Venía escuchando una novela sobre un perro atropellado y salí a la ruta de noche

Puse el comienzo de “La anomalía”, de Hervé Le Tellier y me impresionó una escena terrible. Minutos después me tocaría vivir un suceso extraño

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Un perro cruza la carretera,
Un perro cruza la carretera, en una imagen generada por Inteligencia Artificial.

¿Hay tiempo para leer? Tengo que confesar que una parte de lo que leo, en realidad lo escucho. Empecé hace un tiempo, scuchando unos cuentos leídos en un podcast del New Yorker, un poco por curiosidad y un poco por practicar inglés. Así escuché cosas que no conocía, cuentos maravillosos, viejos y nuevos. Y me sorprendió lo buenos narradores que eran los escritores que leían.

El vicio sigue, tengo que decir. Siempre estoy escuchando algo, me pongo un libro cuando cocino, si tengo que salir me calzo los auriculares y si me subo al auto cambio de los auriculares a los parlantes.

Me dicen que es una tendencia, que los audiolibros no paran de crecer. No me parece raro que seamos muchos, es un placer de lo más sencillo.

Así, me encontré aplaudiendo sola en un capítulo de Chamanes eléctricos en la fiesta del solla novela de la ecuatoriana Mónica Ojeda. Por su belleza aplaudí, en plena caminata.

[”Chamanes eléctricos en la fiesta erta del sol” se puede leer en formato digital clickeando aquí o escuchar como audiolibro clickeando aquí]

Y me pasó algo rarísimo con La anomalía, de Hervé Le Tellier. La novela ganó el Goncourt 2020 y bla bla pero lo que me pasó no tiene nada que ver con eso.

Pero antes de contarte qué me pasó tenés que saber algo sobre La anomalía. Es una novela en la que todo es muy realista salvo el eje central: un avión de Air France aterriza en marzo y, de nuevo, en junio. El mismo, el mismo vuelo, los mismos pasajeros, el mismo todo. Se imaginan: en el medio han pasado cosas como que uno de los pasajeros llegó y se mató. Y ahí está otra vez, eligiendo pasta o pollo.

Los gobiernos no saben qué hacer con el tema, hay movimientos religiosos en contra de esos aparecidos, en fin. Son muchas historias alrededor de eso. Pasó algo que no puede pasar y la realidad se descalabra, se mueve un poquito, lo suficiente como para poner en cuestión muchas certezas y muchos valores.

Un avión de Air France,
Un avión de Air France, protagonista de la novela de Le Tellier. (REUTERS/Regis Duvignau)

El libro arranca con un nene que va con la mamá en el auto y la mamá, sin querer, atropella a un perro. Lo dice así:

No van muy rápido, un perro cruza la calzada, el impacto apenas los desvía, la madre grita, frena demasiado fuerte, el vehículo zigzaguea, el motor se cala. Quédate en el coche, mi vida, por Dios, quédate en el coche y no te muevas. Blake no obedece, sigue a su madre. Es un collie de pelo gris, el golpe le ha hundido el tórax, la sangre se derrama por el arcén, pero no está muerto, gimotea, parece el llanto de un bebé”.

Esa es la situación: van despacio, cruza un perro, lo matan.

Con esa novela arranqué yo desde la Ciudad de Buenos Aires hacia la costa. Por una urgencia familiar tuve que ir manejando sola a eso de las 7 de la tarde, después de un día de trabajo.

A los 50, 60 kilómetros sentí que el cansancio que traía encima era preocupante y, encima, empezaba a caer la noche y las luces de los autos que venían del lado de enfrente me molestaban. Peleaba contra eso con la novela, tan interesante y tan bien escrita.

"La anomalía", de Hervé Le
"La anomalía", de Hervé Le Tellier.

La ruta a la costa es una autopista, en algunos tramos van los autos solos, muy rápido, y en algunos tramos se cruza por los pueblos y hay que bajar mucho la velocidad. Ya estaba oscuro cuando pasé por uno de ellos. Vendría a 60 kilómetros por hora y lo que imaginás: de la nada salió un perro negro que cruzó delante de mí. Contra toda regla del buen manejo, tiré un volantazo y lo esquivé; por suerte no venía nadie cerca y no pasó nada. Hacía 10, 15 minutos que había oído la escena.

Esto claro, no dice nada de la novela, que no es premonitoria, pero quizás sí de los audiolibros, que se pegan a lo que está pasando alrededor un poco más que los libros leídos —me parece—, sobre todo porque hacemos muchas más cosas mientras escuchamos un libro que cuando lo leemos. Podría haber ocurrido que fuera manejando otra persona y yo leyera en el asiento de atrás y se cruzara el perro, claro. El asombro —¿la anomalía?— sería el mismo.

Pero voy al texto de Le Tellier: es una de esas novelas infinitas, novelas laberinto con muchos personajes. Vamos a saber de los pasajeros pero no —o poco— arriba del avión sino antes, años antes de subirse a este y luego después, cuando ya hayan aterrizado por segunda vez y todo sea complicadísimo.

Hervé Le Tellier
Hervé Le Tellier

La novela por un lado hablará de esa parte humana y del descalabro social y político y por otro intentará encontrar una respuesta científica a cómo puede ser eso. A mí lo primero me encanta y lo segundo no me interesa nada.

De todos modos, sobre la explicación que crea, Le Tellier dijo esto en una entrevista con Infobae.”Cuando escribí la novela, me pregunté cómo darle credibilidad. Quería evitar el cuento de hadas y el género fantástico. Y me acordé de una conferencia que el filósofo Nick Bostrom dio hace 20 años, en la que decía que la civilización podría superar su propia desaparición con una computadora muy potente que lograra simular los antepasados. Su conclusión es que hay una probabilidad entre mil de que seamos seres biológicos y 999 entre mil de que seamos seres simulados”.

Lo pongo para que sepas que los afectos a las razones científicas no se verán forzados a aceptar una magia y listo.

A mí me conmueve Victor Miesel, un escritor cuya vida está marcada por la búsqueda de significado, que se convertirá en un autor exitoso después de muerto pero el segundo avión lo hará volver para disfrutar de ese éxito y hasta asomar al amor. Me gusta Blake, el niño del perro, que se ha vuelto un asesino implacable, que maneja su oficio con precisión quirúrgica y de pronto se ve enfrentado a otro como él, que es él mismo tres meses después. Otro Blake capaz de hackear y amenazar a Blake.

O el nene que de pronto tiene dos mamás idénticas —son la misma persona— y... ¿con cuál quiere estar? ¿A quién quiere?

Audiolibros, un mundo. (Imagen Ilustrativa
Audiolibros, un mundo. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Me conmueve André, el arquitecto que ya está grande para esa mujer que le gusta y que ha conseguido tenerla un tiempo a su lado. “Tu deseo me agobia. Has conseguido anular el mío”, le ha dicho ella. ¿A quién no le ha pasado?

Me da tristeza el hombre que acompaña a su hermano al médico para escuchar un diagnóstico que no tiene esperanza ni vuelta atrás. Y cuando el hermano vuelva meses después… ¿habrá cambiado?

Me interesa y me espanta el uso que un presentador de televisión astuto hace de las dos Adrianas, la versión duplicada de una joven que quiere ser actriz. Y el novio que, como empezaron más tarde, es solo de una. Y la horda de fanáticos listos para acabar por sus propias manos con LO ANTINATURAL.

En fin. Cuestiones éticas y filosóficas sobre la existencia y los vínculos que parecen complejizarse cuando aparece otra oportunidad. Para bien y para mal.

Siempre te dejo mis subrayados y claro que cuando escucho no puedo subrayar pero ahora busqué algunas frases que me acordaba y acá están.

Mis subrayados

1. “El animal agoniza bajo la mirada de Blake, y Blake observa con curiosidad cómo la vida lo abandona. Se acabó. El chaval pone cara de tristeza, o más bien de lo que supone que es la tristeza, para no desconcertar a su madre, pero no siente nada”.

2. “A sus cuarenta y tres años, quince de los cuales dedicados a la escritura, el mundillo literario le parece un tren grotesco en el que unos listillos sin billete se cuelan descaradamente en primera, con la complicidad de unos revisores incompetentes, mientras en el andén se quedan los genios modestos (una especie en extinción a la que no se hace ilusiones de pertenecer)”.

3. “Un pip-pip sordo le indica que le ha llegado un e-mail. Ve el nombre de André y suspira. Se sulfura, no tanto porque insista, sino porque sabe que no debería insistir y no consigue contenerse. ¿Cómo puede ser tan inteligente y tan frágil a la vez? Pero amar es no poder evitar que el corazón pisotee a la inteligencia”.

4. " Está a punto de perder por segunda vez a David, que lleva cuatro días en sedación profunda”.

5. “Femi Ahmed Kaduna, alias Slimboy, no acaba de dar crédito a lo que le está pasando. Hace apenas tres meses su fama se limitaba al Little Lagos (...) Fue durante la última hora del vuelo París-Nueva York, tras haber creído que era el fin de sus días y gastado una buena provisión de bolsas para vómitos, cuando Slimboy tuvo la idea de Yaba Girls. Una canción que hablaría con sencillez de su afecto por el barrio de su infancia, de las chicas ‘de aguja y tijera’, una canción de agradecimiento del pequeño Femi a su madre, que vendía collares en el mercado, que rezaba todos los días por él y que acababa de morir, una canción tierna, extraña y melodiosa”.

6. “Alguien, pues, en algún lugar de la galaxia, ha lanzado una moneda al aire y esta se ha quedado flotando”.

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