eso me cuesta o que hay un truco para que no se me mezclen te mentiría porque no siento eso. No, y además justo estoy haciendo en este momento tres obras que son bastante distintas. Entonces no siento mucho eso, sinceramente. No sé con qué tiene que ver, capaz con que hay algo bastante bien definido en cada obra. Por ahí, pero ni siquiera se pegan, porque en Paraguay, que hago de una tucumana y en Lo que el río hace, que hago de un correntino, creo que el correntino es más correntino y la tucumana es más una invención mía, porque si me escucha un tucumano así no me aprueba, tengo más aprobación de correntinos en Lo que el río hace. Pero no sé, también soy muy diferentes. En Lo que el río hace estoy como un pescador, en Paraguay soy una señora absoluta. Y en Viento blanco soy un chico vestido de blanco.

— Hablando de Lo que el río hace, hay una escena en la que es imposible no reírse, que es la de la toalla con forma de cisne. ¿Esa escena ya estaba en la obra escrita por las hermanas Marull?

— Sí.

— ¿Estaba tal cual?

— Sí. Todo el mundo sabe que las Marull son grandes dramaturgas pero siempre me parece muy importante que la gente sepa que todos los chistes de la obra ya estaban escritos. O sea, yo con Juano solo tuve que ponerle la voz y entonar esa canción que ellas ya habían escrito. La obra tenía un humor y una emoción desde el guion muy trabajados. Hay cosas que están tal cual y que no cambiaron nunca. A mi entender, las chicas cambaron detalles en el proceso pero la obra estaba. Mi personaje estaba. Fue muy lindo cuando me encontré con eso.

Otra imagen de "Lo que el río hace", de las hermanas Marull.
Otra imagen de "Lo que el río hace", de las hermanas Marull.

— ¿Te gustó de entrada tu personaje de Juano?

— Sí. Se me pone la piel de gallina porque era como guau, no puedo creer que voy a actuar esto. Porque ellas tienen mucho oído también y tienen una historia en Corrientes porque su padre vivía ahí, entonces escribieron los dichos, las formas de decir. Ya estaban, yo solamente tenía que hacer. Y eso fue increíble.

— Y entonces, cuando sabés que la gente se va a reír, por ejemplo, cuando llega la escena del cisne de toalla, ¿cómo es esa parte de la letra?

— Yo le digo a ella.. El personaje llega al hotel, le ofrezco unos snacks. Después un chocolatito, de atención. Y después le digo: “¿Te diste cuenta que la toalla es un cisne? ¿Se dio cuenta que la toalla es un cisne?” Como que es algo que mi personaje hace para halagar al huésped. Entonces me dice: “No, no, la verdad es que no me di cuenta”. Le digo: “Mire, yo esto lo saqué del 15 de la Brenda Nelly, que es una mujer del pueblo”.. Entonces digo: “Y después lo hice para el hotel porque pienso que va a quedar muy bien acá”. Entonces es una toalla con forma de cisne. Y la gente se ríe mucho. Al principio siento que a mi personaje a gente no lo entiende y cuando aparece el cisne ahí es como que “ahhhh, no, éste es un personaje total”. Ahí se sueltan mucho. A veces se ríen desde el principio y a veces esa escena tiene eso. Entonces, volviendo a qué pasa cuando yo sé que se van a reír, no pasa nada, sé que se van a reír. O a veces no. Pasa en muy pocas funciones pero a veces la gente está más para adentro porque por ahí le da vergüenza reírse, qué sé yo, entonces es como que “Che, hoy están raros”. Y al final están todos llorando. Porque resulta que fueron justo ese día para lo más…

— Emotivo.

— Emotivo.

— Claro. Claro.

— Y también es una bajada de las chicas, tipo “esto tiene mucho de comedia pero también es dramática, tiene una historia que contar. No es un show de chistes”. Entonces, atenerse un poco a eso también está bueno para que la obra tampoco se desbande, viste.

Mariano Saborido en el estudio de Infobae. (Candela Teicheira)
Mariano Saborido en el estudio de Infobae. (Candela Teicheira)

— Te hago la última pregunta, que por ahí es lo mismo que en realidad te estoy preguntando desde hace media hora: ¿qué es para vos actuar?

(Piensa unos segundos). Voy a decir algo muy sencillo pero que a la vez es un poco todo. Por ahí suena a autoayuda, pero actuar es donde me encuentro, donde me divierto. Donde encuentro a mis amigos. Donde me rio con gente que habla mi idioma. Donde encuentro que me valoran. Donde puedo conocer gente genial. Bueno, es mi trabajo, puedo vivir de esto. No sé, no quiero decir tampoco “Trabaja de lo que te gusta y no trabajarás un solo día” porque también lleva mucho trabajo y cansancio, enojos, de todo, como cualquier trabajo. Pero sí, actuar es como que me atraviesa, como a cualquiera que elija actuar. O escribir. Viste, yo creo que si le preguntás a un escritor o a un pintor como qué es pintar para vos, es que un poco no sé hacer otra cosa.

— Claro.

— Y tuve las condiciones materiales, si querés, para poder desarrollarme. Una familia que me apoyó, padres que con su ejemplo me dijeron “hacé lo que te gusta”. Amigos, una red que, bueno, hoy lamentablemente mucha gente no tiene una red para poder desarrollarse y yo creo que yo tuve las alas y las condiciones económicas para poder hacerlo y encontrar que mi vida es lo que hago. Tampoco porque dejo la vida sino porque es así, es mi vida. Así, tan simple y tan complejo como eso.

Viento blanco, en Dumont 4040, Santos Dumont 4040 (CABA).

Lo que el río hace, de miércoles a sábados en el Teatro Astros, Av. Corrientes 756 (CABA).

Paraguay, domingos 22 de septiembre y 6 de octubre en el Teatro Astros, Av. Corrientes 756 (CABA).

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