Estamos a finales de los años 60 e inicio de los 70. Es la época del Watergate, el fin de largas dictaduras latinoamericanas, el auge del terrorismo mundial. También del movimiento hippie, el punk, la liberación sexual… fragmentos de la narrativa común de la historia. Son años en los que la humanidad perdió a grandes artistas (Jimmy Hendrix, Elvis Presley, Salvador Dalí, Picasso) y vio nacer a otros.
Si acercamos aún más la vista podemos distinguir, entre esos naufragios históricos, cómo encaja un joven fotógrafo estadounidense nacido en Trenton (Nueva Jersey). Su nombre es Peter Hujar. Su sueño: reducir las millas de distancia que existen entre su hogar y la vanguardia neoyorquina.
Ahora sabemos que lo consiguió. Aunque allí se convirtió en un ser desdichado, intransigente y nada dispuesto a complacer al mercado artístico contemporáneo.
El fotógrafo
Hagamos un breve quién es quién. Piense en una persona dedicada a la fotografía, estadounidense, de la misma época. Controvertida, la persona y su trabajo. ¿Se apellida Mapplethorpe? O, tal vez, ¿Goldin?
Ambos fotógrafos, Robert Mapplethorpe y Nan Goldin, fueron contemporáneos a Peter. Esta última incluso amiga. Y ambos recibieron –y tal vez buscaron– mucho mayor reconocimiento artístico. Hujar era, como todo ser humano, poliédrico: crítico consigo mismo pero amable con los demás; un poco introvertido en el paisaje urbano, aunque destacaba en los márgenes de lo que era “aceptable”.
“Hago fotografías sencillas y directas de temas complicados y difíciles”. Así definió él mismo su trabajo. Tanto su personalidad como su modo de vida le harían ajeno a las modas y a la normatividad. Para Hujar, su arte no era mercancía; era un álbum de sus amistades, sus denuncias, sus deseos… Su obra, performativa y compleja, fue un pacto con el carácter más real de la vida.
El contexto
Hujar, como adelantábamos, se hizo un hueco en la selva artística de la Gran Manzana. Alquiló un pequeño loft en el East Village que compartía con su pareja, Jim Fouratt.
A la vez, en el escenario neoyorquino surgen otras voces, de quienes luchan por la integración de las minorías sexuales oprimidas. Entre ellas está el Gay Liberation Front (Frente de Liberación Gay) (1969-1973), organización militante política en defensa de los derechos homosexuales surgida tras los disturbios de Stonewall el 28 de junio de 1969.
Estas protestas nacieron como consecuencia de una de las múltiples redadas a las que las autoridades sometían a los bares a los que acudían miembros del colectivo LGTBI+. Las visitas de la policía venían acompañadas de humillaciones, vejaciones y escarnio público, hasta que ese día de junio, en el Stonewall Inn del Greenwich Village, los ciudadanos contraatacaron y se rebelaron, rechazando el trato y dando origen y fecha al Día del Orgullo LGTBI+.
El Gay Liberation Front se expandió rápidamente por calles, ciudades y pensamientos. Pero además de voz, necesitaban crearse una imagen.
Una fotografía
Cuando hablamos de las imágenes símbolo, fotografías que forman parte de lo que denominamos poso cultural, éstas siempre dependen del contexto del receptor. Así, unas son más recordadas, y otras ni siquiera serán conocidas fuera del gremio. Pasa lo mismo con los artistas, y aunque este es el caso mayoritario de nuestro fotógrafo, no lo es el de una de sus imágenes.
Estamos en primavera de 1970, a punto de cumplirse un año de la redada policial en Stonewall Inn. Peter Hujar tiene ese aniversario marcado en su calendario. Estuvo allí junto a Jim, miembro del GLF, y fue testigo, en primera persona, de lo sucedido.
Para el aniversario, Hujar recibe un encargo fotográfico por parte de la organización –un encargo actualmente atesorado con cariño en los fondos de la Morgan Library & Museum–. La imagen coreografiada de una manifestación es el resultado de esa petición. No es una convocatoria multitudinaria, ni tampoco lo pretende.
El póster resultado de la imagen tiene por misión reclutar militancia para el GLF, con vistas a llamar a la movilización del Día de la Liberación, en Christopher Street: la primera marcha del Orgullo celebrada en Nueva York. No se estaba pidiendo permiso, ni literal ni políticamente. Tampoco se consideraba necesario. Llegaba la hora de la denuncia.
El escenario y sus protagonistas
En su obra La fotografía y otros ensayos, Siegfried Kracauer declaró: “El ser humano no es quien aparece en su fotografía, sino la suma de aquello que se puede extraer de él”. Quizás estas palabras puedan ayudar a desenvolver, capa a capa, esta imagen. Se desconoce el momento exacto de la toma, pero sí tenemos otros datos.
Estamos en pleno barrio de Chelsea en Manhattan. La calle 19 oeste se encuentra abrazada por el Hudson y el edificio Flatiron. El lugar está desierto –algo que, en Nueva York, siempre es raro– y hay bastante luz –tal vez esté amaneciendo–. En la imagen hay 17 personas. Caminan y sonríen, algunas con el puño en alto. Unas se miran entre sí, otras miran a Peter. Son las cabezas pensantes tras el GLF.
La fotografía crea memoria. Al menos, así la defendemos quienes robamos segundos al tiempo con nuestras cámaras. Y esa fotografía se convertirá en el símbolo de la lucha.
El resultado: un cartel para el recuerdo
La imagen había conseguido rebosar unidad, conciencia, confraternidad. El lema iba a la par: “Come out!! Join the Sisters & Brothers of the Gay Liberation Front” (“¡Sal! ¡Únete a los hermanos y hermanas del Frente de Liberación Gay!”).
Animaban a salir en un momento donde buena parte de la comunidad no estaba preparada o no se sentía preparada para hacerlo, y en la que había divisiones, entre desacuerdos y disparidades ideológicas. La clase media, por ejemplo, no quería tener nada que ver.
Condenados a la misma suerte que buena parte del trabajo del autor de la foto, los carteles que debían adornar, tan americanamente, troncos de árbol y varios escaparates, se redujeron considerablemente en número. La mayor parte de las copias fueron robadas, siendo el ladrón una incógnita todavía hoy.
Peter Hujar moriría entre los escombros de una obra poco reconocida, víctima del virus que asoló a buena parte de sus amistades. El cartel, sin embargo, resultó una imagen de referencia para la historia reivindicativa del colectivo. Que esto nos sirva para recordarlo entre los grandes, al menos ocasionalmente.
Fuente: The Conversation