¿Ser egoístas es lo mejor que se puede hacer por los demás? Un debate con historia

Juan Bautista Alberdi sostenía que había que defender el propio interés y eso generaría riqueza. Antes, Esteban Echeverría había levantado argumentos contundentes en sentido contrario. ¿Cómo evolucionaron esas posturas?

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Echeverría y Alberdi, con posturas enfrentadas. Detrás, Javier Milei.
Echeverría y Alberdi, con posturas enfrentadas. Detrás, Javier Milei.

¿A favor o en contra del egoísmo? La pregunta puede sonar rara, aun en estos tiempos en que los valores en que creíamos parecen no ser tan universales. Digo ¿se puede estar a favor del egoísmo?

Hace un año, en un programa de televisión, el hoy presidente Javier Milei sorprendía a las conductoras diciendo que “siempre el egoísmo es una virtud”. Otra vez: ¿se puede estar a favor del egoísmo?

El planteo parece una cuestión moral. Somos buenos, no somos egoístas, somos malos, somos egoístas. Aunque luego siempre haya algún pensamiento alternativo que diga que es necesario un poco de egoísmo para cuidarse y quererse. Ahora que lo pienso, tal vez ese alternativismo “post-hippie” sea una de las piedras que pavimentó el camino de ese rabioso individualismo que se proclama hoy.

El egoísmo y los demás
El egoísmo y los demás

Muertas las ilusiones de hacer algo “todos juntos”, de ser solidarios y buenos compañeros de época, sálvese quien pueda, o dicho de otro modo: autopreservación y cuidate, querete.

Pero me estoy yendo por las ramas. De lo que quiero hablar no es de ser buenos o malos sino de si el egoísmo puede ser una herramienta para la prosperidad de un país. O todo lo contrario.

Y lo traigo no porque se me ocurra a mí sino porque es una palabra que anduvo dando vueltas desde hacer rato en la Historia y que vuelve, como una forma virtuosa de comportamiento ciudadano.

Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi
Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi

No lo estoy inventando: Juan Bautista Alberdi —ese abogado, político y pensador que bocetó la Constitución argentina y a quien hoy Javier Milei menciona como el camino a seguir— sostuvo lo primero; que sí, que si cada uno atendía su juego y cultivaba su egoísmo como un surco de trigo, y muchos hacían los mismo, cuando ese trigo se cosechara, el país sería más rico. Por cosas como esta lo levanta Javier Milei.

Alberdi dice eso negro sobre blanco en un discurso de 1880 que tituló, sin ninguna ambigüedad, La omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual. Ahí dice cosas como: “Si esta ley natural y fatal de propio engrandecimiento individual se denomina egoísmo, forzoso es admitir que el egoísmo está llamado a preceder al patriotismo en la jerarquía de los obreros y servidores del progreso nacional”.

Seguramente, aquí Alberdi estás siguiendo a lo otro pensador, Adam Smith, había escrito un siglo antes. Decía Smith: “No es la benevolencia del carnicero, el cervecero, o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su propio interés, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas”. En algunas traducciones ponen “egoísmo” en lugar de “su propio beneficio”. Más o menos lo mismo es lo que explicó Milei en ese programa de televisión.

Pero antes que Alberdi, en 1839, otro miembro de la Generación del 37 había escrito un ensayo que iba en sentido contrario. Se trata de El dogma socialista, de Esteban Echeverría. Faltaban casi diez años para que, en Europa, Karl Marx y Friedrich Engels escribieran el Manifiesto Comunista. ¿De qué socialismo hablaba Echeverría? Seguro no del mismo que propondrían estos hombres después.

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“Asociación”, sería la gran palabra de Echeverría. “Sin asociación no hay progreso, o más bien ella es la condición forzosa de toda civilización y de todo progreso”, dice. Pero, ojo: “No puede existir verdadera asociación sino entre iguales. La desigualdad engendra odios y pasiones que ahogan la confraternidad y relajan los vínculos sociales”. Todo un programa político en unas líneas, ¿no?

Pero cuidado que Echeverría no quiere socializar todo. “Para que la asociación corresponda ampliamente a sus fines, es necesario organizarla y constituirla de modo que no se choquen ni dañen mutuamente los intereses sociales y los intereses individuales, o combinar entre sí estos dos elementos”, detalla.

Echeverría escribe El dogma socialista en los primeros años del gobierno de Rosas. Había nacido en 1805, la Revolución de Mayo y la Independencia fueron parte de su infancia. ¿Y después qué? Separados de España, había que construir un país. Había que pensar cómo sería, qué tipo de gobierno tendría, cómo se poblaría, cómo se repartirían los ingresos, si tendría una religión, en fin, muchas cosas.

Gran momento para la utopía

Si la generación anterior se había ocupado de dejar de ser colonia, la que había dado sus primeros pasos en la patria libre se encargaría de darle forma. Qué gran momento para pensarlo todo de nuevo, para las utopías, para un mundo mejor. Pero, claro, no hay un solo “mundo mejor”. Eso depende de quién lo mire. Entonces, así como Alberdi decía que el egoísmo era el abracadabra de la riqueza, Echeverría sostuvo que “Las pasiones egoístas han sembrado la anarquía en el suelo de la libertad, y esterilizado sus frutos”.

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A ver: libertad, dice Echeverría, como el liberal Alberdi, pero si nos pasamos de individualismo vamos a la anarquía, que arruina, en lo económico, los frutos de esa libertad. Ese parece ser el planteo.

Echeverría es el autor de obras literarias como El matadero, ese relato por el que el crítico David Viñas diría que “la literatura argentina empieza con una violación”. Un texto violento y explícito, con sangre y bosta, en el que un grupo de federales tira a un joven unitario sobre una mesa y se dispone a penetrarlo. Literatura política en la que los federales son la barbarie. Lo escribió más o menos por los mismos años que El dogma socialista.

Los pueblos del Norte no han debido su opulencia y grandeza al poder de susGobiernos, sino al poder de sus individuos. Son el producto del egoísmo más que del patriotismo”, dice Alberdi en La omnipotencia del Estado…

El egoísmo encarnado son todos los tiranos”, había escrito Echeverría. Y “el egoísmo es la muerte del alma”.

Visto en conjunto, y aunque algunos señalan este texto de Echeverría como un antecedente de las Bases de Alberdi, me parece que Echeverría tiene una mirada más “moral” mientras que Alberdi es más político. Sus libertades nunca son porque están bien sino porque son útiles para algo. La libertad de culto, por ejemplo: Alberdi la reclama porque así podrán venir inmigrantes de otras religiones —está pensando en los protestantes ingleses— y traer su forma de trabajar, que él considera superior.

Me dirán que sin esa moral no hay política que aguante y que eso lo sabemos bien. Quizás Echeverría diría que eso es así. Por algo escribió una especie de manifiesto “A la juventud argentina” con que abre El dogma socialista y que, entre otras cosas, dice: “Al que adultere con la corrupción —anatema”. Pero también anatema “Al cobarde, al egoísta, al perjuro”.

¿A favor o en contra del egoísmo como forma de vida y como herramienta política?

Te dejo con algunas frases de ellos.

Mis subrayados

De El dogma socialista

1. “Por la ley de Dios y de la humanidad todos los hombres son hermanos. Todo acto de egoísmo es un atentado a la fraternidad humana”.

2. “El egoísmo es la muerte del alma. El egoísta no siente amor, ni caridad, ni simpatía por sus hermanos. Todos sus actos se encaminan a la satisfacción de su yo; todos sus pensamientos y acciones giran en torno de su yo; y el deber, el honor y la justicia son palabras huecas y sin sentido para su espíritu depravado”.

3. “El egoísmo se diviniza y hace de su corazón el centro del universo”.

4. “El hombre de honor detesta la tiranía porque tiene fe en los principios, y no es egoísta: la tiranía es el egoísmo encarnado”.

De La omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual

1. “Se puede decir con verdad que la sociedad de nuestros días debe al individualismo,así entendido, los progresos de su civilización. En este sentido, no es temerarioestablecer que el mundo civilizado y libre es la obra del egoísmo individual,cristianamente entendido: Ama a Dios sobre todo, enseñó él, y a tu prójimo como a timismo, santificando de este modo el amor de sí a la par del amor del hombre”.

2. “No son las libertades de la Patria las que han engrandecido a las nacionesmodernas, sino las libertades individuales con que el hombre ha creado y labradosu propia grandeza personal, factor elemental de la grandeza de las nacionesrealmente grandes y libres, que son las del Norte de ambos mundos”.

3. “Haciendo su propia grandeza particular, cada individuo contribuyó a labrar la de su país”.

4. “El egoísmo bien entendido de los ciudadanos sólo es un vicio para el egoísmo delos Gobiernos que personifican a los Estados. En realidad, el afán del propioengrandecimiento es el afán virtuoso de la propia grandeza del individuo, como factor fundamental que es del orden social, de la familia, de la propiedad, delhogar, del poder y bienestar de cada hombre”.

5. “Todo eso ha sido hecho por el egoísmo, es decir, por el individualismo, tanto enInglaterra como en nuestra América más o menos. Todo al menos puede serhecho en nuestros países por esos mismos egoístas de la Europa entrados ennuestro suelo como emigrados, a condición de que les demos aquí la libertadindividual”.

* Contame qué te parecen estos planteos, de qué lado estás, a pkolesnicov@infobae.com. Leo todo, contesto a medida que puedo.

Ediciones anteriores de este newsletter están recogidas en este enlace.

Hasta la próxima,

Patricia

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