Ernesto Tenembaum retrata a Milei: de una infancia difícil a esa visita al supermercado que lo hizo economista

En su crónica “Milei. Una historia del presente”, el periodista abarca desde episodios íntimos hasta la influencia del actual mandatario en el panorama político mundial. Aquí, un adelanto exclusivo

Tenembaum desentraña los eventos que llevaron a Javier Milei de la oscuridad a convertirse en una figura política influyente en Argentina

El libro Milei, una historia del presente, escrito por el periodista Ernesto Tenembaum y publicado por Editorial Planeta, retrata el ascenso meteórico de Javier Milei en la política argentina. Según ha recopilado Tenembaum, Milei pasó de ser un desconocido a convertirse en una figura de relevancia mundial. Este detallado trabajo de más de un año expone aspectos de la vida íntima de Milei, episodios traumáticos de su niñez, y su participación en acaloradas discusiones sobre política y economía.

“Este es un libro electrizante, profundo y, a la vez, didáctico”, se menciona en su descripción oficial. Además del lado más personal de Milei, el autor también explora su capacidad inesperada de liderazgo, junto con relatos de trifulcas violentas y la fama alcanzada por sus perros, combinando todo esto con una receta destinada a transformar el país y el mundo entero.

Ernesto Tenembaum, uno de los periodistas más respetados en Argentina, ha trabajado en múltiples medios como Página/12, Radio Mitre, Rock and Pop, Todo Noticias, CNN en español, El País de España y Revista Veintitrés. Actualmente conduce el programa “¿Y ahora quién podrá ayudarnos? por Radio con Vos, y el programa “540 grados” junto a María O’Donnell, por el canal de streaming Cenital. Desde hace siete años, es columnista dominical de política en Infobae.

La investigación revela episodios personales y profesionales nunca antes contados

Tenembaum escribió Enemigos (2005), un intercambio de correos con un alto funcionario del FMI acerca de la crisis de 2001, y ¿Qué les pasó?, uno de los primeros ensayos críticos sobre la experiencia kirchnerista. En 2014, publicó la novela romántica Una mujer única, ambientada en los últimos años de la presidencia de Cristina Kirchner.

El autor utiliza su vasto conocimiento y recursos para ofrecer en “Milei, una historia del presente” un examen profundo y revelador del fenómeno Milei y el impacto que ha tenido en la sociedad argentina. Con esta obra, Tenembaum no solo documenta el presente sino que también plantea cuestionamientos sobre el futuro de la democracia en Argentina y el papel que figuras como Milei podrían jugar en él.

Infobae Cultura acerca a sus lectores un adelanto del esperado libro del periodista:

Palizas (octubre de 1970-julio de 2016)

¿Quién era ese señor que odiaba a Keynes y desparramaba números como si tal cosa? O mejor dicho, ¿quién había sido él, antes de ese instante en el que un conductor de televisión se dio cuenta de que ese señor medía, que garpaba, que hacía número, que era un negocio ponerlo al aire?

La mayor parte de la vida de Javier Milei se conoce gracias a su generosidad. Él fue quien la contó a lo largo de cientos de horas de televisión.

Nació en una familia de clase media baja que progresó con el tiempo y llegaría a amasar una pequeña fortuna. En una película de propaganda política, dijo que su padre era un ejemplo para él: «Mi papá arrancó trabajando en un colectivo. Trabajaba muchísimo. En base a ese esfuerzo se compró un colectivo cuando nací yo, cuando nació mi hermana se compró otro». Su hermana Karina agregó: «Papá trabajaba más de veinte horas al día. Nos han inculcado el esfuerzo y el trabajo. Si vos trabajabas los días de fiesta, te pagaban toda la recaudación. Mis padres han pasado muchos días de fiesta brindando arriba del colectivo. Y así fue cómo fueron progresando».

La realidad había sido más tortuosa, como él mismo se había ocupado de describir en otras notas. «De chico, había maltrato físico, y estamos hablando de una persona de 1,90. No eran palizas normales. Después, cuando estudiaba, mi padre siempre fue muy despectivo con mi carrera, siempre me dijo que era una basura, que me iba a morir de hambre y que iba a ser un inútil toda la vida», contó. «Tuve 9,43 de promedio como reacción al ataque de mi padre para que me fuera mal en la universidad. Ahora, tal vez gracias a eso, ante las dudas y miedos de otros, yo resuelvo como si nada».

Un periodista le sugirió que les enviara a sus padres un mensaje de reconciliación.

—¡Me importa un rábano! —reaccionó. Y explicó:

—Con mis papás llevamos casi diez años sin hablarnos. Vos no llegás a una decisión así porque sí. Yo considero que debés relacionarte con gente sana. El vínculo sanguíneo es un accidente. En ese sentido, para mí no es tan dramático. A la gente tóxica te la sacás de encima. No tengo ninguna intención de perdonarlos. Tal vez como consecuencia de eso, Milei ha decidido no tener hijos. «A la luz de la pésima experiencia que tuve como hijo, es probable que no me considere en condiciones de ser un buen padre. Porque, aun cuando vos quieras hacer las cosas bien, también te puede salir mal. No creo que todo lo que me hicieron fue por maldad», le contó a la modelo Nicole Neumann.

—Uno a veces hace lo que puede —acotó ella.

—Si lo ponés en esos términos, e hicieron las cosas que me hicieron, está claro que te puede salir mal.

Las 3 etapas que marcaron el ascenso de Milei en la política argentina (REUTERS/Liesa Johannssen)

Tampoco era fácil la relación con su madre: «Me la hacían muy difícil en mi casa. Mi madre me hizo las mil y una. Por ejemplo, llegaba la época de los finales y me dejaba de hablar, me generaba situaciones de mucho estrés para que me fuera mal».

En los vínculos afectivos de Milei hay un solo punto de apoyo: su hermana menor, Karina. Ella lo acompañaba, de muy pequeña, a los partidos de fútbol en los que participaba. Era la mascota de su equipo. Era, también, su cobijo frente a la tensión que se vivía en la familia. En 1982, al desatarse la guerra de Malvinas, Javier recibió una tremenda paliza porque opinó que no estaba de acuerdo con la última aventura de la dictadura militar. El episodio fue tan violento que Karina entró en shock y debió ser internada. Desde el hospital, su madre lo llamó y le advirtió que, si su hermana moría, sería culpa suya. Milei era entonces un pequeño de apenas once años.

Así lo contó en un diálogo con la actriz Claudia Fontán.

—El 2 de abril, cuando la Argentina recupera las Malvinas, nosotros estábamos en la casa de mi padrino. Esa casa tenía un living comedor, después venía la cocina y después el comedor diario. Estaban todos muy exultantes porque habíamos recuperado las Malvinas. Yo dije que era un disparate porque nos iban a hacer de goma. Y bueno, no le gustó y me dio una tremenda paliza.

—¿Y qué actitud tomaba tu madre? O sea, ¿era pasiva ante ese tipo de situaciones?

—Los padres tienen un contrato preexistente a nosotros.

—Pero ver a un hijo ser golpeado no es fácil para ninguna madre. Hay madres que se van con los hijos por esa situación.

—En mi caso, lo que hago es valorar la enseñanza. Era muy difícil. Imaginate que era una persona que medía arriba de un metro noventa, más de cien kilos de peso, con un nene de once años. Es como que hoy me encontrara con un tipo de cuatro metros y cuatrocientos kilos. El tema es que, bueno, una situación como esa me permitió que no le tenga miedo a nada. Cuando te viene una situación muy adversa, una situación de crisis, los cobardes y los ineptos se van. Y se quedan los tipos que las tienen bien puestas.

Esa imagen de un hombre gigantesco golpeando sin piedad a un niño sería recurrente en los relatos de Milei.

El momento más distendido y fresco de Karina en público ocurrió unos meses antes de que su hermano comenzará a ser famoso. Ella concurrió, junto con sus padres y su perro Aron, a un programa de televisión en el que concursaba por un carrito de supermercado repleto de productos. Para ganarlo, tenía que hacer girar una especie de ruleta y, luego, someter al perrito a una prueba no demasiado difícil. Entre una cosa y otra, dialogaba con el conductor del programa.

—¿Y Karina cómo era estudiando?

—Regular, ja, ja.

—Regular, Karina. O sea que no era muy buena estudiando.

—No.

—¿A qué se dedica ahora Karina?

—Soy licenciada en relaciones públicas.

—¿Qué es lo mejor de Karina?

—El carácter.

—¿Qué es lo peor?

—No… no sé.

Esa señora que concursaba en televisión sería, en poco tiempo, una de las personas más poderosas de la Argentina.

Unos meses después de ese programa de Animales sueltos, Milei publicó, junto con su único amigo, Diego Giacomini, un libro titulado Otra vez sopa. Maquinita, infleta y devaluta. En la dedicatoria se puede leer: «A Conan Milei y Karina Milei, por su apoyo incondicional frente a todo evento». Todos los libros de Milei están dedicados a ella. Conan Milei era, en ese momento, el perro del señor que odiaba a Keynes.

Detalles inéditos de la vida privada y política de Milei: un viaje revelador (EFE/ Shawn Thew)

De su familia, Milei también reivindicaba a su abuela: «Si pudiera volver a tener una cena con alguien que no está, sería con mi abuela materna, Elia, y con quien fue su marido. Ella enviudó cuando mi mamá tenía catorce años y fue un ejemplo de vida, una luchadora, una gladiadora. Era hija de italianos y una remadora, porque su hija era chica y tenía que llenar la olla. Si existió alguien carente de maldad, fue ella».

—¿Cómo debutaste sexualmente? —le preguntaron en un programa de televisión.

—Con una profesional, a los trece años, el 5 de noviembre de 1983.

—¿Y fuiste con amigos?

—Solo.

—¿Cómo solo? ¿Con tu papá?

—No, solo. En esa época, tenían un cartel con un número y era imposible no saber que ahí había lo que había. Sentía la necesidad. Fui, vi de lo que se trataba y dije: «Bueno, bárbaro, sigamos». Milei también contó muchas veces, con orgullo, que fue arquero de fútbol. Tanto tiempo le dedicaba al deporte que su desempeño escolar se derrumbó. Eso generó otra crisis familiar. Hasta que los padres le pidieron consejo a una monja que trabajaba en el Cardenal Copello, el colegio católico al que asistía. Ella les dijo que no le quitaran el fútbol, pero que lo condicionaran a que mejorara sus calificaciones.

«Yo jugaba de arquero. El arquero tiene una característica distintiva respecto del resto de los jugadores. Se viste distinto, entrena solo. Si un delantero erra un gol, no pasa nada. Pero si el arquero se equivoca, es gol. Vos jugás con la tribuna a tus espaldas. Te tenés que aguantar un montón de cosas».

Milei era bajito en comparación con el resto de los arque- ros. «Eso me obligaba a entrenar mucho más, seis horas por día. Cuando estaba en el arco, saltaba y dejaba el travesaño a la altura del pecho. Volaba de un palo al otro sin problemas».

Karina, su hermana, recordó: «Me acuerdo de una final en que estaba todo el público en contra. Ellos eran locales. Teníamos todas las de perder. Y había un montón de gente nuestra que lo alentaba porque estaba jugando muy bien. Toda la hinchada contraria —encima, con el apellido en la espalda— lo puteaba. Pero, ¿qué pasó? Fue uno de los mejores partidos de Javi. Salimos campeones. Tuvimos que salir escoltados porque lo querían matar. Cuanto más lo puteaban, él se hacía más fuerte».

Milei llegó a la tercera división, bastante más lejos que la mayoría de los niños que sueñan con jugar en primera. Pero nunca logró un contrato de jugador profesional. Abandonó el fútbol para dedicarse a la economía.

En distintas notas, Milei explicó que la primera idea de ser economista le apareció en 1982, «cuando fracasó la tablita de Martínez de Hoz». «En ese entonces, era por una cuestión materialista. Pensé que iba a necesitar plata para vivir. Y si entendía cómo funcionaba eso, la iba a poder ganar».

Pero la vocación definitiva se le despertó en 1989, con el estallido de la hiperinflación. «Yo estaba acompañando a mi mamá en el año 1989, en el mes de julio, cuando fue la hiperinflación de Alfonsín. Estaba apoyado sobre el changuito y pasaban unas chicas remarcando los precios. Subían los precios y, sin embargo, la cantidad demandada no bajaba, como yo había estudiado, sino que la gente se abalanzaba sobre los productos. La solución de dignidad hizo que dejara de jugar al fútbol, porque eso me demandaba seis horas por día. Y empecé a estudiar a fondo. A los veinte años escribí mi primer artículo académico, que se llama “La inflación y la distorsión en los mercados”».

El nuevo libro de Ernesto Tenembaum es editado por Editorial Planeta

¿Ha sido Milei un economista destacado?

Milei se había recibido en la Universidad de Belgrano y luego hizo un posgrado en el Instituto de Desarrollo Económico Social, donde se nucleaba lo más destacado de la heterodoxia keynesiana, todo eso que después odiaría. El periodista Ezequiel Burgo contó en Clarín que allí se destacó como un alumno «estrella». Eso hizo que Javier Finkman, titular de la cátedra de Microeconomía en la UBA, lo tuviera como ayudante. Milei dedicó muchos años a ser profesor de Economía. Volvió a ser ayudante en la UBA, en la cátedra de Moneda, Crédito y Bancos, cuyo titular era Diego Giacomini. También enseñó en universidades privadas como El Salvador, Belgrano y la UADE. Muchos alumnos nos recuerdan sus reacciones violentas ante preguntas incómodas. Giacomini, luego de pelearse con él, contó: «Más allá de todo, a Javier le gustaba enseñar».

Uno de sus empleadores fue Miguel Ángel Broda, titular de la consultora de empresas que durante mucho tiempo fue la más influyente del país. Broda ha dicho que pocas veces tuvo un empleado tan brillante. «Era impresionante. Vos le dabas cinco papers para analizar, se los leía en una noche y era capaz de ver cosas que yo no había visto. Pero esa misma capacidad no la tenía para aplicarla a la realidad. Se fue porque tuvo dificultades para integrarse. No hubo ningún problema conmigo, pero sí con gente de mi equipo».

En su libro El camino del libertario, Milei sugirió que el conflicto fue con la hija de Broda. Dijo que, a mediados de 2004, Broda le ofreció ser el economista coordinador de su estudio, «tarea compartida con su hija Andrea». Destacó el desafío que significaba para él, «a pesar de que venía de publicar dos artículos muy buenos», acostumbrarse a la tarea de escribir informes con una frecuencia semanal. Milei se dedicó a estudiar en qué condiciones el gobierno de entonces, que encabezaba Néstor Kirchner, podía perseguir metas de tipo de cambio. Su contribución, dijo Milei, era «importante», pero «el doble comando en el estudio» siempre dejaba esa idea fuera de los informes semanales. Un día, Broda le pidió asesoramiento sobre un tema puntual. «Para que haga cosas como esta es que lo contraté», le dijo. Pero Milei entendió que debía renunciar debido a «la presencia de otras personas en el lugar». «Justo ahora que le estaba tomando la mano al trabajo», respondió Broda. «El tango se baila de a dos y, si la otra parte no quiere bailar, es imposible», se despidió Milei.

Antes de esa experiencia había intentado ingresar, sin éxito, en el Banco Central. No es doctor en Economía ni completó estudios de posgrado en universidades importantes, no fue titular de una cátedra relevante ni publicó papers en publicaciones destacadas del mundo.

Al saltar a la fama, tampoco había fundado una empresa, ni conducido los destinos de un banco, y hasta había enfrentado dificultades para sostener su propia economía. En 2004, el diario Clarín publicó una nota donde reunía a los economistas más promisorios de su generación. Entre los entrevistados figuraban Axel Kicillof, Miguel Braun, Vladimir Werning, Martín Lousteau, Nicolás Gadano, Luciano Laspina y Ernesto Schargrodsky, que cumplirían funciones académicas o políticas muy destacadas. Milei no figuraba.

La presentación de "El camino del libertario" en Madrid, en 2024. (REUTERS/Violeta Santos Moura/File Photo)

«No solo no estaba. No lo conocíamos», contó uno de ellos.

Su intención de demostrar que eso no era así, que se trataba realmente de alguien destacado, registra esfuerzos que quedaron impresos. En el currículum que figura en sus libros, Milei destaca que tiene «más de cincuenta artículos publicados en distintos medios». Eso podría reflejar que es un polemista, un columnista o un difusor de ideas, pero en ningún caso se trata de una expresión de jerarquía teórica o científica.

Pese a ello, llegaría más lejos que los demás.

En 2013, Milei asegura que tuvo una epifanía. Llegó a sus manos un libro que cambiaría su vida, escrito por el economista estadounidense Murray Rothbard. Y como se trataba de un libertario, se convirtió, él también, en libertario. Por entonces, eso significaba pertenecer a una secta. Casi nadie era libertario, ni en la Argentina ni en el mundo. Milei se sumó al credo de ese grupo de marginales, con la pasión de un recién llegado. De a poco, y «gracias a él», mucha gente en el mundo parece que empezó a llamarse «libertaria».

En el momento en que pisó el set de televisión de Animales sueltos, Milei trabajaba para la Corporación América, un conglomerado empresarial conducido por el magnate Eduardo Eurnekian, uno de los hombres más ricos de la Argentina. Eurnekian creció como empresario textil, luego hizo una gran fortuna al invertir tempranamente en una red de televisión por cable, que luego vendió por una cifra sideral. Su salto definitivo se produjo cuando logró la concesión de la administración de Aeropuertos Argentinos, que estaba en manos del Estado. En la plantilla de Corporación América siempre figuraron políticos destacados —un excanciller, una exsenadora que sería secretaría legal de la presidencia, un exsecretario de Finanzas, entre otros—, que pertenecían a distintos partidos políticos. Entre ellos, estaba Milei. Era algo solitario, aunque no completamente. Además de su hermana, contaba con Conan, su perro, al que llamaba «mi hijito de cuatro patas» y al que le dedicaba sus libros.

Murray Newton Rothbard, una inspiració para Javier Milei.

Días después de salir del estudio Broda, viajó a Córdoba para presentar un artículo publicado en la revista de la Universidad Nacional de Córdoba. En el hotel, almorzó con el dueño de un criadero de mastines ingleses y luego lo visitó en su casa. «Allí conocí al amor de mi vida. Los cachorros eran trece, pero uno vino hacia mí casi de inmediato. Conan ya me había elegido. Se hizo la luz».

La llegada del perro a su vida lo hizo engordar mucho. «Cuando quedé desocupado y tenía la indemnización, saqué la cuenta de cuánto tiempo iba a tardar para volver a conseguir laburo. En ese contexto, las restricciones eran: el paseo de Conan no se toca, la calidad de la comida de Conan no se toca; no se tocaban las cosas de Conan. Me quedaba dinero para comer una pizza por día. Desayunaba, almorzaba y cenaba con pizza. Por eso llegué a pesar 120 kilos».

Aquel 27 de julio de 2016, cuando estaba a punto de iniciar, sin saberlo aún, su viaje hacia la presidencia, vivía en un departamento no demasiado grande, ubicado en una torre, construida en un típico barrio de clase media porteña. Algunos vecinos de entonces recuerdan su dedicación a Conan. En sus últimos días de vida, el perro casi no podía caminar y Milei lo alzaba para bajarlo en el ascensor. Se trataba de un animal de casi 100 kilos.

Su devoción por Conan influía en sus relaciones de pareja, que habitualmente duraban poco tiempo. «La mayoría de las veces, no pasaron de los dos meses», contó.

La modelo Nicole Neumann le preguntó cómo congeniaba ambas cosas.

—Vos dijiste que, a raíz de que un perro se puso celoso, no entran más mujeres a tu casa.

—Fue algo distinto. Conan, como todos los perros, es curioso. Él mide un metro ochenta y uno en dos patas y pesa 90 kilos. Es un mastín inglés. Había venido una señorita a casa y estábamos en el cuarto. Y Conan daba vueltas por toda la casa, paseaba. Entonces la señorita se sintió incómoda porque venía y miraba. Y me hizo echarlo de la pieza.

—Es que, con un perro de 90 kilos, es como si un tipo te estuviera mirando. Medio intimidante —rió Nicole.

—Entonces tuve que explicarle que tenía que salir del cuarto. Entiende todo. Y le cerré la puerta, porque no me quedaba otra. Tené en cuenta que yo practico sexo tántrico y eso requiere mucho tiempo. Cuando la señorita salió del cuarto, Conan se había hecho pis. Imaginate las dimensiones del tema; con lo cual me tuve que quedar limpiando hasta sacar eso, y a primera hora de la mañana llamar por teléfono para que me saquen la alfombra y me pongan una nueva.

Conan incidía en otras de sus pasiones: la ópera. «Sé que, por ejemplo, detesta las óperas de Bellini y Donizetti. Conan, cuando las pongo, se va… se va».

—¿Vos preferís a los perros o a las personas? —le preguntaron en una nota.

—A los perros.

Su único amigo, en aquel momento, era Diego Giacomini, un economista que se define como «liberal radical» y que trabajaba como consultor externo de empresas. Giacomini se separó de su mujer en 2005 y fue a vivir a lo de Milei. «Nos divertíamos mucho. Se dio una coincidencia de tres gustos que teníamos en común. Yo soy socio vitalicio de Boca, y teníamos abono durante añares. De manera que, todos los domingos, cada uno iba a su asiento en la platea. Los dos somos, además, fanáticos de los Rolling Stones. Segunda cosa importante. Y la tercera es que los dos amamos, respiramos la economía. Entonces, las charlas eran interminables». De esas conversaciones surgieron cuatro libros que Milei y Giacomini escribieron juntos. Con el tiempo, romperían. Las razones de esa ruptura aportarían otro costado interesante para conocer al profesor. En muchas relaciones de Milei se repetía la misma parábola: una súbita intensidad, que duraba un tiempo, anticipaba una ruptura agresiva y definitiva.

Javier Milei y Diego Giacomini, amistad y trabajo.

Antes de que el fenómeno popular estallara, o sea, antes del 27 de julio de 2016, Milei ya había intentado penetrar en los medios de comunicación por distintas vías. En ese recorrido, había logrado que lo incorporaran como columnista en dos programas radiales, sin demasiada audiencia, que eran conducidos por liberales. Uno era Carlos Kikuchi, exvocero de Domingo Cavallo, y el otro, Carlos Maslatón, que había sido un influyente líder liberal estudiantil en la década del ochenta. Ambos jugarían roles importantes en algún momento de su ascenso hacia el poder. Pero el encuentro más trascendente fue con Mauro Viale, un periodista que arrancó como relator de fútbol y luego condujo algunos de los programas de mayor audiencia de la televisión argentina. Viale conocía el oficio televisivo. Tenía una larga trayectoria y era valorado en el medio periodístico como un gran productor. También, recibía críticas por su estilo sensacionalista. Joni Viale, su hijo, sería uno de los que más entrevistaría y defendería a Milei a medida que se acercaba al poder.

Mauro aconsejó a Milei acerca de cómo debía encarar su carrera en televisión.

«Aún recuerdo como si fuera hoy, un día domingo, que estaba invitado para el programa de Mauro Viale. Llegué muy temprano. De repente, se acerca la silueta de un hombre flaco y alto que me dice: “¿Qué hacés, Milei? Vamos a tomar algo”». Viale le dio un consejo que fue central para todo lo que vino después:

«Ahí me dijo: “Mirá, te pasa lo mismo que a Joni cuando arrancó. Esto es un round de box: tenés que meter la idea completa en tres minutos. En el primer minuto, tenés que meter una piña de nocaut”. La piña de nocaut es el zócalo. Entonces, si el conductor se interesa en el tema, desarrolla». Tiempo después Milei presumiría: «Yo te meto un zócalo por minuto».

Cuando se encontró con Fantino, Milei tenía cuarenta y cinco años. Nunca se había casado. Estaba filosóficamente en contra del matrimonio, al que calificaba como «una institución horrorosa». Lo explicaba en términos económicos. «Si vos estás en el desierto del Sahara, ¿cuánto pagás por el primer vaso de agua?

Javier Milei y su perro Conan (Captura de Video)

Lo que te pidan. ¿Cuánto pagás por el segundo? Menos. Una vez que tomaste 50 litros, le tirás el vaso de agua por la cabeza. Eso se llama “utilidad marginal decreciente”. Si consumís todos los días el mismo producto, la utilidad cae. A vos te gusta el café con medialunas, porque al agregarle las medialunas se incrementa la valoración que hacés del café. La diversidad incrementa tu utilidad. Entonces, una de las cosas que pasa cuando salís con dos o tres personas es que funciona bárbaro, porque de una persona captás una cosa, de la otra, otra, y así sucesivamente. Ahora, cuando por alguna cuestión te ponés monógamo, la ley de la utilidad marginal decreciente te mata». Y agregaba: «¡No quiero matrimonios!

¡No quiero regulaciones! Entiendo lo de “hasta que la muerte los separe”, digamos, hace dos mil años, ¿me entendés? La gente vivía veinticinco años, pero hoy vive ochenta. Es un disparate. Cuando estás de novio, si te mandás una, se cortó, y tenés que ir a remar a otro lado. En cambio, si estás en un matrimonio, romper el contrato es costoso. Entonces, los hombres engordan, las mujeres se cuidan menos y se produce toda una serie de deterioros. Si las mujeres internalizaran esto, las cosas funcionarían mucho mejor. A mí me han tocado todas celosas. Las mujeres son dirigistas. Aparte, intervienen la red y los teléfonos, todo».

Entre las múltiples confesiones que hizo en televisión, Milei contó que practicaba el sexo tántrico. «Tengo cuarenta y siete años, participé de varios tríos sexuales y en el 90% de las veces fueron dos mujeres conmigo», afirmó. En varios reportajes, abundaría sobre el tema.

Javier Milei y su hermana Karina, toda la vida juntos. (AP Photo/Natacha Pisarenko)

«Hay un libro maravilloso que se llama Las matemáticas de la naturaleza. Para esto hay una función logística. Las funciones logísticas tienen dos tramos: el tramo exponencial, donde una función crece crecientemente, y después viene lo que se llama la parte logarítmica de la función, cuando la función crece decrecientemente. El truco está en que, cuando estás recorriendo la primera fase de la exponencial, no te aceleres mucho, para que no te vayas, ni vayas tan despacio que el amigo se caiga. Entonces, buscás el punto de inflexión de la función y, a partir de ahí, empezás a acelerar».

He asistido a varias personas que, digamos, han tenido excelentes resultados. Esto se acompaña con lecturas. Hay un libro muy bueno, que se llama Tantra, el culto de lo femenino. Tiene toda una primera parte de historia y otra de ejercitación. Son dos capítulos para hombres y un capítulo para mujeres. Lo interesante es que toda la parte histórica te sirve para reflexionar sobre el criterio filosófico, porque hay mucha gente que va directamente a la parte de la ejercitación. Y lo más importante es el concepto».

«En el sexo tradicional, el hombre, cuando termina lo suyo, se pone muy reactivo. Al no eyacular, en realidad le das contención a tu pareja y entonces el vínculo afectivo y espiritual crece mucho más».

En ese marco, contó que él demoraba mucho en eyacular: «Me dicen “vaca mala”: eyaculo cada tres meses».

También explicó que no le interesaba demasiado la comida.

«Es una cuestión meramente fisiológica, una forma de meterle combustible al cuerpo. Si vos me dieras una forma de alimentarme vía pastillas, sin tener que estar comiendo, me mando las pastillas». Con el tiempo, se supo además que tenía una repulsión violenta hacia las papas fritas.

Antes de su lanzamiento, Milei había tenido dos breves experiencias políticas. En 1992, cuando era muy joven, había asesorado en algunos proyectos a Antonio Domingo Bussi, quien por entonces era diputado nacional. Durante la dictadura, Bussi había encabezado la represión en la provincia de Tucumán. En 2015, mucho tiempo después, Milei participó como asesor en la campaña de Daniel Scioli, el candidato kirchnerista. Fue guiado hasta allí por Guillermo Nielsen, su amigo y compañero de Corporación América que meses más tarde le presentaría a Alejandro Fantino.

Milei asegura que aprendió mucho de un capítulo de Los Simpson, en el cual a Homero le quedaban solo veinticuatro horas de vida y un médico le recomendaba que enumerara las diez cosas que haría antes de morir. «Yo estaría con mis hijitos, con Conan, Murray, Milton, Robert y Lucas. Estaría con mi hermana, que es un sol de ser humano, y con mi sobrino Aarón, y si tengo un rato más, seguramente leería un poco de economía». Aarón era el perro de Karina.

Aquella noche de 2016, cuando Fantino le dijo «Toda la Argentina está hablando de vos», Milei era un argentino más, con sus heridas tan grandes, con sus frustraciones, con sus pasiones y su lucha por ser alguien, que luego sería bien recompensada. Era un profesor despeinado, solitario. Había sido un niño golpeado, un arquero, un cantante de rock y un economista sin demasiado reconocimiento por parte de sus pares. No se había destacado especialmente en ninguna de esas áreas, aunque algunas personas importantes habían quedado deslumbradas por su peculiar inteligencia. Sus afectos cercanos se limitaban a su hermana y a su perro, y en menor medida, a un amigo economista. Había debutado con una prostituta. No encontraba placer en la comida aunque sí en el sexo, siempre y cuando se tratara de una variante oriental, el sexo tántrico. No tenía novia ni novio estable, esposo ni esposa, ni hijos. Tampoco los tenía su hermana. Despreciaba la institución matrimonial. Eyaculaba cada tres meses.

Tenía, además, una misión.