Hace tanto, tanto, que el psicoanalista Juan David Nasio vive en París que los modismos franceses se le cuelan en el lenguaje ahora, que está de visita en la Argentina, el lugar donde nació, donde estudió, donde hizo su experiencia en el Hospital de Lanús, que fue pionero en la atención de la salud mental en instituciones públicas. Nasio había terminado Medicina, se hizo psiquiatra y en 1969 se fue a estudiar a Jacques Lacan. Allí se quedó.
Con 60 años de experiencia -lo dirá varias veces, se ve que lo enorgullece- atiende pacientes todos los días. Y escribe. Escribe teoría y cuenta sus casos. Cada vida, se sabe, es una pequeña novela. Y no siempre tiene final feliz. Como la historia de la mujer que no podía quedar embarazada, lo consiguió y.. ay.
“Cuento la historia de Elena, una paciente que tuvo problemas de infertilidad y logró, gracias al trabajo que hicimos juntos, estar embarazada. Entonces fue una maravilla. Estábamos encantados. Y de pronto ella me dijo: ´Bueno, doctor, voy a entrar en la clínica la semana que viene’. Yo estaba feliz, habíamos logrado que tuviera un embarazo. Y me llama por teléfono de la clínica y me dice: ‘Doctor, el bebé acaba de morir’”.
-No me imagino cómo se levanta algo así.
-Elena no vino a verme inmediatamente después de este drama. Vino a una semana, un mes después, dos meses después. Pero cuando vino era un desastre. Se arrastraba. Fue traída por una amiga. No podía venir sola al consultorio. Entonces yo cuento eso y cuento cómo lo vivo yo . Debo decir que Elena no quedó embarazada una segunda vez y terminó el tratamiento...
Dramas humanos que pasan por el consultorio, eso cuenta Nasio. Pero algo más: “cómo lo vivo yo”, ha dicho. El psicoanalista no es indiferente, no escucha esos destrozos en las vidas de otros como quien oye llover. Y eso suma.
Así será Diez historias. De vida, de sufrimiento y de amor, el libro en el que trabaja y que saldrá en abril. Pero empezamos por esos 60 años de experiencia, poniéndoles la oreja a personas de lo más diversas, más de 15.000 pacientes calcula. Y qué pasa hoy.
-¿Qué es lo que escucha en el consultorio? ¿Cuál es el dolor de la época?
-Lo que ha cambiado es el contexto social. Hoy, por ejemplo, tengo pacientes musulmanes que vienen a verme. Antes no tenía musulmanes. Tengo pacientes, muchos, perversos; antes no había tanto.
-¿Qué significa “perverso”?
-Perversiones sexuales, pedófilos vienen a hablar de su pedofilia. Que vienen porque las hijas le pidieron que si no iba a ver al médico y lo denunciaban.
-O sea que lo encubren...
-Están desesperadas porque lo pueden poner en prisión, primero, y además porque es grave lo que está haciendo. Pero, en general, lo que digo es que las perversiones son temas que aparecen más que antes. También toxicomanías, drogadicciones. Eso es más ahora. Pero por encima de todo, Patricia, lo que es más frecuente que no ha cambiado en mis 60 años de oficio, lo que se mantiene siempre es la angustia. La gente está angustiada.
-¿Qué quiere decir “angustiada”?
-La angustia es un sentimiento del futuro. Es una anticipación. Yo me angustio por lo que va a venir, por lo que imagino que me va a pasar. El dolor es el sufrimiento de hoy. El dolor es algo que pasó_ me separé, sufro. Pero la angustia es: “¿Qué me va a pasar mañana estando solo o sin plata?
-Yo pensaría que esa anticipación es algo inherente al ser humano, porque se sabe que se va a morir.
-Por eso le digo, es la línea roja que se mantiene en estos 60 años. La angustia. Es decir, “Tengo miedo, doctor, de lo que me va a pasar”. ¿A qué le tiene miedo la gente? A la pérdida: lo más frecuente es el miedo de sufrir por perder lo que se tiene y se considera esencial. Hay gente que tiene angustia de enfermarse, perder la salud. Otros tienen miedo de que su mujer, o su marido se muera, o que se separen o ser traicionados. Es decir, la angustia es el miedo a un peligro. Perder a los padres, perder la casa, perder el oficio, perder el trabajo, perder. Y esos miedos se mantienen igual a través del tiempo.
-¿Y se teme perder las mismas cosas que antes?
-El problema de la pérdida viene del amor. Más yo amo, más tengo miedo a perder. Perder el zapato no me importa, pero perder el anillo de oro que me regaló mi mamá o mi papá, eso cuenta. Y eso nos va a hacer sufrir. Es decir, la pérdida está ligada al amor que antes tengo del objeto o de la persona.
-A veces nos parece que ahora cambió un poco la manera de vincularnos y que somos más narcisistas, más centrados en nosotros mismos. ¿Es así? Y si es así: ¿igual tememos perder a los otros?
-Es una época más individualista. El individualismo es un exceso de de ansiedad por lo que soy o por lo que tengo. Es un miedo a perder aquello que tengo, pero al mismo tiempo me critico y me digo no tengo nada y sueño con cosas que quisiera tener.
-¿Y entonces?
-Preguntás: “¿Estás contento vos con la vida?” “No. No estoy contento”. “¿Pero, cómo? Estás angustiado porque tenés miedo de perder y me decís que no estás contento con lo que tenés? Entonces lo que tenés no cuenta”. La frase de la gente es: “Lo poco que tengo no quiero perderlo, pero la verdad es que no estoy contento con lo que tengo, no estoy contengo con mi trabajo, no estoy contento con lo que soy”.
-¿Usted puede hacer algo al respecto?
-A mí lo que me interesa es, primero, que esté contento con lo que tiene. Dos, que esté contento con lo que hace. Y tres, que esté contento con lo que es. Yo quiero que él se quiera. Yo quisiera que él se quiera como me quiero yo.
-¿Y usted cómo se quiere? Usted, doctor Nasio.
-Yo me quiero. No me considero extraordinario, siempre hay alguien mejor que uno pero yo no me considero mal. Me considero una persona con suerte. El amor a uno mismo es una sabiduría y yo pienso que esa es la base para estar bien. Es una suerte estar contento con uno mismo.
-¿Es por pura suerte que alguien está bien consigo mismo?
-Es el resultado también de la infancia, de cómo fuimos educados, de cómo ha sido nuestra familia, de cómo hemos visto los sufrimientos de nuestra familia. Querer lo que uno tiene es querer el propio pasado y de dónde viene uno, querer su pasado. Yo quiero al, al jovencito que fui. Porque fue un buen pibe.
-¿Y por qué somos más narcisistas?
-La gente está más ansiosa y preocupada por no perder. Entonces dicen cosas como “Ah, no, yo necesito vacaciones” o “Ah, no, yo necesito descanso” o “Ay, no, yo no soporto tal cosa”. La imagen que tienen de sí es de una fragilidad inmensa.
-¿Más narcisismo, más fragilidad?
-Más narcisismo, más fragilidad, exacto.
“Querer lo que uno tiene es querer el propio pasado y de dónde viene uno”
-Cuénteme del libro.
-Es un libro de un psicoanalista que habla de él y habla de sus pacientes. Es un libro emocional. Es un libro de historias, de emociones, de historias que me han conmovido. Por ejemplo, la de esa madre. El psicoanalista se conmueve cuando escucha.
-¿Nunca se aburre?
-No, estoy cumpliendo 60 años en esto. Estoy encantado y me sorprendo. Le doy mi palabra de honor: no juzgo.
-¿Me puede relatar otro caso?
-Una madre viene a verme porque tiene miedo de matar al hijo de tres años. Tiene 28, 30 años. Me dice: “Doctor, vengo porque tengo miedo de matar a mi hijo. Yo he estado hospitalizada. Me han dado medicamentos muy fuertes. Y ahora salí del hospital y vuelvo a tener ese miedo. Yo le digo: “¿Cuál es ese miedo?” “Y mire, doctor, salgo del trabajo tomo el ómnibus para ir a buscar a mi hijo Rafael al jardín de infantes. Y yo sé que después vamos a ir a mi casa. Mi marido todavía no llegó el trabajo. Vamos a estar los dos solos y que Rafael me va a pedir de que juguemos a los autitos. Entonces vamos a estar sentados en el en la alfombra, cerca de la ventana, una gran ventana que hay en mi departamento. Vamos a estar jugando con los autitos. Y yo tengo miedo, doctor”. “¿De qué?” “Y... a mí me vienen ganas de levantarme, agarrarlo, abrir la puerta del balcón y tirarlo”. Y ahí se pone a llorar y me dice: “Doctor, tengo miedo, sáqueme esto, lo voy a matar”. Y yo le digo: “Usted, Muriel, no va a matar a nadie. Usted no va a matar ni una mosca”. Se sorprende: “¿Pero cómo sabe? ¿Y si lo mato? Pero, doctor, le estoy diciendo que tengo miedo”. “Y bueno, yo me voy a ocupar de que usted no tenga más ese miedo. Pero usted tiene un problema en la cabeza. Usted imagina cosas graves que puede hacer, pero no las va a hacer. Una cosa es la enfermedad de tener ideas muy locas en la cabeza. Otra cosa es llevarlas a cabo. Usted no las llevará a cabo jamás”. “¿Y si se equivoca usted?” Es cierto que me da miedo de equivocarme pero yo conozco ese tipo de enfermedad. Ese tipo de enfermedad se llama “fobia de impulsión”. Es decir, miedo a hacer. La persona tiene miedo de cometer algo grave que no pueda impedirse, que no se pueda retener. Como otros tienen miedo de vomitar o de hacerse caca.
-La historia del psicoanálisis tiene desde el origen relato de casos pero ¿no le resulta incómodo contar las historias de sus pacientes? ¿Ellos están de acuerdo?
-Primero que nada, todos me han autorizado. Y además son pacientes antiguos. Pero, sobre todo, mi manera de funcionar es hablar de mi historia. No es un libro de bienestar personal. Escribí un libro donde cuento lo que yo vivo, lo que yo he vivido con mis pacientes. Y lo vivo con emoción.