Días atrás, para sorpresa de los lectores, César Aira hizo una nueva aparición pública. Lo hizo desde su casa, su lugar en el mundo, en el barrio de Flores. La sorpresa se da porque el escritor argentino que ha publicado más de cien libros ya no da entrevistas a medios argentinos. Es una decisión que ntomó hace ya mucho tiempo. Entonces, sus esporádicas apariciones suelen ser para medios extranjeros. En esta ocasión, la televisión sueca.
Un Aira doméstico para Suecia
“Un Aira doméstico”, lo definió Hinde Pomeraniec en su newsletter. “Un Aira de jean y camisa celeste, pelo gris y barba larga y blanca. Un Aira que ante la cámara de la TV sueca se recuesta en su cama a la manera de un forzado Onetti (sábanas a rayas celestes y blancas, sin acolchado) mientras acaricia un cuaderno rojo de espiral y explica que nunca le tuvo miedo a la página en blanco, que en todo caso eso ‘es una invitación a escribir’ y que el peligro hoy es la pantalla, lo que llama ‘la página llena’”, escribe la periodista en su columna para Infobae Cultura.
Inteligente, lúcido, genuino, feliz. Así se lo ve a este autor en el video que apareció en las redes que no dura más de diez minutos. Los suecos vinieron a charlar con él en un día especial: el día de la entrevista fue el 23 de febrero pasado: su cumpleaños número 75. En medio de la nota, suena el teléfono. Es la tía del escritor, que tiene más de 90. El entrevistador se disculpa por molestarlo en su día pero él sonríe, porque dice que no hyay problema alguno, que igual “iba a estar acá, solo”.
Que sean los suecos los interesados por Aira no es una simple casualidad. La institución que entrega el Premio Nobel de Literatura, al cual Aira ya es un eterno candidato para las apuestas y los lectores especializados, es la Svenska Akademien (Academia Sueca), fundada en 1786 por el rey Gustavo III. Nunca lo ganó un argentino. Las medallas pasaron cerca: sí chilenos, sí colombianos, sí peruano, pero argentinos nunca. Ni Borges, ni Cortázar, ni Saer, ni Ocampo, ni Sábato, ni Uhart, nadie.
¿Es una mera casualidad que una televisión del país que entrega el Nobel haya venido hasta Argentina, hasta el barrio de Flores, hasta la casa de César Aira, para entrevistar a un escritor prolífico y enigmático que desde hace varios años suena como posible ganador del premio más importante de la literatura? Mientras disfrutamos de ese “Aira doméstico”, cruzamos los dedos y pensamos en la posibilidad de que la literatura argentina se consagre definitivamente.
Una literatura que se amplía, sube, salta
Aira no se detiene. Su literatura, que se amplía constantemente, tiene un método. Así lo explica en la TV sueca: “Viendo los niños en la calle caminar, ellos nunca van recto. Si encuentran un escalón, se suben, saltan. Si encuentran unas baldosas saltan de una a otra. Siempre encuentran un juego, mientras que el adulto, cuando va a un lugar, va, no se detiene. Bueno, mi escritura es más bien como el caminar de los niños, más que el de los adultos. En cada momento me estoy desviando”.
Así, en esos desvíos, 2024 ya nos regaló dos libros de Aira, un ensayo y una novela. El ensayo, publicado por Blatt y Ríos, se titula Ideas diversas. A lo largo de 111 páginas, el escritor piensa el presente, la tensión entre un pasado analógico que no quiere morir y un presente digital que amenaza con devorarlo todo. “Tengo la teoría de que el objeto va a volver, con toda su realidad, su dignidad, su belleza, su apelación a los cinco sentidos. No creo que la humanidad se resigne al mundo espectral de las pantallas, teniendo a su alcance a los objetos”, se lee desde la tapa.
La sinopsis de la novela, titulada En El Pensamiento (Penguin Random House), comienza así: “En un lugar remoto de La Pampa argentina se encuentra El Pensamiento: un par de calles y un puñado de casas construidas alrededor de una estación ferroviaria. Dejándose llevar por los recuerdos hasta ahora olvidados, el narrador de esta historia evoca el último año que vivió en esta diminuta localidad, con siete años y justo antes de mudarse a la ciudad de Coronel Pringles con su familia”.
Y sigue así: “Criado en un ambiente rural, entre sirvientas, una madre tierna y un patriarca que poco a poco ha ido comprando el pueblo entero, su último año estuvo marcado por dos sucesos memorables que hicieron tambalearse la idílica paz rural de los vecinos: la llegada de un preceptor venido de la ciudad para hacerse cargo de la educación del narrador y el misterioso incidente con una locomotora desaparecida”.
“Entre personajes que parecen sacados de una novela decimonónica, guiños proustianos y estampas pampeanas de una Argentina que quiere abrazar el progreso y el orden, Aira construye una novela de iniciación que muta y nunca es lo que aparenta ser, pero que despliega de nuevo el gran talento, el desbordante imaginario y la originalidad radical que caracterizan la obra de uno de los grandes autores de nuestro tiempo”, se lee sobre este libro breve, bien a su estilo, de 120 páginas.