“Varsovia 1944″, teatro político para luchar contra “la idiotización del mundo”

Dennis Smith habla de la obra que dirige y protagoniza, basada en el libro de Ana Wajszczuk, y también de su vida entre España y Argentina, los futuros proyectos y la necesidad de pensar matices, en el teatro y en la vida. “Ponerse en los zapatos del otro y abrir al diálogo”, propone

“Varsovia 1944”: 17, 24 Y 31 de agosto a las 16 horas en el MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires): Av. San Juan 328, CABA

Varsovia 1944 es una obra pocket”, dice Dennis Smith. Una adaptación de Chicos de Varsovia, estrenada en 2022, en el marco del FIBA, en El Cultural San Martín. El elenco de entonces era más grande y la producción mucho mayor. Ambas obras, la grande y la pocket, están basadas en un libro de Ana Wajszczuk del año 2017, cuyo título completo es Chicos de Varsovia: una hija, un padre y las huellas de la mayor insurrección contra los nazis. Efectivamente, es la historia de la propia Wajszczuk viajando con su papá a rastrear su identidad. El Levantamiento de Varsovia fue uno de los movimientos de resistencia más importantes de la Segunda Guerra Mundial. Comenzó el 1 de agosto de 1944 y a los dos meses después la capital polaca era arrasada hasta sus cimientos por orden de Hitler. Hubo solo 150 sobrevivientes, algunos llegaron a la Argentina a fines de esa década. En estos días, Varsovia 1944 se puede ver en el MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires) los próximos sábados 17, 24 y 31 de agosto.

Pero la historia empieza en un Starbucks, año 2015, cuando Wajszczuk entrevistó al director Smith para GQ Latinoamérica. Dos cafés, un grabador en el medio y la charla de teatro se abrió a una confidencia porque ella, en un momento, le contó que había escrito un artículo sobre la masacre de Varsovia y que iba a viajar con el padre a Polonia para desentrañar todo eso: una historia familiar, la insurgencia de los polacos, una investigación que poco a poco se convertiría en un libro. Efectivamente, dos años después de ese café, en 2017, se publicó por Editorial Sudamericana. Al año siguiente, Wajszczuk va al teatro a ver Elle y yo, de Dennis Smith, protagonizada por Laura Oliva. Se acerca y le regala un libro a cada uno. Ambos lo leyeron en el silencio de sus respectivos hogares y a los pocos días, charlando de cosas, tantas cosas, la vida, también tomando café, contaron que lo habían terminado. Se miraron y, cómplices, dijeron: “hay que hacerlo”.

Cuando Dennis Smith aparece en la pantalla la cara se le ilumina de a poco. El sol del mediodía entra con fuerza por un gran ventanal. Está sentado de piernas cruzadas y con él juega un pequeño perrito. Es de sus padres, quedó momentáneamente a su cuidado. También está en la sala una nena de 6 años, Isa, su sobrina. Por ella, trata de cuidar el tono de sus palabras, evitar improperios, algún insulto, esas cosas. “Hay censura acá”, dice y se ríe. La nena no; está metida en su papel. Dennis Smith nació en Madrid y a los tres años se vino a la Argentina con su familia. Hace un tiempo se instaló en España, aunque viene seguido. “Cuando vengo acá, vengo a trabajar”, dice. Siempre minimizó el cambio —la temperatura, la brecha estacional—, pero no esta vez: la semana pasada estuvo cuatro días con fiebre. “Allá, en España, tengo mucha más rutina de escribir. Doy clases de canto también. Y estoy casado y tengo un perro. En realidad me fui por eso, básicamente”.

"Me considero un hijo de la decepción", dice Smith, "mi proselitismo es ser"

“Cuando vengo acá se me van armando las cosas. Ahora, por ejemplo, vine por cinco meses porque voy a hacer una obra en el San Martín que dirige Alfredo Arias, que es la nueva obra de Yasmina Reza”. Se llama James Brown usaba ruleros. “Y vengo también a hacer una obra mía que es muy parecida a la historia del libro de Leila Guerriero, La Llamada: una mujer considerada traidora por Montoneros, que llegó a ser oficial segundo de la organización, que era un montón. Por primera vez en la vida esta mujer va a hablar después de cuarenta años, porque el hijo no sabía nada. Para los dos bandos ella es como una paria. Me contó que las pocas veces que se cruzó con ex compañeros la reputearon de arriba a abajo y durante muchos años tuvo miedo. De hecho, la obra la hacemos todas con seudónimos, porque ella tiene miedo; sobre todo en este momento, no es ilógico. Se va a estrenar en octubre en el FIBA”. Se llama Mi vida anterior.

La obra iba a estrenarse en febrero, pero como el FIBA se pasó para octubre, se movió el estreno también. En ese momento hicieron una función íntima, para ella, la mujer en quien está basada la obra, y sus amigos más íntimos. “Eran como cuarenta: vinieron de todos lados, todos exiliados, para enterarse su historia”. La historia es muy dura porque mezcla política e intimidad; la escribió Teresa Donato. “Parece que el Tigre Acosta inventó todo un programa para reconvertir a Montoneras, entonces seleccionaban a un par de cada campo, les cambiaban la ropa, las hacían vestirse como más femeninas y después les asignaban un tipo para que empezara a levantárselas y por eso acreditaban que las estaban transformando y decían que se ponían de novio con ellas. Y muchas de ellas creían que lo estaban decidiendo. La mujer nunca quiso rendir testimonio. Y lo vamos a hacer en El Cultural San Martín, donde funcionó la Conadep, en la Sala B”, cuenta entusiasmado.

En el elenco están Laura Oliva, Cristina Dramisino, Carolina Kopelioff y el propio Dennis Smith, que además es quien adaptó la novela de Ana Wajszczuk, quien dirige la obra y quien compuso la música original

Volvemos a Varsovia 1944: estrenó el sábado pasado y sigue el 17, el 24 y el 31 de agosto. “La otra, Chicos de Varsovia, era como una apuesta más espectacular si se quiere, mucho más grande. Originalmente nosotros queríamos que fuera una cosa chiquita e íntima, pero viste cómo son las cosas, van sucediendo y de repente te van llevando. Pero esta vez que dijimos no y tratamos de hacer una versión más pocket, que nos va a servir para poder seguir haciéndola. Porque nos habían ofrecido ir al Metropolitan, pero yo, con esto de vivir afuera, no es fácil. Digo, el teatro necesita mucho del cuerpo, que esté sintiendo, que arengue, que haga todo. Y la verdad es que nos quedó en un cajón. La obra, durante dos años, teníamos el doble de entradas de las que teníamos planificadas la vez pasada. Ahora, por ejemplo, está prácticamente todo agotado, ¿viste? No se puede creer. Algo pasa con esta obra que a mí me sorprende. Esta versión nueva es como más testimonial”.

En el elenco están Laura Oliva, Cristina Dramisino, Carolina Kopelioff y el propio Smith, que además es quien adaptó la novela de Ana Wajszczuk, quien dirige la obra y quien compuso la música original. El despliegue no llega a una hora: cincuenta minutos. La protagonista se llama Ana y cuando su abuelo muere decide reconstruir su historia familiar para contarle a su madre, como un cuento de las buenas noches al revés, quiénes fueron sus antepasados heroicos: los niños que protagonizaron el levantamiento más sangriento contra la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial, los chicos de Varsovia. “Lo que siempre quise con el libro es que llegara a Polonia, que se tradujera al inglés porque hay muchos polacos en Inglaterra”, dijo Wajszczuk. “Esta obra es, de alguna forma, una traducción: el teatro lo es. ¿Viste esos cuentos donde el genio cumple los deseos? Fue una sorpresa y estoy muy feliz de que se haya traducido al lenguaje teatral”.

"¿Para qué puede llegar a servir el teatro? Para generar más empatía: la posibilidad de ponerse en los zapatos del otro y abrir al diálogo. En un país como el nuestro, es un montón", dice Smith

Tanto Varsovia 1944 como Mi vida anterior son obras políticas. Teatro político. ¿Qué implica llevar este tipo de temas, de discusiones, de vehemencias al escenario? “Crecí con el menemato, y de eso nunca me recuperé”, empieza la respuesta de Smith. “Tuve cierto romance, podríamos decir, con algunas ideologías a raíz del matrimonio igualitario. Me considero un hijo de la decepción. Mi proselitismo es ser. Y lo que sé es que la violencia nunca es el camino. Es triste ver que se esté perdiendo la posibilidad del diálogo, que seamos muy poco democráticos. Es triste ver cómo no se respeta la vida de los otros, que no haya matices, que no haya colores grises. Además, uno no es sus ideas. Uno es uno, es un cuerpo, es una vida. Lo que uno piensa se debate, incluso se puede cambiar. Que pienses diferente no significa ser un idiota o ser un forro. Aunque también hay que decirlo: el mundo va camino a una idiotización”, agrega.

En España, donde vive, “hay de todo, pero no siento que la gente esté tan blanco o negro”. “A diferencia de la Argentina, en España no se ha hecho nunca una reflexión sobre los años oscuros. Lo mismo ocurre con la sociedad chilena. Hay algo muy pedagógico en la justicia y eso luego baja al pueblo”, agrega. “Yo vengo de una generación muy descreída, también con el teatro. Porque si el teatro alguna vez se planteó cambiar al mundo... bueno, fracasó. Pero cuanto más te quedás en la idea de ese fracaso, más es posible generar un cambio. ¿Para qué puede llegar a servir el teatro? Para generar más empatía: la posibilidad de ponerse en los zapatos del otro y abrir al diálogo. En un país como el nuestro, es un montón. Pero si hago de Celine Dion no es que quiero que todo el mundo sea Celine Dion, y si hago lo de la montonera no es que quiero que todo el mundo sea montonero,. Lo que yo quiero, en definitiva, es que a la gente se le abra un poquito la cabeza”.

* Varsovia 1944: sábados 17, 24 y 31 de agosto a las 16 hs. en el MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires, Av. San Juan 328, C.A.B.A.).

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