La caverna pictórica de Hernán Salamanco en Arthaus

A través de 17 obras, la exhibición “Noche adentro”, que posee una puesta entre penumbras, recorre 20 años de producción del artista argentino que pinta sobre chapas desechadas

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La caverna pictórica de Hernán Salamanco en Arthaus
La caverna pictórica de Hernán Salamanco en Arthaus

En el centro de la sala una pequeña obra, Noche adentro, parece levitar a unos centímetros del suelo; la obra, colocada de manera horizontal, mira hacia el techo. Se observa allí la representación de una ventana o un escenario, donde un cortinado invita a observar la oscuridad de su interior.

La pieza de 2012, que da nombre a la muestra de Hernán Salamanco que se presenta en ArtHaus, podría pensarse como un agujero negro que se alimenta de los haces lumínicos de una sala que, en esta puesta, queda inmersa en las tinieblas.

La caverna de Salamanco (Buenos Aires, 1974) es una invitación a recorrer la obra pictórica de un artista de estilo inconfundible, de pincelada feroz, brutal por momentos y sutil en otras, que despliega en distintos formatos, a través de paisajes, autorretratos, monstruos y animales un territorio que concilia lo cotidiano con lo surreal.

En el centro de la sala una pequeña obra, Noche adentro, parece levitar a unos centímetros del suelo
En el centro de la sala una pequeña obra, Noche adentro, parece levitar a unos centímetros del suelo

“La exhibición ofrece un proceso de introspección a través del cual nos invita a adentrarnos en la oscuridad, en lo desconocido, en un recorrido en el que sea su obra la que nos encuentre en el devenir. Más que lo lineal y lo lógico, su propuesta convoca lo onírico, y como todo sueño que en sí es una configuración polimorfa y caótica, en esta selección heteróclita de imágenes”, escribe el psicólogo lacaniano Manuel Zlotnik en el texto de sala.

En las 17 obras, de entre 2002 y 2022 que se exponen en Noche adentro, se propone al espectador un juego constante entre forma y fondo, provocan el desplazamiento de la atención de los centros a los bordes, para perderse a mitad de camino en los detalles.

En Techo acha (2013), por ejemplo, un cuadrado negro contrasta con un fondo de diferentes tonos de blanco. En ese habitáculo oscuro, a su vez, parece desplegarse un cielo nocturno de esos que solo pueden observarse en los pueblos andinos, a miles de kilómetros de altura, donde la contaminación lumínica no pervierte la danza de estrellas y nébulas.

Techo acha (2013)
Techo acha (2013)

Sobre ese blanco que lo rodea todo, a la vez, habitan fantasmas. Una figura humana se discierne como continente de ese cielo cúbico y detrás esas diferentes tonalidades albas parecen esconder una habitación. Ese contorno, que es presencia y ausencia a la vez, es una criatura innominada -como escribiría William Faulkner para hacer referencia a un ser nonato-, no se lo puede identificar y puede ser, en tanto, todos y nadie, la ilusión de la propia existencia.

En piezas como el bodegón Botellas (2016), HSSP 2 (2011) y Cuco (2009) surgen escenas cotidianas, desde el emplazamiento de una mesa con sus objetos a unos peluches que abrazados observan una impresora como una pareja que, a la vera de un río, ve al sol ahogarse en un horizonte. Mientras que en Cuco, la pieza con mayor contrastes de colores de la exhibición, el ojo se centra en esa pierna infantil que sobresale de abajo de una colcha mientras duerme en la cuna.

Es esa pierna la única presencia real, reconocible, de un humano en toda la muestra. La posición de la obra en la sala parece sugerir que todo ese despliegue de imágenes se desprenden de los sueños del niño y es llamativo que no se observe la postura del resto del cuerpo, que pudieran otorgar más información sobre ese descanso. Sabemos, en cambio, que su cuerpo está tapado por una sábana, como si fuera un signo de autoprotección.

Hernán Salamanco junto a "Cuco"
Hernán Salamanco junto a "Cuco"

Hernán Salamanco no pinta sobre lienzo, sus obras -salvo un autorretrato sobre madera- brotan de las chapas, metales industrializados que alguna vez colgaron de un edificio para venta o alquiler, en alguna calle para promocionar algún producto.

Comenzó con esta práctica durante la crisis de 2001, resignificando en arte aquellos despojos en plena crisis económica, que no tan paradójicamente vuelven a convertirse en una declaración sobre las dificultades, los costos de los materiales y, a su vez, en una metáfora social de cómo un objeto pensado para la promoción del comercio, del desarrollo, termina agrietándose, sufriendo sus circunstancias, hasta convertirse en descarte.

La posición de muchas de las obras, a las que se las puede bordear como si estuvieran en el Museo de Arte de San Pablo, permite observar tanto el frente como el fondo, la obra en sí misma y el detrás, desde donde -por la penumbra de la sala- se filtran las fisuras como heridas del metal, aumentando esa sensación de caverna, a la que se recorre por caminos sinuosos y donde la luz lucha para ingresar.

"Centinelas" y "Caballito", obra de 2012
"Centinelas" y "Caballito", obra de 2012

El uso del esmalte sintético sobre la chapa genera un juego de brillos que, bajo estas condiciones lumínicas, pueden tener un efecto encandilante por momentos, un golpe que enceguece y a medida que se apaga en la retina resurge la obra con cierto aura fantasmagórico como Centinelas (2016) o Visiones (2006).

En otros casos, la presencia del negro produce un efecto cautivante, una tenebrosidad que invita a perderse entre el ramaje de Flores amarillas (2020), una pieza selvática en tanto salvaje, confusa y feroz, a la que Salamanco además intervino con rayones que refuerzan esa sensación de un peligro latente.

Si miramos hacia la Historia del arte, la pincelada corrida de Salamanco podría pensarse con dejos impresionistas, pero la recreación de las atmósferas remiten más a las pinturas negras de Goya, o al movimiento de los cielos de El Greco, como se observa en León y Luz Mala, ambas de 2014.

En el centro "Cuarentena"
En el centro "Cuarentena"

En Cuarentena (2017), una pieza de 2 x 5 metros en la que se recrea un salto de agua, se condensa todas las señas de la obra de Salamanco, las diferentes capas de blancos, el contraste de sombra y oscuridad, cierto caos provocado por la abundancia de estímulos, que como el tiempo en un sueño parece discurrir eterno.

La caverna de Salamanco posee, en un rincón, en escaparate hacia el exterior con la obra Arriba vista (2019), que como Noche Adentro también se encuentra colocada de manera horizontal, pero ésta sobre el techo y que para ser observada hay que recostarse en el piso.

En la pieza, de 3 x 3 metros, por los resquicios que dejan las copas de árboles pintados en contrapicada el cielo vuelve a teñirse de gaseosa penumbra. La naturaleza parece abalanzarse sobre el espectador, que inmovilizado puede perderse por un instante e imaginar como el viento se balancea en esa tierra de alucinaciones nocturnas.

"Arriba vista" está dispuesta para observarla desde el piso
"Arriba vista" está dispuesta para observarla desde el piso

“A diferencia de la vigilia, en el sueño el inconsciente está a cielo abierto, uno lo transita durmiendo y, allí, bajo su dominio se pierden las categorías de tiempo y espacio, se mezclan épocas y lugares, personas vivas y muertas, no hay una trama única y lineal. En general, suele haber un trasfondo entre familiar y extraño”, escribe Zlotnik.

En su famosa Alegoría de la caverna, Platón planteó las diferencias entre el mundo sensible y el inteligible, en una metáfora que hablaba sobre lo ilusorio y el conocimiento. En la novela La Caverna, José Saramago mete la cuña del mundo contemporáneo y convierte a aquel espacio filosófico en uno real que termina convirtiéndose en un negocio.

Los seres humanos pasamos un tercio de la vida durmiendo. En los últimos años, el abordaje del sueño ha quedado casi en el olvido, dejando su lugar al discurso utilitarista sobre la importancia de las horas de descanso, con el objetivo de rendir mejor en las funciones diurnas. Incluso, la acepción de sueño como meta a alcanzar, como utopía en la propia vida ha quedado relegada a eslóganes comerciales o shows televisivos.

Un extracto de "Botellas" y "Monjita", perteneciente a la serie de pájaros que realizó en 2022
Un extracto de "Botellas" y "Monjita", perteneciente a la serie de pájaros que realizó en 2022

El arte es, quizá, uno de los pocos espacios donde lo que discurre en la mente parece tener otra relevancia. Donde los monstruos como las fantasías, lo que tememos y lo que nos maravilla, se hacen presencia de manera social.

Así, la caverna de Salamanco puede pensarse más cercana a lo platónico, un espacio para dejarse arrastrar por onírico, por lo aparente, pero en la que las luces y las sombras nos retrotraen a experiencias personales, un lugar en el que habita tanto la incertidumbre como la realidad. Un territorio para todos los sueños.

*“Hernán Salamanco. Noche adentro” se presentan hasta el 20 de octubre en Arthaus Central, Bartolomé Mitre 434, C.A.B.A. Entrada libre y gratuita, de martes a domingo de 14 a 22 horas. La muestra se presenta en simultáneo con “Luis Pazos -Poesía Vital” y la escultura ‘Signo lineal’, de María Juana Heras Velasco.

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