Paul Klee, destacado artista suizo del siglo XX, buscó a lo largo de su carrera desarrollar un lenguaje pictórico personal que trascendiera la mera descripción visual. Su obra “Ruehende Schiffe” (Barcos en reposo), pintada en 1927 y que se encuentra en el argentino Museo Nacional de Bellas Artes, ejemplifica esta búsqueda mediante el uso innovador del color, la línea y la forma. Inspirado por sus influencias musicales, Klee pretendía que sus pinturas tuvieran una autonomía similar a la música, la cual goza de independencia en su construcción sin depender de la realidad, según destaca el comentario original.
Entre los antecedentes más relevantes para comprender el desarrollo artístico de Klee se encuentra su viaje a Túnez en 1914 junto con los pintores August Macke y Louis Moillet. Este recorrido resultó crucial para su carrera, dado que le permitió fusionar las influencias del orfismo de Robert Delaunay, conocido en París en 1912, y de Blaue Reiter, círculo al que fue introducido por Macke. Estas influencias, junto a la poderosa respuesta de Klee al paisaje tunecino, fueron fundamentales en la creación de un nuevo lenguaje visual. Las acuarelas producidas durante y después de este viaje son testimonio del cruce de formas, colores y luz intensa que Klee experimentó en dicho paisaje.
Klee buscaba una noción temporal en sus obras, un dinamismo que hiciera visible la realidad subyacente a las apariencias tangibles. En su ensayo “Schöpferische Konfession” de 1920, Klee afirmó: “Anteriormente solíamos representar cosas visibles en la tierra (...). Hoy revelamos la realidad que está detrás de esas cosas visibles y así expresamos la creencia de que el mundo visible es meramente un caso aislado en relación con el universo y que hay muchas otras realidades latentes”. Estas palabras marcaban la dirección hacia la que el artista deseaba llevar su arte, distanciándose de la representación directa para capturar algo más intrínseco.
“Ruehende Schiffe” refleja un equilibrio entre lo figurativo y lo abstracto, una fusión que se estaba consolidando en el vocabulario de Klee. Utilizó colores primarios (rojo, amarillo y azul) dispuestos en “cuadrados mágicos”, un sistema que visualizaba los colores del espectro móvil alrededor de un eje central. Su metodología en la Bauhaus, donde fue docente desde 1920 hasta 1931, se caracterizaba por una precisión geométrica influenciada por la mudanza de la escuela de Weimar a Dessau en 1925. El cuadro muestra una disposición de triángulos y semicírculos que evocan simbólicamente las velas y los botes en reposo, creando una imagen mental que transmite movimiento y cambio.
La inspiración de Klee en las estructuras naturales permitió que su arte explorara estas “otras realidades latentes”. Según las notas didácticas que detallan su convicción sobre la naturaleza, inspiradas en estudios de historia natural, antropología y anatomía comparada, el artista buscaba un medio de construcción en la pintura que imitara las mutaciones infinitas de la naturaleza. Este enfoque es evidente en la fuerte angulosidad y la organización del color en “Ruehende Schiffe”, donde la composición geométrica y el dinamismo de la obra reflejan tanto su estilo particular como las influencias didácticas de la Bauhaus.
Las obras de Klee de este período como “Garden in Saint Germain” y “European Quarter Tunis” también se destacan por su estructura de bloques de color. Estos trabajos, aunque realizados de memoria después de su retorno de África, intentan capturar las impresiones sensoriales inmediatas que el paisaje tunecino le había proporcionado. Estos énfasis en las matrices de color y la eliminación de detalles figurativos directos, muestran cómo Klee pudo canalizar sus impresiones para dar con una expresión artística original.
Se destaca la importancia de la música en la conceptualización del color por Klee, y su influencia en la creación de una nueva forma visual. Este particular interés lo acercó también al orfismo, enfatizando la pureza y la independencia del color similar a la música. En “Ruehende Schiffe”, las formas geométricas que se interceptan, así como los tonos contrastantes y complementarios, sirven tanto de narrativas visuales como de introspecciones de los elementos más básicos de la pintura.
A lo largo de su carrera, Klee mantuvo una búsqueda constante de un cultivo puro de los medios en su estado puro. Este cultivo se refleja en la manera en que su estilo fusiona aspectos figurativos y abstractos, creando obras que no meramente describen, sino que revelan nuevas realidades. Su permanencia en la Bauhaus y la racionalización de sus primeras acuarelas de Túnez demuestran un compromiso con la exploración de nuevos vocabularios artísticos que capturan la esencia más allá de lo visible.
Paul Klee, un artista difícil de encasillar en una corriente específica, tuvo una carrera marcada por diversos movimientos artísticos y experiencias de vida. Nacido cerca de Berna, Suiza, Paul Klee creció en un entorno musical que influiría profundamente en sus creaciones. Este contexto familiar, sumado a su formación artística en Múnich, Alemania, cimentó su desarrollo como uno de los miembros del grupo Der Blaue Reiter, junto a figuras como Wassily Kandinsky y Franz Marc.
El pintor suizo mostró un temprano interés por la vanguardia internacional, lo que lo llevó a viajar a París, donde la obra de Robert Delaunay tuvo un gran impacto en él. En 1914, tras un viaje a Túnez con August Macke y Louis Moilliet, Klee descubrió la importancia del color, elemento que pasaría a ser central en su obra. Durante la Primera Guerra Mundial, fue movilizado al ejército, sin embargo, continuó pintando, principalmente acuarelas, en un estilo iluminado y con influencias expresionistas.
Klee también dejó una huella significativa en la Bauhaus, donde fue profesor entre 1921 y 1931 tanto en Weimar como en Dessau. Estos años en la Bauhaus fueron particularmente productivos para Klee, consolidando su lenguaje pictórico. A pesar de su enfoque independiente, se puede apreciar la influencia del constructivismo en su producción durante su tiempo en Dessau.
En 1928, un viaje a Egipto inspiró en Klee nuevas formas de expresión. El paisaje egipcio y sus jeroglíficos se reflejaron en sus composiciones, integrando estructuras horizontales y verticales. Dos años después, se trasladó a Düsseldorf para enseñar en la Akademie, pero su carrera en Alemania fue interrumpida con la llegada del nazismo. Su arte fue declarado “degenerado”, obligándolo a regresar a Berna. Durante sus últimos años en Berna, pese a su enfermedad desde 1935, Klee vivió una fase de intensa creatividad. Su obra en este periodo logró una fusión casi perfecta entre su vida personal y su arte. Esta etapa final fue testimonio de su resiliencia y dedicación artística.