Cinco consejos para ver el vaso medio lleno y tener otra mirada frente a la muerte

El autor trabaja en cuidados paliativos y transmitió su singular mirada en su libro “Sigo aquí no he partido”. Aquí, da algunas ideas para vivir mejor y así llegar con calma al momento inevitable

El doctor Pablo Asan

Cada experiencia es vivida y observada por cada uno de nosotros según una enorme cantidad de determinantes, sean éstos nuestra cultura, nuestra forma de ser, los ejemplos de vida que hemos tenido, la crianza, la personalidad que forjamos, nuestras vivencias y la forma en que consideramos cada una de estas.

No existe un itinerario determinado, una manera de vivir perfecta e inequívoca, pero no es imposible, al menos, acercarnos al punto de equilibrio que nos permita balancearnos en esta vida, aceptando nuestros traspiés, capitalizando nuestros triunfos, dando sin esperar retribuciones, disfrutando de los buenos momentos y atravesar los malos dándonos el tiempo necesario para tomarlos, procesarlos y sacar de ellos, a futuro, la experiencia y enseñanza que nos dejen para el resto de nuestra estadía.

Aquí, algunas ideas para conseguirlo:

1) Meditar

Aunque no nos demos cuenta, meditamos más de una vez al día. Cuando viajamos al trabajo en cualquier medio de transporte y nos quedamos mirando un punto fijo, o cuando nos quedamos mirando a una fogata, estamos meditando.

Meditar es no pensar en nada, tomar conciencia de nuestra respiración, es no pensar en quién soy, lo que tengo que hacer después o los problemas que tengo. Es estar con uno mismo, es observar sin rehuir. Cuando meditamos, activamos una zona del cerebro que se llama corteza prefrontal, mientras que “aquietamos” el resto del cerebro, es decir focalizamos. Esto posiblemente dure unos segundos si estamos muy expuestos a elementos distractores, pero si nos tomamos tan solo 20 minutos diarios (¡de 24 horas!) para hacerlo en el ámbito adecuado y con el silencio adecuado puede ser algo realmente reparador para nuestro sistema nervioso, sobre todo si se convierte en una rutina.

Meditar. Es algo que hacemos en varias veces al día y es reconfortante. (Imagen Ilustrativa Infobae)

2) Cuidar cuerpo y alma

Son ampliamente conocidos los beneficios que tiene tener una rutina de alimentación variada en conjunto con una actividad física que nos genere placer y nos permita mantener una adecuada salud cardiovascular.

Cuando cuidamos el cuerpo también estamos cuidando el alma ya que el solo hecho de cuidar de nosotros mismos nos da seguridad y autonomía, sabiendo que estamos haciendo un bien para nosotros mismos. Incluir en nuestra dieta diaria la cantidad necesaria de fibras, proteínas y demás nutrientes esenciales nos permite tener una excelente salud gastrointestinal y cuidar de nuestra salud cardiovascular previniendo a la larga posibles complicaciones que podrían aparecer con el pasar de los años. Por supuesto, permitiéndonos “un gustito” que puede no ser lo más reconocido como sano, pero si lo consumimos responsablemente, nos hace bien al alma

3) Estar con quienes nos hacen bien

A veces debemos estar en lugares o con personas con quienes no nos sentimos del todo a gusto yeso puede ser ineludible. Podríamos tomar esto como “una excepción más” que hacemos para mantener la armonía social que nuestra vida necesita. Lo importante y fundamental es dedicarles tiempo a las personas que nos llenan el alma: amigos, familia, compañeros, nuevos conocidos. Personas que sabemos que nos hace simplemente bien estar con ellas y que al despedirnos nos quedamos con sabor a poco y ganas de repetir.

Disfrutar de la gente que nos hace bien. (Imagen Ilustrativa Infobae)

No hay que dejar de hacerles saber lo bien que nos sentimos en su compañía, generando así una retroalimentación de placer y bienestar. Esto activa en el cerebro zonas de placer que resultan en la liberación de endorfinas y dopamina y dan una sensación de bienestar, confort, resguardo, sintiéndonos a gusto y bien acompañados

4) Reír y sonreír

Si bien no toda situación amerita una risa o una sonrisa -incluso cualquiera de estas dos en determinados momentos puen ser identificadas como reacciones fuera de contexto- es imperativo y necesario reír y sonreír a diario, sin importar el motivo que lo genere. Aunque cualquiera de las dos expresiones también pueden señalar nerviosismo o ansiedad frente a algunas situaciones, la enorme mayoría de las veces se trata de placer.

Sonreir, parte del bienestar. (Freepik)

Cuando nos reímos, se fortalece nuestro sistema de defensas, mientras que el estrés y la depresión disminuyen nuestras defensas y nos hacen más propensos a cualquier enfermedad. Además, al reír liberamos sustancias en el cerebro que regulan nuestra tensión arterial, la frecuencia cardíaca y estabilizan no sólo el estado de ánimo sino también el metabolismo respiratorio al demandar más oxígeno al cerebro. En pocas palabras, sonreír y reír nos da calidad de vida a corto y mediano plazo

5) No preocuparse por demás

La gran mayoría percibimos y padecemos en primera persona las inclemencias de los tiempos que hoy y desde hace años atravesamos no sólo en la esfera económica sino también social, sin poder evitar esto perjudicarnos directa e indirectamente en nuestra salud toda.

No es para nada fácil tomarse las cosas a la ligera dado el contexto y la vida exigente en la que vivimos. Debemos permitirnos estar preocupados en su justa medida, sabiendo que la gran mayoría de las veces nos preocupamos por situaciones que finalmente no ocurren y en ese lapso hemos malgastado enorme cantidad de energía y tiempo.

Moderar la preocupación, esencial para el bienestar. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Si bien sabemos conciente e inconcientemente que todos terminaremos embarcando en el mismo puerto al final de nuestras vidas, la clave está en disfrutar de los días siendo conscientes de que cada momento es único y no se repetirá. Y también permitiéndonos tener nuestros momentos de tristeza, de desgano, de disconfort con nosotros mismos y con el entorno, pero sin presionarnos e intentando ver siempre el vaso medio lleno de ese día que se está acabando y no volverá.

Quién es Pablo Asan

♦ Nació en 1985 en la Ciudad de Buenos Aires.

♦ Cuando termió el secundario comenzó a cursar materias del CBC de la carrera de medicina, aunque luego decidió no continuar y dedicarse al periodismo, carrera que finalizó y ejerció por dos años para luego volver a su primera pasión, la medicina.

♦ Hoy es Médico de Familia en la Clínica Bazterrica y también se dedica al tratamiento del Dolor.

♦ Ejerce como Médico Paliativista en la Clínica CCP Baires del barrio de Barracas.

♦ Este año, decidió publicar su primer libro “Sigo Aquí, no he partido” con el fin de visibilizar los cuidados paliativos y naturalizar temas como la muerte, el alma y el duelo de quienes quedamos en este plano.

* Más información sobre Pablo Asan y su libro, clickeando acá.

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