Qué puede aprender Trump de Al Capone y otras 120 ideas sobre el futuro: las advertencias de Moisés Naim

En su nuevo libro, “Lo que nos está pasando”, el analista abarca desde la inteligencia artificial hasta el populismo global. La crisis sin fin de Venezuela, los autócratas de variados colores, el desencanto con la democracia, el cambio climático y las amenazas de la inteligencia artificial están entre los temas principales

"Lo que nos está pasando", de Moisés Naim.

En su nueva colección de ensayos breves, las columnas de opinión que publica habitualmente en los medios, Moisés Naim sostiene que el presente es un periodo de crisis histórica. Quizá no todas las personas lo saben, porque la faena cotidiana para pagar las cuentas sigue siendo alienante en la mayor parte del mundo, pero casi todas lo sienten: “Una persona se suicida cada cuarenta segundos. Trescientos millones hoy padecen trastornos de ansiedad”, escribió en el prólogo de Lo que nos está pasando. “Una cuarta parte de los adultos del planeta sufre algún trastorno y sólo uno de cada tres recibe los tratamientos debidos”.

De Nicolás Maduro —por mencionar un nombre de penosa actualidad— al ataque de pánico, de la guerra en Ucrania a la depresión, de la crisis en Medio Oriente al estrés crónico y de la nueva ola tecnológica de la inteligencia artificial a la incertidumbre angustiante sobre el futuro, Naim va visibilizando en las primeras páginas la red que se teje entre lo macro y lo micro, la política y lo personal, la historia y cada uno de nosotros.

El título del libro sale de una cita. Explicó el autor: “En los años treinta del siglo pasado, el respetado pensador español José Ortega y Gasset, preocupado por la situación de conflictividad que se vivía en Europa, escribió en uno de sus libros: ‘No sabemos lo que nos pasa, y eso es precisamente lo que nos pasa, el hecho de no saber lo que nos pasa. Esa es siempre la sensación vital que asedia al hombre en periodos de crisis históricas’”.

A casi cien años de aquel momento, sabemos cómo terminó la cosa: el ascenso del fascismo, la Segunda Guerra Mundial, la Shoah, el desarrollo tecnológico que condujo a la bomba atómica, la Guerra Fría sus innumerables conflictos calientes, de Corea y Vietnam al terrorismo de Estado en América Central y del Sur.

Siete años que redefinieron al mundo: Moisés Naím analiza el período 2016-2023 en su nueva colección de artículos.

“No hay duda de que muchos de los elementos que detectó Ortega y Gasset en el siglo pasado se encuentran hoy con nosotros”, advirtió Naim en Lo que nos está pasando. “Es por lo tanto urgente entender qué es lo que nos está pasando y qué hacer al respecto”.

El volumen es una segunda antología luego de Repensar el mundo, publicado en 2016, y quizá por el modo en que ha aumentado la densidad de acontecimientos críticos desde entonces, el libro de Naim tiene una actualidad intoxicante. Las barbaridades que dice Donald Trump, ¿son nuevas o son las de 2016-2020? Las elecciones truchas en Venezuela, ¿son nuevas o son las de 2018?

El arco de tiempo que recorre Lo que nos está pasando es breve: 2016-2023. Pero intenso: la polarización que condujo al Brexit y el ascenso, la derrota y la nueva candidatura de Trump. El asalto al Capitolio de Estados Unidos en nombre de la mentira de una elección robada. El cambio climático con temperaturas que cada año superan los registros récord marcados en el anterior. La pandemia de covid y su estela de 14,9 millones de muertes en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La creciente desconfianza en la democracia en el planeta; incluso América Latina, que tanto había valorado su recuperación luego de las dictaduras de los 60-70, cayó en una decepción peligrosa. La corrupción de las administraciones públicas y la imbricación del crimen organizado en los Estados. La invasión rusa a Ucrania y la guerra. La brutalidad de Hamas el 7 de octubre y la respuesta del gobierno de Benjamin Netanyahu, que ha masacrado civiles y no ha rescatado a todos los rehenes israelíes secuestrados hace casi diez meses. La popularización de la inteligencia artificial, sin normas que impidan que se la use para fines terroristas, y su promesa de una transformación traumática del mercado laboral.

Naim es venezolano y fue ministro de Industria y Comercio y director del Banco Central en Venezuela, durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez. Trabajó en el Banco Mundial, dirigió durante 14 años la publicación reconocida publicación Foreign Policy y es miembro distinguido del Carnegie Endowment for International Peace, un think tank de Washington DC, la ciudad donde vive. Bill Clinton, Fernando Henrique Cardoso y Mark Zuckerberg destacaron su libro El fin del poder; también es autor de La revancha de los poderosos e Ilícito, entre otros libros.

Moisés Naím ofrece un análisis profundo de eventos traumáticos recientes, de la pandemia al ataque de Hamas el 7 de octubre, del asalto al Capitolio al ascenso de los populismos, como crisis interconectadas marcan un punto crítico.

Pero el trabajo con el que más se identifica es el de columnista, y una vez por semana analiza la actualidad global en medios de referencia en América Latina, Europa y Estados Unidos. De esa disciplina salieron los artículos que conforman Lo que nos está pasando.

El dèjá vu de Nicolás Maduro

Uno de los dèjá vu más fuertes del libro, a la vez un tema en el que Naim es experto, es el proceso trágico de Venezuela. Además del texto “Maduro y la banalidad del mal”, reproducido días atrás en Infobae, el columnista dedicó varios artículos a su país en esta recopilación, entre ellos el detallado “El suicidio de Venezuela: lecciones de un Estado fallido”, cuyo comienzo compara dos países. Uno es una de las democracias más estables, con la mejor infraestructura de la región, una poderosa red de protección social, una movilidad social envidiada por sus vecinos y una vida política libre. El otro es “una de las naciones más empobrecidas de América Latina y la dictadura más reciente de la región”; el colapso de su sistema de salud abrió las puertas a enfermedades como el sarampión y el paludismo, la falta de alimentos y servicios públicos hace muy difícil la vida de la gente común y hay detenciones arbitrarias.

Pronto Naim revela la sorpresa: “Estos dos países son, de hecho, uno solo, Venezuela, en dos momentos diferentes: el de principios de los años setenta y en la actualidad. Su transformación ha sido tan radical, tan completa y tan devastadora que es difícil aceptar que no fuera el resultado de una guerra”.

Una virtud del análisis es que va más atrás del ascenso de Hugo Chávez, para revelar por qué ese liderazgo fue deseado por la mayoría de los venezolanos: busca las “raíces más antiguas y profundas” del caso. La decepción ante la política —que en Argentina se ha visto desde el “que se vayan todos” del 2001 hasta la elección del outsider Javier Milei como un eco de Jair Bolsonaro en Brasil— fue “el detonante de la explosión de furia populista”, y al día de hoy es un recordatorio sobre los peligros de no valorar el sistema democrático. Naim habla de la responsabilidad de todos: de la ciudadanía y de “la inepta y paralizada élite política y económica tradicional”.

Un país que pasó de ser referencia de estabilidad y progreso a un colapso económico y social casi irreconocible: Moisés Naím explora cómo la ineptitud política y el populismo provocaron la catástrofe actual en Venezuela. (REUTERS/Isaac Urrutia)

Un dato particularmente difícil es que en 2019, cuando está fechado el artículo, el éxodo venezolano era de 2,6 millones de personas. Hoy, sólo cinco años más tarde, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el número llega a 7,7 millones de personas.

El teatro electoral

Naim hace otro análisis extenso de la crisis de su país en “El problema de Venezuela no es el socialismo”, donde sostiene que el colapso económico no se debe a criterios ideológicos sino a la transformación del sistema en “una cleptocracia” difícil de romper porque cualquier oposición “no es reconocida por el gobierno como en una democracia parlamentaria normal”.

Recordó que “en 2018 Maduro ganó una elección presidencial que casi todo el mundo consideró fraudulenta, visto que este inhabilitó a las principales figuras de la oposición para que no pudieran postularse”, algo que se vio hace poco en el caso de María Corina Machado. “Además, no se permitió la presencia de ningún observador electoral extranjero en el escrutinio de las urnas y los medios de comunicación estuvieron fuertemente controlados”, agregó.

La ingenuidad que Naim ve en aquella esperanza en las urnas no es particular de Venezuela, señaló en otro artículo, “A los dictadores les gustan las elecciones”. El texto se centra en las elecciones de 2021 en Nicaragua y en el caso de Daniel Ortega, a quien casi no le quedan alianzas con los actores democráticos que participaron del sandinismo de los ochenta, porque están presos (Marvin Vargas) o expulsados (Dora María Téllez) o expatriados (Sergio Ramírez).

“La proliferación de autócratas enamorados de las elecciones presidenciales es un sorprendente fenómeno político”, escribió. “Lo que buscan es el pasajero aroma demócratico del que los impregna una elección popular, siempre y cuando su victoria esté garantizada”. De Sadam Husein a los líderes soviéticos, de Maduro a Vladimir Putin, Naim citó a varios “autócratas que siguen montando estas obras de teatro electoral”.

Trump, del asalto al Capitolio a las elecciones 2024

Partidarios de Donald Trump en el asalto al Capitolio: un ejemplo de los peligros de la combinación de populismo y polarización, según Moisés Naím. (REUTERS/Shannon Stapleton)

Leer Lo que nos está pasando días después de la renuncia de Joe Biden a la candidatura por la reelección a sólo tres meses de las elecciones en Estados Unidos es un repaso por uno de los temas principales de la campaña electoral: la polarización de la ciudadanía. Naim incluso trajo a la conversación la trama de una novela sobre una segunda guerra civil estadounidense: la distopía, recordó, es “ilustrar el mundo de hoy a través de la descripción del futuro”. Y en el caso de American War, de Omar el Akkad, destacó que “nos hace sentir que ominosas situaciones extremas que ahora nos parecen inverosímiles quizá no sean tan improbables y remotas como creemos”.

El 6 de enero de 2021, escribió con optimismo, fue un día “muy bueno para la democracia estadounidense”. Si bien hubo muertos, heridos y un nivel de violencia que no se privó del llamado al linchamiento (”Cuelguen a Mike Pence”, cantaban los fanáticos trumpistas, porque el vicepresidente iba a certificar el resultado electoral), ese día “se pusieron a prueba las leyes, las instituciones y las normas que en Estados Unidos limitan el poder del presidente”. Destacó el papel de Pence en evitar “el autogolpe” —como lo calificó— de Trump y también el del jefe de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, quien venció su sospechoso silencio para termimar por apoyar la constitución y no al candidato de su partido.

En un formato de memo imaginario a Trump, una columna de mayo de 2020 aludió a la posibilidad de un “Blitzkrieg judicial” en caso de que el entonces presidente no ganara en las urnas y a la habitual aspiración republicana de restringir el sufragio en un país donde no es obligatorio y la elección se hace un día laboral: “La batalla no será para ganar los votos de nuestra base de seguidores”, aconsejó a Trump en su columna-fábula. “La batalla es para que los escépticos, incrédulos, confundidos, desinformados o flojos no voten”.

Son muchos los artículos sobre Trump, como “¿En qué se parecen trumpismo, maoísmo y peronismo?” o “¿Qué puede aprender Trump de Al Capone y Richard Nixon?”, pero quizá más interesante sea observar cómo el nombre del ex presidente y actual candidato aparece a lo largo de muchas columnas sobre otros temas, todos claves en esta crisis histórica: el concepto de posverdad (”Trump ha mencionado las fake news en Twitter más de 600 veces, y también en todos sus discursos”; “Trump hizo 5.000 afirmaciones falsas en sus primeros 601 días como presidente, con una media de 8,3 diarias”), las operaciones políticas en las redes sociales, el populismo y la polarización política (que “hacen buena pareja”).

El ex presidente de los Estados Unidos y actual candidato republicano, Donald Trump, es un personaje que recorre el libro en temas como el impacto político del concepto de posverdad. (REUTERS/Umit Bektas)

Robots e inteligencia artificial

El libro de Naim abarca una variedad enorme de otros temas, desde el cambio climático (”la temperatura en la ciudad de Verjoiansk llegó a los 38ºC, el valor más alto jamás registrado al norte del Círculo Polar Ártico”) hasta los experimentos con ingresos mínimos garantizados por el Estado, desde la encrucijada de la democracia (”las dictaduras están en auge y albergan al 70% de la población mundial, es decir 5.400 millones de personas”) al terrorismo islamista. También está cruzado por una diversidad de personajes, de Modi a AMLO, de Elon Musk a la FIFA, del Papa Francisco a Xi Jinping.

Quizá el que más mira al futuro inmediato, además de los citados, sea la tecnología: entre las 121 ideas para escudriñar el siglo XXI, como se subtitula Lo que nos está pasando, está la inteligencia artificial. “Son tecnologías transformadoras con las que la humanidad va a convivir por mucho tiempo”, señaló Naim, más cerca de la descripción plana que del ditirambo. “Esta ola de innovación cambiará al mundo, afectará a ricos y pobres, demócratas y autócratas, políticos y empresarios, científicos y analfabetos”.

Los apologistas confían en que ayudará en la lucha contra el cambio climático, el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades, la educación. Naim tiene una perspectiva más matizada. Todo eso puede pasar, pero también es posible que “dictadores, terroristas, timadores y criminales” pronto usen “toda su creatividad para explotar la IA con consecuencias nefastas para la humanidad”, advirtió en el libro.

Una preocupación abierta es la transición del mercado laboral. “La destrucción de puestos de trabajo derivada de los revolucionarios cambios tecnológicos es de tal magnitud y ocurre a una velocidad sin precedentes”, escribió Naim. Robots que pueden realizar las tareas de una persona con educación secundaria, por ejemplo: ¿alguien está haciendo planes para el impacto social que eso puede traer? Aunque se cree más riqueza, la lógica del capitalismo es acumular capital, no repartir la torta entre los caídos. Lo único que se sabe por ahora, recordó, es que “una vez que una nueva tecnología tan poderosa entra en la caja de herramientas de nuestra especie, no hay manera de librarse de ella”.

Las sociedades, concluyó, no están listas para lo que se viene. “Más vale que aprendamos rápido, porque estas innovaciones no tienen marcha atrás”.