Austera. Precisa. Meticulosa. Sin golpes bajos y con la fuerza de un vendaval. Leer Barrer de noche (Enero Editorial, 2024), la primera novela de Viviana García Arribas es navegar en las sombras de aquello que no tiene nombre, pero sin perderse. Porque la autora sabe muy bien adónde va, por más que el mientras tanto sea áspero e incierto. Contar lo inenarrable no es fácil. Y mucho menos si eso que no podemos nombrar es la muerte de una hija. De nuestra hija. Cada una de las 96 páginas es un compendio de cómo dialogar a diario con lo insoportable, con el espanto y con los fragmentos de aquello que una vez fue vida y hoy ausencia. “Su mirada verde me atraviesa como la de un niño que no entiende el motivo de un reto. ¿Por qué tuvo que pasarnos esto, Vi? No sé, le contesto. Y de verdad no lo sé. Nos besamos. Y entonces comprendo: soy cualquiera, nadie, nada especial. Esta cosa horrible está sucediendo. Me pasa a mí. Le pasó a Luli (Luciana, su hija) Hasta hace un momento, creía que la seguridad de mis hijos era parte de mis superpoderes. Si yo estaba, nada podía pasarles.”
La autora encontró (no sé cómo) la manera adecuada y genuina de contar su tragedia. Y aunque en estos casos las palabras no alcanzan y apenas si se mueven en los márgenes, el relato logra sumergirnos y embarrarnos en la memoria de esta familia que tuvo que aprender a caminar de nuevo sin piernas y con el corazón roto. Empezar de nuevo. Como de cero, pero no. “Me levanto temprano, me ducho, desayuno con Ricardo y salgo (…) Parece haber sucedido hace tanto tiempo…Sin embargo, solo pasaron veinticinco días. Vuelvo hoy porque no quiero seguir en casa, encerrada, con mi tristeza. Vuelvo porque me siento capaz y porque lo necesito. Porque la vida sigue. Porque mi vida sigue. (…) De todos modos, nada va a cambiar la realidad”. Y sí. Rota se sigue igual. Aunque no lo creas.
Y pienso: ¿será que escribir haya sido la manera que Viviana García Arribas encontró para conjurar el dolor y el olvido? Porque ya pasaron treinta años de aquella mañana del accidente en la ruta 2. Cuando la familia regresaba de un mes de vacaciones en Mar del Plata. “Como en un sueño, veo cómo un coche gris que viene en sentido contrario se sale de su carril y, luego de chocar contra un cartel, cambia el rumbo y se dirige, directamente, hacia nuestro auto. (…) Me suben a la ambulancia donde ya están Ricardo y Matías. También un desconocido. No sé si está herido. Tampoco me importa. Tengo la ropa mojada: el auto cayó a una zanja al costado de la ruta, después de dar varias vueltas. En ningún momento pierdo la calma ni la consciencia. Solo lloro. Y no quiero dejar ese lugar. No quiero dejar a mi hija”.
Con exactitud y sin titubeos la autora reconstruye cada hora, cada minuto y cada segundo de aquel 29 de enero de 1994, como buscando alguna explicación que no hay. Como si pudiera volver el tiempo atrás para abrazarla fuerte una vez más. Pero es el texto el que nos abraza, a ella y a nosotros. Somos cautivos de una narrativa cálida, dulce, que fluye, aun contando la peor de las realidades posibles.
Y de nuevo pienso: la muerte las separó y la literatura las volvió a unir. Abrir una caja con fotos, otra con chucherías, una agenda donde Luciana anotó sus experiencias durante las vacaciones. Las últimas vacaciones. Y así reencontrarse con ella – aunque sea un ratito- para después contarlo. Sin duda, un acto de arrojo, de valentía, de coraje. Porque quien sabe lo que pueda salir de ahí. Pero es imposible también dejar de abrir esa caja, no leer las últimas palabras de su hija, no mirar las fotos. Porque eso y la escritura son la fórmula para rescatar algo del pasado. Es una carrera contra el tiempo. Porque la memoria se escurre –sin remedio- entre las manos (de ella y de las nuestras también).
“Trepada a la parte alta del placar, busco vestigios de Luciana guardados desde hace tanto tiempo. Dentro de una cajita, encuentro: Aros de distintas formas y colores, Anillos de plástico. Me los pruebo con la tentación de usarlos y me siento un poco ridícula. Durante un tiempo, al principio, usé sus zapatos de la escuela. Y también su mochila. Pero eso pasó hace mucho. Una medalla llama mi atención. La doy vuelta. Mi medalla del colegio secundario!. ¿Se la regalé y luego lo olvidé? Suelo tener esas lagunas y las detesto . Siento que mi memoria me juega malas pasadas y se esfuma lentamente. Por eso escribo”.
Barrer de noche también indaga en el entorno. En la vida de su abuela y de su mamá. En su hijo Matías y en su marido Ricardo. En su hermana Andrea. En recuerdos de su infancia y adolescencia, cuando fueron felices y no lo sabían. ¿O sí? En otros atardeceres de verano. Y es allí donde también e inevitablemente encuentra huellas de la hija que no está. Del vacío. De la enorme presencia de su ausencia. Porque aprendemos a ser mamás con nuestros hijos. Y lo mismo le pasó a nuestras madres y abuelas. Entonces: sin ellos: ¿qué somos? Viudas, no. Huérfanas, tampoco. Somos lo que no tiene nombre. Lo que el idioma aún no pudo definir como nombrar.
“Bailar en una pierna es lo mismo que bailar con una pierna? Si la pierna no está, ¿cómo moverse? ¿Cómo se escribe sin manos? ¿Cómo se acaricia? (…) Si nos falta un brazo, ¿cómo saltar a la soga?, ¿cómo tocar el saxo o la guitarra? (…) Se puede hablar sin lengua? ¿Es un grito lo que brota de una boca sin lengua? Una queja, un gemido. Un lamento de palabras sordas. Cuando se acaban las lágrimas, ¿cómo se llora?” García Arribas nos interpela mientras se pregunta a ella misma cómo vivir con eso. Con eso horrible que les pasó. Pero el texto no da respuestas. Está cargado de silencios. Es profundo y reflexivo. Invita al centro de su intimidad. De lo más privado y de lo más amado, tomando por momentos la forma de un diario o de un cuaderno de anotaciones. Sabe transformar la experiencia de la lectura en pura emoción. Y te desarma.
Quién es Viviana Arribas
♦ Es Profesora en Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales.
♦ Participó en talleres de apreciación cinematográfica y colaboró con la revista digital Filmonline.
♦ Integró el grupo de redactores del libro Generaciones 60/90, editado por el MALBA, sobre el cine argentino de esas décadas. F
♦ Fue colaboradora en la revista online El Anartista del 2015 al 2021. Actualmente, coordina talleres de lectura y escritura y lleva adelante, junto a Lourdes Landeira, el ciclo Raspar la olla (IG: @rasparlaolla) de encuentros de lectura con escritores y escritoras. En 2021 publicó su primer libro, Cuentos por el borde. Barrer de noche es su primera novela