Si la unión hace la fuerza, la Feria de Editores funciona como una estampida. Hace tiempo que los sellos independientes entendieron que el camino era colectivo y comenzaron a asociarse en grupos para deslizarse mejor por la cadena de montaje. Los ejemplos sobran. Uno de ellos es la cooperativa TyPEO, que opera sobre un corredor del fondo, en la calle Hebe Uhart —en la FED, los corredores tienen nombres de escritores—, y agrupa a Rara Avis, Astier, Cúlmine, El Colectivo, Del Signo, La Libre, Muchas Nueces, Hasta Trilce, Ripio, Ubu. “Fue una excelente feria”, dice Ramiro Mases, editor del sello Rara Avis, que conoce del paño porque trabajó varios años en Eterna Cadencia. “Hace tres años que las editoriales de la cooperativa TyPEO hacemos un corredor, así que estamos muy cómodos, al lado de gente amiga y colegas. En general, la FED es una experiencia muy agradable. Y este año, en particular, nos sirvió mucho”, cuenta del otro lado del teléfono.
Contra todos los pronósticos, los números generales de este año son bastante buenos. En primer lugar, en cantidad de público. Los organizadores contabilizaron que durante los cuatro días que duró el evento en el C Complejo Art Media pasaron 24600 personas: 2500 más que el año pasado, que contó con 22100 visitas. El jueves hubo 3400 personas, el viernes 5700, el sábado 7200 y el domingo 8300. Son muy buenos números teniendo en cuenta que, hace meses, a la Feria del Libro de Buenos Aires fue un 10% menos de gente. Otra escala (1.126.351 personas), es cierto, pero caída al fin. Pero también en ventas, porque la caída de la Feria del Libro fue de un 40%, en cambio en la FED todos aseguran que vendieron más que el año pasado. Además, y esto seguramente tuvo que ver, el jueves y el viernes 347 librerías participaron del Programa Librerías Aliadas, que tuvieron un horario exclusivo para recorrer la feria y comprar con el 50% de descuento en los stands adheridos.
Las ventas fueron zigzagueantes. Algunos vendieron más que el año pasado, otros menos. Lo que sí hubo fue una gran sorpresa: entre la gran recesión y la estrepitosa caída del poder de compra, nadie esperaba demasiado. “Entre los editores la expectativas eran muy bajas: no se esperaba que fuera una mala feria, pero imaginaban que no iba a ser lo que la FED siempre es: la gran venta del año junto con la Feria del Libro. Después, cada editorial, según sus características, por ahí vende más en la Feria del Libro o en la FED. Pero sin duda son los dos episodios comerciales más importantes. Y en ese sentido, los editores tenían una expectativa muy conservadora, muy magra respecto de lo que podía pasar. Nadie esperaba que fueran grandes ventas. Y ya con los primeros días todo cambió. Hay, por supuesto, casos particulares, pero con la generalidad de los colegas que hablé a todos les fue mucho mejor de lo que imaginaban”, sostiene Mases de Rara Avis.
Marina Yuszczuk de Rosa Iceberg cuenta que “la Feria del Libro este año fue muy mala; la FED fue mejor. Con respecto al año pasado, la diferencia fue que en agosto de 2023 veníamos de un aumento de precios importante y la gente se sorprendía cuando le decías el precio de los libros (y además, no compraban). Este año no hubo sorpresas: los precios están más o menos estabilizados en los últimos tres meses, pero tampoco hay plata, y se nota. Se vendió bastante bien, y a muchos eso nos sorprendió. Creo que se debe a que hay un público muy particular que espera la FED y compra en la FED, aunque sea uno o dos libros. Lo que no se ve más hace un par de años es el tipo de compra del 2019, 2020, 2021: era muy raro que alguien comprara un solo libro de la editorial, generalmente se llevaban otro porque conocían el sello y les interesaba seguir el catálogo, además de que había algún pequeño descuento por comprar dos títulos; ahora, eso es más difícil, casi imposible”.
A Hexágono le fue bien: “Vendimos aproximadamente un 30% más que el año pasado”, cuenta María Eugenia Riccheri, su editora. “Es el cuarto año consecutivo que participamos. Hasta ahora ninguna de las tres superó a la primera, la del 2021: la presencial pospandemia. Las dos anteriores fueron malas, por lo menos para nosotros”. Hexágono participó en la Feria del Libro a través de Impulso Cultural, el stand del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: “Este año fue muy flojo. Estamos porque suele ser una plataforma interesante para organizar eventos y como la participación en el stand es gratuita está bueno aprovechar, pero la feria que nos gusta y en la que notamos verdadera diferencia es en la FED”. “Teniendo en cuenta la fecha anterior y el contexto actual, pensé que iba a ser una FED bastante mala y por el contrario la pasé muy bien. Noté a la gente interesada, animada, un clima de disfrute. Se está consolidando también como un espacio de encuentro”, agrega.
El balance general puede ser entusiasta, pero las ventas fueron muy dispares entre los stands. Para Manuel Rud, de Limonero, editorial especializada en libros ilustrados, “fueron un poco menores que las del año pasado pero bastante mejores de lo que esperábamos, considerando que este año la performance comercial viene franca y evidente caída tanto en librerías como en ferias”. Mat Guillan de UOiEA! sintoniza con la idea: “Nuestras ventas en la FED24 fueron un 30% menos que el año pasado. Sin embargo, sigue siendo la feria más importante del año en cuanto a difusión y venta. La asistencia de gente fue espectacular. La diferencia que encontramos con las ediciones anteriores es que fue menos frecuente la venta de la segunda unidad”. Algo parecido ocurrió en el stand de Hojas del Sur: “En nuestro stand las ventas no fueron muy buenas, fueron significativamente inferiores al año pasado”, asegura su editor, el poeta Debret Viana.
“Y si bien no es tan fácil comparar la FED con la Feria del Libro —continúa Viana— porque es una dinámica totalmente distinta de libros, de gente, de tiempo, de intensidad y demás, aún así, creo que se percibe que el poder adquisitivo está deteriorado profundamente y que es inevitable recortar en cosas que no son de primera necesidad como son los libros. Eso no afectó, sin embargo, la concurrencia. Hubo muchísima gente, según los números, más gente que el año pasado en el mismo predio. Hay mucha gente que tiene ganas y necesidad de participar culturalmente de este tipo de eventos, de estar cerca de libros aunque no los pueda comprar. Incluso la gente que nos compró libros nos contaba que habían ido deliberadamente a no comprar, se sintieron tentados e irresponsablemente atentaron contra su propia economía y terminaron comprando un libro o dos. Si antes compraban cinco, compraron uno. Si compraban uno, ahora pasan a visitar y nada más”.
“Además de ser, como siempre, un lugar de encuentro y de celebración —dice Manuel Rud, de Limonero—, creo este año muchos vivimos la FED como una especie de trinchera ante la avanzada muy fuerte (diría del gobierno nacional pero lamento decir que también de todo un sector de la sociedad) sobre las industrias culturales en general y sobre la actividad editorial independiente en particular. Me queda como sonido de fondo de esta edición la voz de los distintos actores de la industria (autores, ilustradores, mediadores, editores, libreros, etc.) revindicando la labor editorial de pequeña escala y la labor librera ante el empuje feroz de las grandes superficies, los mega aparatos de marketing y logística y los canales de venta no mediados por humanos”. De esta edición, queda la postal del “constante encuentro de los y las colegas, y la grata sorpresa de que la gente volvió a responder, a pesar del difícil momento”.
“A pesar de todo, el encuentro entre editores, escritores y lectores sigue siendo una fiesta”, asegura Mat Guillan de UOiEA! “En Argentina, a lo largo de los años, las crisis económicas son desafiantes. Debemos rompernos la cabeza para sorprender con el catálogo y también con el plan de negocio para subsistir. Lo más complejo es intentar que el libro no se vuelva un privilegio, pero creo que esa batalla la estamos perdiendo, lamentablemente. Y esto se profundizó en la actualidad. Hay problemas que permanecen de la mala gestión anterior, como el precio del papel y la inflación, pero en este caso nos afecta además la caída del consumo. Sin embargo, la cultura –con sus heridas en carne viva– trasciende a todos los gobiernos, incluso a los que la desfinancian. Nosotros no estamos de paso, otros sí. En fin, es un momento muy difícil, pero algo es concreto: a las editoriales no las conducen especuladores financieros y los lectores son guerreros que no renuncian a sus armas”.
“Es la primera FED bajo este sol oscuro y autoritario del nuevo gobierno”, subraya Debret Viana, editor en Hojas del Sur. “Por eso, había como un anhelo de estar ahí, una idea de resistencia cultural, de estar presentes en la sede, de ser parte de algo que libra la batalla de la resistencia. Y no me refiero a las editoriales, sino simplemente a la presencia, a los lectores, a los escritores, a los editores, a los diseñadores, a los libreros, a todo el grupo de la cadena del mundo del libro que tomó esto también como un espacio de lucha, necesariamente politizado. No había cánticos ni banderas, pero creo que simplemente la producción y la sostenibilidad de productos culturales es algo que ya está en la vereda contraria de las pretensiones del gobierno actual. Se genera algo muy lindo de camaradería. Por momentos pareciera brindar esperanzas, quizás esperanzas equivocadas, porque todo lo que viene es oscuro, pero esperanzas de que hay con qué pelear”.
Para Marina Yuszczuk de Rosa Iceberg, “cambió el modo de comprar y también cambiamos las editoriales, aunque todavía sea muy pronto para hacer un diagnóstico, pero hablé con muchos editores conocidos y en general -especialmente en las editoriales más chicas- todos estamos publicando menos, porque vemos que no tiene sentido sumar títulos y cantidad de libros que de todas formas no se van a vender. Uno se va de la FED con la sensación de que el ecosistema del libro independiente es indestructible, a juzgar por el entusiasmo de editores, lectores, autores, libreros, por el interés del público y el conocimiento que tienen del mundo del libro, de sus editoriales preferidas, y cómo van a la feria no tanto a ver qué hay, sino a buscar ciertos libros que ya tienen ganas de leer por haber leído recomendaciones o haber visto en redes que salieron. Pero no creo que esto sea así: creo que a largo plazo, el impacto de esta economía se va a sentir cada vez más”.
“Ese impacto no solo viene del lado de la menor cantidad de títulos y tiradas que salen a la venta —continúa la editora—, sino de la menor cantidad de tiempo y energía para leer en una generación abrumada por la cantidad de trabajo que tienen que hacer para que más o menos le cierren los números. Porque lo que pasa en la FED es fruto del trabajo de muchos años y muchas personas; es increíble hablar con editores y autores de otros países y ver qué excepcional es el mundo del libro en Argentina. En ese sentido, la feria se sintió más que nunca como una burbuja que es el mundo del revés del universo libertario, el mundo del meme, del chistecito y de la ignorancia proclamada a los cuatro vientos, donde nada vale y nada importa. Quiero decir, unas de las primeras coas que hizo este gobierno es dejar de comprar libros para repartir a los chicos en las escuelas -muchas veces, chicos que no tienen otra forma de acceso al libro físico-, eso creo que lo dice todo”.
“Las ventas fueron mayores, sobre todo porque el año pasado fue particularmente malo”, dice Ramiro Mases de Rara Avis. “Partiendo de esta aclaración, la FED siempre es una feria donde se gana plata: se vende mucho más de lo que de lo que se invierte, eso seguro. Y nosotros participamos desde la segunda FED y siempre fue una feria que tenía la tendencia o la característica que es que cada año se vende más que el anterior. En el caso de Rara Avis, siempre fue así salvo el año pasado. Por eso te decía que este año vendimos más que el año pasado y a su vez que en el 2022, es decir, hace dos años, vendimos más también que el año pasado. Podría decirse que tuvimos un mal año en el medio. Pero vendimos más que el año pasado, bastante más: un 40% al menos. ¿Por qué? Teníamos novedades potentes, pero hay algo más, de evaluación general: la sensación de mucha gente de que puede ser la última vez: ‘bueno, compro ahora, porque mañana no sé si podré'”.
“En otros años, la gente se llevaba dos, tres o cuatro libros en un puesto”, continúa el editor de Rara Avis. “Lo que uno hacía era jugar con los descuentos para que se lleve más de un ejemplar. Hoy en día eso se redujo por lo que representa el precio de un libro para un salario promedio. Hay gente que se va a comprar un solo libro en toda la feria y uno pugna porque sea el de su de editorial. Claramente se vio un poder adquisitivo disminuido, pero no es una cuestión de público, porque crece: hay un público sólido y fiel”. Guillan de UOiEA! concluye con una sensación que, creo, es generalizada: “La cultura alternativa argentina sobrevive a todo, como ya ha pasado. En este mismo momento se están escribiendo libros con la pulsión que nos atraviesa. Nos lo dicen todo el tiempo los lectores de diferentes países que asisten a la FED y a la gran cantidad de ferias que hay en el país: Esto es impresionante. Es único, dicen. Yo les creo. No existe nada que pueda apagar este fuego”.
[Fotos: Matías Moyano / FED]